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"Y la vida era la luz de los hombres" (Génesis 1:3; Juan 1:4). Un consejo sencillo también revela un principio esencial en la vida cristiana. Mantenga una linterna siempre a mano en el hogar, en el trabajo y cuando viaje. Téngala al alcance y en estado de funcionamiento. Nunca se sabe cuándo la podrá necesitar. La anterior recomendación parece cuestión de simple sentido común, pero puede salvarnos la vida. Por tanto, no es sorprendente que la luz sea uno de los conceptos más importantes en la Biblia.
No menospreciemos el valor de la luz. Es una de las necesidades básicas para la vida. Aun en las profundidades oscuras del océano, donde nunca llega la luz del día, hay formas de vida que usan luz. Están facultadas para producirla en forma de bioluminiscencia a fin de cumplir diversas funciones. Las plantas requieren luz, los animales la requieren. Y nosotros también la requerimos.
Un pequeño interruptor basta para que uno de nuestros sentidos más importantes pueda actuar contra peligros ocultos: a muchos animales les molesta la luz brillante. Algunos de los animales más fastidiosos huyen con el primer rayo de luz repentina, por ejemplo los mapaches, zarigüeyas y otros invasores nocturnos; entre ellos la universal cucaracha. Y cuando se trata de malhechores y animales predadores, la luz resulta aún más conveniente.
La luz también brinda seguridad en momentos de emergencia, cuando un auto se vara por la noche o cuando se cae el servicio eléctrico y andamos tropezando en la oscuridad… pero esa no es la única oscuridad que nos hace tropezar.
Respecto de Jesucristo, el apóstol Juan escribió: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella" (Juan 1:1-5). En este pasaje Juan identifica claramente a Jesús como un ser que existió mucho antes de su concepción en la Tierra, y lo presenta como la Luz espiritual de la humanidad.
La palabra "luz" en estos pasajes, del griego antiguophos, significa literalmente "resplandor" o incluso "iluminación spiritual" en ciertos casos. Se deriva de la raíz pha?, que significa "hacer manifiesto". Juan dijo que cuando esta luz brilló contra la oscuridad, o tinieblas [la ignorancia y el desvarío del mundo (Romanos 1:20-22)], las tinieblas no pudieron prevalecer contra ella.
Como vemos, esta luz es muy poderosa. ¿De qué forma iluminan la vida y despejan las sombras y tinieblas la luz de Cristo y el conocimiento de los caminos de Dios?
Mateo 18:15, un pasaje que debería citarse con más frecuencia, nos indica una manera. Al traer ante nuestro prójimo un asunto que nos ha ofendido, en vez de ocultarlo y pretender salir adelante de otro modo, estaremos "arrojando una luz" sobre la situación. Como mínimo, estaremos actuando con transparencia (Juan 3:20-21), independientemente de las acciones del otro.
La Palabra de Dios también arroja luz por medio de sus instrucciones sobre la oración, especialmente la oración de intercesión por los demás (1 Timoteo 2:1-3). La oración fervorosa y sincera en boca de los obedientes a la voluntad divina "puede mucho" (Santiago 5:16) y no pasará inadvertida para Dios. La oración diligente, aun por los que pueden ser nuestros enemigos, agrada mucho a Dios (Mateo 5:43-45). Cuando nos obligamos a hacer el esfuerzo, entonces el camino al perdón, la resolución y la paz mental se despeja y se alumbra. Dirigimos la luz de la misericordia sobre los demás, y al hacerlo, Dios la dirige hacia nosotros (Marcos 11:25). Hay pocas maneras mejores de disipar las sombras de la agitación emocional y el rencor… y cuanto mayor haya sido el rencor, mayor será el alivio.
Por último, el evangelio ofrece el verdadero conocimiento del camino al arrepentimiento y la salvación. Cuando Dios llama a alguien a su Familia, le da a conocer este camino por medio del don del Espíritu Santo (1 Corintios 12:3; Efesios 3:4-6). Esta revelación viene directamente de Dios y no podemos comprenderla sin su ayuda. Pero una vez que Él alumbra nuestros ojos con esa luz, y que confiemos en Él (Isaías 50:10), se nos abre la puerta para que nunca más volvamos a andar a oscuras.
Esa luz es más preciosa que cualquiera otra, pero viene solamente con un llamamiento y con un costo. No hay que tomarla, pues, a la ligera. ¿Se la están ofreciendo a usted? Si el llamamiento de Dios está empezando a alumbrar la vida de usted, no se retarde. ¡Proceda a actuar mientras puede hacerlo!