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Elegir el bien por encima de lo fácil no solo nos hace más fuertes ¡sino más felices!
En medio de una pandemia, la vida tiene bastantes dificultades sin que busquemos otras. ¿No debemos tratar de facilitarnos un poco la vida en tiempos difíciles? Como muchos han aprendido, quizá para sorpresa nuestra, una excelente manera de mejorar la vida es salirse de la zona de comodidad, ¡y aprender a hacer cosas difíciles!
Es triste ver que la sociedad parece dirigirse en la dirección contraria. Durante la gran depresión de los años treinta, muchos adolescentes tuvieron que contribuir al sustento de la familia, incorporándose a la fuerza laboral años antes de alcanzar la edad adulta. ¿Qué sucede ahora? Jean Twenge, profesora de psicología en la universidad Estatal de San Diego, California, ha encontrado que “en términos de comportamiento de adulto, los jóvenes de 18 años se parecen a los de 15 años del pasado” (ScientificAmerican.com, 19 de septiembre del 2017).
Aun antes de la pandemia, la investigación reveló que la probabilidad de que los adultos jóvenes asumieran responsabilidades de adulto, era mucho menor que la de sus padres o abuelos. “Los 25 de hoy son los 18 de antes, y la adolescencia prolongada ya no es una teoría, sino una realidad”, dijo Mirjana Domakonda, psiquiatra de la Universidad de Columbia, Nueva York.
¿Qué significa esto para nuestro futuro? Las conductas que aprendemos en la juventud suelen acompañarnos el resto de la vida. Los años de adulto joven son precisamente el período de la vida cuando la persona tiene más energía y vitalidad para prepararse y comenzar una carrera, un matrimonio, una familia.
Por supuesto que no todos los adultos jóvenes evaden las responsabilidades y pierden el tiempo. Muchos son diligentes, planean para el futuro y trabajan duro. Muchos son personas ejemplares y generosas que se dedican a servir a los demás… pero al hacerlo no son parte de la corriente. Por cada adulto joven enérgico que se esfuerza y se disciplina, tal como se expone en Las siete leyes del éxito, artículo del señor Richard Ames en la página 14 de esta edición; hay muchos más que se dejan llevar por la corriente, desaprovechando oportunidades de crecer.
¿En qué consiste hacer cosas difíciles? Podría ser imponerse una exigencia física, como correr una maratón o aceptar un empleo que obligue a usar los músculos más de lo acostumbrado. Puede ser aceptar el desafío ético de decir la verdad en una situación donde parecería más conveniente una mentira. Puede ser inscribirse en un curso muy difícil en el colegio, con el riesgo de sacar una nota más baja, pero con la posibilidad de encontrar nuevos conocimientos u oportunidades. O puede ser asumir una postura en contra de la mayoría, ponerse del lado de Dios aun a riesgo de perder algunas amistades.
Pero yo soy cristiano, o cristiana, dirán, y Jesús dijo que ser cristiano es fácil. Jesús nos hizo una promesa: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:29-30).
¿Significa esto que podemos estar de brazos cruzados y evitar tomar decisiones? ¡Desde luego que no! Nuestro Salvador también nos advirtió: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13-14).
¿Cómo reconciliar estos dos pasajes de las Escrituras? Jesús enseñó un camino de vida y prometió el don del Espíritu Santo a quienes se arrepientan, se bauticen y se comprometan a vivir siguiendo sus enseñanzas. Las decisiones que nos pide hacer pueden resultar difíciles, pero al contar con la presencia del Espíritu Santo, esas decisiones se hacen cada vez más fáciles, a medida que se convierten en hábito.
En el 2008 se publicó un libro de Alex y Brett Harris titulado: Do Hard Things [Haz cosas difíciles]. El libro es un llamado a los jóvenes, en particular, a tomar la iniciativa de elegir el camino correcto por encima del fácil. Los autores tienen un sitio en la red dedicado a “la rebelión contra las bajas expectativas” (TheRebelution.com). En un artículo reciente, animan a los lectores a establecer hábitos beneficiosos: “Convertir algo en hábito significa que, aunque a veces sea difícil, persistimos hasta que se convierte en una especie de segunda naturaleza… Recordemos: un hábito no se desarrolla de la noche a la mañana, y habrá momentos en que es imposible aplicar el hábito. Pero insistamos y con el tiempo disfrutaremos los resultados multiplicados” (TheRebelution.com). Cuanto más cultivemos la capacidad de desarrollar pequeños hábitos, más bases tendremos para el desarrollo de grandes hábitos que nos ayuden a persistir en momentos de dificultad.
Es una ironía que mientras la sociedad occidental idolatra la perpetua juventud, también desprecia a la juventud en muchos aspectos. ¿Cuántas veces hemos oído a los miembros de la generación de la posguerra, o de la generación X, hacer comentarios crueles e ignorantes contra los milénicos o los miembros de la generación Z? Pero no es nada nuevo, considerando lo que escribió el apóstol Pablo hace casi 2.000 años, en carta dirigida al joven evangelista Timoteo. “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Timoteo 4:12).
El rey Salomón de Israel escribió hace unos 3.000 años que debemos disfrutar nuestros años de juventud: “Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios” (Eclesiastés 11:9).
Sí, debemos alegrarnos… pero sabiendo siempre que Dios está allí para juzgar nuestras decisiones. Salomón dijo: “Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su conducta fuere limpia y recta” (Proverbios 20:11). Los padres deben animar a sus hijos y darles buen ejemplo, junto con corrección cuando sea necesaria. No deben rebajar las expectativas ni dar excusas por los fracasos, sino inspirar a sus hijos a hacer lo correcto aunque sea difícil.
Pero, ¿y si nosotros mismos no vivimos los años de juventud tan bien como debimos? Nunca es tarde para arrepentirse, para cambiar y seguir otro camino, con la ayuda de nuestro Salvador y del Espíritu Santo en nosotros. Dios pide a los verdaderos discípulos que hagan algo muy difícil: salir del mundo y prepararse para un futuro como primicias en su Reino. ¿Y qué importancia tiene eso? La salvación es un don gratuito, ¿no? Lo es, pero nuestra recompensa depende de cómo aprovechemos ese don. Consideremos la parábola de las minas en Lucas 19. El noble que entregó a cada siervo una mina (cierta moneda antigua), no los premió a todos por igual cuando le devolvieron su inversión con resultados diferentes. A los siervos más productivos les dio el premio más grande, diciendo: “Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades” (Lucas 19:17).
Los verdaderos discípulos de hoy recibiremos una recompensa asombrosa si nos arrepentimos y respondemos al llamado de Dios. Podremos ser los primeros frutos y asistentes en el Reino de Dios cuando regrese Jesucristo. El apóstol Pablo preguntó: “¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo?” (1 Corintios 6:2). Los verdaderos discípulos de Jesucristo seremos jueces y gobernantes en el Reino de Dios. El momento de prepararnos es ahora, haciendo lo correcto aun cuando sea difícil.
Los capítulos dos y tres del Apocalipsis describen siete congregaciones en la historia de la Iglesia, que a su vez son siete eras sucesivas de la Iglesia, desde el tiempo de los apóstoles hasta el tiempo del fin. La última era se llama Laodicea y refleja la actitud de la mayor parte de los discípulos en la época cuando Jesucristo regresará. La advertencia a Laodicea es una advertencia a nuestra generación, a un pueblo que en el tiempo del fin lucha contra la acción corrosiva de la apatía espiritual: “Escribe al ángel de la Iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis 3:14-16). ¡Qué contraste con la Iglesia de Filadelfia descrita unos versículos antes!
Laodicea representa una sociedad “tibia” y en general apática. Pensemos: hace pocas generaciones, el trabajo esforzado y la autodisciplina se inculcaban como valores en la sociedad occidental. Se sabía que el éxito suponía dominio propio, y la necesidad de tomar decisiones que no siempre son divertidas ni cómodas. ¡Para la mayoría esto suena muy anticuado! ¡Incluso las expresiones “autodisciplina” y “dominio propio” suenan arcaicas! Sin embargo, el dominio propio agrada a Dios; es un fruto del Espíritu (Gálatas 5:23), y el apóstol Pablo hizo referencia a este fruto cuando se dirigió al gobernador Félix (Hechos 24:25).
Algunas veces es difícil obedecer a Dios, especialmente cuando la marea de la sociedad está en contra nuestra. Por ejemplo, nuestra sociedad encuentra difícil controlar el deseo de poseer cosas y en consecuencia, la deuda en las tarjetas de crédito sube más y más. En cambio, Jesús enseñó que no debemos poner el corazón en las posesiones. Que si no estamos dispuestos a seguirlo sobre todo lo demás, no somos aptos para ser sus discípulos (Mateo 19:21).
En nuestros días, hasta guardar el sábado de Dios puede ser difícil. ¡Qué ironía! El sábado es un día de descanso, pero muchos que ejercen la fe y el valor de guardarlo se arriesgan a sufrir el rechazo de familiares, amigos y vecinos. Quizás arriesguemos el empleo, o quizá ni siquiera podamos conseguir uno por negarnos a trabajar el sábado. Pero Jesucristo prometió que si nuestra primera prioridad es obedecerlo, ¡Cuidará de nosotros al punto de asegurar que tengamos qué comer y qué vestir! (Mateo 6:31-33).
Si Dios nos está llamando abriéndonos la mente a su verdad, ¿estaremos dispuestos a hacer las cosas difíciles? Este no es el momento de caminar hacia atrás, sino de ser fuertes y de aceptar el desafío. Es el momento de ir en contra de la pasividad y apatía de la sociedad.
Es el momento de someternos a Dios. El momento de implorar que nos dé poder para hacer lo difícil con tal de servirlo, aun cuando otros no lo hagan. Dios busca personas que den un paso adelante para servirle aunque sea difícil. Las Escrituras nos alientan diciendo que “los ojos del Eterno contemplan toda la Tierra, para mostrar su poder en favor de quienes tienen un corazón perfecto para con él” (2 Crónicas 16:9). El futuro depara oportunidades y bendiciones eternas a los verdaderos discípulos que estén dispuestos a vencer todo lo que les impida entregarse a Dios, y someterse a sus caminos, aunque sea difícil… ¡especialmente si es difícil!