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Durante más de cien años, casi todas las monedas canadienses de 5 centavos han llevado la imagen de un roedor de 25 kilogramos. Algunos canadienses se preguntan por qué su nación acuña una moneda con un roedor, en vez de un magnífico oso polar. Sin embargo, prevalece Castor canadensis (el castor). Este sigue siendo un símbolo de duro trabajo, tenacidad y deber. De hecho, “ocupado como un castor”, es una frase que se escucha con frecuencia. Entonces, ¿qué podemos aprender de este improbable maestro?
En los primeros días del asentamiento europeo en Canadá, ningún factor tuvo tanta influencia como el castor norteamericano, que también se encontraba en Estados Unidos y el Norte de México. Pero, ¿qué tenía de importancia especial para los colonos que vivían en las partes más septentrionales del Continente? Durante siglos, las pieles de castor impulsaron la exploración, la expansión, las guerras y la política; no solo de Canadá, sino también de Estados Unidos, donde a principios del siglo 19 era el producto básico más importante, a medida que Estados Unidos se expandía hacia el Oeste.
El castor era valorado por su pelaje, pero también era vilipendiado como una plaga porque sus hábitos naturales provocaban inundaciones, derrumbes de carreteras y pérdida de árboles valiosos. Ambos factores juntos provocaron una disminución dramática en la población de castores, llevada casi a la extinción en muchas regiones de América donde alguna vez floreció.
En el siglo 20 las capturas disminuyeron, y las poblaciones de castores comenzaron a aumentar nuevamente, por su cuenta y con la ayuda de ambientalistas que reintrodujeron el valioso animal en sus antiguos hábitats. De hecho, el resurgimiento del castor ha sido tan grande, que algunas regiones de Canadá han adoptado programas de supresión del castor, para atender los problemas causados por la creciente población. Sin embargo, se están alzando nuevas voces en defensa de este roedor a menudo difamado, señalando su valioso papel en la creación de entornos sostenibles.
Los castores ocupan el segundo lugar, después de los seres humanos, en su capacidad de alterar permanentemente el medio ambiente para satisfacer sus necesidades. Los castores modifican paisajes, devolviendo agua a zonas previamente secas. Estos ingenieros hidráulicos peludos, comienzan en un pequeño arroyo colocando palos verticalmente, luego tejen ramas a través de los palos y los llenan con barro u otros desechos. Colocan troncos más grandes paralelos al flujo del agua, los fijan en su lugar con más barro y escombros, y luego continúan el proceso para expandir el ancho y la altura de la estructura. Sin la ayuda de las matemáticas, instintivamente pueden formar una presa cada vez más amplia, para resistir el aumento de la presión del agua, a medida que su trabajo hace que aumente la profundidad.
Son trabajadores incesantes. En el Norte de Alberta, a lo largo de la frontera de los territorios del Noroeste, el parque nacional Wood Búffalo alberga lo que se cree es la presa de castores más grande del mundo, con un perímetro de unos 2.000 metros y una superficie de alrededor de 70.000 metros cuadrados, lo suficientemente grande como para ser visible en fotografías tomadas desde satélites en órbita terrestre. Se estima que el estanque creado por la presa contiene aproximadamente 70.000 metros cúbicos de agua, el equivalente a 25 piscinas olímpicas.
Los castores están bien diseñados para su función. Tienen dientes que nunca dejan de crecer, cuerpos perfectamente hechos para nadar, ojos con gafas de natación incorporadas, y la capacidad de permanecer sumergidos durante 15 minutos. Están construidos para levantar muchas veces su propio peso, arrastrando troncos pesados hasta el agua. No podrían haber sido mejor diseñados para su trabajo.
El sonido del agua corriente los alerta, indicando una amenaza para su albergue. Dado que un refugio para castores debe estar en agua lo suficientemente profunda, como para permitir la entrada debajo del hielo en invierno, entonces se debe detener cualquier flujo de agua. En una ocasión, una grabadora que reproducía el sonido del agua corriente, fue abandonada en una zona poblada de castores. En cuestión de horas, el dispositivo quedó represado: ¡Enterrado en el barro!
Para la construcción de presas y albergues, un castor adulto puede talar más de 400 árboles por año; y para alimentarse, ya que la corteza de los árboles es su dieta principal. Su trabajo no es necesariamente destructivo, ya que la tala de secciones del bosque cerca de un estanque, en realidad amplía el área para un nuevo crecimiento exuberante de pastos, arbustos y árboles jóvenes; aumentando así el suministro de alimentos para la vida silvestre, que también se beneficia de la mayor abundancia de agua en los estanques.
El trabajo del castor renueva y sostiene el ecosistema. Cuando el estanque finalmente se llena de limo y restos de plantas, los castores lo arreglan y crean un nuevo prado. Sus antiguas presas, ocultas a la vista por la maleza, hacen que el agua quede atrapada bajo la nueva superficie preparada, lo que ayuda a proteger la zona de futuras sequías.
La doctora Glynnis Hood, ha pasado años estudiando y documentando las actividades de los castores y su impacto en el paisaje. El parque nacional Elk Island de Alberta, fue un laboratorio perfecto, que proporcionó 54 años de registros sobre las poblaciones de castores y aguas abiertas en épocas de exceso de lluvia y sequía. Su trabajo, publicado en un libro titulado: The Beaver Manifesto, documentó el impacto de los castores, en la protección del ecosistema contra la sequía. Descubrió que los estanques y antiguos lagos con castores tenían nueve veces más agua abierta que los estanques donde no había castores, independientemente de la cantidad de lluvia. En el 2002, Alberta sufrió una de las peores sequías de su historia. En Elk Island, los únicos lugares con mucha agua estancada eran aquellos con poblaciones de castores (pág. 47). Como ella escribió: “En la mayoría de los lugares, un mundo sin castores es un mundo sin agua y sin la vida que sustenta” (pág. 5).
Con todo y el bien que hacen los castores, hay quienes todavía los consideran un problema. Michel Leclair, administrador del parque Gatineau en Quebec, intentó durante años controlar la actividad de los castores dinamitando represas y matando castores. Sin embargo, los eficientes y trabajadores roedores rápidamente reconstruirían, bloqueando alcantarillas e inundando carreteras. Entonces, como se muestra en el documental de la Canadian Broadcasting Corporation: El murmullo del castor, Leclair decidió trabajar con los castores. Dado que el sonido del agua corriente los motiva a construir represas, produjo ese sonido del agua colocando postes en los arroyos, ordenando a los castores que construyeran en los lugares donde quería que hubiera una represa.
Hoy en día, dirige un sistema eficiente de gestión del agua en un enorme parque, ¡con cientos de castores sirviendo como sus voluntarios, entusiastas, no sindicalizados y no remunerados funcionarios públicos! Como explica Leclair en El murmullo del castor, el proceso humano de construcción de represas, incluso para una represa pequeña, requiere diseños, informes de ingeniería, evaluaciones ambientales, y costosos contratos de construcción, que además requieren mucho tiempo. En cambio, Leclair convence a los castores, para que hagan gratis el trabajo en cuestión de días, cono solo dirigirlos al lugar de trabajo.
Las Escrituras revelan la calidad de vida en el Reino de Dios, cuando Jesucristo regrese a la Tierra. Dice Dios: “En las alturas abriré ríos, y fuentes en medio de los valles; abriré en el desierto estanques de aguas, y manantiales de aguas en la tierra seca” (Isaías 41:18). En el castor, Dios ha creado y programado un ingeniero hidráulico peludo, con instinto para servir a su creación. El ejemplo de Leclair ilustra lo que se puede lograr trabajando con la creación de Dios, en lugar de ir contra ella.
Entonces, valoremos al castor, no solo símbolo de Canadá, sino de la actividad industrial en todo el mundo. El extraordinario castor es un superhéroe ambiental, que en su trabajo almacena agua para otras formas de vida, y protege el ecosistema de la sequía, filtra los contaminantes, abre bosques para un nuevo crecimiento, convierte áreas desoladas y pequeños arroyos en prados fértiles, y restaura el agua subterránea.
Cuando a su regreso Jesucristo establezca el Reino de Dios en la Tierra, el planeta será restaurado a su estado originalmente planeado. Sin duda, el laborioso castor contribuirá.