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¡La antigua profecía de Isaías se adelantó en 2.700 años a las predicciones demográficas modernas!
¿Qué significa esa profecía para la sociedad actual?
¿Quién hubiera pensado que un video en YouTube titulado: ¿Discriminan las escuelas contra los varones?, se extendería como la pólvora? ¿Que tendría 3,2 millones de visitas? El editor regional de Canadá para El Mundo de Mañana, Stuart Wachowicz, difícilmente se imaginó el éxito que tendría su video de seis minutos… y ninguno de nosotros habría adivinado que la arrolladora mayoría de las respuestas vendrían de hombres jóvenes y muchachos, muchos de ellos aún en edad escolar, que se sentían discriminados en su experiencia educativa.
Unas respuestas pueden atribuirse a excusa y rencor por los fracasos personales. Pero, ¿habrá allí algo más que resentimiento? Es fácil culpar a otros por las propias deficiencias, pero igualmente fácil e igualmente necio es suponer que todas las quejas son de este tipo. Aunque la guerra contra los varones lleva decenios, nunca ha sido tan flagrante como ahora… y los jóvenes en la mayoría de los lugares del mundo occidental reconocen cuando se cometen injusticias.
Hay quienes aún recuerdan el informe publicado en 1992 por la Asociación Estadounidense de Mujeres Universitarias titulada: Injusticias contra la mujer en la educación. El texto se proponía demostrar que había preferencia por los varones en las aulas, y que a las mujeres se les apartaba e ignoraba. Más tarde se demostró que el informe era parcializado y embustero.
El hallazgo más difundido era que los maestros permitían a los varones hablar o participar ocho veces más que a las mujeres, pero esta conclusión, igual que las demás, resultó ser pura tontería. Los datos se basaban en un viejo estudio de 1981, el cual decía, en realidad, que a los varones se les reprendía con más frecuencia que a las mujeres; y que el 70 por ciento entre las niñas y los niños pensaban que las niñas recibían más elogios, se creían más inteligentes y preferían rodearse de otras niñas. Todo el informe manifestaba el mismo grado de distorsión. (James Dobson: Cómo criar a los varones, 2001 pág. 172).
El informe recibió mucha atención entre el mundo académico, y en los medios de difusión; y generó cambios notorios en el trato que se les da a los dos sexos en las escuelas. “Aunque el informe está muy desacreditado en la comunidad profesional por ser lo que fue: un intento descarado por parcializar los recursos educativos hacia las mujeres, y caracterizar a las niñas como víctimas, el daño ya estaba hecho. El resultado fue una distribución injusta de los recursos que persiste hasta el día de hoy” (pág. 172). El mayor daño se produjo cuando el Congreso de Estados Unidos, respondiendo a la presión de varias organizaciones de mujeres, promulgó la Ley sobre igualdad de los sexos en la educación, que asignó cientos de millones de dólares al año a programas concebidos para corregir el tal sesgo contra las niñas. En la ley se incluyeron fondos para “reprogramar a los maestros que eran inconscientemente sexistas” (pág. 173).
¿Dónde nos deja esto? La preferencia que favorece a las niñas en la educación, a partir de los inicios educativos, ha logrado su cometido. El 6 de septiembre del 2021, El diario estadounidense Wall Street Journal, publicó un artículo de opinión de Douglas Belkin titulado: Una generación de hombres estadounidenses abandona estudios universitarios: “Es que me siento perdido. Las cifras son inquietantes. Aproximadamente el 60 por ciento de las personas admitidas en la universidad son mujeres, y los centros de educación superior tienen dificultad para mantener su población de varones en un 40 por ciento”. En otro artículo de opinión, el politólogo y profesor Samuel Goldman, señala que la proporción entre hombres y mujeres sería aún peor si no fuera por pequeñas alteraciones en los requisitos de ingreso.
La creciente brecha entre los sexos es un secreto a voces en la educación superior. Libre de la publicidad que acompaña la búsqueda de diversidad racial, muchas instituciones conceden una ventaja a los hombres en el proceso de admisión. Una razón es que los administradores temen una reducción en la matrícula femenina, cuando la población masculina baje del 40 por ciento (The Week, 8 de septiembre del 2021).
Esta es solo una parte del inquietante panorama. Ir a la universidad es una cosa; graduarse es otra. “De los estudiantes de pregrado en la universidad de Vermont, alrededor del 55% de los varones se gradúan en cuatro años, comparados con el 70% de las mujeres” (The Wall Street Journal). Para resaltar la importancia de tal hecho, la matrícula en la universidad de Vermont es típicamente de 60/40 y luego, de cada 100 estudiantes, 42 mujeres se gradúan en cuatro años, ¡pero solamente 22 varones! Esta debería ser una señal de alerta; pero, ¿realmente lo es?
¿Y qué?, dirán algunos, argumentando que los hombres siguen ganando más dinero y ocupan más puestos de poder en el mundo. Pero Goldman señala que esto es “en gran parte un efecto generacional”. Explica que los líderes en todos los ámbitos, sea la industria, el comercio, las comunicaciones o el gobierno, “empezaron su trayectoria profesional hace decenios, cuando los cuerpos estudiantiles en las universidades mostraban una distribución más pareja entre hombres y mujeres; y en algunos casos eran compuestos exclusivamente por hombres. Sería sorprendente que la proporción entre los sexos, en la alta gerencia, permaneciera igual en los próximos 20 años”. Goldman explica algo que debe ser evidente para todos: “Como las instituciones de la élite contratan graduados universitarios casi exclusivamente, las universidades vienen a ser el punto de partida para el predominio femenino en la industria de la cultura, las publicaciones y aspectos del mundo empresarial; y en especial de la enorme industria de los recursos humanos”.
La doble moral va más allá de la educación. Las mujeres han buscado desde hace decenios invadir casi todos los ámbitos que antes se reservaban a los varones. Las reporteras exigieron igual acceso a los vestidores de hombres para entrevistar a los jugadores, y las mujeres jóvenes aspiran a jugar en los equipos de varones. Todo lo que fuera exclusivamente masculino, se convirtió en blanco. Pero, ¿acaso es imaginable que se permita la entrada de hombres a los vestidores de las mujeres deportistas, o la participación de varones en equipos deportivos femeninos?
Pues ahora sí, las cosas dan la vuelta, y ahora hombres y muchachos, siguiendo una vía tan curiosa como tortuosa, están invadiendo todo lo que sea femenino, simplemente reclamando que son mujeres atrapadas en un cuerpo varonil. Las niñas y mujeres quedan de lado, mientras estos hombres oportunistas o confundidos baten una marca tras otra en las competencias femeninas de pista y de pesas. Las becas que deberían ser para niñas, se dirigen a muchachos biológicos que jamás podrán ser mujeres biológicas.
El proceso de invasión de lo masculino, por parte de las mujeres, tiene otra ramificación. En octubre del 2017, la organización Boy Scouts de los Estados Unidos, decidió permitir el ingreso de niñas en su organización. La decisión se puso en práctica en todos los programas de la organización en el 2019. No es sorprendente que el grupo más disgustado con esta medida ¡fueran las Girl Scouts!
El problema no es que los programas especiales hayan animado a las mujeres en el mundo educativo, los deportes y el liderazgo; sino que los recursos van ante todo en una dirección. Así como las niñas tienen necesidades especiales, los niños también, y muchos niños carentes de apoyo y motivación quedan a la deriva y sintiéndose perdidos. Esto es obvio por el número de muchachos que se gradúan de la secundaria, y luego no saben qué hacer. Están desesperados por una guía y un enfoque en la vida. El Wall Street Journal informó: “Las investigaciones en ciencias sociales citan distracciones y obstáculos a la educación que pesan más sobre los muchachos y hombres jóvenes; entre ellos los videojuegos, la pornografía, la falta de padre, y casos de diagnóstico excesivo de la inquietud masculina como una enfermedad que requiere medicación”. Lucas Weiss, estudiante de ingeniería civil, lo expresa así: “Veo a muchos muchachos que vienen aquí cuatro años a beber cerveza, fumar hierba, hacer vida social y sacar un título”.
Lo que vemos es un mundo vuelto de cabeza. En vez de que los hombres se conviertan en líderes, vemos a muchos flotando sin rumbo, mientras aumentan las mujeres en posiciones de liderazgo. Algunas seguramente se alegran de este cambio, pero las mujeres pensantes, como la asesora en matrícula universitaria, Jennifer Delahunty, entienden que tal situación no conviene a la sociedad en general. El Wall Street Journal publicó este profundo comentario de Delahunty: “Lo que está en juego es demasiado grave para ignorarlo”. Dijo: “En primer lugar, todo lo que se valore de nuestra sociedad, y luego se valore a las mujeres, también tiene que cuidar de los varones. Si hay igual número de hombres y mujeres instruidos, produce una sociedad mejor, y también es mejor para las mujeres”.
Nada de esto debería sorprendernos, ya que el mundo se aleja cada vez más del Creador y su manual de instrucciones para la humanidad. Si, efectivamente somos producto de un diseño y una creación, el Diseñador y Creador debe saber lo que más les conviene a quienes creó y diseñó. ¡Y así es!
El profeta Isaías nos advirtió que al final de esta era se invertirían los papeles que tradicionalmente han correspondido a cada sexo: “Los opresores de mi pueblo son muchachos y mujeres se enseñorearon de él. Pueblo mío, los que te guían te engañan y tuercen el curso de tus caminos” (Isaías 3:12). La profecía inmediata se dirigía a la casa de Judá en el siglo 8 a.C., pero las profecías de Isaías son duales: se aplican también al fin de la era, como vemos cuando Isaías 2:2-4 define la profecía como algo para “lo postrero de los tiempos”. Las profecías de Isaías se aplican igualmente a los hermanos de Judá, que formaban parte de la “casa de Jacob” (vs. 5-6), conocida también como la “casa de Israel”, ya que el nombre de Jacob se cambió a Israel (Génesis 32:28). La casa de Judá y las diez tribus que componían la casa de Israel eran dos naciones separadas, que incluso guerreaban entre sí. Para saber más sobre esta asombrosa realidad, le invitamos a solicitar nuestro folleto gratuito titulado: Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía, o también puede leerlo en línea en nuestro sitio en la red: elmundodemanana.org.
La predicción del profesor Goldman en el sentido de que “la élite estadounidense será femenina” es acertada… y en esto, ¡Isaías se le adelantó más de 2.700 años! En realidad, claro está, no fue Isaías sino el Creador quien lo inspiró, y que lo sabía con anticipación. En un pasaje posterior, Isaías cita estas palabras de Dios: “Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios y no hay otro Dios y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá y haré todo lo que quiero” (Isaías 46:9-10).
Nunca ha habido un equilibrio perfecto en las relaciones entre hombres y mujeres. Aun hoy, las mujeres padecen abusos y maltratos espantosos en algunos países. En ciertas sociedades las niñas no pueden estudiar, y un esposo puede golpear a su mujer sin misericordia y con impunidad. Pero en el mundo Occidental se ha llegado al otro extremo, en el cual se trata a los hombres como necios y torpes, incapaces de cumplir el papel de liderazgo que el Creador les asignó.
Las feministas radicales, muchas de ellas lesbianas, guardan odio hacia los hombres debido quizás a traumas u otros abusos sufridos en la vida, rechazan las funciones que Dios les asignó a hombres y mujeres. A su vez, muchos hombres carecen de la formación que haría de ellos proveedores y protectores amorosos tal como Dios dispuso. La Biblia plantea estos hechos sencillos: “Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón… Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios” (1 Corintios 11:8-9, 11-12).
Cualquiera que no sea parcializado, verá claramente que los hombres y las mujeres son diferentes, tanto física como psicológicamente, pero estas diferencias suelen minimizarse. Los medios de difusión suelen presentar mujeres que van en rescate de los hombres. ¿Hay que cambiar un neumático? Mujeres al rescate. ¿Algún problema en los negocios? Allí está la mujer. ¿Víctima de un ataque por los matones de la ciudad? Allí llega ella, un prodigio de las artes marciales que resulta más fuerte y ágil que cualquier hombre. ¿Corresponde acaso esto a la realidad? Creo que sabemos la respuesta.
Dios hizo al varón y a la hembra no para que compitan sino para que se complementen. El hombre fue diseñado físicamente para ser protector y proveedor. No es que la mujer no pueda proveer: de hecho, quizá sea necesario en determinadas situaciones, por ejemplo cuando el esposo está enfermo o lesionado. Quizá se haga necesario invertir los papeles temporalmente, o incluso permanentemente, y en ello no hay ningún estigma. El hombre puede seguir siendo la cabeza de familia en tales situaciones, pero cuando los varones no se preparan para cumplir la función que les corresponde como proveedores de la familia, y descargan en su mujer la responsabilidad de salir a la fuerza laboral, los problemas no tardan en surgir. La mujer tiene una necesidad especial de ser amada, y el hombre tiene una necesidad especial de ser respetado; necesidades que muy posiblemente no serán satisfechas cuando se invierten o se borran las funciones de unas y otros.
Dios instruye a las esposas: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor”, y no que peleen por ocupar la posición de liderazgo en la familia. “Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo y Él es su Salvador. Así que, como la Iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:22-25).
Las feministas radicales suelen despreciar pasajes como este, tildándolos de “sexistas”, sin entender que el plan de Dios valora tanto a la mujer como al hombre en grado muy superior a lo que pueden siquiera imaginar. Refiriéndose al pacto matrimonial, el apóstol Pablo agregó: “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la Iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido” (Efesios 5:31-33).
La unión de hombre y mujer en el matrimonio es esencial para una sociedad bien ordenada. La historia muestra que el rumbo que sigue la familia es el que seguirá la nación. El matrimonio entre un hombre biológico y una mujer biológica puede traer niños a un medio donde hay equilibrio, atención y amor; donde el hombre y la mujer aportan sus cualidades específicas. La familia es un campo de entrenamiento perfecto para aprender buenos modales, el cuidado de los demás, la disciplina y el sacrificio personal. Sabemos que las familias no cumplen este ideal a la perfección, pero ello no altera el hecho de que el matrimonio que Dios dispuso es la mejor manera de perpetuar el género humano.
Pero, ¿acaso perpetuar el género humano es el único propósito en la vida? Desde luego que no. la Biblia revela que Dios está edificando su propia Familia, de la cual los seres humanos pueden llegar a ser parte. El apóstol Pablo repitió la pregunta del rey David: “¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que le visites?” (Hebreos 2:6). En otras palabras, ¿cuál es el propósito de la vida? ¿Por qué existimos? ¿Somos acaso simples animales evolucionados, sin ninguna finalidad y sin esperanzas, más allá de nuestro breve trayecto en este planeta sin igual?
Pablo prosigue citando el Salmo 8: “Le hiciste un poco menor que los ángeles, le coronaste de gloria y de honra y le pusiste sobre las obras de tus manos; todo lo sujetaste bajo sus pies” (Hebreos 2:7-8). Luego agrega: “Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas” (v. 8). ¿Por qué esa autoridad y esa responsabilidad?
Enseguida, Pablo explica por qué vino Jesucristo a la Tierra, y el resultado que se propuso:
“Pero vemos a Aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al Autor de la salvación de ellos. Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos” (vs. 9-11).
Y esta realidad no puede expresarse más claramente que en Romanos 8:14-17:
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción [filiación], por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos glorificados”.
Ruego leer esto lentamente ¡y pensar en todo lo que significa!
Las distinciones entre hombre y mujer no son casuales. Dios nos creó con un gran objetivo en mente. El matrimonio humano es reflejo del matrimonio entre Jesús y su Iglesia, con los santos convertidos colectivamente en la “esposa de Cristo” para ayudar a su Esposo: “Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la Iglesia” (Efesios 5:32; ver Apocalipsis 19:6-9). Quienes esperan resucitar dentro de la Familia de Dios como hijos e hijas (2 Corintios 6:16-18), necesitan entender con qué finalidad creó Dios hombres y mujeres en esta vida.
El hombre y la mujer se crearon para edificarse mutuamente, no para rebajarse. Cada cual tiene su función que cumplir dentro del gran propósito de Dios para la humanidad. Hay un ser espiritual que hace todo lo que esté a su alcance por perturbar e invertir la estructura familiar que Dios diseñó (Efesios 2:2; 2 Corintios 4:3-4). Cuando se deja a los niños sin la guía y dirección que necesitan, muchos terminan confundidos acerca de la función que deben cumplir en la vida, función de líder motivado por el amor. Esto perjudica no solo a los hombres, sino también a las mujeres. Más aun, perjudica a toda la sociedad.
Para aprender más sobre este tema, le invitamos a solicitar nuestro folleto gratuito: El plan de Dios para un matrimonio feliz. o puede leerlo visitando nuestro sitio en la red: elmundodemanana.org. [MM]