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La fertilización in vitro (FIV) está aumentando en las naciones occidentales como una herramienta para que una mujer quede embarazada cuando no puede naturalmente. Según el Departamento de Salud: “Desde 1990, se han destruido de manera deliberada casi 2,5 millones de embriones en el Reino Unido” (Catholic Herald, 23 de noviembre de 2016). Con FIV, se utilizan múltiples embriones fertilizados para maximizar la probabilidad de un embarazo exitoso. Una vez un embrión es viable y saludable, los embriones restantes a menudo son eliminados con el fin de prevenir un embarazo múltiple y las posibles complicaciones asociadas con el mismo. Cuando las personas entienden que la vida no comienza hasta el nacimiento o muy cerca del nacimiento, “descartar” un embrión fertilizado es solo un negocio. Sin embargo, Dios ve toda la vida humana como sagrada, y creó leyes para proteger a los no nacidos (Éxodo 21:22-25). Cuando comprendemos que Dios creó a los niños “porque buscaba una descendencia para Dios” (Malaquías 2:15), las vidas de los no nacidos tienen mucho más significado. Las profecías bíblicas predicen que la depravación moral de las naciones de descendencia israelita al fin de esta era incluiría el asesinato voluntario de sus hijos (Jeremías 2:34, Oseas 9:13). Sin embargo, Jesucristo tiene una actitud muy diferente hacia los niños pequeños (Marcos 10:13-14) que fueron hechos a imagen de Dios (Génesis 1:26-28). Para aprender más acerca de cómo Dios ve nuestras actitudes modernas hacia los no nacidos, vean nuestro programa de televisión, “Deditos pequeños”