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En el 2017, el autor Tom Nichols publicó un libro titulado: La muerte de la pericia. Nichols sostiene que estamos viendo “crecer entre los estadounidenses la convicción irracional de que todos somos tan inteligentes como todos los demás” (pág. 7).
¿A qué se refiere? Ya no mostramos deferencia por los expertos. ¿Por qué deberíamos mostrarla? La televisión, la radio y la internet están atestadas de expertos que presentan variedad de opiniones encontradas. Debemos entonces sacar nuestras propias conclusiones sobre quién tiene la razón y quién no, al punto que a veces nos sentimos obligados a convertirnos en nuestros propios expertos. Pero en realidad, no somos tan expertos como quisiéramos ser.
La explosión de conocimientos nos ha enseñado a buscar datos por nuestra cuenta, y a veces esto es bueno. Sin embargo, la realidad es que todos necesitamos la guía, consejo y orientación de otros más conocedores y experimentados; y especialmente cuando se trata de la crianza de nuestros hijos. Como nuevos padres, somos conscientes de que no tenemos mucha práctica y en más de una ocasión quisiéramos tener a alguien al lado que nos diera un buen consejo. Los expertos que encontramos en la internet suelen contradecirse unos a otros, por lo cual no todos pueden tener la razón. ¿Dónde podríamos hallar a un auténtico experto?
Si queremos saber cómo funciona algo, tratamos de hablar con la persona que lo hizo. Por eso, muchas firmas de alta tecnología exigen que sus ingenieros de diseño se comprometan por escrito a no revelar los conocimientos propios de su trabajo por cierto período de tiempo. Reconocen que estos empleados poseen información sumamente valiosa.
Aprendemos en la Biblia que existe un Dios Creador. Creó las plantas, los animales y nos creó a nosotros. Como Diseñador y Constructor de nuestro mundo, es el Experto. Diseñó la forma cómo debemos interactuar con los demás y cómo debemos preparar a la siguiente generación para la vida. Hacer a un lado su dirección y su guía es negarnos la mejor fuente de conocimiento, sabiduría y comprensión en el Universo.
¿Cómo se aplica esto a la crianza de los hijos? Veamos un ejemplo:
En Levítico 12:3 leemos que bajo el Antiguo Pacto los padres israelitas debían circuncidar a sus hijos varones al octavo día de nacidos. Hoy abundan las opiniones sobre si la circuncisión hace daño o no. Una mirada rápida en la internet muestra que hay expertos en ambos bandos de la discusión. Unos dicen que la circuncisión ayuda a evitar enfermedades de transmisión sexual. Otros dicen que es una práctica cruel y causa dolor innecesario a los pequeños. ¿A quién le hacemos caso? ¿Dejamos de lado a todos los expertos, formulamos nuestras propias opiniones, y las damos a conocer al mundo en las redes sociales? No. Escuchemos al mejor de los expertos: Dios. Según sus instrucciones, aunque la circuncisión física ya no se exige (Romanos 2:29), la circuncisión de un niño no le hace daño si se practica correctamente. Los argumentos de otros no pueden alterar el hecho de que ha hablado el mejor de los expertos.
La Biblia tiene muchas instrucciones más sobre la crianza de los hijos, ofrecidas por el Padre que nos creó. En términos generales, dice que les enseñemos todas las leyes y estatutos de Dios (Deuteronomio 6:6-7). En otras palabras, gran parte de nuestra labor como padres es enseñar a nuestros hijos cómo se aplican las leyes divinas en la vida diaria. Si abdicamos o delegamos esa parte de nuestro papel paterno o materno, estamos desatendiendo los propósitos de Dios para nosotros como padres. Dos de los diez mandamientos repercuten directamente en la crianza de los hijos. Uno es el mandamiento sobre el sábado (Éxodo 20:8-11), que requiere que los padres incluyan a sus hijos en la observancia de ese día de reposo semanal, brindando así una plataforma para que reciban la vital instrucción de qué y quién es Dios. El otro es el quinto mandamiento. Dios dice que enseñemos a nuestros hijos a mostrar honra y respeto, comenzando con sus padres (Éxodo 20:12).
Otra sección de la Biblia llena de sabiduría en materia de la crianza es el libro de los Proverbios, que trae multitud de consejos prácticos para la vida, muchos de ellos en forma de consejos de un padre a su hijo. Dios espera que transmitamos esos consejos a nuestros hijos. Y deben reiterarse con claridad y regularidad, para dar a los jóvenes un marco firme y definido para la vida: “Escucha el consejo, y recibe la corrección, para que seas sabio en tu vejez” (Proverbios 19:20).
Dios es un Experto cuyas palabras no debemos ignorar. Merece deferencia y respeto. Fue quien nos diseñó y creó. Es el Experto en la crianza de los hijos.
Hay otro grupo de expertos en la crianza y educación de los hijos que haríamos bien en reconocer: los de edad más avanzada. En nuestra sociedad, ahora se puede pensar que los abuelos no tienen nada qué enseñar. Muchos ancianos desconocen la tecnología reciente, no saben descargar la última aplicación y no dominan la jerga del momento. Pero en cuanto a la sabiduría que viene de una perspectiva más amplia sobre la vida, sus años de experiencia criando hijos son como oro. Job dijo: “En los ancianos está la ciencia y en la larga edad la inteligencia” (Job 12:12).
Claro está que Dios diseñó la familia y sabe cómo funciona, pero nuestros padres y abuelos han pasado años manejando el reto diario de poner ese diseño en práctica, y han tenido la oportunidad de observar los resultados de sus esfuerzos, buenos o malos, en los años sucesivos. Aunque no se hayan titulado en psicología infantil, ni en desarrollo del adolescente, sus años de experiencia y observación contribuyen mucho a calificarlos como expertos en la crianza de los hijos. Merecen deferencia, como se confirma en Proverbios 16:31: “Corona de honra es la vejez que se halla en el camino de justicia”. Más aún, Levítico 19:32 manda ponernos de pie en presencia de un anciano como muestra de respeto y deferencia. Pero, ¿tenemos la costumbre de acudir a nuestros ancianos en busca de consejos para la crianza de la familia? Y a las personas en edad de ser abuelos ¡generalmente les encantan los niños! Proverbios 17:6 lo expresa bien: “Corona de los viejos son los nietos y la honra de los hijos, sus padres”.
Las palabras del apóstol Pablo a Tito muestran un cuadro de la relación que debe existir entre las generaciones: “Tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia. Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la Palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2:1-5). El cuadro presenta a los hombres y mujeres mayores guiando y animando a los padres más jóvenes con sabiduría, prudencia y paciencia.
Nuestros ancianos tienen la voz experta que da la experiencia. Quizá no sea la voz de la perfección, ¡pero ningún experto humano es perfecto!
Hay muchos expertos con conocimientos que brindan consejos sobre la crianza de los hijos. Cuando sus consejos coinciden con los principios de Dios, el mejor de los expertos, debemos estar dispuestos a aprender de ellos. Y no olvidemos a la generación de nuestros mayores, guía y fuente de orientación que tan a menudo desaprovechamos.
A nosotros nos corresponde cultivar el deseo de aprender más, sin sobreestimar ni desdeñar los conocimientos ofrecidos por los expertos. Como padres, nunca dejamos de instruirnos. Para una mayor comprensión sobre este tema, solicite nuestro folleto gratuito: Por qué es tan difícil criar hijos.Lo recibirá a vuelta de correo y también lo puede descargar desde nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org. [MM]