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Millares de iglesias, todas diferentes, dicen estar siguiendo a Jesucristo. Sin embargo, enseñan miles de doctrinas y “evangelios” diferentes.
¿Es Jesucristo la Cabeza de todas las organizaciones religiosas? ¿Acaso Jesucristo está dividido? O bien, ¿existe una verdadera Iglesia que se distingue de semejante Babilonia religiosa? ¿Cómo puede usted reconocer la verdadera Iglesia de Dios? ¡Esta publicación le ayudará a comprender!
¿Se ha preguntado alguna vez por qué nació? ¿Cómo será su verdadero futuro en el más allá? ¿Qué estará haciendo usted por toda la eternidad? ¿Va a estar desocupado en el Cielo todo el día, o contemplando absorto, el rostro de Dios? ¿O será que Dios tiene contemplado para usted algo mucho más esplendido e insospechado?
¿Ha anhelado alguna vez hallar una iglesia que realmente comprenda las profecías sobre los tiempos del fin que se encuentran en la Biblia, su aplicación en los hechos noticiosos actuales y su relación con los sucesos venideros que afectarán su vida? ¿Ha buscado alguna iglesia que pueda ayudarle a entender el significado de la vida? ¿Una iglesia capaz de explicar qué rumbo seguirá usted y qué rumbo seguirán las naciones en los próximos años? ¿Ha querido encontrar una iglesia cuyos ministros prediquen las palabras de la propia Biblia y ayuden a comprenderlas, incluso sus muchas profecías? ¿Anhela dar con una iglesia donde prácticamente todos los fieles traen la Biblia a los servicios religiosos y donde todos creen lo que ella dice y procuran vivir aquel “cristianismo del principio” que Jesucristo y sus apóstoles vivieron y predicaron?
¿Ha tenido la esperanza de encontrar una iglesia donde personas de todas las razas, estratos y orígenes, encuentran una cálida acogida de amor, y donde el mandato divino de amarse unos a otros se refleja en el “ambiente de familia” cada vez que se reúnen los miembros de la iglesia para departir y adorar a Dios?
Mis amigos, tal Iglesia sí existe. Es una iglesia que cree sinceramente en la inspiración divina de la Santa Biblia y se esfuerza por poner por obra lo que la Biblia enseña sobre cada aspecto de la vida. Es una iglesia que no tiene otros “libros sagrados” ni tradiciones eclesiásticas que reemplacen la más mínima parte de la Biblia. Esta iglesia no es un edificio ni una corporación ni algo inventado por los seres humanos, sino un organismo espiritual cuya historia se remonta a Jesucristo y los apóstoles. Es una iglesia pequeña, la “manada pequeña” descrita por Jesús (Lucas 12:32), que ha existido siempre desde los tiempos de Jesucristo y seguirá existiendo al final de los tiempos, momento en el cual sus fieles miembros irán a un “lugar de refugio” (ver apocalipsis 12), antes que empiece la Gran Tribulación en el mundo. ¿Desea usted formar parte de esa iglesia, cuyos miembros pronto serán reyes y sacerdotes y ayudarán a gobernar la Tierra bajo el mando de Jesucristo? (Apocalipsis 5:10).
Hace poco, tuve una conversación en la cual cierta persona me dijo con fervor: “Antes, yo pensaba que el pueblo de Dios era gente dispersa entre todas las religiones cristianas, pero cuanto más leo la Biblia, más me convenzo de que en alguna parte del mundo tiene que haber una iglesia verdadera, compuesta por gente que realmente hace lo que la Biblia dice. Pero, ¿cómo puede saber? ¿Cómo puedo estar seguro de saber dónde está actuando Dios?”.
Esa misma pregunta se la hago al lector: ¿Cómo puede usted saber? ¿Cómo pude usted estar seguro?
Son muchas las iglesias que se dicen cristianas. Unas practican el bautismo por inmersión en agua, mientras que otras se limitan a rociar o derramar unas gotitas en la cabeza del candidato al bautismo. Muchas iglesias celebran lo que llaman la “cena del Señor” los domingos por la mañana. Otras guardan esta costumbre una vez al mes, al trimestre o al año.
La mayor parte de las iglesias tienen el domingo como su día de culto, mientras que unas pocas observan el día sábado a partir del atardecer del viernes. Otras dicen que el día de culto no importa para nada.
Las iglesias se conocen por diversidad de nombres: Episcopal, Bautista, Santidad, Luterana, Presbiteriana, Católica, Metodista, Pentecostal y otros. Más aún, las diferentes iglesias tienen sus propios conceptos de Dios. Unas lo ven como un autócrata temible que tuesta a los pecadores en un fuego infernal que nunca se apaga. Otras piensan que Dios es simplemente la “chispa divina” que de alguna forma dio comienzo a la vida, pero que nada tiene que ver con los hechos cotidianos y no presta atención alguna al estilo de vida de la humanidad. Ahora bien, todas estas iglesias tan diferentes entre sí se autodenominan “cristianas”. Todas usan el nombre de Cristo.
¿Tiene ello alguna importancia? ¿Acaso Dios ha dispuesto que los seres humanos formen sus iglesias y les pongan diferentes nombres, que escojan diferentes días para rendir culto, que tengan diferentes rituales de bautismo, y que también enseñen doctrinas diferentes?
¿Tiene Dios algo que decir acerca de todo esto?
¡Por supuesto!
En algún lugar de la Tierra, Dios tiene sus siervos verdaderos que proclaman fielmente las advertencias para el tiempo del fin, a las cuales todos debemos prestar atención. El profeta Amós, inspirado por el Creador, nos dice que “no hará nada el Eterno el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas. Si el león ruge, ¿quién no temerá? Si habla el Eterno el Señor, ¿Quién no profetizará?” (Amós 3:7-8).
En el horizonte se avecinan dramáticos sucesos. Están profetizados en la Biblia. La cuarta parte de la Biblia está dedicada a profecías. Al respecto escribió el apóstol Pablo: “Te encarezco… que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartaran de la verdad el oído y se volverán a las fabulas” (2 Timoteo 4:1-4). ¿Predica el ministro de su iglesia el mensaje completo de la Biblia? ¿Explica y aclara para usted y sus seres queridos las poderosas profecías para el tiempo del fin que se encuentran en la Biblia? La Santa Biblia cita muchos sucesos específicos que los cristianos debemos estar esperando. Tales hechos pronto demostrarán con claridad que el hombre ha llegado al final de la era actual, la era del gobierno humano sobre la Tierra bajo la influencia de Satanás el diablo (Apocalipsis 12:9).
Muchos dirigentes religiosos hablan del “tiempo del fin”. Pero pregúntese usted sinceramente ¿cuál de ellos le está describiendo los acontecimientos específicos a los cuales debe estar atento? ¿Quién le está ayudando a entender el significado de las traumáticas perturbaciones en el clima, los terremotos cada vez más frecuentes, lo ataques terroristas y las guerras atroces en el África, en el Oriente Medio y otros lugares que constituyen una amenaza para todo el planeta?
¿Quién está explicando el significado de todos estos acontecimientos?
Jesucristo dijo: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-32). Si usted desea permanecer en la “palabra” de Cristo, ¿quién está haciendo que aquella palabra cobre vida para usted? ¿Quién cita constantemente, no los escritos seculares de este mundo sino la Palabra inspirada de Dios? ¿Quién le lanza un desafío diciéndole: “Examinadlo todo, retened lo bueno”? (1 Tesalonicenses 5:21).
Otro aspecto esencial para tener en cuenta es este: ¿Dónde se está predicando la verdad completa?
“Ah, ¡pero todas las iglesias tienen las mismas creencias básicas!” dirán muchos. O bien: “Nadie sabe toda la verdad. Además, no podemos saber estas cosas realmente, así que todas las religiones son válidas en esencia, siempre y cuando su gente sea sincera”.
Estoy seguro de que muchos lectores han oído este tipo de razonamiento. Si no existe un Dios verdadero, o si la Santa Biblia no es realmente inspirada, entonces el argumento podría tener validez. ¡Pero no es así! Una de las enseñanzas fundamentales de Jesucristo es: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios” (Lucas 4:4). La verdadera Iglesia de Dios necesariamente tiene que reconocer esta como la más fundamental de todas las enseñanzas cristianas. Quizá los dirigentes de la Iglesia, así como los individuos que la componen, no sean perfectos todavía, pero al menos deben reconocer que la Palabra de Dios es la base para entender la verdad absoluta que su Creador dispuso. Porque sin la Biblia, sin las instrucciones inspiradas por el propio Dios en su Palabra inspirada, todo lo que queda son miles de millones de opiniones humanas: “¡Así me parece a mí!” o bien: “¡Así lo veo yo!” o: “¡En mi opinión!”.
¿Se da usted cuenta?
Si Dios tiene una verdadera Iglesia en la Tierra, esta tiene que reconocer la autoridad inspirada en la Biblia y tiene que basar sus enseñanzas sólidamente sobre ese fundamento. Como dijo el apóstol Pablo por inspiración divina: “… para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Timoteo 3:15).
De nuevo preguntamos: ¿Qué es la verdad? La respuesta la da Jesucristo en la Biblia: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17).
Esté donde esté, la verdadera Iglesia de Dios es el pilar y el baluarte de la verdad, como dice Timoteo. Ella es la protectora de la verdad. El apóstol Pablo también nos dice que los cristianos verdaderos, los que componen la Iglesia verdadera, son “conciudadanos de los santos, y miembros de la Familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:19-20). Si la verdadera Iglesia se erige, como escribió Pablo, sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Jesús la principal piedra del ángulo, entonces la base de toda doctrina y de toda práctica cristiana han de ser los escritos de los apóstoles y profetas, no las opiniones ni el parecer de los hombres.
Tal como dice la Biblia, la Iglesia es columna y el baluarte de la verdad. Esto es de enorme importancia. Porque por medio de la Iglesia de Dios, la gente debe llegar a comprender el propósito supremo de la existencia humana. Debe aprender en detalle lo que es el plan de Dios para la humanidad y la manera como Él está llevando ese plan a término. Debe llegar a entender aquella cuarta parte de la Biblia que es profética. Luego, debe captar qué nos están indicando realmente las noticias de actualidad en relación con la profecía bíblica. De este modo, cobrarán vida las noticias que leemos en los diarios y que vemos en la televisión.
Los miembros de la Iglesia de Dios saben seguir el mandato de Jesús que dice: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:36). Estos individuos, los realmente convertidos, contarán con la protección del Dios Todopoderoso durante la espantosa tribulación que Cristo dijo ocurriría antes de su regreso (Mateo 24:21-22). Sabiendo toda la verdad, estos cristianos verdaderos, miembros de la Iglesia verdadera, se librarán de la terrible “hora de la prueba” que pronto descenderá sobre la Tierra. Jesucristo da su promesa a los individuos en esta Iglesia: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la Tierra” (Apocalipsis 3:10).
¿Desea usted recibir protección durante los traumáticos años que se avecinan? ¿O prefiere seguir asistiendo al grupo religioso donde se crió o donde asiste actualmente, aunque este no comprenda la verdad?
¿Debe usted buscar una iglesia donde se acomode fácilmente y donde se sienta muy tranquilo y satisfecho? Recientemente, un columnista del diario Charlotte Observer escribió: “Cómodo en la iglesia. Esta frase siempre me ha molestado. La idea de que vayamos a la iglesia para tener comodidad, para sentirnos cómodos, para estar rodeados de gente cómoda, es algo ofensivo, fastidioso y perfectamente absurdo. ‘Comodidad’ es lo que busco cuando me arrellano en una silla para ver televisión. ‘Comodidad’ para la gente que yo conozco y que va a la iglesia, tiene que ver con clase, nivel educativo, club campestre y raza. Y para colmo, muchas veces tiene que ver con política. Nos gusta asistir al culto con personas que piensan como nosotros, se ven como nosotros y andan en el mismo tipo de auto. Estoy seguro que usted conoce esas actitudes. ¿Pero es esta la actitud religiosa que Jesucristo inculcó en sus seguidores?”
Escuche las palabras del propio Jesucristo: “Si alguno viene a mí, y no aborrece (hebraísmo que significa ama menos) a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo… Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26-27, 33).
No, ¡Jesucristo no desea que nos esforcemos por encontrar la “comodidad” al seguirlo! Sonará extraño a oídos de quienes solo conocen el “evangelio de paz y prosperidad” que tanto se predica. Pero el verdadero Cristo de la Biblia siempre hablaba de la necesidad de salir del mundo, de prepararse para la persecución y de “renunciar” a la vida para servir al único Ser capaz de darnos la vida eterna.
La Iglesia verdadera se compone de individuos que han entregado su vida a Dios por medio de Jesucristo. Son personas que han comprobado a su entera satisfacción la existencia de del Dios verdadero, Creador del Cielo y de la Tierra. Han comprobado a su entera satisfacción que la Santa Biblia es inspirada, y se han dedicado a poner por obra las instrucciones de Jesucristo: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios” (Lucas 4:4). Y ciertamente han comprobado para sí que Jesucristo de Nazaret fue Dios en la carne, que al morir pagó la pena de los pecados de toda la humanidad, que resucitó después de estar tres días y tres noches en el sepulcro y que ahora está sentado a la diestra de Dios Padre como nuestro Sumo Sacerdote, Cabeza de su Iglesia y próximo Rey.
Tales personas, realmente convertidas, se entregan a Cristo como su Señor, el único a quien deben obediencia. Por tanto, mediante la presencia interior de Jesucristo en ellos por medio del Espíritu Santo (Gálatas 2:20), se empeñan en vivir conforme a las enseñanzas de la Biblia. ¡Estas son las personas que conforman la verdadera Iglesia de Dios!
Escuche lo que la Biblia realmente dice. Porque Dios sí tiene una Iglesia verdadera aquí en la Tierra. Dicha Iglesia sí está preparando a sus miembros para la vida eterna. Sí está haciendo la obra de Dios. Y dicha Iglesia reúne varias señales importantes, o indicadores, que se citan claramente en la Biblia y le muestran a cualquier persona sincera y con discernimiento dónde se encuentra la verdadera Iglesia de Dios. ¡Siempre y cuando la persona esté dispuesta a oír con mente abierta!
En el actual ambiente de confusión religiosa, muchos se oponen a lo que llaman la “religión organizada” y deciden quedarse en casa y adorar a Dios solos, con su familia o con unas pocas personas más. ¿Hay algo de malo en eso?
Muchas personas sinceras procuran justificar la práctica de formar una “iglesia en el hogar”, pero esto es definitivamente una decisión equivocada por muchas razones. Además, a excepción de unas pocas circunstancias extremas, dicha práctica contradice completamente la Biblia.
Todo aquel que cree sinceramente en la Biblia, entiende que Jesucristo fue la luz que Dios envió a iluminar el mundo. Él fue nuestro ejemplo, y sus apóstoles también fueron usados como ejemplo, una vez que fueron totalmente convertidos.
¿Cuál fue el ejemplo que Dios le inspiró a Jesucristo? “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día sábado entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer” (Lucas 4:16). La costumbre de Jesucristo era asistir regularmente junto con otras personas a una sinagoga “apropiadamente organizada” para el servicio de adoración. Dios ya había llamado al sábado “santa convocación”, es decir “mandato de congregarse.” Por lo tanto, Jesucristo obedeció este mandato y nos dio su ejemplo.
Incluso después de la resurrección de Jesucristo, encontramos que Pedro y los primeros apóstoles se reunían regularmente en el templo tanto en los sábados semanales como anuales. De hecho, la Iglesia del Nuevo Testamento no se inició en Navidad o en la Pascua Florida, sino en uno de los días santos ordenados por Dios, ¡el día de Pentecostés! (Hechos 2:1). Por lo tanto, los primeros discípulos se reunían regularmente con otras personas en el templo de Jerusalén. (Hechos 2:46-47).
Cuando Dios dispuso que era el momento adecuado para que Pablo se convirtiera en un ministro activo, leemos lo siguiente: “Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. Y se congregaron allí todo un año con la Iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía” (Hechos 11:25-26). Nótese que Pablo y Bernabé se “congregaron” con la “Iglesia”. ¡Por lo tanto había una Iglesia “organizada” en la cual sí se reunían regularmente! Incluso, unos capítulos más adelante leemos lo siguiente: “Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos” (Hechos 17:2).
El inspirado autor de la epístola a los Hebreos nos dice: “Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados” (Hebreos 10:24-26). Esta escritura de vital importancia en la Palabra de Dios nos dice que no dejemos de congregarnos con los demás hermanos. También nos dice que debemos “estimularnos” unos a otros al amor y a “las buenas obras”.
Unas pocas personas mal aconsejadas pueden asumir que si se reúnen en sus casas con sus familiares y amigos, podrían estimularse unos a otros a las buenas obras. Sin embargo, este enfoque contradice el contundente número de ejemplos bíblicos que nos muestran a los verdaderos siervos de Dios congregándose en una iglesia organizada, siendo liderados no por un laico que se autodenominó ministro, ¡sino por una persona apropiadamente preparada y ordenada como un verdadero ministro de Jesucristo! La Biblia es enfática en que “nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios” (Hebreos 5:4).
En mis más de 50 años en el ministerio de Cristo, he tratado con un buen número de hombres y mujeres que decidieron apartarse de “la religión organizada”. Mientras hacían esto, adoptaron un enfoque de la iglesia de “solo entre Jesús y yo”, dejando de reconocer que Jesús estableció un claro patrón de liderazgo en su Iglesia. Muchos de estos hombres, se privaron a sí mismos de un consejo adecuado, y terminaron asumiendo labores de ministro, o virtualmente, “nombrándose a sí mismos” ministros de Jesucristo. En casi todos los casos, estos hombres eran contumaces, “cabeza dura” y totalmente reacios a ser enseñados y liderados por otros. Deseaban ser “importantes” a sus propios ojos y a los ojos de sus familiares y amigos más cercanos, por lo tanto, establecieron una “iglesia en el hogar” en donde actúan como ministros o líderes.
Estos hombres aparentemente olvidaron el poderoso ejemplo de Coré y sus seguidores cuando rechazaron el liderazgo que Dios le había dado a Moisés argumentando que “todos ellos” ¡tenían derecho a actuar como líderes espirituales! En su rebeldía, estos individuos desafiaron a Moisés y Aarón con estas palabras: “¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está el Eterno” (Números 16:3). ¡Dios mostró cuál es su actitud respecto a la idea de que “todo hombre es un ministro” cuando abrió la tierra para que se tragara vivos a aquellos tercos rebeldes! (vs. 28-34).
En nuestros días, separarse de los verdaderos ministros de Dios, es separarse también de la obra que Dios está llevando a cabo por medio de su verdadera Iglesia de predicar el evangelio “a todas las naciones” (Mateo 28:19-20). Estas personas están eludiendo su responsabilidad de ser parte activa del cuerpo de Jesucristo. No están aprendiendo las lecciones de trabajar juntos como parte de ese cuerpo, no están aprendiendo la verdad de forma completa ni equilibrada, ni tampoco están aprendiendo a recibir con humildad y a actuar de acuerdo a las exhortaciones y correcciones que todos los cristianos reciben en la verdadera Iglesia de Dios.
Más bien, estos individuos terminan “aislándose” del pueblo de Dios al dejar de interactuar y aprender como parte del verdadero cuerpo de la Iglesia. Tales autodenominados líderes religiosos, y sus seguidores, usualmente se despistan siguiendo ideas extrañas y doctrinas novedosas. Al respecto, es importante destacar que estas personas le están mostrando al Cristo viviente que han perdido la fe en la capacidad de Jesucristo de liderar la Iglesia, ¡de la cual Dios nos dice que Él es la cabeza! (Efesios 1:22-23; Colosenses 1:18).
En cierta ocasión, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas” (Mateo 16:13-14). Pero Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Luego Jesús prosiguió: “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (v. 18).
Aquí Jesús dijo claramente que Él edificaría una “iglesia”, que en el idioma griego significa simplemente un grupo de personas. Y no es un grupo o gentío o iglesia cualquiera, sino que Jesucristo la llamó mi Iglesia.
En el Nuevo Testamento Dios indica repetidas veces que su pueblo, su Iglesia, sería numéricamente pequeña en esta era, y que muchas veces sufriría persecución. Dijo: “no me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros… Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” (Juan 15:16-19).
Dondequiera que esté, es obvio que el pueblo de Dios no tiene verdadera cabida en este mundo y su sociedad, pues Jesús también dijo: “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán”. Llamó a los suyos una “manada pequeña” (Lucas 12:32) y les advirtió: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13-14). Recordemos que son pocos los que entran por la puerta estrecha. Pocos son los que comprenden ¡y forman parte de la verdadera Iglesia de Dios!
Notemos estas palabras: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). Jesús dijo claramente que su pueblo es un pueblo obediente a la voluntad del Padre. Es un pueblo que hace lo que Dios el Padre ordena.
Ahora veamos cómo lo anterior se aplica directamente a la Iglesia verdadera. En todo el Nuevo Testamento, la palabra “mujer” se usa como símbolo de una iglesia. En 2 Corintios 11:1-2, la verdadera Iglesia aparece como la “esposa” de Cristo. Apocalipsis 17 se refiere a la gran iglesia falsa como una “ramera” (v. 1) y como una “mujer” (v. 3) sentada sobre una bestia de color escarlata.
Casi todos los estudiosos de la Biblia reconocen que la mujer de Apocalipsis 12 es la verdadera Iglesia. La persigue un “dragón”, identificado en el versículo 9 como Satanás el diablo. Aunque los miembros fieles son guiados a un lugar de seguridad, en el versículo 17 vemos al diablo peleando contra “el resto” de la Iglesia verdadera: los que quedan atrás.
En Apocalipsis 14:12, Dios describe a su pueblo fiel como: “los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”. Esta es la gente, según indica Dios, que recibirá protección cuando venga, dentro de poco, la gran tribulación y en seguida, una serie de plagas devastadoras.
¿Acaso da igual que adoremos a Dios de una manera o de otra? Usted puede creer que le rinde culto en la iglesia de su elección; o bien, puede seguir las ideas de sus parientes, amigos y asociados. ¿Estarán ellos allí para protegerlo en los tiempos turbulentos que se avecinan? Y lo que es aún más importante, ¿estarán ellos allí para “salvarlo” en el día del juicio de Dios?
¿Por qué no comprobar por sí mismo que la Biblia es la revelación inspirada del Creador, la verdad espiritual fundamental que de otro modo sería inaccesible para la humanidad? ¿Por qué no examinar lo que dice la Palabra de Dios, es decir la Biblia, acerca de la Iglesia de Dios y dónde se encuentra?
Ya hemos visto que Cristo prometió edificar su Iglesia. Hemos encontrado que la Biblia la describe como una iglesia pequeña y perseguida, una que ciertamente no forma parte de la sociedad de este mundo. Es una iglesia que hace la voluntad de Dios Padre y que guarda los diez mandamientos como su camino de vida fundamental.
Ahora bien, muchas iglesias son pequeñas. Muchas son perseguidas, algunas de ellas parecen incitar deliberadamente a otros y se acarrean ellas mismas una persecución innecesaria. Si sufren a manos de otros, no es a causa de un mensaje bíblico sino por su falta de previsión y su empeño en imponer sus ideas religiosas a los demás.
Muchos grupos religiosos pequeños y no ortodoxos piensan sinceramente que no son “parte de este mundo”. Algunos adoptan un vestuario distintivo – sombrero negro, ropa sencilla y sin adorno o ropa interior especial, para convencerse y convencer a los demás de que no son parte del mundo. Sin embargo, el ser pequeño, a veces perseguido y ajeno a la sociedad de este mundo son principios que se pueden aplicar de maneras un tanto extrañas. Una “clave” bíblica para entender y aplicar apropiadamente estos principios, fue revelada por el apóstol Pablo cuando dijo que Dios le había dado a los cristianos un espíritu de “dominio propio”, o como dice en otras versiones “una mente sana” (2 Timoteo 1:7).
Ahora bien, aparte de la anterior descripción general de la Iglesia verdadera, ¿hay algunas señales específicas que identifiquen inconfundiblemente a la Iglesia de Dios hoy?
Felizmente, sí las hay.
Para no extenderme demasiado, citaré y explicaré solamente cinco de estas “señales” para que, si usted tiene la mente abierta, sepa reconocer la Iglesia verdadera de Dios en la Tierra hoy.
Antes de crear al hombre, Dios creó a Lucero, uno de los tres querubines o superarcángeles que rodeaban su trono. En hebreo, como en español, “Lucero” significa portador de luz o estrella del amanecer. Este ser fue originalmente creado como un arcángel poderoso y hermoso, dotado de enorme sabiduría y capacidad (Ezequiel 28:11-15). Isaías 14:12-15 lo describe así: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo”.
Casi todos los teólogos concuerdan en que este pasaje y otros señalan claramente cómo la habilidad y la hermosura de Lucero despertaron en él un gran orgullo. Este orgullo lo llevó a rebelarse contra su Creador, por lo cual su nombre cambió a Satanás, que significa “adversario”. Así, Satanás se convirtió en el principal enemigo de Dios.
Dios señala en muchos pasajes de la Biblia su decisión de no dar cabida en su Reino a nadie que sea un adversario en potencia: ¡un Satanás en potencia! ¿No haría usted lo mismo? Todos debemos reconocer la importancia que esto tiene para Dios. Dios desea que haya unidad y paz en su Reino y en su Familia de seres guiados por su Espíritu. Él es el autor del amor, la felicidad y la paz. Todo el que sea un rebelde en potencia podría llegar a destruir esa paz.
Por lo tanto, y tal como se revela en la Biblia, Dios va a estar absolutamente seguro de que todo futuro hijo suyo conozca el “temor” de Dios. Tal como lo indica la Palabra de Dios, ese “temor” no es terror ni susto por algo malo, sino una reverencia profunda unida a una gran humildad y buena disposición para obedecer al Creador y jamás rebelarse contra sus leyes y caminos justos, los cuales siempre traen paz y felicidad.
Una de las primeras pruebas a las cuales tuvo que someterse Abraham, “padre de la fe”, se describe en Génesis 22. ¡Lea este capítulo atentamente! En el verá como Dios “probó” a Abraham (v. 1) para ver si sería enteramente sumiso a su Creador hasta el punto de sacrificar a su único hijo. A último momento, cuando Abraham había demostrado su total sometimiento a Dios, el Eterno envió a su vocero, el cual dijo: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único” (v. 12). Luego, Dios le concedió a Abraham una bendición espléndida: sus descendientes recibirían enorme riqueza y poderío físicos además de bendiciones espirituales, estas últimas por medio de la simiente que es Jesucristo. (vs. 15-18).
Abraham tuvo que demostrarle a Dios que le temía y que estaba dispuesto a renunciar a su propia voluntad. No se trataba de solamente “creer” en Dios ¡sino de hacer lo que Dios manda! En proverbios 1:7 leemos: “El principio de la sabiduría es el temor del Eterno; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza”. Luego, en Proverbios 9:10 leemos: “El temor del Eterno es el principio de la sabiduría, Y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia”. Esta enorme admiración y profunda reverencia ante nuestro Creador es el punto de partida para llegar al conocimiento y la sabiduría. Sin ello, ¡Dios no quiere que formemos parte de su Reino eterno!
Debe ser obvio que los miembros de la verdadera Iglesia de Dios tienen que aprender a tener esta reverencia profunda y esta voluntad de obedecer al Creador, cualidades que tan claramente demostró Abraham, el padre de los fieles.
Por otra parte, los miembros de la verdadera Iglesia son personas que han demostrado para sí mismas lo que Dios nos dice en Hebreos 11:6: “Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”.
Para que usted y yo seamos cristianos auténticos, tenemos que creer en un Dios real, el Dios descrito en la Biblia. Y tenemos que creer que Dios, tal como lo dice la Biblia, es “galardonador” de los que le buscan. No de los que asisten a su iglesia predilecta o al templo vecino interesados a medias y cuando les conviene, ni de los que se adhieren a la última moda en el mundo de la religión.
Los verdaderos cristianos también han demostrado para sí mismos la inspiración de la santa Biblia, Jesús dijo: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios” (Lucas 4:4). Los cristianos verdaderos, se han dedicado a seguir las enseñanzas de Jesús y a hacer lo que Dios manda en su Palabra inspirada. Comprenden que Dios se revela, no por medio de la imaginación humana sino por medio de su Palabra. Comprenden y responden a 2 Timoteo 3:16-17: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”.
Las Sagradas Escrituras, tal como Dios lo dice en el versículo citado, están no solamente para darnos ánimo, sino para “redargüir”, o sea para amonestar, para corregir y para instruir en justicia. ¡La verdadera Iglesia de Dios debe basar totalmente sus creencias en la Palabra inspirada de Dios! Debe aceptar al verdadero Cristo revelado en la Biblia como Salvador y Señor, Aquel a quien debemos obediencia. Ahora bien, los que no cumplen lo anterior se han ideado centenares de grupos religiosos diferentes, todos en competencia, cada uno con sus propias doctrinas, prácticas y conceptos de lo que es Dios.
En un libro tan útil como agudo, titulado The Battle for the Bible (La batalla por la Biblia), el doctor Harold Lindsell plantea el siguiente argumento fundamental: “De todas las doctrinas relacionadas con la fe cristiana, ninguna es más importante que aquella relacionada con el origen de nuestro conocimiento religioso. Para todo el que profese la fe cristiana la pregunta fundamental es: ¿De dónde provienen los conocimientos sobre los cuales se basa mi fe? Las respuestas a tales preguntas varían, desde luego, mas para el cristiano, la respuesta siempre conduce a la Biblia. Al final de cuentas, la única fuente real y fidedigna para el cristiano es el libro que llamamos la Biblia” (página 17, el énfasis es nuestro).
Ojalá todos lean esta cita y respondan fervorosamente: “Así es”, porque esto es de vital importancia para el verdadero cristianismo. Y es una clave esencial que debe formar parte de las enseñanzas y prácticas de toda iglesia que diga ser la verdadera Iglesia de Dios. Repito, el verdadero pueblo de Dios son aquellos que se dedican a hacer lo que la Biblia dice. Obedecen la Palabra de Dios ¡aunque les acarree problemas e incluso persecución grave! Todos sabemos cómo los primeros cristianos ponían en juego su propia vida al seguir a Jesús y sus apóstoles. Los perseguían, los martirizaban, con frecuencia los acosaban hasta el punto de hacerles perder el trabajo, abandonar su ciudad y aun distanciarse de su familia. Como hemos visto, Jesucristo dijo a todos cuantos pretendían seguirle: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26-17).
Cuando desafiaron al apóstol Pedro preguntándole qué poder era el que sanaba a un hombre lisiado, el apóstol respondió con valentía: “sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:10-12).
Para estar en la verdadera Iglesia de Dios hay que seguir las instrucciones que dio el apóstol Pedro bajo inspiración divina en un día de Pentecostés: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hechos 2:38-39). Cuando uno llega al punto de estar dispuesto a arrepentirse de todo corazón por haber quebrantado la ley santa de Dios, porque “pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4), debe bautizarse en el nombre de Jesucristo y recibir el Espíritu Santo mediante la imposición de las manos. En ese momento el nuevo cristiano recibe perdón total por los pecados del pasado y se convierte en miembro de la Iglesia de Dios.
¡Nadie puede “afiliarse” a la verdadera Iglesia de Dios! ¡Es Dios mismo quien tiene que “sumergirnos”, o sea bautizarnos en su verdadera Iglesia concediéndonos de su Espíritu Santo! El apóstol Pablo explicó que “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9). Y también: “Por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Corintios 12:13). Mediante la entrega total del corazón, la mente y el cuerpo a Dios mediante Jesucristo como Salvador, somos sumergidos dentro de la Iglesia de Dios, que es el Cuerpo de Cristo. Luego, con Cristo como nuestro Rey y Señor máximo, dejamos de pertenecer a nosotros mismos. “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:19-20).
¿Está usted dispuesto a asumir tal compromiso?
La verdadera Iglesia de Dios se compone de individuos dispuestos a entregarse completamente a Cristo. También deben estar dispuestos a seguir estas instrucciones de Jesús: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:24-25). La mayoría de quienes se declaran cristianos, se encuentran tan empeñados en “salvar” la vida, en pasarla bien y hallar cabida en la sociedad actual, que les sería muy difícil pensar en obedecer esta firme enseñanza del Hijo de Dios. Siempre recordaré una serie de predicaciones que llevé a cabo en febrero de 1957 en Londres, Inglaterra. Entre los asistentes había una pareja de escoceses. Eran muy amables y vinieron casi todas las noches durante cuatro semanas, mostrándose muy interesados y entusiastas. Decían: Alabemos al Señor y se veían muy satisfechos con lo que dije durante la mayor parte de la campaña. Me aseguraron que deseaban hacer lo que el Eterno tuviese en mente para ellos. Pero hacia el final de estas reuniones evangelísticas mencioné un par de instrucciones divinas claves y esenciales, que tenían que ver directamente con los diez mandamientos. De pronto cambiaron de actitud. Se tornaron hoscos y defensivos.
Mi esposa y yo quisimos departir con ellos la última noche o dos que se presentaron. Reconocieron que lo que yo decía provenía de la Biblia, pero agregaron que en su situación actual, dado el empleo que tenía el señor, sería “demasiado difícil” obedecer a Dios. En consecuencia, faltaron a las dos últimas reuniones y terminaron por desvanecerse entre la masa de ciudadanos londinenses. El mandato directo de Dios les pareció “demasiado difícil”. No estaban dispuestos a responder a la obediencia que el mandato exigía.
Uno de los ministros más estimables que he conocido solía decir: “!Dios no salvará a nadie a quien no pueda gobernar!” Es que, tal como el ejemplo de Abraham, Dios exige que le demostremos que estamos en verdad dispuestos a entregarle nuestra vida y voluntad para hacer lo que Él manda.
¡No interprete mal mis palabras! No quiero comunicar la idea de que todo el mundo tiene que tener una actitud casi perfecta de sumisión a Dios antes de convertirse en miembro de su verdadera Iglesia. Pero sí debe tener una comprensión básica y la voluntad de creer en esa sumisión perfecta a nuestro Creador. Quienes formamos parte de esta obra, la cual el Cristo viviente está utilizando para proclamar su mensaje, no podemos ayudarle ofreciendo un sustituto barato para el cristianismo genuino. No podemos y no debemos ofrecerle “gracia barata” y decir, como dicen tantos: “Dios te acepta tal como eres”.
Porque el verdadero Jesucristo de la Biblia dijo: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46). El verdadero Jesucristo también dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos (predicamos) en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:21-23).
Nótese atentamente la última frase de esta enseñanza inspirada del Hijo de Dios: “Apartaos de mí, hacedores de maldad”. Esta misma expresión traducida del vocablo griego anomia, aparece en 1 Juan 3:4 como “transgresión de la ley”. O sea que lo que Jesucristo dice aquí se puede traducir perfectamente como: “apartaos de mí transgresores de la ley”.
Quienes dicen enseñar los diez mandamientos, pero luego inventan toda suerte de excusas para desvirtuar el fundamento mismo del auténtico carácter cristiano, ¡están en situación peligrosa! El apóstol Santiago escribió bajo inspiración divina: “Cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad” (Santiago 2:10-12).
Es claro que el apóstol se refería a los diez mandamientos. Estos son los mandamientos que enseñan a no matar ni cometer adulterio. Santiago mostró que debemos obedecer la totalidad del decálogo sin inventar razones hábiles para explicar que alguno de ellos fue abolido o que otros han de modificarse o “suavizarse” para adaptarlos a nuestro estilo de vida moderno.
La Iglesia verdadera de Dios se compone de personas dotadas del auténtico “temor de Dios”, personas cansadas de jugar a la religión y que buscan con diligencia al Dios de la Biblia. Son personas dedicadas a obedecer los mandamientos divinos y someterse a Jesucristo para que Él viva su vida de obediencia dentro de ellos mediante el Espíritu Santo. En realidad, la mejor definición concisa que conozco de un verdadero cristiano se encuentra en las palabras inspiradas del apóstol Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Esta es la base del cristianismo verdadero. ¡Este es el fundamento de la verdadera Iglesia de Dios!
Suena demasiado simple. Es algo que todos deberían saber. ¡Dios nombra las cosas por lo que son!
Antes de rebelarse, Satanás se llamaba “Lucero”, que significa “estrella del amanecer”. Pero cuando intentó destronar al Dios viviente, su nombre se convirtió en “Satanás” que significa “enemigo” o “adversario”: precisamente aquello en lo cual se había convertido el gran querubín caído.
El nombre “Jacob” significa “usurpador” o “el que suplanta a otro”. Después de luchar con el Mensajero de Dios, y cuando comenzó a implorar la ayuda divina, el Creador le cambió el nombre a “Israel”, que significa “vencedor” o “el que prevalece” con Dios. Este es un principio que vemos a lo largo de la Biblia. Los nombres son muy importantes para Dios. ¡Y Dios nombra las cosas por lo que son!
Hace muchos años, en 1517, un joven sacerdote católico en Alemania consideró intolerable la venta de indulgencias, es decir, la práctica de prometer el perdón de los pecados a cambio de dinero. Este joven sacerdote fijó en la puerta de una iglesia un documento con 93 tesis que expresaban por qué la venta de indulgencias estaba mal, y planteaba otros puntos de desacuerdo con la Iglesia Católica Romana. Fue así como Martín Lutero dio comienzo, sin pensarlo, a lo que se convirtió en la Reforma Protestante. Más tarde, luego del rompimiento con la Iglesia Católica, sus seguidores se llamaron “luteranos” tomando el nombre de este reformista. Decidieron ponerle a su iglesia el nombre de “Iglesia Luterana”.
Años más tarde, John Wesley experimentó una sensación de “calidez interna” y paz luego de una reunión religiosa y se dedicó a predicar una nueva manera de ver a Dios y la religión. Con el tiempo, sus seguidores decidieron ponerle su nombre a la iglesia. Si bien el término “Weslyan” tuvo amplia acogida, Wesley y sus seguidores se destacaron por su manera metódica y organizada de conducirse, y lo que comenzó con un apodo se convirtió en el nombre de su iglesia: la Iglesia Metodista.
Los presbiterianos toman su nombre por su forma de gobierno, el gobierno de ancianos “presbíteros”. Los bautistas se llaman así por la doctrina del bautismo. Los adventistas del séptimo día deben su nombre a dos de sus doctrinas: la creencia en el sábado como día santo y en el “advenimiento” o regreso de Jesucristo. Otras iglesias adoptan como nombre, el nombre de su pueblo, su forma de gobierno o algún punto de doctrina.
¿Cómo entonces, debe llamarse la verdadera Iglesia de Dios? ¿Debe llevar el nombre de algún hombre? ¿El de una ciudad o sitio geográfico? ¿El de cierta doctrina o práctica? ¿Se encuentra en la Biblia alguna indicación divina de cómo debe llamarse la verdadera Iglesia? Algunos se sorprenderán al enterarse de que la respuesta es afirmativa.
Instruyendo a los ancianos de la Iglesia en Éfeso, el apóstol Pablo escribió: “Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hechos 20:28).
¿Apacentar o pastorear a quién? A “la Iglesia de Dios”.
¿Parece demasiado obvio que la verdadera Iglesia de Dios se llame así: la “Iglesia de Dios”? Veamos también 1 Corintios 1:1-2. Dirigiéndose a la Iglesia, el apóstol Pablo escribió por inspiración del Espíritu Santo: “…a la Iglesia de Dios que está en Corinto.” Y más adelante les dice: “No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios” (1 Corintios 10:32).
En 1 Corintios 11:16, el apóstol Pablo describe las congregaciones colectivamente como “las iglesias de Dios”. En el versículo 22 del mismo capítulo se refiere nuevamente a “la iglesia de Dios”. Y en 1 Corintios 15:9 escribió: “Yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios”. La carta de 2 Corintios comienza con el mismo saludo “… a la iglesia de Dios que está en Corinto”; y en 1 Tesalonicenses 2:14 Pablo se refiere a los primeros cristianos como “las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea”.
La introducción de ambas cartas de Pablo a los tesalonicenses se refiere a “la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre”, pues se trataba de iglesias de Él que debían estar en unión con Él. Luego, en 1 Timoteo 3:5 Pablo le dice al joven evangelista Timoteo que le escribe para enseñarle como se debe portar en “la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad”.
No puede ser más claro.
En doce escrituras del Nuevo Testamento, la verdadera Iglesia se distingue como: “la iglesia de Dios”, “las iglesias de Dios”, “la iglesia de los tesalonicenses en Dios” y, en la ciudad pagana de Éfeso donde se levantaba un ídolo a la diosa Diana, “la iglesia del Dios viviente”.
En el mundo de los negocios y la industria, vemos con frecuencia que el propietario o fundador de una empresa le da su nombre a esta como “señal” indicativa de control o pertenencia, por ejemplo “Banco de Morgan” o “Hermanos Lever”. El nombre de Dios siempre va unido a su verdadera Iglesia. Cristo es Dios, por eso también encontramos una o dos veces el apelativo “iglesia de Cristo”.
Una de las señales absolutas e imperativas de la verdadera Iglesia de Dios es que esta ¡tiene que llevar el nombre de Dios! El nombre solo no basta como prueba determinante de su identidad, pero unido a otras cuatro señales de identidad (que explicaremos a continuación), viene a ser un indicador absolutamente esencial. Es así porque Dios nombra las cosas según lo que son. Tanto, que justo antes de su crucifixión Jesús oró así por sus seguidores: “Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros” (Juan 17:11).
El apóstol Pablo escribió: “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9). Y también: “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (v. 14).
Para ser realmente cristiano e hijo de Dios, hay que estar lleno del Espíritu Santo y hay que dejarse Guiar por este. La Biblia muestra claramente que cada hijo de Dios debe crecer espiritualmente. Igualmente, la verdadera Iglesia de Dios debe crecer realmente en conocimiento y profundidad espirituales. Y tiene que estar guiada por el Espíritu Santo.
Ahora, veamos cómo actúa el Espíritu Santo de Dios. Jesús explicó que este es “el Espíritu de verdad”. Dijo que cuando el Espíritu Santo viene, guía a los cristianos a toda la verdad y que incluso les hará saber cosas que habrán de venir (Juan 16:13). Notemos que el Espíritu nos guía a toda la verdad. También nos ayuda a comprender la profecía, o sea las “cosas que habrán de venir”.
Se trata de un proceso de crecimiento y cambio; un proceso en el cual nos volvemos más como Dios en nuestro carácter, pensamientos y hábitos. El apóstol Pedro lo expresó más claramente cuando dijo: “Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18).
La verdadera Iglesia de Dios se compone de cristianos realmente convertidos, personas que han sido, y siguen siendo, transformadas por el poder del Espíritu Santo de Dios. Así como el individuo ha de “crecer” en gracia y en conocimiento, también el cuerpo unificado de esos individuos, o sea la verdadera Iglesia, también tiene que crecer.
Por ejemplo, el profeta Daniel recibió una serie de visiones extraordinarias y sueños sobre cosas que sucederían en la Tierra al final de esta era… probablemente dentro de pocos años. El profeta preguntó: “Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas?” Y el ángel de Dios respondió: “Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin” (Daniel 12:8-9). Ahora que la humanidad está capacitada para destruir toda forma de vida en el planeta, no podemos menos que hallarnos en el “tiempo del fin”.
¿Existe hoy una iglesia que esté realmente creciendo en conocimiento y comprensión de las profecías bíblicas? ¿Sabe usted de alguna que haya estado dispuesta a cambiar y crecer, no para parecerse más al mundo sino para comprender con mayor profundidad el plan maestro que Dios está cumpliendo aquí en la Tierra? ¿Hay una iglesia que realmente comprenda hacia a dónde nos encaminamos, por qué los Estados Unidos e Inglaterra están decayendo lenta pero inexorablemente desde su apogeo de poderío, y cómo y por qué pronto tendremos que vérnosla con una poderosa mancomunidad de naciones en Europa?
Existe una Iglesia que sí entiende por qué nació usted y por qué está en la Tierra. Que entiende el increíble potencial humano y también la asombrosa verdad de que Dios se está reproduciendo. Esta Iglesia sabe por qué la mayoría de las personas en la actualidad no se afilian a ninguna iglesia ni organización “cristiana” y por qué Dios ni siquiera está tratando de “salvar” al mundo entero durante este periodo de 6.000 años siendo que, como Dios Todopoderoso, Él claramente tiene el poder para hacerlo si así lo desea.
La verdadera Iglesia de Dios entiende estas cosas y puede ofrecer respuestas bíblicas claras a aquellas preguntas tan fundamentales. Es una Iglesia que sigue aprendiendo y creciendo en el conocimiento y la comprensión esenciales.
Recuerde que la mayoría de las iglesias tradicionales rara vez o nunca cambian o crecen en el conocimiento real. Cuando cambian, casi siempre es en dirección hacia la mundanalidad, desvirtuando la escasa verdad bíblica que alguna vez poseyeron.
En cambio, la verdadera Iglesia de Dios crece continuamente, profundizando y ampliando su conocimiento de la Biblia, del gran propósito que se está cumpliendo en la Tierra y de las profecías bíblicas que comienzan a hacerse realidad ahora mismo.
Jesús habló así de los cristianos auténticos, quienes tendrían que huir de la gran tribulación venidera: “Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en sábado” (Mateo 24:20). ¿Por qué le interesaría que sus seguidores guardaran el día sábado?
Porque este siempre ha sido el mandamiento “de prueba”, el que muestra si cada uno de nosotros está dispuesto a obedecer a Dios simplemente porque Él lo ordena. Al mismo tiempo, este mandamiento señala hacia el Dios verdadero, Creador de los Cielos y la Tierra.
Jesús guardaba el día sábado (la palabra original es Shabbat) “conforme a su costumbre” (Lucas 4:16). También el apóstol a los gentiles predicaba y celebraba servicios religiosos el día sábado (Hechos 17:2).
En el Antiguo Testamento Dios celebró con su pueblo un pacto especial del sábado: “Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días sábados; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy el Eterno que os santifico. Así que guardaréis el día sábado, santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. Seis días se trabajará, mas el día séptimo es sábado consagrado al Eterno; cualquiera que trabaje en el día sábado, ciertamente morirá. Guardarán, pues, el día sábado los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo. Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo el Eterno los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó” (Éxodo 31:13-17).
Para aprender más sobre el verdadero día de reposo y su significado, pida nuestra publicación gratuita ¿Cuál es el día de reposo cristiano?
Además del sábado semanal, Dios le dio a su pueblo siete sábados o días santos anuales. Estas fiestas espirituales de regocijo señalan y representan el gran plan divino de salvación. Quienes no las guardan, no comprenden el maravilloso plan y propósito que Dios tiene para nosotros. Ignoran, por ejemplo, por qué Dios se abstiene de “salvar” a todo el mundo ahora. Ignoran también el momento dentro del plan maestro de Dios en el cual todos los seres humanos que alguna vez hayan vivido recibirán comprensión real de la Palabra divina y del cristianismo auténtico… ¡y que la vasta mayoría responderán!
Una de las fiestas espirituales es la Pascua. La mayoría de las iglesias han cambiado el momento y la manera de guardarla, llegando incluso a llamarla “la cena del Señor”, la “Eucaristía” o la “Pascua de Resurrección”. Jesús la guardó como la “Pascua” (Lucas 22:15-20). El apóstol Pablo guardaba la Pascua así como los días de Panes Sin Levadura que la acompañan (1 Corintios 5:7-8).
El cordero pascual de la antigua Israel representaba la muerte de Jesucristo (el Cordero de Dios), por nuestros pecados. Justo después de la Pascua se celebraban los Días de Panes Sin levadura. Al sacar la levadura de su casa, el cristiano refleja el hecho de sacar el pecado de su vida y de crecer en gracia y conocimiento, que constituye el siguiente paso luego de aceptar el sacrificio de Cristo.
El apóstol Pablo le enseñó a la Iglesia en Corinto la manera de guardar esta Fiesta. “Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad” (1 Corintios 5:8). Tomemos nota: Este mandato es del Nuevo Testamento, dado no a los judíos sino a una iglesia compuesta mayormente por gentiles, y dice que guardemos esta Fiesta dada por Dios, tal como la guardaban Jesucristo, los apóstoles y todos los primeros cristianos.
Para recibir una explicación completa de estos días y su significado, solicite nuestra publicación gratuita titulada: Las fiestas santas: Plan maestro de Dios.
El punto es que estos días santos o “sábados anuales” también son parte de la “señal” que identifica al pueblo de Dios. Veamos lo que afirma Dios claramente respecto de los días de Panes Sin Levadura: “Te será como una señal sobre tu mano, y como un memorial delante de tus ojos, para que la ley del Eterno esté en tu boca…” (Éxodo 13:9).
Allí donde esté el verdadero pueblo de Dios, allí donde esté su Iglesia, sus siervos llevarán la “señal” de identidad: los días sábados divinos, tanto semanales como anuales. Porque el sábado semanal señala hacia el Dios verdadero, el Creador, y los sábados anuales revelan su maravilloso plan.
Francamente, si usted o su Iglesia actual no están dispuestos a obedecer de verdad el cuarto mandamiento, que nos ordena guardar el séptimo día de la semana como “tiempo santo”, entonces seguirán allí razonando y discutiendo por qué no hay que obedecer a Dios, mientras la verdadera Iglesia huye a un lugar de refugio (Isaías 33:15-16), tal como Cristo lo indicó en Mateo 24:20. Y tendrán mucha sed cuando empiece el reinado milenario de Jesucristo y tenga que traer una sequía total sobre todas las naciones y pueblos que se nieguen a guardar los días santos que Él dispuso, especialmente la Fiesta de los Tabernáculos (Zacarías 14:16-19). Por su propio bien, y el de sus seres queridos, no subestime este detalle tan importante. ¿Está usted dispuesto a acatar y obedecer a su Creador en este punto de vital trascendencia?
Una de las “señales” que Jesús dio de su venida y del final de la era, fue la siguiente: “Será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).
En algún lugar de la Tierra, antes de la segunda venida de Jesucristo, sus siervos estarán predicando con poder creciente el mensaje del Reino de Dios, que pronto vendrá a gobernar al mundo entero. Predicarán el mensaje del arrepentimiento sincero y de entrega total a Dios y a sus leyes, que el propio Jesús predicó. Explicarán que el cristianismo auténtico implica no solo aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador personal sino aceptarlo de verdad como nuestro Señor, nuestro Sumo Sacerdote y nuestro Rey venidero. Porque el Reino de Jesucristo, que pronto vendrá, es un reino real. Un reino es un gobierno y desde el principio hasta el fin de la Biblia el mensaje de Dios habla de su futuro gobierno, el cual se impondrá a todos los gobiernos de este mundo y regirá para siempre (Daniel 2:44; Apocalipsis 11:15).
El Cristo viviente regresará pronto con gran poder para gobernar la Tierra ¡e impedir que el hombre se aniquile así mismo! (Mateo 24:22). Así lo anunció Jesucristo a una “rama” o “era” de su Iglesia verdadera: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro” (Apocalipsis 2:26-27).
Notemos: “y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (Apocalipsis 5:10). Es importante señalar que Cristo y sus santos gobernarán, no en el Cielo sino “sobre la Tierra”.
Este vibrante mensaje acerca de su gobierno mundial venidero ha de proclamarse por medio de la verdadera Iglesia de Dios. No es un mensaje con intenciones de convertir a todo el mundo sino que se predica como un “testimonio” para que cuando ocurran los acontecimientos del fin, la humanidad esté más capacitada para comprender.
Por medio de su Iglesia, Dios está también preparando hombres y mujeres, inculcándoles lecciones de carácter y obediencia para que estén prontos y dispuestos a servir bajo el Cristo viviente cuando regrese como Rey de reyes. Inspirado por Dios, el apóstol Pablo alertó así a los cristianos, mostrándoles este aspecto tan esencial de la vida cristiana así como la preparación que deben estar recibiendo los miembros de la Iglesia verdadera: “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?” (1 Corintios 6:2-3).
Para gobernar a otros, hay que aprender primero a gobernarse a sí mismo. El gobierno de Dios se basa en su ley espiritual, los diez mandamientos. Por eso es que Dios afirma respecto de los verdaderos santos: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12).
Otra parte absolutamente vital de la obra de la verdadera Iglesia es comprender y proclamar los mensajes proféticos de la Biblia. Aproximadamente la cuarta parte de la Biblia trata de profecía. La propia Palabra de Dios nos dice que: “el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19:10).
La Iglesia de Dios entiende y proclama el verdadero significado de los sucesos de actualidad. Aclara las grandes incógnitas: por qué los Estados Unidos y demás pueblos descendientes de los británicos están perdiendo su poderío y prestigio y dónde puede terminar todo aquello. Esta Iglesia puede explicar por qué las naciones del continente europeo, católicas en su mayoría, se están uniendo cada vez más, qué rumbo seguirá este fenómeno y por qué en cuestión de pocos años o menos, los ingleses se retirarán o “los retirarán” de la Unión Europea. Si usted sinceramente desea entender estos temas vitales, solicite un ejemplar gratuito de nuestro esclarecedor folleto: Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía.
Otra parte importantísima de la comisión profética dada a la Iglesia de Dios en estos tiempos del fin, es lo que nosotros llamamos la “comisión de Ezequiel”. Se trata del mensaje de advertencia que los siervos de Dios deben transmitir, especialmente a los descendientes de las doce tribus de Israel. Como lo explicamos en otras publicaciones, los pueblo anglo-celtas de los países del noroeste europeo como Francia, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia y Suiza, son descendientes de las llamadas “diez tribus perdidas” de Israel. Junto con el pueblo judío, ellos sufrirán el mayor golpe en la próxima gran tribulación. ¡A estos pueblos hay que advertirles con anticipación sobre el holocausto venidero!
Nosotros en la Iglesia del Dios Viviente sentimos la obligación de cumplir las instrucciones de Dios dadas al “atalaya” del tiempo del fin: “Si él viere venir la espada sobre la tierra, y tocare trompeta y avisare al pueblo, cualquiera que oyere el sonido de la trompeta y no se apercibiere, y viniendo la espada lo hiriere, su sangre será sobre su cabeza. El sonido de la trompeta oyó, y no se apercibió; su sangre será sobre él; mas el que se apercibiere librará su vida. Pero si el atalaya viere venir la espada y no tocare la trompeta, y el pueblo no se apercibiere, y viniendo la espada, hiriere de él a alguno, éste fue tomado por causa de su pecado, pero demandaré su sangre de mano del atalaya. A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte” (Ezequiel 33:3-7). Esta es una parte esencial de la responsabilidad que cae sobre los verdaderos siervos de Dios en estos “últimos días”.
Solamente la Iglesia de Dios entiende realmente y le transmite a usted la verdad sobre estas cosas y otras tendencias que transformarán al mundo ¡y que pronto afectarán su vida! La verdadera Iglesia de Dios también está siempre enseñando, formando y capacitando a sus miembros para su futuro como reyes y sacerdotes en el gobierno de Cristo, que pronto vendrá a regir la Tierra (Daniel 7:27; Lucas 19:15-19; Apocalipsis 1:5-7; 5:10; 20:6). Usted necesita abrir la mente, estudiar con ahínco la Biblia en su totalidad, no solamente algunos pasajes sentimentales acerca de la persona de Jesucristo mientras hace de lado el poderoso mensaje que el mismo Jesucristo predicó. Usted puede hallar esa Iglesia y llegar a ser parte de ella, si está dispuesto a hacerlo.
En todo el mundo, la Iglesia de Dios está proclamando con poder creciente, el Reino venidero de Dios en la Tierra, un gobierno que ejercerán por medio de Jesucristo y los santos resucitados, basándose en la ley de Dios y sus mandamientos. La Iglesia de Dios enseña el camino de vida que Jesucristo y sus apóstoles predicaron y practicaron. Ejerce la forma de gobierno de Dios y prepara a sus miembros para ayudarle a Cristo a gobernar al mundo (1 Corintios 6:2-3).
Es importante señalar que si bien la verdadera Iglesia de Dios es un organismo espiritual, la Biblia muestra que es normal que la Iglesia exista en diferentes “ramas” o grupos simultáneamente. En los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis, Cristo revela características de las siete “eras” de la Iglesia. Encuentra faltas en la mayoría de las iglesias (o “eras”) pero no en la de Filadelfia. Estas “eras” representan actitudes que siempre están presentes en la Iglesia de Dios y al mismo tiempo indican la progresión de ciertas actitudes que predominan en la Iglesia. Es claro que hoy nos encontramos en la era de Laodicea, la cual Cristo condena por su tibieza, aunque posee la mayor parte de las verdades. Jesucristo dijo: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis 3:15-16).
La Iglesia del Dios Viviente, que ha producido este folleto, se esfuerza por mantener el énfasis propio de la era de Filadelfia aun en nuestra época de Laodicea. Exhortamos fervientemente al pueblo de Dios a que realice la obra del Él con celo, a que se prepare para ser reyes y sacerdotes en el Reino de Cristo y a que acate y se entregue a Cristo en su vida personal. Los de la Iglesia del Dios Viviente nos dedicamos a cumplir la obra que Jesucristo está realizando por medio de su Iglesia en estos últimos días.
Jesús inspiró al apóstol Pablo para que nos dijera en 1 Corintios 12, que su Iglesia es el “cuerpo” de Cristo, o sea el instrumento físico mediante el cual Cristo actúa para hacer realidad su obra y para preparar a los futuros reyes y sacerdotes de su Reino. Es importante señalar que el cuerpo siempre ha existido. Recordemos que Jesús dijo: “Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18).
Desde que Cristo ascendió al Cielo y se convirtió en la Cabeza viviente de la Iglesia, ha estado guiando a su “manada pequeña” mediante pruebas, dificultades y persecuciones. Le convendría mucho a usted pedir su ejemplar gratuito de nuestra publicación sobre este estema titulada: La Iglesia que no pudieron destruir. En ella, documentamos en detalle la historia de la verdadera Iglesia a lo largo de los siglos, citando muchos recursos y fuentes eclesiásticas externas para demostrar los hechos. El folleto le ayudará a usted a entender dónde ha estado la verdadera Iglesia de Dios todos estos años y dónde se encuentra hoy.
Examinando los “frutos”, usted mismo podrá ver como Dios está valiéndose de la Iglesia del Dios Viviente para hacer realidad sus propósitos. Recuerde que, tal como ya lo indicamos, la verdadera Iglesia de Dios es el “cuerpo” de Cristo. Lo dijo el apóstol Pablo: “Así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Corintios 12:12-13).
Para encontrarse en el cuerpo de Cristo hay que estar entregado enteramente a Dios y dejarse guiar por el Espíritu de Dios. “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9). Por tanto, cada miembro de la Iglesia verdadera tiene que estar auténticamente convertido y tiene que ser guiado por el Espíritu de Dios. Recuerde, Dios concede su Espíritu a “los que le obedecen” (Hechos 5:32). A lo largo de los siglos han existido muchos grupos de la Iglesia de Dios, “ramas” de la Iglesia verdadera, que a veces han coexistido. En el primer siglo después de Cristo, el apóstol Juan citó siete iglesias en Asia Menor, las cuales presentaban actitudes que se manifestarían durante todo el desarrollo futuro de la Iglesia. Al mismo tiempo, cada una de estas actitudes representaría la actitud predominante de la Iglesia en sus eras sucesivas. Estas “ramas” de la verdadera Iglesia de Dios podían encontrase en diferentes partes del mundo, y a veces quizá las unas desconocían la existencia de las otras. Por ejemplo, durante los siglos 12 y 13, la verdadera Iglesia de Dios existió entre los bogomiles en los Balcanes, si bien este grupo ignoraba que en Gran Bretaña existía un grupo similar de creyentes que guardaban el sábado.
Hoy, muchos conocen la Iglesia de Dios del Séptimo Día. Esta se fraccionó varias veces a lo largo de los años, como sucede con tantos grupos religiosos, y antes de la Segunda Guerra Mundial estaba conformada por un grupo domiciliado en la población de Stanberry, Missouri y otra en Caldwell, Idaho (Estados Unidos). En este medio Dios levantó a Herbert W. Armstrong, quien por muchos años dirigió lo que vino a conocerse como la Iglesia de Dios Universal. Esta Iglesia de Dios Universal llegó a ser el grupo más grande de creyentes que dedicaron su vida al cumplimiento de toda la ley divina, a guardar el sábado, a predicar el evangelio del Reino de Dios venidero y a llevar el nombre correcto, “Iglesia de Dios”. Pero los grupos mencionados de la Iglesia de Dios del Séptimo Día siguieron existiendo durante este tiempo. El señor Armstrong solía reconocer que estos grupos, aunque diferentes, constituían “ramas” de la Iglesia verdadera.
En tiempos del ministerio del señor Armstrong, la mayoría de los llamados por Dios a la verdad se hacían dos preguntas fundamentales:
Recordemos que la “obra” consiste no solo en predicar la verdad bíblica sino específicamente en proclamar al mundo la noticia del venidero Reino de Dios (Mateo 24:14), advertir firmemente a los países sobre la gran tribulación inminente, “alimentar al rebaño” con “todo el consejo de Dios” (Hechos 20:27), e instruir, formar y preparar al pueblo de Dios para que sean “reyes y sacerdotes” en el Reino de Cristo (Apocalipsis 5:10).
Sin duda, la mayoría de los miembros de la Iglesia de Dios del Séptimo Día eran “buena gente” y poseían algo de la verdad. Mas parecían contentarse con enseñar lo básico y disfrutar tranquilamente la compañía unos de otros. Parecía faltarle aquel “fuego” que los impulsara a “ir al mundo” predicando el evangelio con convicción y proclamando la “advertencia de Ezequiel” (Ezequiel 33:1-7), acerca de la gran tribulación.
Jesús nos dice respecto de toda organización religiosa, que “por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:15, 20). Por tanto, a cada individuo le incumbe considerar atentamente: Dónde está trabajando Cristo primordialmente. Quién está predicando una mayor parte de la verdad. Quién está realizando más eficazmente la Obra de proclamar el evangelio a las personas en todo el mundo.
Entendemos por la Biblia y por la historia que la Iglesia de Dios es el “cuerpo” de Jesucristo, el cuerpo de creyentes en la verdad auténtica de la Biblia. Allí donde se encuentre el verdadero pueblo de Dios, se encontrarán personas dedicadas a vivir por “cada palabra de Dios”. Dentro del cuerpo de Cristo, los suyos deben amarse tal como Cristo nos amó a todos (Juan 13:34). Porque el auténtico amor de Dios se basa firmemente en los diez mandamientos. Como nos dice el apóstol Juan por inspiración divina, “Este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos, y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3).
Es así como el pueblo de Dios, mediante el Espíritu de Cristo en cada persona, seguirá este camino. Poseerá la comprensión y el valor para obedecer la totalidad del decálogo, como se indica en Apocalipsis 14:12: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”. Y ejercerán la fe para mantener la “señal” del sábado dada por Dios a su pueblo como señal de identidad (Éxodo 31:16-18).
La Iglesia de Dios no trae argumentos ni justificaciones para desobedecer, sino que guarda la santidad de aquello que Dios ha santificado. Sigue el ejemplo inspirado de Jesús y sus apóstoles guardando el sábado de Dios y sus días santos anuales, los cuales revelan el magnífico plan divino. Por último, la Iglesia de Dios cumple la obra de proclamar como “testimonio” el mensaje de salvación por medio de Jesucristo, así como la buena noticia del venidero Reino de Dios basado en las leyes divinas.
La entidad que produjo esta publicación se esfuerza por hacer todas estas cosas. Como el lector sabe, los miembros de la Iglesia del Dios Viviente tratamos de seguir de todo corazón todas las verdades citadas en este folleto. Nos esforzamos en proclamar con fuerza las profecías del tiempo del fin que se encuentran en la Biblia y hacemos todo lo posible para advertir al mundo acerca de la gran tribulación y el día del Señor que se avecina. Con nuestra sede en Charlotte, Carolina del Norte (Estados Unidos), oficinas en todo el mundo, veintenas de congregaciones locales con sus ministros, programas de radio y televisión en muchos países y una obra impresa en constante crecimiento, que incluye esta publicación y la revista El Mundo de Mañana, este mensaje se está difundiendo con más fuerza cada día.
Ahora usted deberá decidir qué hacer con lo que ha aprendido en esta publicación. Quizá ella le ayude a considerar las señales bíblicas que muestran claramente dónde está actuando Dios, dónde se encuentra su verdadera Iglesia.
Ahora bien, si a usted le interesa algo más, si Dios lo está llamando y si nosotros podemos servirle personalmente, no dude en escribirnos a la dirección que figura en este folleto. Podemos responder a sus preguntas por correo. O bien, si usted así lo solicita, un representante de esta Obra, plenamente capacitado, podrá ir a visitarlo en el lugar y la fecha que a usted le convengan.
Es usted quien tiene que decidir.
Al desarrollarse los acontecimientos mundiales, llevándonos inexorablemente hacia el fin de la era actual, usted tiene la responsabilidad ante sí mismo de saber a dónde va.
¡Asuma el reto! Pruebe estas cosas para sí mismo usando las páginas de la Biblia. Si Dios le está abriendo la mente, entonces actúe conforme a la preciosa verdad que ha recibido. Comience a prepararse para su preciosa labor en el mundo de mañana. Solamente la verdadera Iglesia de Dios ha recibido comprensión y tiene la valentía y la motivación para proclamar toda la verdad sin temor, y para prepararlo a usted y a sus seres queridos a cumplir el extraordinario propósito de sus vidas y convertirse en “reyes y sacerdotes” (Apocalipsis 1:6) en el Reino de Dios que próximamente vendrá a la Tierra.
Si desea conversar con un ministro o representante de esta obra, lo invitamos a llamar a nuestra oficina, al teléfono que aparece al final de este folleto. O bien, escríbanos si así lo prefiere. Simplemente indique que desea recibir una visita e incluya su dirección o número telefónico, o ambos, para que nuestro representante pueda comunicarse con usted. Puede estar seguro de que nadie va a presentarse sin tener cita previa con usted en el lugar y la hora que a usted le convengan. Nuestro ministro o representante estará allí simplemente para responder a las preguntas que usted tenga sobre la Biblia o sobre esta obra y la Iglesia del Dios Viviente.
Nadie lo va a presionar para que se afilie a una entidad, y nadie le va a pedir dinero en absoluto. En cambio, usted tendrá la oportunidad de hablar con un verdadero ministro o representante y podrá conocernos mejor, de un modo directo y personal, y hacer preguntas sobre nuestros servicios religiosos y estudios bíblicos, si así lo desea. Quizá, porque deseamos que usted esté seguro, nuestro ministro recomiende, como suelen hacer, que usted lea algo más, que compruebe las verdades de la Biblia a su entera satisfacción, y que esté seguro de su propia dedicación antes de asistir a una reunión. Estamos para servirle en su búsqueda de la vida eterna en el Reino de Dios.
Si Dios realmente está abriéndole la mente y “llamándolo”, estamos seguros de que le encantará conocer a otros que han optado sinceramente por entregar la vida a Dios y al servicio del prójimo. Usted encontrará un grupo de personas fieles, muchas de ellas con niños pequeños, que llevan la Biblia a los servicios religiosos y hacen como los bereos, que “recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:10-11). En general, y según el tamaño del grupo y la situación local, se cantan himnos, se presentan anuncios sobre actividades o noticias de la obra, se dan sermones, y terminada la reunión hay mucha conversación animada e intercambio social.
Nuestro deseo es que Dios le ayude a usted a “examinarlo todo” y “retener lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21). Al acercarse aceleradamente el fin de esta era, no debemos quedarnos sentados especulando ¡sin hacer nada! Dios premia a quienes actúan con celo cuando conocen la verdad y hacen todo lo que esté a su alcance para participar en el servicio a Él y el servicio al prójimo. Así lo dijo el apóstol Santiago: “Sed hacedores de la palabra, y no tan solo oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1:22). Nuevamente le recordamos solicitar un ejemplar gratuito de nuestro valioso folleto titulado La Iglesia que no pudieron destruir. Este folleto le ayudará a entender la historia de la verdadera Iglesia, de esa “pequeña manada” que casi desaparece durante los siglos oscuros).
Que Dios le ayude a comprender y a dedicarse a Él mientras aún tiene la oportunidad. Quizá se encuentre usted en una situación muy cómoda en otro grupo religioso. Pero si Dios lo está llamando en este momento, es porque su Creador desea que usted forme parte activa de su Iglesia ayudando en los preparativos para su Reino y en la tarea de advertir a la humanidad de la gran tribulación que vendrá. Tome nota de la clara responsabilidad que recae sobre los siervos de Dios: “Libra a los que son llevados a la muerte; Salva a los que están en peligro de muerte. Porque si dijeres: Ciertamente no lo supimos, ¿Acaso no lo entenderá el que pesa los corazones? El que mira por tu alma, él lo conocerá, Y dará al hombre según sus obras” (Proverbios 24:11-12).
El Jesucristo viviente nos dice a todos: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15:8). De nuevo, que Dios lo inspire a ser parte activa de la obra que Cristo está realizando ahora por medio de su cuerpo, la verdadera Iglesia de Dios en la Tierra.