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Dando una mirada al pasado, es claro que la distancia entre lo que ordena hacer la Biblia y lo que realmente hacen sus supuestos seguidores, ha alcanzado proporciones que rayan en lo absurdo.
Para citar un ejemplo, Dios dio instrucciones a su pueblo en el sentido de no indagar las costumbres de los paganos que antes ocupaban la Tierra Prometida, especialmente en lo tocante a la adoración de sus dioses. Fue explícito al ordenar que no se adaptaran sus formas de culto perverso para adorarlo a Él.
Veamos sus palabras: “Destruiréis enteramente todos los lugares donde las naciones que vosotros heredaréis sirvieron a sus dioses, sobre los montes altos y sobre los collados y debajo de todo árbol frondoso… No haréis así al Eterno vuestro Dios” (Deuteronomio 12:2, 4).
Les dijo que acabaran con los lugares de culto pagano en las montañas, las colinas y “debajo de todo árbol frondoso”. Es interesante señalar que la Biblia emplea este término en diez lugares, y siempre en relación con ritos paganos y actos de culto pagano pervertidos que los israelitas imitaban (ver 1 Reyes 14:23; 2 Reyes 16:4; 17:10; 2 Crónicas 28:4; Isaías 57:5; Jeremías 2:20; 3:6, 13; Ezequiel 6:13).
¿Qué importancia tienen las costumbres paganas en el mundo moderno actual? ¿Le importa acaso a Dios que la Iglesia que sigue el cristianismo haya limpiado las costumbres de adoración pagana? Al fin y al cabo, las emplean para honrarlo a Él, ¿no es así?
Los anales históricos son reveladores. La siguiente es solo una entre los centenares de prácticas paganas documentadas:
“[Se dice que] Atis se mutiló debajo de un pino y que murió desangrado allí mismo… después de su muerte, se dice que Atis fue transformado en un pino… [En las prácticas de culto] se cortaba un pino del bosque y se introducía en el santuario de Cibeles, donde era tratado como una gran divinidad… Agitados por la música salvaje y bárbara… se laceraban el cuerpo con tiestos de barro o se acuchillaban a fin de salpicar con su sangre el altar y el árbol sagrado” (Sir James George Frazer: El mito y ritual de Atis, The Golden Bough, 1922).
La sangrienta acción de Atis, debajo de un árbol de hoja perenne, reconstruida más tarde por sus adoradores, tal como señalan los documentos históricos, ha dado al paganismo sus colores simbólicos de la temporada: rojo y verde.
Es obvio que los árboles frondosos, y los ritos religiosos que bajo estos se realizaban, son motivo de disgusto para Dios. La Biblia no indica ninguna asociación entre Jesucristo por una parte, y el árbol navideño, con sus raíces paganas abundantes y despreciables, por otra. Es más: en la Palabra de Dios no se halla ningún aspecto de las tradiciones del muérdago, el acebo, las guirnaldas, las ramas de pino, todos ellos verdes con acentos rojos, como tampoco vemos intercambios de regalos, villancicos ni celebraciones del 25 de diciembre, época del solsticio de invierno; siendo quizá la única excepción la referencia a los paganos que servían a sus dioses “bajo todo árbol frondoso”.
Lo que Dios sí puso en su Palabra es bien explícito: “Cuando el Eterno tu Dios haya destruido delante de ti las naciones adonde tú vas para poseerlas y las heredes y habites en su tierra, guárdate que no tropieces yendo en pos de ellas, después que sean destruidas delante de ti; no preguntes acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré. No harás así al Eterno tu Dios” (Deuteronomio 12:29-32).
Dios expuso cuidadosamente la forma como desea que lo adoren, pero la humanidad, influida por Satanás, el dios de este mundo (2 Corintios 4:4), ha distorsionado ese culto, robando el nombre de Jesucristo y creando una religión falsa. Si usted desea abrir los ojos y ver lo que realmente hay oculto detrás de las tradiciones festivas paganas, le invitamos a solicitar nuestro folleto gratuito titulado: El falso cristianismo, un engaño satánico, o puede leerlo en línea en nuestro sitio en la red: elmundodemanana.org.