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En un mundo aquejado por las guerras, quizá nos preguntemos: “¿Es realmente posible la paz mundial?” La búsqueda de la paz parece interminable. Parece que la guerra, sea en Siria o en Ucrania, figura día tras día en las noticias. Nuestro mundo no conoce la paz, ¡sino que se vuelve más feroz minuto a minuto! Las dos guerras mundiales libradas en el siglo 20 no trajeron paz, ni la trajo el final de la Guerra Fría. Lo único que trajeron fue un planeta más dividido y convulsionado que nunca.
Cada año por la temporada de navidad, los líderes religiosos hablan del Niño Jesús y paz en la Tierra, ¡pero la violencia y las guerras siguen en aumento! La gente piadosa prende velas y eleva oraciones por la paz. Los idealistas firman peticiones, organizan marchas y celebran conferencias con el empeño por conseguirla. Los militares instan a sus naciones a construir armas más grandes para imponer la paz. Todos estos esfuerzos han fracasado.
¿Es la esperanza de paz un espejismo, una meta irreal e inalcanzable, un sueño imposible? ¿Qué hacen tan difíciles y frustrantes los procesos de paz? La mayoría en el mundo moderno ignora que, en los titulares de prensa las profecías bíblicas se están haciendo realidad. La Biblia no solo predice los grandes retos de nuestra época, sino que revela por qué los esfuerzos humanos no han logrado producir la paz. Las Escrituras también explican el camino a la paz, y que al final sí vendrá paz en la Tierra.
Los predicadores suelen decir que el mensaje navideño es: “Paz en la Tierra y buena voluntad para con los hombres”; en referencia a la alabanza de las huestes celestiales cuando nació Jesús: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la Tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14). Sin embargo, la Biblia no indica que la paz vendrá por las buenas intenciones de los seres humanos, ni por los esfuerzos colectivos. ¡Lo que dice es todo lo contrario!
Oímos a menudo decir que: “El mensaje del evangelio es de amor, paz y armonía”. Pero Jesús dijo claramente: “No penséis que he venido para traer paz a la Tierra; no he venido para traer paz, sino espada” (Mateo 10:34). Claramente indicó que las diferencias políticas, religiosas y filosóficas; causarían división entre los seres humanos, y producirían enfrentamientos y conflictos hasta el fin de la era.
Jesús también dio como señal de su próxima venida que oiremos: “De guerras y rumores de guerras… Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino… Y todo esto será principio de dolores” (Mateo 24:6-8). No dijo que la paz vendría mediante oraciones, velas encendidas, negociaciones ni armas nucleares. Advirtió que las condiciones en el mundo serían cada vez peores, hasta culminar con un período de gran tribulación que marcaría el fin de la era (Mateo 24:9-22).
Muchos líderes religiosos dejan de lado este grave aspecto del mensaje de Jesucristo, o le restan importancia, ¡pero es un mensaje que se halla entretejido en toda la Biblia! El apóstol Pablo escribió: “En los postreros días vendrán tiempos peligrosos” (2 Timoteo 3:1). Sería un tiempo caracterizado por un materialismo egocéntrico, por escepticismo, blasfemia, desobediencia, brutalidad, y una búsqueda alocada de placer; un tiempo cuando muchos tendrían apariencia de piedad, pero negarían toda autoridad de la religión en su vida. ¡Es una descripción más que acertada de nuestra era!
Los profetas hebreos por inspiración de Dios, previeron un tiempo futuro cuando los líderes dirían: “Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14). Dijeron: “Esperamos paz, y no hubo bien” (Jeremías 8:15). Isaías advirtió, en el contexto del tiempo del fin: “Los mensajeros de paz llorarán amargamente” (Isaías 33:7), viendo que sus planes y esfuerzos no llevan a nada. Ezequiel profetizó: “Buscarán la paz, y no la habrá. Quebrantamiento vendrá sobre quebrantamiento” (Ezequiel 7:25-26).
Jesús proclamó que al acercarnos al final de esta era, nos veríamos cara a cara con el final de la civilización humana: “Si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:22). Las profecías bíblicas, que se están haciendo realidad, revelan que los esfuerzos humanos por encontrar la paz terminarán por fracasar. ¡Las Escrituras también revelan la razón!
Refiriéndose a los esfuerzos humanos por encontrar la paz, la Biblia nos dice una verdad que debemos considerar: “No conocieron camino de paz” (Isaías 59:8). Los esfuerzos humanos fracasan porque el mundo en general ha ignorado, o rechazado, lo que la Biblia enseña sobre la paz.
El rey David escribió: “Mucha paz tienen los que aman tu ley” (Salmos 119:165). Pero la mayoría de quienes se declaran cristianos creen que la ley de Dios ha sido abolida. David también escribió: “Lámpara es a mis pies tu Palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmos 119:105). Las leyes de Dios señalan los caminos hacia la paz.
Jesús dijo a sus discípulos: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15); pero mayorías, incluidos muchos que se dicen cristianos, y afirman ser seguidores de Cristo, ¡creen que obedecer la ley ya no es necesario! Si guardamos los mandamientos de Dios, nos abstenemos de asesinar, hurtar, codiciar, mentir, cometer adulterio, practicar la fornicación e irrespetar a los padres o a personas en posiciones de autoridad. ¡Esta es la manera de Dios de amar al prójimo y evitar el conflicto!
Si amamos a Dios, evitamos el culto idólatra a otros dioses. No seguimos las prácticas religiosas condenadas en la Biblia. Guardamos los días de reposo que Dios ha designado, y no otras festividades imbuidas de paganismo y materialismo. Para encontrar el camino a la paz, tenemos que aprender a obedecer y vivir según las leyes de Dios. Evadir los mandamientos con justificaciones y razones, encender velas, orar a los santos, participar en marchas o buscar intervenciones de las Naciones Unidas; no son medidas que traerán paz. Jesucristo es el “Príncipe de Paz” (Isaías 9:6), y dijo: “Yo soy el camino” (Juan 14:6). ¡No hay otro camino hacia la paz!
Jesucristo predicó el evangelio sobre el futuro Reino de Dios: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del Reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el Reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:14-15). El evangelio, la “buena noticia”; no trata de un niñito en un pesebre que espera con paciencia a que las personas le entreguen el corazón. El Reino de Dios es más que un sentimiento en el corazón. No es una comunidad ecuménica, medio pacífica, que la Iglesia establecerá en la Tierra mediante negociaciones y consensos.
La profecía bíblica predice que Jesucristo regresará a apoderarse de los reinos de este mundo, y que gobernará con gran poder: “Hubo grandes voces en el Cielo que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos… Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado” (Apocalipsis 11:15, 17). Organizará un gobierno, con sede en Jerusalén, que regirá a toda la Tierra y le traerá paz (Isaías 2:2-4; 9:6-7). Con Jesucristo reinarán los santos, los actuales discípulos auténticos y fieles, quienes resucitarán como las “primicias” al comienzo del séptimo milenio de la historia humana (Apocalipsis 1:6; 5:10), y le enseñarán al mundo a cumplir las leyes de Dios (Isaías 30:20-21).
Al aprender una nueva manera de vivir, los seres humanos “volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:4). De esta manera ¡sí vendrá paz a la Tierra! Estas profecías cobrarán vida en los próximos años. Este es el verdadero mensaje bíblico de paz, y es el principio del verdadero evangelio.