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Según un estudio publicado recientemente en el British Medical Journal, hay más de 21.000 vertederos en toda Gran Bretaña que contienen substancias desconocidas (The Guardian, 28 de junio de 2024). Hace unas décadas, el método para deshacerse de los productos químicos tóxicos se conocía como “diluir y dispersar”. Esto significaba que los productos químicos se enterraban en el suelo en múltiples lugares y quienes los enterraban simplemente esperaban que se volvieran inofensivos. Y según el estudio, "el 80% de la población británica vive a menos de 2 kilómetros de un vertedero en funcionamiento o cerrado".
Muchos vertederos activos y abandonados se encuentran en zonas densamente pobladas en Inglaterra. Muchos filtran al medio ambiente “químicos permanentes”, gas metano y otros productos químicos prohibidos. La exposición al gas metano puede “provocar cambios de humor, dificultad para hablar, problemas de visión, pérdida de memoria, náuseas, vómitos, enrojecimiento facial y dolores de cabeza” e incluso síntomas peores en algunas personas. Son especialmente preocupantes los vertederos ubicados en zonas inundables y a lo largo de las costas oceánicas, donde la exposición al agua esparce las sustancias más lejos. Muchos vertederos tóxicos se han convertido en espacios verdes y parques porque no se pueden obtener permisos para construir sobre ellos.
El Reino Unido no está solo con sus vertederos tóxicos. Muchas naciones alrededor del mundo enfrentan este mismo problema y los efectos tóxicos de las sustancias químicas se observan en humanos, insectos y animales. Si bien nuestra civilización moderna nos ha brindado muchos avances maravillosos, también hemos creado venenos peligrosos que afectarán el medio ambiente y la vida humana en las próximas décadas. Sin embargo, la Biblia predice que llegará un tiempo de refrigerio y restauración cuando Jesucristo regrese y comience a resolver estos problemas mortales (Hechos 3:19-21). Para obtener más información sobre lo que le espera a nuestro planeta, lea “Océanos en peligro”.