Muchas personas se lanzan a condenar a los demás tan pronto oyen o leen una acusación, aunque no haya pruebas que la sustenten. Las redes sociales se encienden como una tormenta eléctrica contra el acusado, repletas de comentarios odiosos y virulentos y amenazas horripilantes, hasta de agresión física y muerte.
Algunos periodistas profesionales se unen al coro de quienes juzgan antes de saber todos los hechos. Parece que verificar la información es menos importante que ser el primero en publicar y sacar provecho del elemento sensacionalista.