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¿Cuál será el daño físico y espiritual por la crisis de opioides en Canadá?
¿Podrán liberarse las personas esclavizadas por la adicción a las drogas?
Un país necesita abundancia de recursos o productos básicos comercializables para convertirse en nación exportadora. Cuando pensamos en las exportaciones canadienses, pensamos en el petróleo, automóviles, fertilizantes, trigo y jugadores de hockey; todo lo que Canadá tiene en abundancia natural o capacidad para producir. Mathieu Bertrand, superintendente jefe de la sección sobre Delincuencia Organizada e Integridad Fronteriza de la Real Policía Montada de Canadá, declaró en una entrevista con la CBC: “Lamentablemente, Canadá es un país productor de fentanilo y opioides sintéticos. No solo somos un país productor, también somos un país exportador” (CBC.ca, 18 de noviembre del 2023). Se sabe que las exportaciones de opioides de Canadá llegan a Australia y Nueva Zelanda. Varias redadas tras drogas en Toronto, Vancouver y sus alrededores, han resultado en el descubrimiento de los llamados súperlaboratorios, instalaciones ilícitas capaces de procesar millones de dosis de fentanilo.
Un artículo reciente del Washington Post destaca la clara amenaza que representan esas instalaciones: “Los súperlaboratorios que la policía está encontrando en Canadá, difieren de los encontrados en México, porque sintetizan la droga, en vez de prensar simplemente pastillas utilizando precursores químicos” (WashingtonPost.com, 24 de diciembre del 2023).
Aunque la economía del Canadá se ha visto en aprietos, todavía cuenta con el noveno o décimo PIB más alto del mundo, y es apenas el trigésimo octavo país más poblado. Históricamente, Canadá se ha enorgullecido de utilizar su riqueza en beneficio de su propia población y de otras naciones. Hoy, consideramos que esta crisis de opioides es otro ejemplo de la determinación del Canadá moderno por liderar el camino hacia el deterioro moral.
La producción nacional también garantiza un amplio suministro de drogas para los consumidores nacionales. En el 2016, Canadá anunció una nueva estrategia para combatir el creciente avance en el consumo de drogas. En lugar de centrarse simplemente en la prevención, se introdujo un nuevo enfoque en la reducción de daños. Se han gastado miles de millones de dólares en la creación de lugares de inyección seguros, agujas gratuitas, servicios de apoyo más sólidos para problemas de salud mental y muchos otros esfuerzos para reducir el daño causado por el uso de drogas peligrosas. Sin embargo, desde entonces, más de 30.000 canadienses han muerto como resultado de sobredosis de opioides. En el 2022, en promedio, 20 canadienses murieron diariamente a causa de esta dolencia previsible.
Mark Haden, profesor de la universidad de Columbia Británica, se refirió a las deficiencias del programa actual: “Si su éxito se mide por las muertes por sobredosis, todavía tenemos un completo desastre en nuestras manos” (BIV.com, 30 de mayo del 2023).
En 1987, el primer ministro Brian Mulroney, siguiendo el ejemplo de Estados Unidos, emprendió una guerra contra las drogas. Más de 35 años después, no se ha encontrado ninguna solución para frenar la crisis de los canadienses, que se vuelven adictos a los opioides mortales. ¿Por qué no se ha podido encontrar ninguna solución?
Con frecuencia recordamos el lema: “Simplemente di no a las drogas”. Parece bastante simple. La mayoría estaría de acuerdo con el mensaje de que las drogas son destructivas. Pocos se opondrían a la realidad de que el consumo de opioides tiene consecuencias aterradoras, pero la demanda del producto sigue creciendo. Un artículo de la Clínica Mayo se refiere a la adicción, y cómo el comportamiento autodestructivo se vuelve poderosamente compulsivo para alguien atrapado en las garras de las drogas:
“La adicción es una condición en la que algo que comenzó como placentero, ahora se siente como algo sin lo cual no se puede vivir. La adicción a las drogas se define como una sensación fuera de control, y que es necesario usar un medicamento o droga, y continuar usándolo aunque cause daño una y otra vez. Los opioides son altamente adictivos, en gran parte porque activan poderosos centros de bienestar en el cerebro… Cuando una dosis de opioides desaparece, es posible que se desee recuperar esos buenos sentimientos lo antes posible” (MayoClinic.org).
Al observar entrevistas o hablar con alguien atrapado en las garras de la adicción, no es difícil darse cuenta de que la adicción es una forma de esclavitud. ¿Qué otra cosa podría hacer que alguien se acurruque afuera en medio de una tormenta de nieve para fumar unas cuantas sorbidas y una dosis temporal de nicotina? Al escribir a una creciente congregación en Roma, el apóstol Pablo se refirió a los seres humanos como esclavos de cualquier cosa a la cual decidamos obedecer: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?” (Romanos 6:16).
Los opioides no son la única adicción que afecta a la humanidad. No faltan vicios que la gente sabe que no son buenos para ellos a largo plazo; sin embargo, innumerables millones son esclavos de sustancias y comportamientos adictivos, hasta tal punto que para liberarse pueden requerir ayuda médica. Las adicciones, que suelen comenzar como vicios evitables, pueden convertir trágicamente a muchos en esclavos involuntarios. Cuando permitimos que cualquier vicio dirija nuestras acciones, nos estamos volviendo esclavos de este.
El profeta Isaías escribió por inspiración divina un pasaje instructivo sobre los verdaderos valores. El versículo tiene como principal objetivo resaltar las deficiencias espirituales de la nación de Israel; sin embargo, revela un poderoso principio que se refiere a la realidad física del adicto: “¿Por qué gastan el dinero en lo que no es pan, y trabajan por lo que no satisface?” (Isaías 55:2, Peshitta).
Quienes sufren de adicción están dispuestos a agotar hasta el límite sus recursos: dinero, tiempo, salud, relaciones; por algo que no les producirá ni siquiera una satisfacción duradera. Los consumidores de drogas recreativas pueden deleitarse con la euforia inducida químicamente al drogarse, y muchas personas han caído en el consumo de drogas con la esperanza de escapar de una vida que parece desprovista de esperanza. Y las Escrituras reconocen que hacer lo incorrecto puede resultar en un placer momentáneo. Menciona a Moisés rechazando “los deleites temporales del pecado” (Hebreos 11:25). Los efectos del consumo de drogas y de cualquier otra adicción son más que eso: placeres temporales. Con el tiempo, los efectos desaparecen y los usuarios quedan con las cicatrices de su decisión, y un vacío que debe llenarse con la siguiente dosis.
La adicción es como una picazón que, al rascarse, solo se sacia por un momento. Como dice el texto inspirado: “¿Por qué gastáis el dinero en … lo que no sacia?” (Isaías 55:2). El versículo anterior revela lo que garantiza la satisfacción: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche” (v. 1).
Dios nos anima a discernir el valor comparativo de lo que tenemos disponible, y a escoger lo que tiene valor a largo plazo. Esto significa rechazar los placeres pecaminosos y temporales, como lo hizo Moisés, en favor de la promesa de algo mejor. La promesa de Dios es un galardón mayor que cualquier placer físico o temporal que podamos imaginar. Nos anima a venir y comprarle sin dinero. Su promesa no tiene costo para nuestra salud y, en última instancia, resulta en una vida de abundancia y una bendición eterna que no nos dejará insatisfechos.
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