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El 2 de enero, un artículo de primera plana en el New York Times planteó lo que llamó una “pregunta eterna”: ¿Cuándo comienza la vida? Debajo de la foto principal decía: “Durante generaciones, el misterio de la vida humana ha sido discutido por filósofos y científicos, y sentido por madres y parteras”. El artículo pasó a describir las complejidades que los teólogos, filósofos, científicos, políticos, médicos y otros han debatido durante siglos.
Como con toda pregunta fundamental, la palabra de Dios proporciona la respuesta, porque la sabiduría, el entendimiento, el conocimiento y la verdad provienen de Su palabra (Proverbios 2:6; Juan 17:17). La Biblia deja en claro que la vida humana comienza en el momento de la concepción, justo ahí comienza el embarazo (Hebreos 11:11). La Biblia ilustra este principio en varios relatos donde Dios estuvo involucrado en asuntos de concepción y maternidad.
Justo al comienzo de la Biblia, el libro del Génesis explica cómo la incapacidad de concebir hijos era un desafío común para los siervos de Dios, ya que las esposas de Abraham (Sara), Isaac (Rebeca) y Jacob (Raquel) luchaban por concebir (Génesis 11:30; 25:20–21; 29:31). Este problema fue un aspecto importante de estos relatos bíblicos, y en los tres casos, Dios intervino directamente para permitir que la esposa concibiera cuando fuera el momento adecuado, de acuerdo con Su plan. Note estas escrituras:
“Y el Señor visitó a Sara como había dicho, e hizo el Señor con Sara como había dicho. Porque Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo señalado que Dios le había dicho” (Génesis 21:1-2).
Y oró Isaac a Dios por su mujer, que era estéril; y lo aceptó El Eterno, y concibió Rebeca su mujer. (Génesis 25:21).
“Y se acordó Dios de Raquel, y la oyó Dios, y le concedió hijos. Y concibió, y dio a luz un hijo, y dijo: Dios ha quitado mi afrenta” (Génesis 30:22–23).
Otro relato bíblico famoso que incluye la bendición directa de Dios con respecto a la concepción de un hijo es la historia de Ana, quien no pudo concebir durante años porque Dios, aunque amaba a Ana, “no le había concedido tener hijos” (1 Samuel 1:5–6). Ana clamó a Dios con sinceridad por el dolor de no poder tener hijos. Dios respondió a su sincera oración: “Y Elcana [su esposo] se llegó a Ana su mujer, y El Eterno se acordó de ella. Aconteció que, al cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí al Eterno” (1 Samuel 1:19–20).
En todos estos ejemplos de la promesa de Dios de un hijo, la vida de ese hijo comenzó en la concepción y continuó hasta el cumplimiento completo de la promesa al nacer.
Que estas vidas dadas por Dios comienzan según la Palabra de Dios, dentro de la matriz y no después del nacimiento, se aclara el castigo impuesto a cualquier hombre que, por medio de la violencia negligente, hace que una mujer entre en trabajo de parto antes de tiempo. En tal caso, si el niño muere, el individuo es castigado con la pérdida de su propia vida, según el principio de “vida por vida” (Éxodo 21:22-25).
Quizás la concepción más famosa de todos los tiempos es, por supuesto, la de Jesús de Nazaret. Unos 700 años antes del nacimiento de Jesús, el profeta Isaías se inspiró para escribir una de las profecías más famosas y milagrosas de la Biblia: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Isaías 7:14).
Siglos después, leemos acerca de la milagrosa concepción y nacimiento de Jesús por parte de su madre, María:
“Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Todo esto aconteció, pues, para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamarán su nombre Emanuel, que traducido es: “Dios con nosotros” (Mateo 1:20–23).
La presencia de la verdadera vida dada por Dios dentro de la matriz está indicada por la reacción gozosa del primo de Jesús, Juan, mientras aún estaba en el vientre de su madre. Su madre dice “la criatura saltó de alegría en mi vientre” en el momento en que escuchó la voz de María, que estaba embarazada de Jesús (Lucas 1:39–45).
Toda vida proviene de Dios, como lo explican muchas Escrituras, como Hechos 17:25, que dice que Dios “es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas”. También es el único con autoridad para quitar la vida humana (1 Samuel 2:6).
Los eruditos de este mundo debaten sin cesar sobre el aborto y cuándo creen que comienza la vida, pero la pregunta es realmente simple y la Biblia responde en forma lo suficientemente clara como para que un niño lo entienda. El debate es un gran ejemplo de cómo la sabiduría y la inteligencia de la humanidad no se comparan con las de Dios (1 Corintios 1:20, 25). Así que en realidad este debate no tiene fundamento, ya que la Biblia ha tenido la respuesta durante milenios.
La Biblia muestra claramente que Dios es el glorioso Creador de la vida humana.
Si desea ver más material sobre este tema, lea el artículo de la portada de la edición de Enero-Febrero 2023 de la revista El Mundo de Mañana titulado "¿Cuánto vale la vida humana?"