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Máscaras y disfraces grotescos… imágenes aterradoras de monstruos del cine… calaveras de azúcar y calabazas talladas… ofrendas a los muertos al pie de los sepulcros. Todos los años millones de personas celebrarán la noche de las brujas. ¿Será usted una de ellas?
Muchos saben que la fiesta conocida como halloween o noche de brujas tiene sus raíces en tradiciones antiguas anteriores a Jesucristo, pero eso no les impide tomar parte en una celebración que recurre en gran parte a morbosas supersticiones precristianas. ¿Por qué? ¿Y qué significado debe tener esa fiesta para los cristianos?
¿En qué consistían las antiguas celebraciones de halloween? “Las dos características principales del halloween eran las fogatas y la creencia de que, entre todas las noches del año, esta era la más propicia para que salieran a rondar las brujas y fantasmas… Además, los druidas creían que en la víspera de esta fiesta, Saman, señor de la muerte, reunía las almas malévolas que en los últimos doce meses fueron condenadas a habitar los cuerpos de diversos animales” (Halloween, Encyclopaedia Britannica., ed. 11, vol. 12, págs. 857-8).
¿Cómo empezó la cristiandad tradicional a celebrar estas antiguas prácticas celtas? En el año 610 de nuestra era, el papa Bonifacio IV estableció la fiesta de los Santos Mártires, para que se guardara cada año el día 13 de mayo. En el año 835 DC, el papa Gregorio IV trasladó la celebración al 1 de noviembre, fecha que designó como “día de todos los santos”, en honor a los mártires por su fe. ¿Qué actividades se asocian con ese día? Aun hoy, en algunos países católicos la tradición popular dice que los seres queridos que fallecieron regresan a su hogar una vez al año en ese día, conocido también como el día de los Fieles Difuntos o, en algunos países, el día de los Muertos. La revista Mabuhay describió una tradición filipina llena de colorido en la cual las familias “desfilan a los cementerios para encender velas y ofrendar flores… a los familiares fallecidos… el día de los Santos (1 de noviembre)” (Halloween High Jinks, noviembre de 1997, pág. 34).
La fiesta que se celebra el 2 de noviembre, conocida como “día de las ánimas o de los difuntos” se basa en “la doctrina [católica] de que las almas de los fieles que no estaban libres de pecados veniales al morir, o que no habían hecho penitencia por sus transgresiones del pasado, no podían alcanzar la visión beatífica, y se les puede ayudar a lograrlo mediante oraciones y el sacrificio de la misa” (Día de Difuntos, Encyclopaedia Britannica, ed. 11 vol. 1, pág. 709). Lo anterior presupone que los vivos pueden cumplir ciertas ceremonias que de algún modo mejoran la condición de los muertos.
En México el “día de los muertos” se observa adornando los sepulcros con velas, caléndulas y las comidas preferidas del pariente fallecido; como si se intentara persuadirlo que regrese a una reunión familiar. Veamos esta descripción de la forma como algunos celebran esa fiesta: “Varios llevan máscaras de calavera de madera conocidas como calacas. Otros familiares construyen en su casa altares, llamados ofrendas, con fotos, velas, flores y alimentos… Se hacen juguetes y comestibles, entre ellos panes y dulces en formas de símbolos de la muerte, como calaveras y esqueletos” (“Día de los Muertos”, Britannica.com).
Todas estas fiestas de los muertos se basan en un mismo tema: comunicarse con los muertos, apaciguarlos, servirlos y aun adorarlos. ¿Acaso tales prácticas se basan en la Biblia? ¿Debe observarlas un cristiano? ¿Qué dice Dios sobre esto?
Muchas tradiciones religiosas presuponen que los muertos están en algún lugar diferente del sepulcro. Hay quienes piensan que los fallecidos están en el Cielo, el infierno o en algún estado consciente intermedio. Sin embargo, ¡la Biblia dice claramente dónde están los muertos!
Veamos lo que dijo el apóstol Pedro en su sermón en el día de Pentecostés: “Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy… Porque David no subió a los Cielos” (Hechos 2:29, 34).
¡El rey David no subió al Cielo! El apóstol Pedro, hablando siglos después de la muerte de David, confirmó que él seguía en el sepulcro donde lo habían colocado al morir ¡y que estaba a la espera de la resurrección! Reflexionemos sobre el contraste entre las palabras de Pedro y la idea errada que prevalece entre quienes se declaran cristianos: ¡Que los santos están mirándonos desde el Cielo en este momento!
Jesucristo lo explicó claramente: “Nadie subió al Cielo, sino el que descendió del Cielo; el Hijo del Hombre, que está en el Cielo” (Juan 3:13). Efectivamente, Él sí bajó del Cielo y regresó al trono de su Padre en el Cielo (Juan 20:17). Pero el testimonio fiel de Jesús fue ¡que nadie más lo había hecho!
Siendo así cabe preguntar: ¿Qué están haciendo los muertos? La respuesta no es ni misteriosa ni aterradora. Los muertos sencillamente están “dormidos” en el sepulcro, inconscientes, esperando el llamado a la resurrección. ¿Qué ocurrirá cuando los cristianos resuciten? El apóstol Pablo explica: “El Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del Cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:16-18).
La verdad acerca de la muerte y la resurrección, tal como se enseña en la Biblia, es una gran fuente de ánimo y consuelo. No tenemos por qué angustiarnos ni confundirnos con esas supersticiones de miedo fomentadas por las fiestas de los muertos.
Si los muertos están inconscientes en la tumba, y no son espíritus incorpóreos atentos en el Cielo o en otros lugares, ¿podremos comunicarnos con ellos? ¿Será verdad, como muchos creen, que quienes han fallecido regresan a visitar a sus parientes vivos en el día de los muertos? ¿Qué dice la Biblia?
Salomón explicó: “Los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben” (Eclesiastés 9:5). Cuando el rey David, hombre recto y justo, rogaba a Dios que lo salvara del peligro, le dirigió estas palabras: “Los muertos no se acuerdan de ti; ¿quién puede alabarte desde la tumba?” (Salmos 6:5, NTV). Tanto Salomón como David entendían que los seres humanos al morir dejan de estar conscientes.
El relato bíblico sobre el rey Saúl consultando a los muertos suele confundir a algunos lectores que se preguntan si los espíritus perduran después de la muerte. A primera vista parece que la médium había conjurado el espíritu de Samuel a petición del rey Saúl (1 Samuel 28:8-15). ¿Realmente fue así? ¿Acaso ella hizo venir a Samuel de ultratumba? Las Escrituras explican que Saúl “entendió que era Samuel” (v. 14). La médium describió a “un hombre anciano… cubierto de un manto” (v. 14), aparentemente un espíritu inmundo que apareció de forma semejante a la de Samuel. Las Escrituras muestran que sí hay espíritus que salen a engañar, como este lo hizo para engañar a Saúl (1 Reyes 22:22-23).
La Biblia muestra claramente que no hay comunicación entre los vivos y los muertos. Los muertos no son conscientes de las comidas y ofrendas que se les llevan al sepulcro. No oyen ni se benefician de las oraciones que se elevan a ellos ni por ellos.
En cambio, nosotros anhelamos el día en que sí veremos a nuestros amigos y familiares ¡en la resurrección! Y sin duda está muy bien honrar la memoria de un pariente o de una amistad en los servicios de sepelio, especialmente por los familiares en duelo. Nosotros honramos la memoria de nuestros padres y abuelos fallecidos, no dejando regalitos en la tumba ni invitando a su espíritu a nuestra casa, sino imitando su buen ejemplo, siguiendo sus instrucciones edificantes y manteniendo en alto el buen nombre que ellos establecieron en vida.
“Yo no creo en esas brujerías”, dirán algunos. “Para mí, esas fiestas son solo para divertirse”. ¿Habrá algo de malo en las costumbres del halloween que se han adoptado en muchos países? ¿Qué problema hay con las fiestas de disfraces, los cuentos de miedo y las salidas a pedir golosinas? ¿Debemos mirar mal a esos “zombis” de plástico accionados por pilas que nos lanzan miradas siniestras desde las ventanas de las tiendas? Al fin y al cabo, nadie toma en serio esas cosas de fantasmas, ¿verdad?
Quizás esta actitud sea en sí parte del problema. El mundo espiritual debería tomarse en serio. Es algo real y es peligroso para los incautos. Sin embargo, los peligros del ocultismo suelen relegarse a la condición de juego inocuo, como una distracción divertida para quien sienta curiosidad o simplemente quiera pasar el tiempo.
Millones de personas hacen precisamente eso. Hasta la conocida decoradora Martha Stewart ofrece consejos sobre cómo adornar el patio con calabazas encendidas para crear un ambiente que asuste por diversión. Lo explica así: “Las emociones de la víspera del día de difuntos están en el éter, el ambiente cargado de visiones, sonidos y temores de la noche… Lo que buscamos es ganarles el juego a los espíritus fosforescentes de esta fiesta, disipando su amenaza con la misma paleta de ámbar reluciente y sombras oscuras que ellos emplean para asustarnos” (Halloween: The Best of Martha Stewart Living, págs. 11-12).
Para quienes tienen la destreza de tallar, un libro de Tom Nardone titulado: Calabazas extremas: Diseños diabólicos para divertir a los amigos y asustar a los vecinos, describe “calabazas de diseñador” que uno mismo puede hacer. Trae instrucciones para diseños como: “calabaza caníbal”, “calabaza de cabeza ardiente”, “calabaza de cirugía cerebral”, “calabaza electrocutada”, “calabaza ahogada en un saco”, “calabaza calavera”, “calabaza repleta de sangre” y “calabaza satánica”.
Estas indicaciones que ofrecen Stewart y Nardone son simples “juegos y chistes”… pero, ¿deben tomarse tan a la ligera? Dios revela que existe un espíritu real conocido como el diablo. No es un muñeco tonto con cuernos y un gran tridente, sino un ser poderoso y maligno que ha logrado engañar a todo el mundo (Apocalipsis 12:9); y que sedujo a un tercio de los ángeles, arrastrándolos tras de sí en una rebelión contra Dios (Apocalipsis 12:4). Jesucristo vio a Lucero lanzado desde el Cielo (Lucas 10:18). Los ángeles caídos que se sumaron a la rebelión de Lucero y se convirtieron en demonios se describen como “habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo” (Apocalipsis 18:2).
¿Qué nos dice Dios con respecto a Satanás? No dice que practiquemos jueguitos inocentes de miedo que imiten la interacción con el mundo de los espíritus. No dice que hagamos nuestras versiones modernas de los antiguos ritos de los druidas. Lo que dice es: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros” (Santiago 4:7-8). Nos aconseja que seamos conscientes de las maquinaciones del diablo a fin de evadir sus trampas (2 Corintios 2:11). Las Escrituras nos recuerdan que los discípulos de Jesucristo están en permanente lucha “contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).
La fiesta de halloween celebra actos demoníacos. Se considera un momento de “dejar atrás las inhibiciones” y “soltar las amarras”. El autor Hugo Slim nos recuerda: “El halloween conserva, como parte de sus festividades, muchos de los antiguos juegos y ritos precristianos. En cada halloween los niños vuelven a disfrutar juegos con manzanas, disfraces y retribución” (Feast of Festivals, pág. 176). Y prosigue: “El camuflaje de los trajes elaborados [disfraces] y las linternas de calabaza ofrecían un escudo perfecto para protegerse de un enemigo. Es así como el halloween se convirtió en un día inevitable y aceptable para resolver rencores mediante la antigua costumbre de ‘golosinas o travesuras’, juego que gusta mucho a los niños” (págs. 177-178).
¿Aprueba Dios estas fiestas? El apóstol Pedro explica que el cristiano debe renunciar a las formas de vida que son contrarias a los caminos de Dios: “Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías” (1 Pedro 4:3). En vez de seguir así, debemos dedicarnos a “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8). Las raíces del paganismo y el desenfreno del halloween no son compatibles con las instrucciones de Dios para los cristianos.
Es muy interesante que algunos historiadores han sugerido un nexo entre las antiguas prácticas del “día de los muertos” y la destrucción de la idólatra y licenciosa generación de los tiempos de Noé. El diluvio comenzó “en el mes segundo, a los diecisiete días del mes” (Génesis 7:11). Noé salió del arca un año más tarde, en el mes segundo, a los veintisiete días del mes (Génesis 8:14-16). Si contamos la fecha del diluvio según el calendario civil judío, el día diecisiete del segundo mes caería entre finales de octubre y comienzos de noviembre. El autor Frederick Filby ha observado: “Así fue como pereció el mundo antiguo y un año después comenzó una nueva era en el mismo mes. Ambos datos quedaron señalados de modo indeleble en la memoria del género humano. Para muchas personas en todo el mundo, noviembre trae el día de difuntos. En varios calendarios antiguos y primitivos noviembre también trae un año nuevo en un momento que no tiene un solsticio, ni un equinoccio ni ningún otro hecho astronómico que lo justifique” (The Flood Reconsidered, págs. 106-107).
El historiador Alexander Hislop identificó el viaje de Osiris como versión corrupta de la salvación de Noé por Dios y lo sitúa más o menos en los mismos días: “El tiempo en que Osiris estuvo ‘encerrado en su féretro’ y cuando ese féretro fue puesto a flote en las aguas, según lo dicho por Plutarco, concuerda exactamente con la fecha en que Noé entró en el arca. Esa fecha fue el ‘17 del mes de atir, cuando ha terminado la inundación del Nilo, cuando las noches se alargan y los días se acortan’” (Las dos Babilonias, pág. 136).
Pero si la fecha del diluvio se cuenta conforme al calendario judío sagrado (que comienza en la primavera), habría caído entre mediados y finales de mayo, cerca de la fecha elegida originalmente para la “fiesta de los santos Mártires”. Como escribe John Garnier en El culto a los muertos: “En Roma… en tiempos más antiguos, el ‘festival de las ánimas’, que eran las almas de los amigos fallecidos, según la creencia, se llamaba Lemuria y se observaba el 11 de mayo. Esto también corresponde al diecisiete del segundo mes del año en ese tiempo” (pág. 6).
El terror como negocio El 31 de octubre se ocupa el tercer lugar entre los días celebrados como fiestas en los Estados Unidos, después de año nuevo y el domingo del Super Bowl. Un increíble informe del Overseas Development Institute afirma que en el 2015, los Estados Unidos gastaron más dinero en disfraces de halloween para sus mascotas de lo que gastaron 148 países en vía de desarrollo por concepto de servicios de salud mental. La National Retail Federation informó el año pasado que 157 millones de estadounidenses celebrarían el halloween con un gasto medio de $74,34 por persona (en el 2003 fue $41,77). El gasto total en halloween se preveía en $6.900 millones, con 69 millones de personas disfrazadas ¡y otros 20 millones disfrazando a sus mascotas! La mayor parte del gasto corresponde a disfraces, seguidos de dulces y adornos; e incluso del creciente fenómeno de tarjetas de saludo para esa fecha. Dios le dice a su pueblo que no tome parte en ceremonias paganas derivadas de las saturnalias romanas (celebraciones como la navidad y el año nuevo), ni en el culto a los espíritus malignos y los muertos (como el halloween). Los cristianos no deben imitar las costumbres paganas que los rodean: “No preguntes acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré” (Deuteronomio 12:30).
¿Podrá ser posible que las tradiciones del “día de los muertos” se remonten aun más de lo que creemos, quizás incluso hasta la destrucción de una civilización desenfrenada y violenta? Al menos se observa un llamativo paralelismo y es posible que haya una relación concreta.
Cuando Dios preparaba a los israelitas para entrar en la Tierra Prometida, les dio instrucciones firmes y específicas en el sentido de no pretender honrarlo con las “tradiciones” de las naciones vecinas. No debían asimilar las observancias de los gentiles. Debían rechazar esas prácticas para seguir fielmente sus mandatos e instrucciones.
De esta manera Moisés instruyó a los israelitas: “Cuando el Eterno tu Dios haya destruido delante de ti las naciones adonde tú vas para poseerlas, y las heredes, y habites en su tierra, guárdate que no tropieces yendo en pos de ellas, después que sean destruidas delante de ti; no preguntes acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré. No harás así al Eterno tu Dios” (Deuteronomio 12:29-31).
Dios ordena a los verdaderos discípulos que le obedezcan y le adoren siguiendo sus instrucciones, no según las tradiciones falsas inspiradas por el poder de las tinieblas. Si Dios le ha llamado a usted para venir a Jesucristo y entender su verdad, es que le está llamando para apartarse de las tradiciones del mundo. En los últimos momentos de su vida, Jesucristo oró por sus discípulos, rogando que no fueran del mundo, aunque vivieran en este: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (Juan 17:15-16).
Que Dios le conceda a usted la comprensión y el discernimiento para salir del mundo, seguir en todo sus enseñanzas ¡y rechazar las fiestas de los muertos! [MM]