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Hace dos semanas, el ministro de Seguridad Pública de Israel comentó en una entrevista de radio que se debía permitir a los judíos orar en el Monte del Templo junto con los musulmanes (Jerusalem Post, 20 de agosto de 2019). Desde 1967, Jordania ha sido el “custodio” del Monte del Templo, donde solo los musulmanes pueden orar y adorar. Para los musulmanes, la mezquita de al-Aqsa es el tercer lugar más sagrado del Islam, el lugar desde el cual Mahoma ascendió a los cielos, según la creencia islámica tradicional. Para los judíos, el Monte del Templo es su lugar sagrado, donde se levantaron los templos de Salomón y Herodes y se ofrecieron sacrificios a Dios.
Los comentarios del funcionario han enfurecido a los funcionarios de Jordania. Posteriormente, convocaron al embajador de Israel y le ordenaron que informara al gobierno israelí que “cese de inmediato todas las violaciones e intentos destinados a cambiar la situación histórica y legal en el recinto sagrado”. Jordania está contemplando cerrar la embajada israelí en su capital y convocar al embajador de Estados Unidos para que presione al gobierno israelí para que evite cambiar el “status quo” en el Monte del Templo.
Este conflicto actual sobre la adoración en el Monte del Templo no es nuevo, y es muy probable que no sea el último. Las profecías bíblicas revelan que un día, a los judíos se les permitirá reanudar los sacrificios religiosos diarios, una práctica que también se profetiza terminar abruptamente (Daniel 11:31; 12:11; Mateo 24:15). ¿Podrían esos sacrificios venideros tener lugar en el Monte del Templo? Como explica Richard Ames en “El Medio Oriente en profecía”: “A los judíos no se les permite adorar públicamente en el Monte del Templo; ahora solo los musulmanes tienen ese privilegio. Por lo tanto, queda por verse dónde los judíos harán los sacrificios. Probablemente se necesitará una crisis nacional para precipitar ese acontecimiento” (pág. 21). Debemos observar el conflicto sobre el Monte del Templo (Marcos 13:37).