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"Devolvámosles a Estados Unidos su grandeza", era la promesa de la campaña del señor Donald Trump durante su candidatura, y ahora se ha convertido en su misión como presidente. Los primeros 100 días de una presidencia de los Estados Unidos son a menudo el punto de referencia utilizado para medir y predecir el éxito o, quizás en algunos casos, la falla del ejecutivo que ocupa el cargo más alto de los Estados Unidos. La pregunta sigue siendo: ¿Puede ser grandioso Estados Unidos de nuevo?
El lema en sí mismo es revelador, porque indica que alguna vez esa grandeza estuvo presente, pero ahora ya no existe; que Estados Unidos vuelva a ser grandioso ¿Qué falta? Las preocupaciones sobre la economía fueron unas de las principales razones por las que el Presidente Trump fue elegido. Mientras que los estudios han demostrado que en general, el Producto Interno Bruto (PIB) de los EE.UU. ha aumentado generalmente desde la década de 1970, nuestra felicidad como país se ha estancado. Este concepto se conoce como la "Paradoja de Easterlin", debido a que Richard Easterlin realizó el estudio, demostrando empíricamente que la felicidad no es un resultado de dinero o de una economía exuberante.
El problema principal es más grande que la falta de empleos o la economía. ¡El problema, por falta de una palabra mejor, es enorme! El ex presidente John Quincy Adams habló a generaciones posteriores, haciendo la siguiente petición: "Posteridad: nunca se sabe cuánto le ha costado a la generación actual preservar su libertad. Espero que hagan buen uso de ésta." Aquí está el problema; los Estados Unidos y la mayor parte del mundo occidental, no han hecho buen uso de esa libertad.
Hoy en día, todos aparentemente hacen "lo que está bien a sus propios ojos", y estamos cosechando las consecuencias catastróficas (Levítico 26, Deuteronomio 28). Irónicamente, mientras la sociedad promueve y fomenta un enfoque poco saludable en el yo, lo que raramente ha dado como resultado algo parecido a la auto-reflexión; perdimos de vista el hecho de que "...los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo." (1 Juan 2:16).
Hubo dos elementos que hicieron a Estados Unidos grandioso, y los ciudadanos jugaron el papel que era obviamente el menos significativo de los dos. Este papel menor era que el pueblo y la sociedad, en un sentido general, se esforzaban hacia un comportamiento moral decente, en la medida que obedecían al Dios de su entendimiento. Los padres fundadores del país fueron casi todos cristianos profesantes, o al menos creían que los principios bíblicos eran la clave de las sociedades fuertes, sanas y grandes.
El segundo papel y el más crucial de todos, sin embargo, le pertenecía a Dios, él dijo que haría algo, y así lo hizo. Génesis 48 habla de Jacob (o Israel) bendiciendo a dos de sus nietos, Efraín y Manasés. Mientras que le prometió a Efraín que sería una gran compañía de naciones (que se cumplió en el Imperio Británico, del cual la actual "Mancomunidad de Naciones" es un descendiente directo); su hermano mayor, Manases, fue profetizado como una gran Nación, los Estados Unidos. En última instancia, esta promesa fue una extensión de la que se encuentra en Génesis 17, donde Dios hizo un pacto con Abraham, quien sería padre de muchas naciones. A los descendientes de Jacob se les ha dado mucho favor, pero mientras reflexionamos recordemos "... a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá." (Lucas 12:48).
El presidente Trump puede tener buenas intenciones, pero el enfoque del lema de su campaña no reconoce completamente la verdadera fuente de la deteriorada grandeza de los Estados Unidos. El PIB no es lo que ha hecho grande a América; los políticos no hicieron grande a América; la razón principal para el ascenso de los Estados Unidos en la escena global es porque Dios hizo una promesa, y Él siempre cumple Sus promesas. Y en segundo lugar, mientras los Estados Unidos en términos generales caminaban conforme a ciertos principios bíblicos, la nación fue bendecida. Dios bendice a aquellos que le obedecen y trae maldiciones sobre los que no le obedecen (Levítico 26 y Deuteronomio 28). Si EE.UU. va a ser grande otra vez, entonces su gente debe entender que la bancarrota que debe abordarse primero no es la fiscal, sino la moral.
Vea nuestro programa Naciones en decadencia y lea nuestro folleto, Estados Unidos y Gran Bretaña en Profecía. También puede pedir una copia impresa gratuita de este folleto y ver todas nuestras transmisiones en línea en Elmundodemañana.org.