¡Necesitamos la salvación! | El Mundo de Mañana

¡Necesitamos la salvación!

Díganos lo que piensa de este artículo

¿Nos encontramos bajo la protección de Dios? ¿Realmente nos considera Dios como discípulos de Jesucristo? ¡Este artículo nos puede dar la respuesta!

El mundo se tambalea al borde de la aniquilación. Los seres pensantes por toda la Tierra empiezan a expresar temor. Vivimos a la sombra  de la muerte violenta. Podría llegar cualquier día o cualquier noche. Podría llegar en cualquier momento. Se podría desatar fácilmente con la más diminuta chispa política en algún país lejano. El 24 de enero del 2023, el Boletín de científicos atómicos ajustó el famoso reloj del fin del mundo a solo 90 segundos de la media noche.

La gente sabe que vivimos en tiempos peligrosos, y muchos sienten inquietud. Otros reflexionan con más seriedad que nunca en diversas cosas; entre ellas, el más allá. La verdad es que muchos empiezan a preocuparse por el futuro.

Crece el interés por la religión

Nuestra era de violencia y de posible suicidio mundial ha contribuido a estimular un creciente interés por la religión. Son muchas las personas que piensan en hacer las paces con alguien; ¡preferiblemente con Dios!

Pero, ¿estarán realmente haciendo las paces con Dios? ¿Se estarán sinceramente convirtiendo? ¿Estarán transformándose y situándose bajo la protección divina?

El verdadero Dios Creador dice que la mayoría de las personas religiosas ¡están engañadas! La Biblia se refiere a nuestro tiempo del fin como un período en el cual el diablo, Satanás, “engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9).

Jesucristo se refería a nuestra época cuando dijo: “Vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” (Mateo 24:5). Sí, muchos predicadores dicen ser ministros de Cristo, proclaman que Él es Cristo, pero no predican su mensaje, sino uno ideado por hombres acerca de la persona de Jesús; con esto ¡están engañando a millones y millones de personas!

Para ser un verdadero discípulo de Jesucristo a los ojos de Dios, para situarse bajo su protección en estos tiempos de peligro, para contar con su Espíritu como guía; es preciso creer y obedecer el mensaje que el propio Padre envió a la Tierra por medio de su Hijo Jesucristo. Recordemos lo que dijo Jesús: “El tiempo se ha cumplido, y el Reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15).

En esta época, más que en cualquier otra, necesitamos urgentemente a Dios. ¡Necesitamos su guía, sus bendiciones y su protección! De nada sirve engañarnos en este punto. Se trata de nuestra propia existencia. ¿Qué va a ser de nuestra vida?

Lo que debería ser

Necesitamos afrontar el hecho de que podríamos contarnos entre las multitudes que siguen el camino espacioso, “que lleva a la perdición” (Mateo 7:13). Si estamos siguiendo a la multitud, tendremos la misma actitud general hacia la religión, la que tiene la mayoría de la gente; entonces; ¡no habría duda de que estamos engañados! Recordemos que el diablo, Satanás, “engaña al mundo entero”.

Felizmente, algunos somos distintos. Muchos millares de nuestros lectores saben que por medio de nuestras transmisiones y publicaciones de El Mundo de Mañana, reciben el mismo mensaje que Jesucristo trajo al mundo para salvarnos de nosotros mismos. Para recibir la bendición y protección de Dios es preciso estar seguros de ese mensaje y actuar conforme a este y obedecerlo.

Es necesario demostrarnos a nosotros mismos, y de una vez por todas, que sí hay un Dios personal, viviente, activo y todopoderoso. Es imprescindible saber que la Biblia es la revelación inspirada de Dios sobre lo que constituye el verdadero propósito de la vida, y de las leyes espirituales que traen felicidad y éxito. Necesitamos comprobar y creer que la Biblia tiene autoridad, y que sus palabras están respaldadas por el poder del Dios viviente que nos da cada aliento de nuestra vida.

Es posible que ya comprendamos todo esto, pero debemos comprobarlo por nosotros mismos; de forma tan cabal que nos daría un gran temor desobedecer lo que Dios manda. Debemos ver la Palabra de Dios como la autoridad en nuestra vida. Jesucristo dijo: “El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Juan 12:48).

Una vez que nos hayamos demostrado estos principios fundamentales, es preciso seguir estudiando a fin de comprender y obedecer el verdadero mensaje de la Biblia, que es el mensaje del Dios todopoderoso para nosotros.

El mensaje de Jesucristo

Jesucristo nos dio la revelación perfectamente clara del plan y propósito de Dios. Ser un discípulo de Jesucristo significa sencillamente creer y obedecer lo que nos ha enseñado. Es aceptar y acatar el mensaje que trajo de Dios el Padre. Jesús dijo: “No he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, Él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar” Juan 12:49). Por tanto, el mensaje de Jesucristo viene directamente de Dios el Padre. ¡Y hay que obedecerlo! Jesús también dijo: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46).

Jesús vino a revelar al Padre (Juan 1:18). Por encima de todo, reveló a Dios como el Gobernante Supremo del Universo. Enseñó que los seres humanos debemos vivir “de toda palabra de Dios” (Lucas 4:4). Y también dijo: “Escudriñad las Escrituras” (Juan 5:39).

En la oración modelo, Jesús les enseñó a sus discípulos a pedir: “Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el Cielo, así también en la Tierra” (Mateo 6:10).

Jesús siempre enseñó la obediencia a la ley y a la voluntad de Dios. Cuando un joven le preguntó cuál es el camino a la vida eterna, respondió así: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mateo 19:17). Por lo tanto, para ser un verdadero discípulo, hay que acatar y obedecer la voluntad de Dios. Es decir, hay que guardar los diez mandamientos y someter nuestra voluntad tan íntegramente a nuestro Hacedor, que vamos a luchar sinceramente para vivir “de toda palabra de Dios”.

El Nuevo Testamento revela que en este momento Dios está formando, en aquellos que llama, su carácter espiritual justo y perfecto, como requisito previo para otorgarles el don precioso de la vida eterna en su Reino. El fundamento de ese carácter perfecto es la entrega total y absoluta a Dios, con obediencia a su ley espiritual perfecta, revelada en los diez mandamientos y ampliada espiritualmente a lo largo del Nuevo Testamento.

Lo anterior exige que sometamos completamente nuestra voluntad personal a Dios. Implica un cambio total de actitud, creencias y forma de vida. El apóstol Pablo escribió bajo inspiración: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

Recordemos que la voluntad y la fuerza humanas no pueden lograr este cambio. El amor espiritual y el poder tiene que venir como un don, como regalo de Dios.

Se requiere la ayuda de Dios

Todos conocemos personas que se hicieron propósitos para llevar una vida mejor. Quizá fue un alcohólico que decidió dejar la bebida, o un delincuente que se reformó de una y otra manera. Pocos de estos cambios son permanentes o satisfactorios. Aun cuando un cambio en cierto aspecto de la vida parezca hacerse permanente, vemos que la persona no ha sometido toda su vida, actitud y acciones para cumplir plenamente la voluntad perfecta del Creador.

Los seres humanos apartados del Dios verdadero pueden reformarse hasta cierto punto, pero nunca pueden lograr el proceso que llamamos conversión. Es así porque la verdadera conversión es una transformación total que Dios produce en la mente y en la naturaleza de la persona. Por eso el apóstol Pablo proclamó: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).

Esa es la clave. Mediante el auténtico arrepentimiento del pecado, seguido de la entrega total a Dios por Jesucristo, unida a la fe humilde en el perdón de Dios, mediante la sangre derramada por Jesús, recibimos la promesa del don del Espíritu Santo; que es la naturaleza y el carácter propio de Dios implantado en nosotros. Solamente esto nos da la fuerza para superarnos, y obedecer realmente a Dios. Jesucristo en nosotros es quien obedece la ley espiritual y perfecta de Dios; así como obedeció cuando estuvo en carne humana (Juan 15:10).

Después de la conversión real, empezamos a comprender la Biblia, a meditar en la ley de Dios, a orar a Dios continuamente, y de esa forma buscamos sinceramente a Dios. Mediante este proceso, y por su Espíritu, llegamos a tener en nosotros los mismos pensamientos y naturaleza de Dios; ¡porque Jesucristo vive en nosotros mediante el Espíritu Santo!

A la persona se le transforma toda la vida. Se convierte, y crece en gracia y conocimiento día a día. En su actitud y carácter espiritual, la persona se hace más como Jesucristo en todas las fases de su vida. Dentro de la persona ocurre un cambio total que jamás se podría dar, excepto como un acto sobrenatural del Dios todopoderoso.

Ahora bien, Dios concede esta ayuda sobrenatural bajo ciertas condiciones muy importantes.

Debemos creer el verdadero evangelio

Jesucristo y sus apóstoles siempre predicaron el evangelio del Reino o gobierno mundial de Dios: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del Reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el Reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:14-15).

Notemos que las dos cosas que Jesús mandó fueron arrepentirse y creer en su mensaje.

En lo que respecta a creer, Jesús enseñó que creer el verdadero evangelio que predicó, y obedecer las leyes de Dios son dos cosas inseparables. Dijo: “La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el Reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. Pero más fácil es que pasen el Cielo y la Tierra, que se frustre una tilde de la ley” (Lucas 16:16-17).

Aquí vemos que la ley y los profetas, o sea, las Escrituras Hebreas, fueron la única revelación de Dios para la humanidad antes del ministerio de Juan el Bautista. Luego, por medio de Jesucristo se reveló el mensaje espiritual y la magnificación de las leyes divinas, de manera que se da a conocer su propósito e intención espirituales.

Observemos también la forma como Jesús relacionó la obediencia a las leyes divinas con el evangelio del Reino de Dios en el Nuevo Testamento. Además, como para disipar toda duda de que se refería a la ley espiritual de Dios revelada en los diez mandamientos, puntualizó la transgresión de una de esas mismas leyes a las cuales se estaba refiriendo: “Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera” (Lucas 16:18).

A lo largo del libro de los Hechos, vemos a los siervos inspirados de Dios que siguen predicando el evangelio del Reino, el cual incluye, desde luego, la obediencia a las leyes de Dios. Vemos a Felipe predicando este mismo evangelio en Hechos 8:12. En Hechos 20:25 Pablo dio testimonio de haberlo predicado a los gentiles en Éfeso. Y en Hechos 28:30-31 vemos que Pablo seguía predicando este mismo mensaje hasta el final de su ministerio; e incluso a los gentiles en Roma.

Este es el evangelio verdadero. Es un mensaje sobre el gobierno del Dios todopoderoso ahora en nuestra vida, como preparación para el ingreso en su Reino que pronto vendrá y regirá al mundo entero, cuando Jesús regrese en gloria y con poder divinos como Rey de reyes y Señor de señores. Como el Reino de Dios tiene leyes, el mensaje es de sumisión y obediencia a las leyes y a la autoridad de Dios.

Como preparación para ese Reino, la persona primero tiene que arrepentirse de sus caminos de pecado. Tiene que dejar el pecado, que es la transgresión de la ley espiritual divina expresada en los diez mandamientos (1 Juan 3:4); y creer el verdadero evangelio. Luego, hay otro paso vital que la persona debe dar: el bautismo en agua.

El bautismo en agua es indispensable

Cuando se ha dado el arrepentimiento total, y se cree en el verdadero evangelio, el bautismo en agua es el siguiente paso esencial para que la persona sea convertida y reciba el Espíritu Santo de Dios. De hecho, es una prueba del arrepentimiento sincero y de la voluntad de obedecer a Dios.

Jesucristo dio el siguiente mandato a sus apóstoles: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:15-16).

¡Jesús hablaba en serio!

En su comisión que dejó al despedirse, nuestro Señor dijo: “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19).

En el sermón inspirado de Pedro el día de Pentecostés, amonestó: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).

Vemos que Dios solamente promete el don del Espíritu Santo a condición de que la persona se arrepienta y se haga bautizar. Más adelante, Pedro dijo: “El Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hechos 5:32). Es necesario hacer lo que Dios manda. Hay que arrepentirse y bautizarse, de lo contrario, jamás se recibirá el Espíritu Santo de Dios.

¡No hay otra manera!

El apóstol Pablo dijo: “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él” (Romanos 8:9). En otras palabras, si la persona no se ha arrepentido plenamente de sus pecados, si no ha llegado a Dios por medio de Jesucristo como su Salvador personal, y si no se ha bautizado como Dios manda, entonces no es de Cristo. No le pertenece a Cristo. Por lo tanto, no es cristiana a los ojos de Dios. No lo ha sido ni lo será jamás, a menos que esté en disposición de entregar su vida a Dios el Padre y de aceptar a Jesucristo no solamente como su Salvador, sino como su Sumo Sacerdote, su futuro Rey, ¡su Gobernante a quien obedecerá por toda la eternidad!

El Espíritu Santo es la naturaleza y la vida de Dios, por su medio nos convertimos en hijos engendrados por Dios. Su Espíritu nos ayudará a crecer hacia la madurez en el carácter cristiano. ¿Qué nos concede el Espíritu? “El fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio. Contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23, RVA).

El Espíritu Santo nos da poder para el dominio propio, la autodisciplina y el control personal. Por el Espíritu, el amor de Dios se derrama en nuestro corazón (Romanos 5:5). El Espíritu Santo nos conforma a la imagen de Dios (Romanos 8:29; 2 Corintios 3:18).

Todos necesitamos el Espíritu de Dios. Necesitamos su guía y protección.

Ahora bien, entregarse enteramente a Dios es algo muy grande. Implica vivir por cada palabra de Él y obedecerle por toda la eternidad. Una decisión que no debe tomarse a la ligera.

El bautismo es una decisión vital

El bautismo simboliza la muerte y sepultura de nuestro viejo ser y, al salir de la tumba de agua, la resurrección a una vida nueva de transformación y conversión, también representa la muerte y sepultura de Jesucristo para pagar por nuestros pecados, y su resurrección como el primogénito entre los muertos.

El apóstol Pablo escribió: “¿No sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con Él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos 6:3-4).

La decisión de bautizarnos depende de estar dispuestos a someter plenamente nuestra voluntad y nuestra vida a Dios por medio de Jesucristo como nuestro Salvador. Él pagó la pena por todos los pecados cometidos en el pasado. Pero cuando se conoce la verdad, ya no se puede seguir adrede lo que se sabe que es pecado, y pretender que Dios nos perdone sin arrepentimiento genuino.

¡Dios gobierna por su ley! Jesús dijo: “Guarda los mandamientos” (Mateo 19:17).

El apóstol Pablo escribió: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?” (Romanos 6:16).

A la hora de escoger entre seguir los caminos de nuestros amigos y familiares, u obedecer lo que hemos descubierto como la voluntad de Dios, ¿qué camino seguir? ¿El camino fácil de seguir a los hombres? ¿Acaso preferimos, y por tanto adoramos, los caminos del hombre en lugar de los caminos de Dios?

¡No nos engañemos! ¡A Dios jamás se le puede engañar!

Cuando aprendemos alguna nueva verdad en las páginas de esta revista o en las transmisiones de El Mundo de Mañana, ¿la ponemos en práctica en nuestra vida? ¿La obedecemos o la rechazamos porque choca con lo que cree la sociedad a la cual pertenecemos?

No podemos ser como los fariseos que rechazaban a Jesucristo porque “amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios” (Juan 12:43). Para algunas personas Dios parece lejano, mientras que sus amigos parecen muy cercanos e importantes. ¿A quién adoramos? ¿A quién obedecemos?

Si tuviéramos que renunciar a un trabajo, la única fuente de ingresos, a fin de obedecer algún punto de la verdad que hemos hallado en la Palabra de Dios, ¿lo haríamos? ¿Ejerceríamos la fe, como lo hizo Jesús, confiando en las muchas promesas en el sentido de que “suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria”? (Filipenses 4:19). ¿Adoraríamos al Dios verdadero, o al dios de las riquezas?

¡Es necesario hacernos estas preguntas!

Estemos seguros de una decisión

A quienes mantengan dudas sobre el bautismo, les invitamos a escribir o llamar para solicitar nuestro folleto gratuito titulado: ¿Es necesario el bautismo? En este folleto se encuentran las respuestas a las muchas preguntas sobre el bautismo.

Sin embargo, la decisión de bautizarse es personal. Quienes se sientan preparados para someterse incondicionalmente a Dios por medio de su Hijo Jesucristo como Salvador personal, pueden enviarnos un correo electrónico o llamarnos por teléfono para hacernos saber sobre el deseo del bautismo. En esta forma nuestros representantes se comunicarán con las personas interesadas, y establecer una cita para encontrarse en el lugar, la hora y la fecha más conveniente para la persona interesada. En la mayoría de los países contamos con ministros que pueden aconsejar y bautizar a quienes estén preparados para cumplir con este mandato de Dios.

¡Todos necesitamos la salvación! Pero al mismo tiempo es necesario tener la seguridad de estar dispuestos a hacer nuestra parte y someternos a Dios. Así tendremos la seguridad de que Dios nos concederá sus bendiciones, su protección y ¡su salvación! [MM]