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En este último decenio del Siglo 20 hemos visto grandes transformaciones en el escenario mundial, transformaciones que eran inimaginables para la mayoría de los analistas. El epicentro de esos cambios dramáticos ha sido lo acontecido en Rusia, corazón de la antigua Unión Soviética. Para quienes tengan clara la memoria de aquellos años de Guerra Fría en los decenios de 1950 hasta 1970, ver arriar pacíficamente la bandera roja de la hoz y el martillo en el Kremlin fue algo que nunca pensaron vivir.
La revista U. S. News & World Report, en su número fechado el 2 de septiembre de 1991, proclamó en su tapa: "Renace Rusia". Al describir las esperanzas y las aspiraciones de aquellos días llenos de optimismo, el artículo declaró: "Luego del golpe fallido, ha amanecido una nueva era para la Unión Soviética. El partido comunista de hecho ha muerto, Gorbachov no es más que un símbolo y Boris Yeltsin es el héroe de la nueva Revolución Rusa" (p. 27).
Mucho ha sucedido desde aquel histórico momento en agosto de 1991 cuando Boris Yeltsin se montó en un tanque en la Plaza Roja y enfrentó a los comunistas. La Unión Soviética se fraccionó en 15 repúblicas independientes y eran grandes las esperanzas de prosperidad, democracia y armonía con el Occidente. La Guerra Fría había terminado y "nosotros ganamos", declararon muchos editorialistas y conocedores.Pero rumbo a aquel "destino feliz", algo pasó. La economía rusa hizo implosión y se sumió en corrupción. Mientras unos pocos adquirían fortunas fabulosas, y mientras se depositaban miles de millones de dólares en cuentas bancarias suizas, el ciudadano ruso común vio decaer su nivel de vida. En 1999, Rusia debió resignarse a ver cómo su tradicional aliada Serbia quedaba asolada por Occidente. Señal inconfundible de cuánto había caído su prestigio y su estatus de gran potencia fue la facilidad con que Occidente desatendió las protestas rusas y procedió a hacer su voluntad.
Mas recientemente, Rusia se ha visto empantanada en una guerra civil en Chechenia, provincia rusa en la región del Cáucaso. Pero el problema no se limita a Chechenia. Toda la zona del Cáucaso es un polvorín de fermento y conflicto nacionalista. Aunque las tensiones étnicas perduran dentro de sus fronteras, la economía ha mejorado gracias a las exportaciones de petróleo y el poder se ha concentrado en pocas manos.¿Qué presagia todo esto para el futuro de Europa y el futuro del mundo? ¿Qué papel está destinado para Rusia en los próximos años? ¿Qué nos dice al respecto la profecía bíblica? ¿Acaso menciona a Rusia, y en tal caso, ¿qué nos dice? Para entender el futuro, primero debemos entender la historia y los antecedentes del actual estado ruso. Luego veremos qué dice la Biblia acerca de las noticias de mañana.
La hoz y el martillo, insignia del partido comunista, cedió su lugar a la antigua águila bicéfala de la Rusia Imperial a comienzos del último decenio del Siglo 20. ¿Qué importancia tiene este símbolo imperial y qué dice sobre el concepto que los rusos han tenido de sí mismos? Para entenderlo, debemos remontarnos a la separación original entre Oriente y Occidente en un momento que marcó un hito en la historia del mundo.
La separación entre Oriente y Occidente en el siglo 20 tuvo su origen unos 17 siglos antes, en un decreto emitido por un emperador romano. Para el siglo tercero de nuestra era, el Imperio Romano se extendía desde Inglaterra y la costa atlántica de España hasta el río Éufrates al oriente. Incluía tanto el norte de África como la región de los Balcanes en Europa. En vista de su enorme extensión, el emperador Diocleciano decidió dividirlo, para fines administrativos, en el Imperio Romano Oriental y el Imperio Romano Occidental. Uno de sus herederos, Constantino, levantó una nueva capital para el Imperio Oriental en el sitio que ocupara la antigua ciudad de Bizancio y la nombró Nueva Roma. Sus seguidores le pusieron Constantinopla. Muerto el emperador Constantino, esta división administrativa se hizo permanente. Cuando el Imperio Occidental se derrumbó en el año 476 con la muerte de su último emperador, Romulus Augustulus, el Imperio Oriental sobrevivió.
Todo esto lo había previsto unos mil años antes el profeta hebreo Daniel, mientras vivía en la antigua Babilonia sobre el río Éufrates. En Daniel 2 el profeta consignó un sueño que tuvo el rey Nabucodonosor pocos días antes, y explicó su significado. En su sueño el rey había visto una estatua enorme con cabeza de oro, pecho y hombros de plata, caderas de bronce, piernas de hierro y pies de una mezcla de hierro y barro. La cabeza de oro, le informó a Nabucodonosor, simbolizaba su propio reino, el babilónico. Después de él surgiría otro reino, el de los medos y los persas que invadieron a Babilonia en 539 antes de Cristo. Al Imperio medo-persa le seguiría otro, el reino griego de Alejandro Magno y sus sucesores. El cuarto reino estaba representado por las piernas de hierro y no puede ser otro distinto del Imperio Romano. En tiempos de los últimos diez reyes herederos de la antigua Roma, los cuales están representador por los dedos en los pies de hierro y barro, el Dios del Cielo intervendrá para establecer un Reino… reino que nadie quitará (v. 44).
La separación del Imperio Romano en Oriental y Occidental queda claramente simbolizada por las dos piernas de hierro. En Europa Occidental, el reino latino-germano-católico fue el que heredó el Imperio Romano Occidental. En Europa Oriental, el reino griego-eslavo-ortodoxo fue el que heredó el Imperio Romano Oriental. Este produjo una división religiosa, cultural y política que ha afectado la historia de Europa hasta hoy. La separación comenzó con una demarcación política que a su vez generó una diferenciación cultural. En el Occidente, la lengua y cultura latinas se difundieron desde Roma y dieron su forma a gran parte de Europa. Emanada de Constantinopla, la lengua y cultura griegas dieron su forma a buena parte del oriente eslavo.
En 861, el príncipe Rostislav de Moravia solicitó misioneros al emperador bizantino en Constantinopla. El emperador envió a dos hermanos de Tesalónica: Cirilo y Methodious. Como los eslavos no tenían un alfabeto con qué expresar plenamente su idioma por escrito, uno de los hermanos formuló uno, tomando como modelo el alfabeto griego. Hasta el día de hoy, el alfabeto que se emplea en Rusia, Serbia y Bulgaria se conoce como el alfabeto cirílico. Los siglos siguientes vieron una intensa rivalidad en la parte oriental de Europa entre Roma y Constantinopla. Moravia, Eslovaquia y más tarde Hungría y Polonia se conquistaron para la Iglesia latina y su rito. Al mismo tiempo, "Bulgaria, Serbia y Rusia aceptaron la liturgia y el alfabeto eslavos, dieron su lealtad a la Iglesia Griega y tomaron su cultura de Bizancio" (La era de la fe, Will Durant, pp. 535–536).
En el año 1054, durante el pontificado del papa León IX, la ruptura entre la Iglesia Ortodoxa del Oriente y la Iglesia Católica del Occidente se oficializó. Los verdaderos motivos de la ruptura fueron más políticos que religiosos. En el año 800, el Papa había coronado a Carlomagno, rey de los francos, emperador romano en el Occidente, rechazando así la autoridad del emperador oriental, ejercida desde la Restauración Imperial de Justiniano en 554. En palabras del historiador Will Durant, "…la coronación papal de un emperador romano rival, la entrada papal a la Italia griega—estos sucesos políticos mortificantes, que no la menor diversidad en cuando a credo, separó a la cristiandad en Oriente y Occidente" (p. 544).
Luego, en 1453, Constantinopla cayó en manos de los turcos y el Imperio Romano Oriental tocó a su fin. La sobrina del último emperador huyó a Roma donde pasó su adolescencia. Varios años después, casó con Iván III, Gran Duque de Moscovia, en una ceremonia celebrada por el propio Pontífice. El papa esperaba que este matrimonio contribuyera a la reunificación de las iglesias Ortodoxa y Católica bajo el pontífice romano. "Como descendiente de la gran familia imperial de Roma Oriental, Sofía fue la fuerza impulsora tras el auge de Iván a la supremacía y tras la pretensión rusa sobre la herencia de Constantinopla… Como Constantinopla había caído en manos turcas, ella también lo instó a reclamar el título de ‘Zar’…" (Historia de Rusia, Walter Kirchner, p. 35). Zar era la forma rusa de César. El antiguo nombre ruso de Constantinopla había sido Czargrado, "Ciudad de César". Fue entonces cuando el águila bicéfala imperial, símbolo de los césares de Bizancio, pasó a los grandes duques de Rusia. De ahí en adelante, los gobernantes rusos se consideraron herederos de los césares orientales y protectores de la Iglesia Ortodoxa.
Es importante entender quiénes son el pueblo ruso y de dónde provienen. Para reconocer las profecías bíblicas que hablan de ellos, hay que saber su origen. En realidad, varias tribus emparentadas emigraron a la parte europea de Rusia y fueron los antecesores de las tres ramas de los pueblos rusos: los rusos grandes, los rusos pequeños y los rusos blancos. Estos tres pueblos están unidos por la historia, la cultura y el idioma, si bien surgieron originalmente de antepasados diferentes.
En los tiempos más antiguos encontramos dos naciones, identificadas en la Biblia como Mesec y Tubal, que habitaban la parte más oriental de Asia Menor a lo largo de la costa sur oriental del mar Negro. Estas naciones, estrechamente emparentadas, se llamaron mushki según los asirios y moschi según los griegos. Al oriente de ellos se encontraba un pueblo relacionado, los antiguos medos, que habitaban entre el mar Negro y el mar Caspio. Dichos pueblos, bajo el liderazgo de los medos, cumplieron un papel destacado en la destrucción de la capital de Asiria, Nínive, en el año 612 antes de la era cristiana.
Los siglos quinto y cuarto antes de Cristo fueron testigos de conflictos crecientes entre los reinos persa y griego, y en las luchas se involucraron pueblos como Mesec, Tubal, Lud (Lidia), los medos y los elamitas. Para fines del siglo cuarto después de Cristo, los griegos bajo Alejandro Magno habían triunfado sobre Persia. La subsiguiente invasión griega a los terrenos orientales presionó a los pueblos asentados entre el mar Negro y el Caspio, impulsándolos a emigrar hacia el norte, a los llanos de los escitas. En los años siguientes, estos llanos fueron habitados por diversos pueblos, entre ellos algunos remanentes de las diez tribus norteñas de Israel en el exilio.
Según afirma el Atlas Cultural de Rusia y la Unión Soviética, para el segundo siglo antes de Cristo un "…pueblo nómada iraní…[cuya] federación de tribus parece haber incluido con el tiempo un fuerte elemento eslavo…" (p. 34) se hallaba asentado al norte del Mar Negro. Esta confederación de pueblos venía de los elamitas y los medos junto con Mesec y Tubal. Para entonces, seguramente hablaban un idioma común proto-eslavo semejante al persa antiguo. El nombre que a sí mismos se dan los eslavos proviene de slovo, que significa "palabra" y resalta el sentido de una comunidad lingüística distinta de "los que no entienden", que es el significado de nemets, designación eslava general para los alemanes.
Desde el norte del mar Negro, los elamitas se extendieron gradualmente hacia el occidente y el sur, dando origen a la población eslava en el centro y sur de Europa. Las tribus que descendían de los antiguos medos se trasladaron ligeramente al norte y occidente para hacerse a las fértiles tierras agrícolas de la Pequeña Rusia, Ucrania. De Mesec y Tubal vinieron los rusos grandes, que se extendieron al norte y al oriente y establecieron a Moscú y el principado de Moscovia. El río Moskva, que toma su nombre del pueblo de mesec (antiguamente llamados los mushkis o moschis), dio su nombre a la ciudad y a principado.
Durante muchos siglos existió una ruta comercial que iba del mar Báltico al río Dnieper y al mar Negro y de ahí a Constantinopla. Los eslavos llevaban pieles, cera, miel de abeja y ámbar a los mercados de Constantinopla a cambio de los lujos del mundo griego. Los griegos dejaron una fuerte influencia en los eslavos rusos durante siglos. En el año 989 el príncipe ruso Vladimir adoptó oficialmente el cristianismo ortodoxo y se casó con la hermana del emperador romano oriental, Basilio II. El historiador Will Durant señala que "…de ahí en adelante, hasta 1917, Rusia fue hija de Bizancio en su religión, su alfabeto, su moneda y su arte" (p. 448).
En 1223, los jinetes mongoles armados de Genghis Khan llegaron hasta el río Volga y para 1240, toda Rusia, incluida Ucrania, se encontraba bajo el dominio mongol. No se deshizo el yugo hasta 1480. Luego, Rusia comenzó una enorme expansión, colonizando la enorme extensión de Siberia durante los siglos 16 y 17 y extendiéndose también hacia el sur a las tierras de de los propios mongoles en Asia Central. En los albores del siglo 18, el zar Pedro el Grande había vuelto la mirada hacia el occidente, deseoso de adquirir conocimientos occidentales para que Rusia pudiera modernizarse y llegar a ser una gran potencia. Con su papel decisivo en las guerras napoleónicas, Rusia estrechó su relación con los europeos en el siglo 19.
En 1917 se produjo el momento decisivo para la Rusia del siglo 20, con el triunfo de la revolución comunista de Lenín. Durante casi 75 años, Rusia y comunismo parecían casi sinónimos. Pero con la desaparición de la Unión Soviética hace casi dos decenios, Rusia quedó desprovista de su estatus de gran potencia. No obstante sigue teniendo el segundo arsenal nuclear en el mundo. Gracias a los ingresos que le ha producido el petróleo, Rusia está afirmando su economía y ya no depende tanto de la ayuda occidental. À raíz de esto se están produciendo dos fenómenos de profundo significado profético: un gradual alejamiento de Europa y Estados Unidos y, por otro lado, un acercamiento a la China.
La profecía bíblica muestra que en los próximos años ha de surgir en el escenario mundial una superpotencia europea, la cual va a suplantar el dominio de las naciones anglosajonas. Este será el séptimo y último renacimiento del antiguo Imperio Romano. Esta vez, como lo indica claramente Daniel 2, no solamente se tratará del Imperio Occidental renacido sino que abarcará también naciones herederas de Bizancio. Diez gobernantes europeos entregarán su poder a un gran super-líder, considerado el único capaz de salvar al mundo de una catástrofe que se le avecina. À la cabeza de esta unión de países, dominada por Alemania, ese individuo se aliará con un carismático líder religioso para traer al mundo entero bajo su influencia. Semejante unión ofrecerá promesas de prosperidad mundial así como un poder político-militar centralizado, con el fin de asegurar la paz y la seguridad. Ese futuro imperio renacido, bajo la dirección de un líder religioso de gran influencia y poder, ofrecerá la identidad común necesaria para unir las piezas de un mundo fraccionado y formar con él una unidad global.
Ahora bien, esta unión europea, compuesta por diez naciones herederas del Imperio Romano Oriental y el Occidental, tendrá ciertas flaquezas inherentes y fatales. Daniel la compara con una mezcla de hierro y barro. Al respecto, hay unas observaciones interesantes en el Expositor’s Bible (Expositor de la Biblia). "El texto da a entender claramente que esta fase final estará marcada por algún tipo de federación más que por un reino único y fuerte… De esta mezcla de hierro y barro vienen debilidad y confusión… El hierro y la arcilla pueden coexistir mas no pueden combinarse para formar un orden mundial fuerte y duradero" (Vol. 7, pp. 47–48). Por poco tiempo, habrá una unión comercial mundial que sin duda incluirá a la nación rusa (Ezequiel 27:13) junto con las naciones descendientes de Israel y Judá (v. 17), así como muchas otras. Los mercaderes de la tierra se harán fabulosamente ricos (v. 33, ver Apocalipsis 18:11, 15). Pero luego que Europa encabece la conquista de los Estados Unidos y Gran Bretaña y luego de la ocupación de Israel en el Medio Oriente, comenzarán a brotar sospechas y desconfianza profundas dentro de tal alianza (ver Daniel 11:41–45).
Desde los tiempos de Carlomagno, el mundo ha visto varios intentos fallidos por Roma de reunir el Imperio Romano Oriental con el Occidental bajo su dominio. Los Pontífices han deseado restablecer la unidad del mundo cristiano profeso volviendo a traer a las comunidades ortodoxa y protestante bajo sus alas.
En los últimos 200 años, tanto Napoleón como Hitler fracasaron en sus intentos por conquistar a las naciones anglosajonas. Este fracaso se debió, en gran parte, a que pretendieron luchar contra Rusia al mismo tiempo. La próxima vez ¡no sucederá así! El séptimo renacimiento del antiguo Imperio Romano parecerá en un principio tener mucho más éxito que todos los intentos anteriores, si bien este último esfuerzo por unir a Roma y Bizancio también está destinado a fracasar. Los diez líderes que entregarán su poder al futuro super-líder acabarán por comprender que fueron engañados por el sistema religioso en el cual confiaron. Se volverán contra él con furia intensa (Apocalipsis 17:16). Jeremías 51:7–11 indica que los rusos ucranianos, descendientes de los antiguos medos, estarán a la cabeza de lo que probablemente será un ataque nuclear contra la propia Roma (ver Apocalipsis 18:9–10).
Este mismo ataque nuclear se describe paralelamente en Apocalipsis 9:15, se indica además, que está respaldado por un ejército de 200 millones (versículo 16) acampado junto al río Éufrates (versículo 14). La Biblia revela, asombrosamente, la secuencia de acontecimientos, como está escrito en Isaías 28:13: "Un poquito allí otro poquito allá" . El siguiente gran paso en el desenvolvimiento de la profecía sobre el futuro de Rusia, se encuentra en Apocalipsis 16:12: "El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente".
Todo parece indicar que los 200 millones son una alianza militar entre Ucrania (los antiguos medos) Rusia y China que viene en contra del bloque occidental de la Bestia (la moderna Babilonia, Apocalipsis 17:3,5). La historia se repite: Los antiguos medos destruyeron el poder de Babilonia, bajando el nivel de las aguas del río Éufrates.
Napoleón Bonaparte quien encabezó la quinta restauración del poder de la Bestia desde la caída del Imperio Romano, sufrió la derrota que marcó el principio de su fin, en su fallida invasión a Rusia. Adolfo Hitler, quien encabezó la sexta restauración del poder de la Bestia después de Napoleón, también sufrió la derrota que marcó el principio de su fin en su fallida invasión a Rusia.El ataque nuclear lanzado por el bloque oriental que acabamos de describir en contra el poder de la Bestia, constituye el sonido de la sexta trompeta del libro del Apocalipsis (ver Ap. 9:13-19).
Después de la sexta trompeta, obviamente, sigue la séptima y última trompeta. Muchas escrituras señalan de manera inequívoca que al sonido de la séptima y última trompeta, Jesucristo aparecerá sobre las nubes del cielo "con poder y gran gloria"Y "todo ojo le verá" (ver Mateo 24: 30-31, 1Corintios 15:52, 1 Tesalonicenses 4:16, Apocalipsis 1:7). Ante este espectáculo, e inducidos por demonios, el ejército de los 200 millones y lo que queda del poder de la Bestia, en lugar de enfrentarse el uno con el otro, se reúnen en Armagedón para pelear contra Jesucristo (ver Apocalipsis 16:12-16).
El apóstol Juan nos relata el enfrentamiento final tal como le fue revelado en visión apocalíptica: "Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo blanco, y contra su ejército" (…) "y… fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos" (ver Apocalipsis 19:11-21). Este será el desenlace final de todos los preparativos de guerra que se están llevando a cabo actualmente en el mundo tanto en el Occidente como en Rusia y China.
¿Qué ocurrirá después? ¿Qué les depara el futuro a estas naciones y al resto del mundo?
En el siguiente capítulo del libro del Apocalipsis, están consignadas en forma clara y cristalina, las buenas noticias que constituyen la única esperanza para la humanidad. Jesucristo viene a instaurar sobre una tierra exhausta de violencia, un reino de mil años de paz y prosperidad (Apocalipsis 20:4). Tal como lo anunció el apóstol Pedro en Hechos 3:19-21, se acercan tiempos de refrigerio en los que se cumplirán las profecías sobre la restauración de todas las cosas. Rusia y China, Alemania y toda Europa, el Medio Oriente, todas las naciones del África y América y de los más remotos confines del mundo, aprenderán por fin a vivir en paz.
Se cumplirán por fin, las palabras inspiradas del profeta: "Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa del Eterno como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos y dirán: Venid subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno.Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra" (Isaías 2:2-4).
Hay otras profecías, en Ezequiel 38 y 39, que describen una alianza de los rusos con las naciones de China y el Lejano Oriente, descendiente de los mongoles. El momento al cual se refiere esta profecía en particular, con su descripción de la invasión de Israel después de reunido ese pueblo, no es antes del regreso de Cristo sino unos años después. Esto se aclara cuando vemos en Ezequiel 38:11–12 que Israel (la totalidad de las 12 tribus, no solamente los judíos) estará reunida, proveniente de todas las naciones. Estarán asentados en una tierra de prosperidad y paz sin defensa aparente… y con las puertas sin seguro.
Cuando Cristo glorificado haya destruido a los ejércitos reunidos en Armagedón (Apocalipsis 16:16, 19:19–21), traerá al remanente de israelitas cautivos y los devolverá a la antigua tierra de sus antepasados. Establecerá un reino con sede en Jerusalén pero que se extenderá por toda la Tierra. Parece que esto tomará unos años ¡y es claro que algunas personas precisarán medios más persuasivos! La futura alianza descrita en Ezequiel no se refiere al futuro inmediato sino al período después del regreso de Cristo.
El pueblo ruso ha tenido una historia larga y turbulenta. Pisoteados y explotados por gobernantes opresivos y autocráticos y por ideologías huecas y sin valor, han tenido que luchar por sobrevivir. Llegará el día en que ellos, como las demás naciones, dejarán de estar engañados y vivirán en carne propia la buena noticia del Reino de Dios. Sólo entonces veremos un verdadero renacimiento religioso, cultural, político y económico de los rusos. Por fin, la triste y dura historia de Rusia ¡tendrá un final feliz!