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La maldad y sus sinónimos, como mal, malicia, perversidad, vileza, crueldad, inmoralidad, falsedad, iniquidad, depravación y abominación son palabras intensas que no suelen aparecer en las noticias ni en las conversaciones cotidianas. Sin embargo, la Biblia las usa cientos de veces para describir pensamientos, actitudes y comportamientos que Dios prohíbe. ¿Qué resultará del aumento de estos comportamientos, e incluso de su aceptación y celebración, en el mundo?
El Diccionario de la Real Academia Española define la palabra “malvado o malvada como: Dicho de una persona perversa y mal inclinada”. Bíblicamente, la maldad se compara con el pecado y la injusticia; en otras palabras, es todo lo que va en contra de la definición de Dios del bien, de lo que la Biblia llama justicia (Salmo 119:172). El Salmo 45:7 nos dice que Dios ama la justicia y odia la maldad.
Lamentablemente, la historia de la humanidad está llena de períodos de profunda maldad y atrocidades. Un ejemplo bien conocido de un estado particularmente malvado de la humanidad fue durante los días de Noé, como se describe en Génesis 6:5, que llevó a Dios a castigar a todo el mundo con un diluvio: “Y vio Dios que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”
Muchas sociedades están experimentando un rápido aumento en la cantidad y severidad de la maldad en casi todas sus formas, como lo cuantifican muchas encuestas, lo describen muchos artículos y lo atestiguan relatos de primera mano. Esto no es sorprendente, Jesús profetizó que los últimos tiempos serían como los "días de Noé" (Lucas 17:26). La violencia, la codicia, la corrupción, la confabulación, la mentira, la brutalidad, la perversión y la inmoralidad sexual en muchas formas y otros pecados parecen más aceptados y comunes que nunca. Lo que es más inquietante es el hecho de que cada vez más formas de maldad están siendo adoptadas, celebradas y promovidas oficial y abiertamente por organizaciones influyentes en los medios de comunicación, negocios, entretenimiento, medicina, educación y gobierno en sus anuncios, productos, políticas, leyes, programas y misiones del deber moral de la colectividad.
Es muy perturbador el aumento de la maldad en estos momentos, pero lo peor está en el horizonte. El movimiento para despenalizar el “trabajo sexual” está ganando terreno a medida que activistas y políticos abogan por tales leyes. El poliamor, la llamada “no monogamia ética” o la práctica de tener abiertamente múltiples parejas románticas, está en aumento. La línea entre el aborto y el infanticidio parece estar difuminándose. Es probable que sigan cosas peores, incluidas prácticas como la pedofilia, el incesto y la bestialidad, junto con formas más extremas y abiertas de racismo, odio, codicia, corrupción, robo y violencia, porque la maldad siempre crece en prevalencia y gravedad, a menos que haya arrepentimiento activo.
Quizás muchos se burlarían de la idea de maldades más extremas como el infanticidio, la prostitución, la violación, la pedofilia, el incesto y la bestialidad cada vez más abiertos, legalizados y aceptados en nuestra sociedad "moderna". Pero el hecho más grave es que muchos de estos comportamientos ya ocurren y son más accesibles que nunca por medio de la Internet, y muchos de ellos se están volviendo más frecuentes. Estas formas “extremas” de maldad han existido a lo largo de la historia, como lo demuestra el hecho de que Dios prohibió específicamente muchas de ellas (como en Levítico 18; Éxodo 20:13–14; Proverbios 23:27–28 y Marcos 9:42). Dios prohibió específicamente algunos comportamientos malvados porque las sociedades circundantes los practicaban y no quería que su pueblo sucumbiera al mismo mal (Levítico 18:3, 24–29).
¿Cuáles son los efectos de la creciente maldad que nos rodea? El Dios Todopoderoso prohibió ciertos comportamientos porque conducen al dolor, al sufrimiento, la enfermedad y la muerte. Las trágicas consecuencias de la creciente maldad serán generalizadas e incluirán familias rotas y sociedades arruinadas, conflictos y resentimiento, corrupción generalizada y, quizás lo más tremendo y aterrador, la ira de Dios.
¿Por qué los seres humanos, individual y colectivamente, no pueden escapar y resistir la tentación de actuar con maldad? La razón principal es que “el mundo entero está bajo el maligno”, uno de los títulos del diablo (1 Juan 5:19; Efesios 6:16).
Maldad no es una palabra agradable, pero es cada vez más una de las palabras más apropiadas para describir la sociedad. Es vital reconocer los pensamientos, palabras, acciones y movimientos malvados, y llamarlos como Dios los llama.
Aunque Dios condena el pecado, también provee la solución, que es exactamente la misma que Jesús predicó al comienzo de su ministerio: el arrepentimiento, es decir, un cambio profundo, sincero y de todo corazón. Se necesita un cambio drástico en muchas sociedades alrededor del mundo porque Dios no toma la maldad a la ligera y la maldad de la que no haya arrepentimiento trae castigo. “Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad” (Isaías 13:11).
Que las palabras de Dios por medio de su siervo David lleguen a los corazones receptivos de todo el mundo: “Fenezca ahora la maldad de los inicuos” (Salmo 7:9).
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