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En esta serie de artículos de: Hechos relevantes, hemos explorado una importante dimensión ausente en nuestra actual visión del mundo, y nuestro entendimiento de la historia. Mientras muchos dudan de la existencia de Dios, nosotros hemos demostrado repetidamente cómo el Dios de la Biblia ha intervenido en los asuntos humanos en momentos críticos para guiar el rumbo de la historia, como solo Él puede hacerlo (Job 12:23; Daniel 2:21; 4:25, 32, 34). Hemos visto cómo Dios se valió de Abraham para promover el conocimiento del Dios verdadero, y cómo hizo promesas concretas para el futuro de los descendientes de Abraham; promesas que se han cumplido con una exactitud asombrosa. También hemos visto cómo el poder de Dios dejó atónitos a los líderes de antiguas naciones. Cómo los libros de Moisés han influido en las leyes de las naciones, y cómo la venida de Jesucristo alteró el curso de la historia. Hemos documentado cómo la Biblia y ciertos valores bíblicos proveyeron el singular fundamento de la civilización occidental, cómo Europa estuvo protegida contra las invasiones de musulmanes y mongoles y por qué surgieron Gran Bretaña y Estados Unidos hasta convertirse en potencias dominantes e influyentes en el mundo entero. Todo esto conforme al plan general de Dios.
Estos temas, y otros tratados en la serie, ofrecen evidencia innegable de la forma como Dios ha intervenido en los asuntos humanos a lo largo de los milenios. Y las profecías bíblicas indican que habrá acontecimientos aún mayores que repercutirán en el futuro del mundo en los años venideros. Estas profecías revelan, igualmente, que estamos encaminados hacia otro hecho relevante en la historia, uno que sacudirá y asombrará a un mundo que ha perdido de vista a Dios y su plan para la humanidad.
Muchos eruditos ignoran o rechazan el hecho de que Dios existe y que guía el rumbo de los sucesos humanos. Como resultado, atribuyen el auge y caída de las naciones nada más que a circunstancias fortuitas, decisiones afortunadas o desafortunadas de parte de los líderes, clima imprevisible, catástrofes naturales o simple mala suerte. Desde esa perspectiva secular, los peligros que afrontamos: contaminación global, enfermedades epidémicas, pobreza extendida, escasez de agua y alimentos, violencia y terrorismo crecientes, intolerancia cada vez mayor, nacionalismo resurgente, la acumulación de armas en lugares peligrosos del mundo y la amenaza de una guerra nuclear; ¡nos presentan un futuro muy sombrío! Algunos expertos advierten que hay una nueva era del oscurantismo en el horizonte, conforme se van desmoronado los pilares de la civilización. Repiten la misma pregunta que planteó el diario The Telegraph en un titular de enero del 2019: “¿Será este el año en que se deshace el mundo?”
En una entrevista con el noticiario NBC News, el astrónomo real de Inglaterra, sir Martin Rees, trató el tema de si la humanidad sobrevivirá o no al presente siglo. Señaló que nos hallamos en una coyuntura crítica que puede definir nuestro futuro. “Este siglo es crucial”, dijo, señalando la posibilidad de que hagamos “mal uso de poderosas tecnologías hasta esfumarnos” (NBCNews.com, 8 de noviembre del 2018). Para algunos, el panorama inquietante y desesperanzado del futuro genera sentimientos de depresión, escapismo en las drogas y aun suicidio de jóvenes y ancianos.
Pero ¿sería que el mundo no sobrepasaría el 2020? ¿Nos contaminaremos hasta la muerte? ¿Borraremos toda la vida del planeta en una guerra nuclear? ¿Acabarán los errores y los malos cálculos de la humanidad por esfumarnos? ¿O nos acercamos, por el contrario, a un hecho relevante final e inesperado que cambiará el curso de la historia para siempre? ¿Hay una dimensión del conocimiento que las generaciones anteriores entendían, pero que ha sido olvidado?
Lo que muchos no comprenden es que la falta de esperanzas y la confusión en cuanto al futuro, han ido de la mano con la pérdida de influencia de la religión bíblica y del interés por la misma. Muchos teólogos y eruditos seculares, así como los líderes de gobiernos y los medios de difusión, han perdido de vista o rechazado el mensaje claro de las Escrituras y permanecen en tinieblas en lo que respecta al verdadero evangelio de Jesucristo. No obstante, la Biblia revela que Jesús trajo un extraordinario mensaje sobre un futuro lleno de esperanzas. Jesús vino a la Tierra “predicando el evangelio del Reino de Dios” (Marcos 1:14-15). No fue este un mensaje de que subiríamos flotando al Cielo para sentarnos en una nube a tocar el arpa por toda la eternidad, sino un mensaje fuerte y positivo sobre un futuro gobierno mundial que Dios se dispone a establecer en la Tierra, y que traerá paz y justicia a todos los pueblos (Isaías 9:6-7). Ese gobierno se fundará en las leyes de Dios, se extenderá desde Jerusalén (Isaías 2:2-4) y será administrado por Jesucristo y los santos (Daniel 7:27; Mateo 19:28-29). Según las Sagradas Escrituras, un ángel tocará la trompeta y grandes voces en el Cielo proclamarán: “Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15).
El evangelio o buenas noticias, predicado por Jesús y los apóstoles; que poco se predica o se oye en nuestros días, fue un mensaje sobre el reinado milenario de Jesucristo y los santos en la Tierra (Apocalipsis 20:4). Como bien lo señaló Edward Gibbon en el capítulo 15 de su célebre obra: Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, fue este mensaje poderoso lo que impulsó el rápido crecimiento de la Iglesia primitiva en los años que siguieron al ministerio de Jesucristo en la Tierra. No obstante, como también lo señala Gibbon, más tarde este emocionante mensaje acerca del futuro real de la humanidad fue minimizado como una simple alegoría ¡y luego rechazado como una herejía! En consecuencia, la mayor parte de la humanidad o bien no llegó a escucharlo, o bien perdió de vista el hecho más relevante que el mundo jamás vivirá.
Los críticos de la Biblia afirman que no es más que un libro anticuado de fábulas sin utilidad en nuestra era moderna. Pero la Biblia misma dice ser la Palabra inspirada de Dios (2 Timoteo 3:16), y respalda el aserto con pruebas. (Para más información, vea nuestro folleto gratuito titulado: La Biblia: ¿realidad o ficción?). La presencia real de Jesucristo en la historia es un hecho claro, como se desprende de los escritos de Tácito, Josefo, Plinio el Menor y Suetonio; y su impacto en la civilización occidental es innegable. Además, el mismo Jesucristo dijo claramente: “Vendré otra vez” (Juan 14:1-3). Este es el mensaje claro de las Escrituras (Marcos 13:26; 1 Corintios 15:23; Apocalipsis 3:11; 22:7, 20).
Jesús afirmó que regresaría cuando el futuro de la humanidad parecería pender de un hilo. Cuando los discípulos le preguntaron: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:3), Jesús respondió que las condiciones mundiales reflejarían un extenso engaño religioso, así como guerras y rumores de guerra, conflictos internacionales, tensiones étnicas, hambre, enfermedades y catástrofes naturales (Mateo 24; Marcos 13; Lucas 21). Advirtió, además, que el estado de la sociedad a su regreso sería como en los “días de Noé” (Mateo 24:37), cuando el mundo entero “se corrompió… y estaba la Tierra llena de violencia… maldad… y que todo designio de los pensamientos del corazón [del hombre] era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5-13). Jesús aseguró que si Él no regresara a intervenir en los asuntos humanos, “nadie sería salvo” (Mateo 24:21-22), situación a la cual parecemos encaminados ahora. La Biblia también deja constancia de que, en los últimos días, los burladores se reirán de la idea de que Jesucristo regrese (2 Pedro 3:3-4). Cuando regrese, de hecho, el mundo quedará no solo sorprendido, sino atónito (Mateo 24:36-44).
Además, las Escrituras revelan que el regreso de Jesucristo traerá “tiempos de refrigerio” y la “restauración de todas las cosas” (Hechos 3:19-21). Será tiempo de paz, cuando los pueblos no “se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:2-4) y “la Tierra será llena del conocimiento del Eterno” (Isaías 11:6-10). A medida que los habitantes de la Tierra comiencen a vivir por las leyes de Dios y que reciban sus bendiciones en abundancia, se restablecerá el medio ambiente del globo, florecerá el desierto, y las enfermedades quedarán eliminadas (Isaías 35:1-7). Se reconstruirán las ciudades arruinadas (Isaías 61:4; Amós 9:14); y la familia volverá a constituirse en la unidad fundamental de la sociedad (ver Malaquías 4:6).
Lo anterior no es un cuento de hadas demasiado hermoso para ser verdad. Todo es parte del plan de Dios para la humanidad, que se hará realidad con el último hecho relevante en la historia mundial: el regreso de Jesucristo a la Tierra.
¿Estaremos preparados? [MM]