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¿Cómo le afectarán a usted y a su familia los futuros sucesos religiosos y políticos mundiales? ¿Estará por surgir un dictador mundial? ¿Qué o quién es la bestia? ¿Recibirá usted su detestable marca? ¡En este folleto encontrará las insólitas respuestas!
Los diarios de hoy registran un estado de cosas que habría sido absolutamente impensable para un observador en 1945, en los días finales de la Segunda Guerra Mundial. En ese entonces, el eje Roma-Berlín estaba destrozado mientras que las fuerzas británicas y estadounidenses se erguían en el pináculo de la victoria. Hoy, Inglaterra ha sido despojada de su Imperio y los Estados Unidos se encuentran en un estado de bancarrota moral y cultural. Europa continúa uniéndose bajo la égida de una poderosa Unión Europea dominada por Alemania.
En los decenios que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos y Gran Bretaña invirtieron miles de millones de dólares en operaciones de inteligencia y contrainteligencia. Sin embargo, los sucesos geopolíticos más extraordinarios de la posguerra, que culminaron con el colapso de la "cortina de hierro" y el surgimiento de una Alemania reunificada y poderosa, los tomó enteramente por sorpresa.
Ahora bien, no todo el mundo estaba desprevenido ante la rápida secuencia de los hechos acaecidos en el Este y Centro de Europa en 1989. Un editorialista del diario Free Press de Hendersonville, Tennessee, Estados Unidos, se pronunció así el 7 de diciembre de 1989:
"Al igual que muchos estadounidenses, yo he estado observando con interés la situación política actual en Alemania Oriental. Si bien muchos han expresado su asombro ante los hechos recientes y ante el clamor en Alemania Oriental por la reunificación con Alemania Occidental, debo confesar que esos hechos a mí no me han sorprendido demasiado. La razón por la cual no me han sorprendido es que he leído, esporádicamente pero desde hace años, las publicaciones de… el extinto Herbert W. Armstrong… Armstrong predijo que el muro de Berlín acabaría por derrumbarse y que un día veríamos a los dos estados alemanes reunificados para formar una nación poderosa".
Muchos años antes, en la revista Good News [Buenas noticias] de abril de 1952, Herbert W. Armstrong había escrito que Alemania Oriental regresaría a Alemania Occidental y que Rusia "se vería obligada a renunciar al control sobre Hungría, Checoslovaquia y partes de Austria" (pág. 16). En 1956, luego de la invasión de Hungría por parte de Rusia y cuando parecía que la "cortina de hierro" había cubierto inexorablemente a las naciones de Europa Oriental, el señor Armstrong escribió: "Se está preparando el camino para una colosal tercera potencia en la política mundial: una Federación Europea de Naciones ¡más poderosa que Rusia y que los Estados Unidos! ¡Hemos mostrado con años de anticipación lo que pasaría con el malhadado Imperio Ruso en Europa Oriental!" (Plain Truth [La Pura Verdad], diciembre de 1956, pág. 3).
¿Cómo es posible que el señor Armstrong lo supiera? ¡En este folleto usted se va a enterar!
Desde los tiempos de la torre de Babel, los esfuerzos de la humanidad nunca han estado tan entrelazados e interconectados como lo están en la actualidad. Hoy se habla de cómo nuestro mundo se convirtió en una "aldea global". Los aviones a reacción, las telecomunicaciones instantáneas y las economías mundiales integradas le han dado un vuelco al mundo.
Las empresas y conglomerados multinacionales han extendido su dominio a prácticamente todos los ámbitos, desde las finanzas hasta la manufactura. Los habitantes de todo el mundo están conectados por la internet y las transmisiones de televisión satelitales. Y al mismo tiempo, paradójicamente, las naciones se subdividen y fragmentan cada vez más conforme a antiguas demarcaciones religiosas o étnicas.
¿Adónde llevará todo esto? Mientras la economía mundial se muestra cada vez más interconectada, las antiguas rivalidades y odios étnicos se renuevan. Los dirigentes en los gobiernos y las finanzas citan esas presiones crecientes para ilustrar la necesidad de que hallemos una alternativa viable al actual sistema inestable de los estados.
Es evidente que si no logramos canalizar las emociones humanas por otro rumbo, estas acabarán por fracturar toda le estructura económica mundial. La humanidad anda en busca de una identidad que trascienda sus actuales divisiones y rivalidades. Los internacionalistas tienen el gran deseo de suplantar los estados independientes con algo más grande. Sin embargo, no han podido idearse una solución que se gane la lealtad del hombre de la calle y despierte su entusiasmo. Nadie siente una intensa lealtad emocional por los burócratas sin rostro ni por la meta de optimizar las ganancias empresariales.
¿Hacia adónde nos lleva esta crisis en ciernes, crisis de fragmentación en una era de globalización? ¡Hay una sola fuente que puede darnos la respuesta! El Dios Creador es el que ha declarado el fin "desde el principio" (Isaías 46:10), y Él lo expone en su Palabra, la Biblia.
El esbozo más completo de los acontecimientos futuros se encuentra en el último, y el más misterioso, de los libros de la Biblia: El Apocalipsis. En él figura una bestia misteriosa con varias cabezas y cuernos, portadora de una espantosa marca. El libro del Apocalipsis la describe como una fiera que domina al mundo entero, y ostenta un poder y un control extraordinarios.
¿Qué significa todo esto? ¿Acaso podemos siquiera entenderlo? Aunque buena parte del Apocalipsis está escrito en lenguaje simbólico, ¡el hecho es que la Biblia interpreta sus propios símbolos! Este folleto le ayudará a entender el mensaje claro de las profecías bíblicas respecto de la bestia del Apocalipsis. Pronto, estas palabras proféticas tendrán más repercusiones sobre el mundo y su propio futuro, que lo que usted mismo se pueda imaginar.
Los ojos de todos se clavaron en el varón de edad madura que entraba, erguido y con paso firme, en el salón de banquetes decorado con derroche de lujo. Las risas y la conversación ruidosa que hacía una hora escasa llenaban el salón, estimuladas por el vino, habían dado súbitamente lugar a un extraño silencio, seguido de susurros contenidos, a raíz de una escena escalofriante. En plena fiesta había aparecido de la nada, una mano, la cual trazó un mensaje en grandes letras sobre la pared.
La ocasión era un gran convite ofrecido por el rey Belsasar de Babilonia para celebrar el carácter inexpugnable de su Reino. Babilonia, que estaba sitiada por las tropas de Ciro el Grande de Persia, consideraba que sus muros eran infranqueables.
Aquella noche de luna nueva, en el séptimo mes del año 539 AC, los poderosos de Babilonia celebraban y brindaban. Belsasar había llegado al colmo de insistir que se trajeran los vasos sagrados que su abuelo Nabucodonosor había sacado del templo de Jerusalén siete decenios antes, pues se le antojaba beber de ellos. Entonces apareció la escritura en la pared, y el jolgorio se detuvo en seco. El mensaje escrito en la pared decía: "MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN" (Daniel 5:25). Las palabras eran términos caldeos bien conocidos que correspondían a ciertas unidades de peso, pero en ese contexto el sentido era incomprensible para los presentes.
El varón mandado llamar por el Rey era Daniel. Había llegado a Babilonia de joven con otros cautivos judíos, pero había ascendido hasta ocupar un alto cargo bajo el abuelo de Belsasar. Daniel procedió a explicar al Rey lo escrito en la pared: El Dios del Cielo había contado el Reino y este tocaba a su fin. El Rey había sido pesado en balanza y se halló corto de peso. Aquella misma noche caería su Reino en manos de los medos y los persas que lo tenían sitiado.
En cuestión de horas, el ejército persa había invadido la ciudad, tras irrumpir en ella pasando por debajo de sus muros imponentes. Unas horas antes habían desviado por un canal el río que corría debajo de los muros. En la oscuridad previa al amanecer, las tropas persas marcharon por el lecho seco del río y abrieron desde adentro las puertas gigantescas de la ciudad. Antes de salir el Sol, habían conquistado Babilonia y habían ejecutado a espada al rey Belsasar.
Sacudido por los sucesos de aquella noche, Daniel recordó algo que había ocurrido unos 65 años antes. Siendo un joven menor de veinte años, lo habían llevado a la presencia del gobernante de lo que entonces era el imperio más poderoso de la Tierra. Su propia vida, y la de sus amigos más íntimos, estaba en juego aquel día. El motivo que trajo a Daniel a la presencia del rey Nabucodonosor, abuelo de Belsasar, fue la orden de interpretar un sueño desconcertante que había tenido el Rey pocos días antes. Ante el soberano escéptico y turbado, Daniel anunció con convicción que hay un Dios en el Cielo que revela lo oculto. Luego dio una interpretación del sueño, tal como Dios se la había inspirado.
En el año 604 AC, el Ejército caldeo bajo el rey Nabucodonosor bajó como un torbellino por el valle de Jezreel, desde Carquemis, y capturó la ciudad de Jerusalén. Judea se redujo a la condición de estado tributario y los hijos de varias familias judías nobles fueron llevados cautivos a Babilonia. En los decenios que siguieron, uno de estos cautivos, Daniel, ascendió hasta ocupar altos cargos de confianza en el gobierno de Babilonia. El Dios de Israel, al cual siguió sirviendo fielmente, le dio muchas visiones e interpretaciones de visiones que él consignó en el libro que lleva su nombre.
Observemos atentamente el esbozo profético de los acontecimientos mundiales que Daniel anotó por inspiración divina. La Biblia se interpreta a sí misma, y el libro de Daniel es esencial para entender el libro del Apocalipsis y otras profecías del tiempo del fin.
Daniel 2:1 narra un inquietante sueño del rey Nabucodonosor, oculto para sus magos y astrólogos, quienes no pudieron decirle qué era. Finalmente llegó Daniel frente al Rey y le explicó que hay un Dios en el Cielo quien es revelador de los secretos, y que revelaría a Daniel no solamente el sueño sino también su interpretación (v. 28). Luego Daniel le explicó al Rey que en su sueño había visto una gran imagen que se levantaba sobre la llanura de Sinar. Esta imagen colosal tenía cabeza de oro, hombros y pecho de plata, muslos de bronce y piernas de hierro. Las piernas terminaban en pies compuestos de una mezcla de hierro y barro cocido (vs. 31-32). Nabucodonosor había visto en su sueño que una gran piedra de origen sobrenatural cortada, no con mano, bajaba del Cielo y destrozaba la imagen en los diez dedos de los pies; y al mismo tiempo toda la imagen se convirtió en tamo que el viento se llevó. La piedra se convirtió en un monte enorme y llenó toda la Tierra (vs. 34-35).
¿Qué significaba aquello? ¡Recordemos que la Biblia se interpreta a sí misma! Daniel le dijo a Nabucodonosor por inspiración divina en Daniel 2:38: "Tú eres aquella cabeza de oro". También le dijo en Daniel 2:39-40 que después de Babilonia iban a surgir otros tres reinos, uno tras otro. Por inspiración, el profeta dejó consignado para nosotros que una serie de cuatro grandes reinos o imperios sucesivos dominarían la historia, después de lo cual el Dios del Cielo establecerá su Reino eterno en tiempos de los diez últimos reyes, representados por los dedos de los pies en las "piernas de hierro" que son el cuarto reino (vs. 41-44).
Daniel 2:28 explica que el Dios viviente a quien servimos "revela los misterios". El sueño del Rey abarcaba desde los días del antiguo Nabucodonosor hasta los "últimos días" de este mundo, que culminan con el regreso de Jesucristo y el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra (v. 44). ¿Se han hecho realidad los hechos tal como los predijo Daniel? Sin duda, como veremos.
En Daniel 5 leemos sobre los hechos que rodearon la caída de Babilonia ante los ejércitos del rey Ciro el Grande. El Imperio de los medos y los persas fue el "segundo Reino", el que vino después de Babilonia. La historia nos dice que el vasto Imperio Medopersa establecido por el rey Ciro duró poco más de 200 años.
Luego, a partir del 333 AC, las fuerzas griegas de Alejandro Magno atravesaron el Helesponto de Europa a Asia. Dos años después, en el 331, en la batalla de Arbella, el Imperio Persa se vino abajo y se impuso el tercer gran Reino en el mundo. Este fue el Imperio Grecomacedonio encabezado por Alejandro Magno. Los imperios helénicos de los sucesores de Alejandro dominaron el Oriente Medio unos 300 años hasta que finalmente fueron absorbidos, uno por uno, por el cuarto Imperio mundial: el de hierro.
El cuarto Reino, identificado claramente en la historia como el Imperio Romano, persistiría, según la profecía, en su calidad de "dos piernas" hasta el tiempo del fin. Entonces los diez dedos de los pies, que son diez reyes según Daniel 2:44, constituirían la versión final de este sistema que tuvo su origen en la antigua Babilonia. Si dejamos que la Biblia se interprete a sí misma, esta serie de cuatro reinos mundiales es muy clara.
En Daniel 7:1-3 vemos que decenios después de haber interpretado el sueño del rey Nabucodonosor, el propio Daniel tuvo un sueño extraño en el cual se veía a sí mismo de pie, mirando pasmado unos nubarrones violentos y un mar embravecido. De este tormentoso mar vio surgir "cuatro grandes bestias" que se dirigieron, una tras otra, a la orilla. La primera era como un león, la segunda como un oso y la tercera como un leopardo de cuatro cabezas. La cuarta bestia la describe como un ser horripilante con dientes enormes de hierro (vs. 4-7). De la cabeza de esta cuarta bestia salieron diez cuernos. El final de la visión de Daniel revelaba un período en el cual "recibirán el Reino los santos del Altísimo, y poseerán el Reino hasta el siglo, eternamente y para siempre" (Daniel 7:18). Recordemos que la visión de Daniel 2 también termina con el establecimiento del Reino de los Cielos.
¿Dejaremos volar la imaginación al querer discernir la identidad de estos seres, o dejaremos que la Biblia se interprete a sí misma? Según el versículo 17, estas cuatro criaturas que surgieron sucesivamente (vs. 3-7) simbolizan cuatro reyes o reinos. El versículo 23 indica que la cuarta bestia representa el "cuarto Reino en la Tierra". Ya hemos visto en Daniel 2 una serie de cuatro reinos. Las escenas descritas en Daniel 2 y Daniel 7 corresponden a cuatro grandes imperios que gobernarían el mundo, uno tras otro. Cada escena termina con el establecimiento del Reino de Dios para gobernar la Tierra. Es claro que las dos visiones muestran diferentes detalles de una misma serie de hechos.
Cuando comparamos las visiones de Daniel 2 y Daniel 7, encontramos que el primer Reino de Daniel 2, o sea la cabeza de oro, equivale al león, rey de los animales, de Daniel 7. El segundo Reino, que es el pecho y los brazos de plata en Daniel 2, se compara con un oso en Daniel 7. El tercer Reino, el vientre y los muslos de bronce en Daniel 2, es el mismo leopardo de cuatro cabezas que vemos en Daniel 7.
¿Por qué cuatro cabezas? La historia cuenta que muerto Alejandro Magno, su imperio se repartió entre cuatro de sus generales. Esta división en cuatro partes estaba profetizada en Daniel 8:8. Los cuatro reinos fueron griegos en su cultura e idioma. Eran una continuación, aunque dividida, del Imperio que duró unificado bajo Alejandro escasamente un decenio. Así como el enorme tamaño y poderío de Persia se simbolizaban con un oso, la velocidad de relámpago de los ejércitos griegos de Alejandro correspondía muy bien a la metáfora del leopardo.
Daniel 8 trae más detalles sobre la interacción de los reinos segundo y tercero: Persia y Grecia. Daniel 8:3-4 describe un carnero de dos cuernos que sale a subyugarlo todo, en todas direcciones. Según Daniel 8:20, el carnero representaba "los reyes de Media y de Persia". Luego aparece un poderoso macho cabrío con un cuerno grande entre los ojos, que derrota al carnero (vs. 5-7) El versículo 21 aclara que, "el macho cabrío es el Rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el Rey primero". Después de la muerte de Alejandro "aquel gran cuerno fue quebrado" (v. 8); y "cuatro reinos se levantarán de esa nación, aunque no con la fuerza de él" (v. 22). Por eso es que en Daniel 7 vemos al tercer Reino descrito como una bestia con cuatro cabezas.
Estos sucesos preparan el escenario para el cuarto Reino descrito en Daniel 7, demasiado espantoso para simbolizarse con alguno de los animales anteriores. Daniel 2 lo representa con dos piernas de hierro y Daniel 7 lo muestra como una fiera con enormes dientes de hierro. Daniel 2:40 aclara: "El cuarto Reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo". Veamos lo que Daniel 7:19-23 revela acerca del cuarto Reino: "Entonces tuve deseo de saber la verdad acerca de la cuarta bestia, que era tan diferente de todas las otras, espantosa en gran manera, que tenía dientes de hierro y uñas de bronce, que devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies… La cuarta bestia será un cuarto Reino en la Tierra, el cual será diferente de todos los otros reinos, y a toda la Tierra devorará, trillará y despedazará". Este cuarto Reino, el Imperio Romano, está simbolizado por una bestia que perdura en una u otra forma hasta el tiempo del regreso de Cristo. ¿Queda esto confirmado por los hechos históricos? ¡Sin duda alguna!
Tal como Media y Persia habían absorbido Babilonia, y Alejandro Magno había absorbido el Imperio de los medos y los persas, también los romanos absorbieron las cuatro cabezas surgidas del Imperio de Alejandro. Alejandro murió en Babilonia en el año 323 AC. Se intentó mantener el Imperio unido proclamando una regencia que gobernara en nombre de su sobrino y de su hijo por nacer, pero el proyecto fracasó. Al cabo de pocos años, el Imperio se repartió entre cuatro generales griegos que se proclamaron reyes, tal como lo había profetizado Daniel (Daniel 8:21-22).
En el año 307 AC, Antígono y su hijo Demetrio "asumieron el título de rey, ante lo cual Tolomeo, Seleuco, Casandro y Lisímaco hicieron otro tanto. Así terminó abiertamente la unidad del Imperio de Alejandro" (William L. Langer, Enciclopedia de Historia Universal, 1968).
Casandro se apoderó de Grecia y Macedonia, y con la ayuda de Lisímaco y Seleuco derrotó a Antígono, quien murió en la batalla de Ipso en el año 301 AC. La dinastía de Casandro fue derrocada a su vez en el año 276 AC por el nieto de Antígono, del mismo nombre. Este Antígono II estableció una dinastía que conservó Grecia y Macedonia hasta la conquista romana en el año 168 AC, cuando la región pasó a ser parte del Imperio Romano.
Lisímaco, quien tomó el Asia Menor y se proclamó rey en el año 305 AC, fue derrotado y muerto en la batalla de Corpedio en el año 281 AC por su antiguo aliado Seleuco. Eumenes I, gobernador seléucida de Pérgamo, en Asia Menor, logró quedar virtualmente independiente de los seléucidas alrededor del año 260 AC. Hacia el año 230 AC su sucesor había asumido el título de rey. Muerto Atalo III en el año 133 AC, dejó su Reino de Pérgamo y Asia Menor a los romanos por testamento. Así Roma absorbió la segunda cabeza del leopardo de Daniel.
Seleuco estableció su Reino que se extendía desde Babilonia en el Oriente hasta Siria en el Occidente. La dinastía seléucida que inició persistió hasta el año 64 AC, cuando el general romano Pompeyo convirtió a Siria en provincia del Imperio Romano en expansión.
El general macedonio Tolomeo asumió el título de "rey" al mismo tiempo que sus tres contemporáneos: Casandro, Lisímaco y Seleuco. Su dinastía se estableció en Egipto y siguió hasta la muerte de Cleopatra en el año 30 AC, luego de la derrota de esta por los romanos. Octavio, conocido más tarde como César Augusto, venció a los ejércitos de Cleopatra y Marco Antonio en la batalla de Accio y absorbió a Egipto dentro del Imperio Romano. "Así tocó a su fin la última de las monarquías de origen griego" (ibídem). Con esta conquista, las cuatro cabezas del leopardo grecomacedonio se convirtieron en parte integral del Imperio Romano, la cuarta bestia de Daniel 7.
Napoleón, Hitler y Sadán Huséin tienen algo en común. También lo tienen Mijaíl Gorbachov, Benito Mussolini, Franklin Roosevelt y varios pontífices: A todos los han señalado, así como a incontables personajes más, unos célebres y otros relativamente oscuros; como la misteriosa bestia descrita en el libro del Apocalipsis. Instituciones como la Sociedad de las Naciones, la Organización de las Naciones Unidas, el comunismo internacional e incluso el gobierno de los Estados Unidos; también han sido señalados como "la bestia".
Otros comentaristas han sostenido que el libro del Apocalipsis debe tomarse solamente como una metáfora de la batalla entre el bien y el mal. Para ellos, la bestia no es un personaje ni una institución, sino la personificación del mal.
Algunos dirán: "¿Acaso no hay toda suerte de conceptos e interpretaciones de las profecías bíblicas?" ¡Así es! Parece que la mayoría de quienes pretenden interpretarlas comienzan con lo que ven en el escenario mundial, y luego intentan hallarlo en las Escrituras. Por esta razón, la mayoría de los que comentaron sobre la profecía bíblica en los años cincuenta y sesenta identificaban al régimen comunista de la Unión Soviética como la bestia escarlata del Apocalipsis. Unos años más tarde era Sadán Huséin. Hoy, muchos señalan a "el nuevo orden mundial" o las Naciones Unidas. Parece haber tantas interpretaciones como intérpretes.
El Dios Creador no dispuso que las profecías bíblicas fueran un ejercicio de imaginación creativa. Tampoco se comprenderán las profecías si nos limitamos a mirar los sucesos del día y tratamos de darles cabida dentro de la narración bíblica. Ninguna profecía de las Sagradas Escrituras es de interpretación privada (2 Pedro 1:20). Si la Biblia emplea lenguaje simbólico, también trae la clave para entender qué significan los símbolos.
El anciano apóstol Juan estaba de pie sobre las arenas de la isla de Patmos en el Mediterráneo. Mientras miraba fijamente al mar, la escena parecía estar cambiando ante sus ojos. Descendían unas nubes oscuras y el mar parecía revolverse. Mientras miraba pasmado, un extrañísimo ser salió de las olas. Tenía cuerpo de leopardo, boca de león y patas de oso, encarnando así las características principales de las primeras tres bestias que Daniel había visto en su visión de Daniel 7. La bestia que vio Juan tenía siete cabezas y diez cuernos. La Biblia nos dice que "el dragón" le dio a la bestia su poder y autoridad. Por último, leemos que una de las cabezas de la fiera recibió una herida mortal y luego fue sanada. Una vez sanada, la bestia persistió otros 42 meses (Apocalipsis 13:1-5).
Una escena casi idéntica es la descrita en Daniel 7. El profeta había tenido una visión de cuatro fieras: un león, un oso, un leopardo de cuatro cabezas y una cuarta bestia espantosa con diez cuernos, que surgía de un mar oscuro y tempestuoso (Daniel 7:1-7). Las fieras que Daniel vio se identifican claramente como la serie de imperios desde la Babilonia de Nabucodonosor, pasando por el Imperio Medopersa y el Imperio Griego de Alejandro, que se repartió en cuatro partes a su muerte; y por último el Imperio Romano. De esta cuarta fiera, que representa al Imperio Romano, salieron los "diez cuernos".
Es importante señalar las semejanzas entre los dos pasajes. En cada caso hay siete cabezas. En Apocalipsis 13 Juan vio una fiera, no cuatro, pero las características eran las mismas: siete cabezas y diez cuernos. En ambas versiones, los profetas emplearon el simbolismo de un león, un oso y un leopardo. ¿Por qué, entonces, había diferencias entre las dos visiones?
Cuando Daniel tuvo la visión, prácticamente se hallaba toda en el futuro. Babilonia, simbolizada por el león, estaba en auge pero las demás estaban por venir. Cuando escribió Juan, más de 600 años después, no solo Babilonia sino también Persia y Grecia habían pasado a la historia; Roma las había absorbido. Juan se centró en los detalles que rodean la séptima cabeza, la que existía en ese momento, y cuya historia habría de escribir por anticipado. Mientras Daniel habló de cuatro imperios, Juan se centró en un sistema derivado de Babilonia y vio los diferentes imperios simplemente como diferentes cabezas de la misma fiera. Daniel identificó lo que vio como algo que comenzaba en su época y continuaba hasta el regreso de Cristo, cuando los santos recibirían el Reino. (Daniel 7:18). El Imperio Romano en los días de Juan era simplemente una continuación de lo que había comenzado en Babilonia.
Recordemos que la Biblia interpreta sus propios símbolos. Daniel 7:23 muestra claramente que las cuatro fieras, que entre todas tienen siete cabezas, son reinos. En Apocalipsis 17:9-10 se identifican las siete cabezas de la bestia como "siete montes" o "siete reyes". Según Daniel 7:24 y Apocalipsis 7:12, los cuernos son símbolo de reyes o reinos. En cuanto al dragón, que es el origen del poder del sistema, Apocalipsis 12:9 nos dice que "el gran dragón [es], la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás".
¿Cuál es la cabeza que recibió una "herida mortal"? Recordemos que de la bestia de siete cabezas descrita en Apocalipsis 13, solamente quedaba la séptima cabeza, el Imperio Romano, en tiempos de Juan. El cumplimiento de lo simbolizado por las seis cabezas anteriores ya había pasado a la historia. Muestra la historia también que el Imperio Romano recibió una herida mortal y que luego recobró la vida y siguió otros "cuarenta y dos meses" proféticos.
El año que se ha tomado desde hace siglos como línea divisoria entre la historia antigua y la medieval es el 476 DC. Esa fecha, que señala la caída del Imperio Romano de Occidente, recuerda el asesinato de su último emperador, Rómulo Augústulo, a manos de los bárbaros. En el siguiente capítulo vamos a estudiar el posterior renacimiento de ese Imperio.
Antes, hay que señalar otro detalle que se encuentra tanto en Daniel 7 como en Apocalipsis 13. En cada caso, diez cuernos salen de la séptima cabeza, el Imperio Romano. Juan vio una diadema en cada cuerno (Apocalipsis 13:1) y Daniel explicó que los cuernos representan reyes o reinos (Daniel 7:24).
Daniel también nos dice que entre los diez cuernos surgió un "cuerno pequeño", y que delante de este "fueron arrancados" los tres primeros. Para saber lo que esto significa, tenemos que ahondar más en la historia del Imperio Romano.
En el año 286 DC, el emperador Diocleciano dividió el Imperio Romano en Oriental y Occidental para fines administrativos. Esto estaba simbolizado por las "dos piernas" de Daniel 2. A la "pierna" occidental le esperaban graves problemas. Ya en el año 400 DC el Imperio de Occidente se encontraba moribundo. Luego de una serie de incursiones transfronterizas perpetradas por los bárbaros, por primera vez en ocho siglos la misma Roma fue saqueada por Alarico y sus visigodos en el año 409 DC.
A medida que se derrumbaba el Imperio Romano de Occidente, tres grupos de invasores bárbaros: los vándalos, los hérulos y los ostrogodos; pretendían establecerse como sucesores de los emperadores romanos occidentales. El Emperador de Oriente dio su reconocimiento oficial a cada uno como continuación del legítimo gobierno romano de Occidente. Pero en el Occidente estaba surgiendo otra autoridad que logró derrocarlos a todos.
Este líder era el obispo de Roma. Mientras los emperadores occidentales se debilitaban, el obispo de Roma iba aumentando su poder e influencia. No se trataba solamente de un creciente poder religioso sobre la comunidad llamada cristiana, sino del poder civil y político también. En particular, le inquietaban los vándalos, los hérulos y los ostrogodos, que profesaban el cristianismo, pero en una versión no trinitaria llamada arrianismo. Por no ser "ortodoxos", el obispo de Roma veía en ellos una amenaza a la unidad religiosa del Imperio.
Los vándalos invadieron el Norte de África en el año 429. Tras varios años de pelea, celebraron un tratado en el 435, según el cual los romanos los "reconocían" como la prolongación legítima del Imperio en el Norte de África. Los vándalos quisieron ampliar su poder como sucesores de Roma. En el año 455 saquearon la propia ciudad de Roma. Tan completa fue la destrucción, que hoy todavía tildamos de "vándalos" a los que destruyen la propiedad ajena. Pero con el tiempo, también los vándalos fueron derrotados. En África los vándalos eran odiados como arrianos [por la Iglesia de Roma] y tenían que vérselas con las graves sublevaciones de los beréberes, sin embargo no se quebrantó su poder hasta los años 533-548 con las guerras vandálicas [del emperador oriental] Justiniano.
En el 476 DC, unos veinte años después del saqueo de Roma por los vándalos, los hérulos bajo Odoacro derrocaron a Rómulo Augústulo, último emperador romano en el Occidente. El emperador de Oriente, Zenón, "reconoció" a Odoacro como la continuación legítima del gobierno romano en Italia. Sin embargo, Odoacro era arriano, y a petición del obispo de Roma, Zenón despachó a Teodorico, jefe de los ostrogodos, para sacar a los hérulos en el año 488. Los obispos ortodoxos de Italia, disgustados por el arrianismo de Odoacro, respaldaron al invasor arriano [Teodorico] a quien vieron como un emperador casi ortodoxo. Con su ayuda, Teodorico quebrantó la tenaz resistencia de Odoacro tras cinco años de guerra y lo convenció de que pactara la paz en el 493. Invitó a Odoacro y a su hijo a cenar con él en Ravena, los alimentó con liberalidad y los mató con su propia mano.
El gobierno de los ostrogodos en Italia, aunque aceptado como medio para eliminar a los hérulos, siguió disgustando al obispo de Roma y a la población católica. El general Belisario, quien fue despachado por Justiniano en el año 533 con 500 naves de transporte y 92 barcos de guerra para librar a África de los vándalos, pasó a Italia en el 536 para echar fuera a los ostrogodos. Las fuerzas ostrogodas eran escasas y divididas; el pueblo de Roma saludó a Belisario como libertador y el clero lo acogió como trinitario; entró en Roma sin oposición.
Fue así como se arrancaron los tres primeros "cuernos" a instancias del obispo de Roma, el "cuerno pequeño" de Daniel 7. Se estaba preparando el escenario para el verdadero renacer del Imperio Romano de Occidente. Esta restauración, que se produjo en el 554, como todas las restauraciones subsiguientes, se hizo con la bendición del obispo de Roma y con su participación como íntimo protagonista en los diversos resurgimientos del Imperio de la Roma antigua.
Los carteles para turistas presentan una Roma fascinante: Ciudad de siete colinas, repleta de las glorias arquitectónicas del pasado y del presente. Roma es una ciudad de contrastes. Viejas edificaciones y ruinas antiguas compiten por espacio con una ciudad palpitante y moderna. Veintisiete siglos vinieron y se fueron desde su legendaria fundación por Rómulo y Remo. Durante este largo período, la extraordinaria ciudad ha desempeñado un papel sin precedentes en la historia de la civilización occidental ¡como una sede de poder e intrigas!
Bien acomodado dentro de la ciudad de Roma se encuentra el territorio soberano más pequeño del mundo: La ciudad del Vaticano. La minúscula ciudad estado, gobernada por el pontífice romano, mantiene sus propias relaciones diplomáticas con las grandes potencias y participa de lleno en los asuntos internacionales. El Vaticano, sin embargo, aspira a ser mucho más que un simple participante. Lo que busca es alcanzar de nuevo aquel papel guiador que cumplió durante tantos siglos.
Aunque el antiguo Imperio de Roma recibió una herida fatal con la muerte del último emperador en el año 476 DC, ¡ese no fue el fin de la historia! Los tres primeros reinos que surgieron del antiguo Imperio Romano, es decir, los vándalos, los hérulos y los ostrogodos; fueron "arrancados" mediante el poderío del emperador oriental Justiniano, a instancias del Papa. La "restauración imperial" de Justiniano, lograda en el 554, "sanó" la "herida mortal" y dio comienzo al primero de seis intentos históricos por restaurar y llevar adelante al Imperio de la Roma antigua. Según la Biblia, falta por venir una séptima y última restauración. ¡La vida de usted se verá profundamente afectada por sucesos que aún están por cumplirse en aquella urbe que sus habitantes llaman la ciudad "eterna"!
Al concluir el período de las guerras góticas en el 553 DC, Italia quedó en estado de pobreza y caos. Roma había sido capturada, sitiada, saqueada y sometida al hambre. Finalmente, los ejércitos del emperador de Oriente, Justiniano, se impusieron victoriosos. Habían logrado reconquistar Italia y algunos remanentes del Imperio Occidental, pero, ¿cómo gobernarlo? La respuesta se hallaba en una alianza entre la Iglesia y el Estado que ha sido factor determinante de la historia de Europa Occidental desde entonces. Aunque la autoridad secular en el Occidente se había derrumbado, la supervivencia de la organización eclesiástica bajo el obispo de Roma se presentaba incluso a ojos de los emperadores como la salvación del Estado. En el año 554 Justiniano promulgó un decreto en virtud del cual individuos aptos e idóneos, capaces de administrar el gobierno local, debían ser escogidos como gobernadores de las provincias por los obispos y personas principales de cada provincia".
Este hecho se conoce en la historia como la restauración imperial. Los emperadores en Bizancio siguieron como gobernantes nominales de un Imperium Romanum revivido en el Occidente del año 554 hasta el 800. Pero conforme a los términos del decreto de Justiniano, los obispos de Roma, que ahora se llamaban papas, llevaban las riendas del poder y eran, por lo tanto, los verdaderos jinetes montados sobre la bestia imperial en el Occidente.
Es importante notar en este punto una diferencia significativa entre la bestia descrita en Apocalipsis 13 y la de Apocalipsis 17. La primera corresponde a lo que vio Daniel en Daniel 7. Juan describió una fiera que comenzaba en la Babilonia de Nabucodonosor y continuaba hasta la época del apóstol. De la séptima cabeza, o sea el Imperio Romano, saldrían diez reinos. Daniel 7 dice que los tres primeros cuernos serían "arrancados". Sin embargo, la bestia de Apocalipsis 17 es diferente. Es una fiera montada por la mujer, cosa que la distingue de la descripción anterior. La bestia de Apocalipsis 17 es la que "no es… y es" (v. 11): el Imperio Romano después de sanada la herida mortal. Esto es lo que la historia ha denominado, tan errada como irónicamente, el "Sacro" Imperio Romano, dominado por la Iglesia de Roma, el cual ha persistido desde el 554 DC hasta los tiempos modernos, pasando por varias restauraciones.
Apocalipsis 17:11 explica que este ser "es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición". Es una continuación de la bestia de siete cabezas descrita en Apocalipsis 13, pero en ciertos aspectos es como una octava cabeza en esa bestia, ya que comienza después que la última cabeza de la bestia de Apocalipsis 13 recibe una "herida mortal". Las siete cabezas de la bestia de Apocalipsis 17 son siete reinos (v. 10): las siete resurrecciones del Imperio Romano, que corresponden a los últimos siete de los "diez cuernos" de Daniel 7 y Apocalipsis 13. Los diez cuernos de Apocalipsis 17 también son diez reyes o reinos (v. 12). Estos entregan su poder a la última versión del Imperio Romano y serán destruidos por Cristo cuando regrese (v. 14). Con esto último, vemos que los cuernos o reyes corresponden a los diez dedos de los pies en la imagen que se describe en Daniel 2.
Veamos ahora otros detalles históricos relacionados con las "siete cabezas" de Apocalipsis 17. En los años que siguieron a la restauración imperial, los emperadores orientales centraron su atención, en general, en lugares menos lejanos. La protección y seguridad que brindaban al Occidente se fue reduciendo hasta ser casi insignificante. Para resolver este problema se realizaron negociaciones privadas entre Carlos, rey de los Francos, y León III, obispo de Roma. Los resultados de las negociaciones se hicieron manifiestos en el año 800 DC.
"El día de navidad, mientras Carlomagno, rey de los francos, ataviado con la clámide y las sandalias de un patricius romanus, oraba de rodillas ante el altar de san Pedro, el papa León sacó repentinamente una corona con joyas preciosas y la colocó sobre la cabeza del Rey. La congregación, quizá siguiendo instrucciones de actuar como el senatus populesque romanus para confirmar la coronación conforme al antiguo rito, gritó tres veces: ‘¡Salve Carlos el Augusto, coronado por Dios el emperador grande y el pacificador de los romanos!’ La testa real fue ungida con óleo santo, el Papa saludó a Carlomagno como Emperador y Augusto. Tras años de contienda, el Emperador oriental en Bizancio reconoció a Carlomagno como coemperador. El Imperium en el Oeste pasó a una segunda cabeza a partir de los días de la "herida mortal" en el 476 y hasta su "curación" en el 554. Ambas ocasiones se cumplieron a instancias del Papa y con su bendición.
El historiador Will Durant señala que "de esta íntima cooperación entre Iglesia y Estado, surgió una de las ideas más brillantes en la historia de la política de estado: la transformación del Reino de Carlomagno en un ‘Sacro’ Imperio Romano respaldado por todo el prestigio, santidad y estabilidad de la Roma tanto imperial como papal".
En el siglo y medio que siguió a la coronación de Carlomagno, su imperio se desintegró paulatinamente bajo una serie de débiles sucesores. Para el año 936, el grupo más fuerte de Europa Central eran los sajones germánicos. En el año 955 Otón, duque de los Sajones y rey de los Germanos, derrotó a los magiares que intentaban invadir Europa Occidental. Años más tarde, entró en Italia por solicitud del papa Juan XII para devolverle el poder, y poco después recibió la corona imperial en Pavía en el año 962. Fue así como se invocó nuevamente al fantasma del Imperio Romano para confirmar la construcción de un estado por parte de un rey semibárbaro. La coronación de Otón señaló la tercera cabeza en la continuación del Imperio Occidental, desde la restauración imperial de Justiniano.
¿Cómo miraban la restauración del Imperio los contemporáneos y sucesores de Otón? El historiador Robert Herzstein escribió: "Por imperio se entendía no una simple expresión, sino un regente cristiano universal para Dios en la Tierra, el cual existiría hasta la venida del Anticristo. Otón, como Carlomagno, recibió el trono porque los papas aseveraban que la Iglesia Romana había sido el único elector imperial desde comienzos del siglo cuarto… El Sacro Imperio Romano, pues, fue germánico en gran parte de su base étnica y política, cristiano en su justificación moral y romano en su pretensión de legitimidad universal".
En un ensayo titulado: El Imperio como una regencia de Dios en la Tierra, el renombrado historiador austríaco Friedrich Heer escribió: "La misión del Imperio era ser el protagonista de Dios en la Tierra, cumplir sus propósitos aquí, proteger al cristianismo y la Iglesia y preservar la justicia de Dios y el orden divino del Universo en la Tierra. El Imperio terrenal era reflejo pasajero de la ciudad de Dios eterna… En los símbolos imperiales esta pretensión quedaba manifiesta ante todo el mundo: con la manzana imperial, llena de tierra de los cuatro rincones del mundo, el Emperador sostiene al mundo entero en su mano… El emperador denominó a la corona imperial la corona urbis et orbis [la corona de la urbe, Roma y del orbe, el mundo]; a sí mismo se veía como el caput mundi y el dominator orbis et urbis [cabeza del mundo y gobernante del globo y de Roma]".
El Imperio resucitado de Otón duró casi 300 años. Finalmente, con la muerte de Conrado IV en 1254, el Imperio quedó tan desgarrado por facciones rivales que se produjo un interregno [período sin emperador] de19 años. Luego, en 1273 fue elegido emperador Rodolfo I, el primero de la familia de los Habsburgo que ascendía al trono imperial. El momento culminante de esta cuarta restauración del viejo Imperium Romano fue la coronación de Carlos V en 1530 en Boloña por parte del papa Clemente VII. Carlos V, descendiente de Rodolfo de Habsburgo rigió un imperio inmenso. De su madre Juana, hija de Fernando e Isabel, heredó España y todas las posesiones españolas en el Nuevo Mundo. De su padre heredó los extensos dominios de los Habsburgo en Alemania, Italia y Europa Central.
Después de Carlos V, el poder de los Habsburgo se fue menguando. Para el siglo 18, el título de Sacro Emperador Romano ya era bastante vacío. En la última década del siglo 18, toda Europa fue sacudida por la Revolución Francesa y los acontecimientos que la siguieron. En Francia subió al poder un individuo de dotes excepcionales y de grandes ambiciones. Se llamaba Napoleón Bonaparte y aspiraba a mucho más que la presidencia de una República Francesa o el trono de Francia. Su ambición no era otra que la restauración del Imperio Romano bajo su mando como Emperador. El historiador Will Durant observa que "soñaba con emular a Carlomagno y unificar a Europa Occidental".
Napoleón se consideraba sucesor de César y de Carlomagno. Montó un plebiscito, el cual ganó por votación de 3.572.329 contra 2.569. Se hizo proclamar emperador por el Senado de Francia el 18 de mayo de 1804 y enseguida comenzó negociaciones con el papa Pío VII para que este fuera a París a consagrarlo como Emperador. Cumplidas las negociaciones, la coronación se efectuó el 2 de diciembre.
Los Habsburgo de Austria fueron profundamente afectados por la presión diplomática y militar de Napoleón, especialmente por su adquisición del título imperial. Dos años más tarde, por instigación de Napoleón, 16 príncipes y sus estados se retiraron del Sacro Imperio Romano, formaron la Confederación del Rin y le pidieron a Napoleón que los tomara bajo su protección como parte de su Imperio. El siguiente mes, el 6 de agosto de 1806, Francisco II renunció a su título, ahora sin ningún poder, de emperador del Sacro Imperio Romano. Ahora el Imperio Europeo de Napoleón se extendía del Atlántico al río Elba. Su Imperio renovado estaba constituido por España, Francia, Holanda, Bélgica, Alemania Occidental y finalmente toda Italia. Fue así como Napoleón se convirtió en la quinta cabeza del Imperium Occidental, cuya primera restauración fue la de Justiniano.
Pero el Imperio de Napoleón no estaba destinado a tener larga vida. Una coalición encabezada por Inglaterra produjo su derrota y abdicación en 1814, poniendo fin a un período de 1260 años desde la restauración imperial bajo Justiniano en el año 554. Fue así como se cumplieron las profecías bíblicas de Apocalipsis 13:3: La "bestia" que recibió una herida mortal, la herida sanada y su "autoridad para actuar cuarenta y dos meses" (42 "meses" de 30 días equivalen a 1.260 "días"). La abdicación de Napoleón señaló el fin de una era. Según las Escrituras, faltaban aún dos intentos más por revivir la gloria y grandeza de la Roma antigua.
Derrotado Napoleón en 1814, Alemania e Italia permanecieron divididas e impotentes por medio siglo. Ambas estaban fraccionadas en estados pequeños y desgarradas por riñas internas. Para 1871, Bismark había logrado unir a toda la Alemania no habsburga bajo el Rey de Prusia, mientras Garibaldi unificaba toda Italia bajo el Rey norteño de Piamonte-Cerdeña.
La unión forjada por Garibaldi llevaba 50 años cuando llegó al poder en esa Italia unida un hombre fuerte con la aspiración de restaurar una vez más la grandeza y la gloria de la Roma antigua.
Se llamaba Benito Mussolini y llegó al poder encabezando su partido fascista en 1922. Los fascistas toman su nombre de las fasces de la Roma imperial: Un hacha envuelta en un haz de varillas, que significa unidad y autoridad. La llevaban los cónsules romanos como símbolo de su cargo.
Desde 1870, cuando el ejército italiano del rey Víctor Manuel había derrotado a los ejércitos papales y capturado Roma, reinaba un ambiente tenso entre los pontífices y los nuevos gobernantes de la Italia recién unificada. Finalmente, en 1929, Mussolini firmó con el Pontífice el Tratado de Letrán que estableció la soberanía papal sobre la ciudad del Vaticano y convirtió al gobierno de Mussolini en el primer gobierno italiano de la época moderna que tuviera el reconocimiento oficial del Papa.
El concordato que se firmó entre el papado y el gobierno de la Italia fascista fue el preludio del que fue firmado cuatro años después entre el Vaticano y el gobierno nazi de Alemania. La función del papado en el establecimiento tanto de Mussolini como de Hitler en el poder se narra en detalle en la obra titulada: El Papa de Hitler, la historia secreta de Pío XII (John Cornwell).
Deseoso de restaurar la "gloria", Mussolini buscó lugares para conquistar. Etiopía, cuyos ejércitos habían sacado en desbandada a los italianos de África Oriental en 1896, parecía buen partido. Mussolini procedió a invadir Etiopía y Somalia, y en 1936 proclamó con presunción desde el palacio Venecia después de 15 siglos, la reaparición del Imperio en las colinas predestinadas de Roma. Luego procedió a hacer una alianza con Adolfo Hitler, gobernante de Alemania desde 1933, la cual dio origen al eje Roma-Berlín de la Segunda Guerra Mundial. Este sexto intento por unir a Europa restaurando el concepto de la Roma imperial cayó envuelto en llamas e ignominia en 1945.
Después de la Segunda Guerra Mundial, muchos pensaron y dijeron que los días de la grandeza de Europa habían fenecido. Las ciudades, los campos y las economías nacionales de todo el Continente estaban en ruinas, especialmente en Alemania. Para muchos, el comunismo era la ola del futuro en Europa. Al fin y al cabo, al terminar la guerra Stalin había implantado rápidamente la bota rusa en toda la extensión de Europa que pudo ocupar. La idea de una Europa encabezada por Alemania y desempeñando un papel importante en los asuntos mundiales era algo que, para la mayoría de los observadores, jamás podría volver a suceder.
Sin embargo, en 1957, transcurridos apenas 12 años desde el final de la guerra, el Tratado de Roma dio comienzo a un Mercado Común formado por Francia, Alemania Occidental, Italia, Bélgica, Luxemburgo y Holanda. Este fue el antecesor directo de lo que hoy es la poderosa Unión Europea.
¿Estará la Unión Europea preparando el camino hacia el futuro, para un séptimo y último intento por resucitar el poderío y esplendor de la Roma imperial? Comparando Daniel 7 con Apocalipsis 13, se ve que los "diez cuernos" (reinos) surgieron del Imperio Romano, que es la séptima cabeza de la "bestia". Los tres primeros cuernos (vándalos, hérulos y ostrogodos) fueron "arrancados" a instancias del Papa, cumpliendo así la profecía de Daniel 7:7-8, 23-25. Quedaban aún los últimos siete "cuernos". Con respaldo del Papa se hicieron seis intentos por restaurar el Imperio de la Roma antigua. Estos llegaron y se fueron, y ahora son parte de los anales de la historia.
La historia de las siete restauraciones (seis en el pasado y una en el futuro) también se narra en símbolos en Apocalipsis 17. Vemos aquí una bestia con siete cabezas y diez cuernos. Es diferente de la bestias en Daniel 7 y Apocalipsis 13, pues sobre ella cabalga una mujer, símbolo de una entidad religiosa, que es "un misterio: Babilonia la grande" (17:5). En otras palabras, es una perpetuación de la antigua religión babilónica de los misterios, hecha grande y poderosa.
Es claro que la bestia de siete cabezas en Apocalipsis17 es el Sacro Imperio Romano, pues "las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer" (Apocalipsis 17:9). En el versículo 10 se identifican los siete montes como siete reyes o reinos. Las bestias presentadas en Daniel 7 y Apocalipsis13 no llevaban encima a una mujer, pero la de Apocalipsis17 sí. Esta, al igual que su antecesora, tiene 10 cuernos en la cabeza final. En Apocalipsis 17, los 10 cuernos representan 10 futuros gobernantes que entregarán colectivamente su poder y autoridad a "la bestia", restauración del Sacro Imperio Romano en los tiempos del fin. Esto será en el futuro, pues los diez pelearán contra Cristo a su regreso (Apocalipsis 17: 12-14, 17).
Esto nos trae de nuevo a la primera visión interpretada por Daniel: la imagen en Daniel 2 de las dos piernas de hierro terminadas en pies de hierro mezclado con barro cocido. Vimos que los diez dedos, cinco en cada pie, serán destruidos por Cristo a su regreso antes de establecer el Reino de Dios en la Tierra (Daniel 2:34-35, 42-44). Los diez dedos de Daniel 2 y los diez cuernos de Apocalipsis 17 son sinónimos: símbolos de diez gobernantes que darán su respaldo y lealtad colectiva a la séptima y última restauración del Imperio Romano.
Las piernas de la imagen que vemos en Daniel 2 representan al Imperio Romano, dividido en Oriental y Occidental por el emperador Diocleciano en el año 286 de nuestra era. La profecía bíblica se concentra en la prolongación del Imperio Occidental: la bestia sobre la cual cabalga la "mujer". Pero Daniel 2 muestra que la pierna oriental también cumple un papel en la restauración final. El Imperio Romano en el Oriente siguió con sus emperadores en Constantinopla hasta 1453, cuando los turcos otomanos se apoderaron de la ciudad y mataron al último emperador, Constantino XI.
Pero esto no marcó el final de la "pierna" Oriental. En 1472, 19 años después de la caída de Constantinopla, el Papa celebró la boda de Iván el Grande, duque de Moscovia, con Zoé, nieta y heredera del último emperador oriental. "La boda fue importante en el establecimiento de la pretensión de los gobernantes rusos como sucesores de los emperadores griegos y protectores del cristianismo ortodoxo. Iván tomó el título de Tzar (o Zar), es decir "César". Es así como el Imperio Romano se prolongó en la historia como dos piernas. Dos individuos pretendían ser el sucesor de César. En la región latina, germana, católica del Occidente; el título tomo la forma de Káiser. En la región griega, eslava, ortodoxa; el título fue Zar.
Aquel que declara "el fin desde el principio" revela que un día los diez reyes (o gobernantes) que son sucesores de ambas "piernas", tanto la oriental como la occidental, se unirán, formando la última resurrección del Imperio Romano y encarnación final de Babilonia.
Hay algunas malas noticias para el futuro. Los diez gobernantes finales darán su apoyo a una futura unión de iglesia y estado en Europa, la cual aspirará al dominio mundial. En palabras de Johannes Haller, conocido historiador alemán fallecido en 1947: "En la memoria del pueblo alemán, el antiguo Imperio [el Sacro Imperio Romano] perdura como una época de grandeza y esplendor que algún día tendrá que revivir" (La época más grande del pueblo alemán, 1944).
Luego de un interludio de paz y prosperidad aparentes, este sistema arrastrará al mundo entero a una pesadilla infernal. Si Dios no interviniere enviando a Jesucristo de regreso a la Tierra, el resultado sería la destrucción total. No quedaría vida en el planeta (Mateo 24:21-22, 29-30).
Pero más allá de las malas noticias, hay buenas noticias. Realmente son las mejores que puede haber. En los días de aquella unión final de gobernantes europeos, "el Dios del Cielo levantará un Reino que no será jamás destruido. Permanecerá para siempre" (Daniel 2:44).
Muy pocos temas proféticos han suscitado más conjeturas y especulación que "la marca de la bestia". Además de una "marca", Apocalipsis 13 también menciona una "imagen" de la bestia así como el misterioso "número de su nombre… Y su número es seiscientos sesenta y seis". ¿Qué significan estos símbolos enigmáticos?
Antes de examinar el número, la imagen y la marca; reflexionemos sobre lo que hemos establecido hasta aquí. La bestia de los últimos días está claramente identificada en la Biblia como la sucesora moderna del antiguo Imperio de Babilonia. El profeta Daniel identificó cuatro reinos sucesivos: Babilonia, Persia, Grecia y Roma. El "cuarto reino", o sea Roma, había de prolongarse con siete restauraciones hasta el regreso del Mesías, cuando el Dios del Cielo destruirá al Imperio Romano final y establecerá un Reino de duración eterna.
Como el Imperio Romano es la bestia descrita por Juan en Apocalipsis 13 y Apocalipsis 17, su "marca" es una marca o señal indicativa de dicho imperio. La "imagen" de la bestia tiene que ser algo que siga el modelo del Imperio Romano.
Antes de seguir adelante, notemos que Apocalipsis 13 menciona una segunda "bestia" de origen no celestial sino terrenal (v. 11). Su fachada es la de una entidad cristiana, y busca identificarse con Cristo, el Cordero de Dios (ver Juan 1:29), pero recibe su poder del diablo, el dragón, la "serpiente antigua" (Apocalipsis 12:9). En las profecías, un cuerno es indicativo de soberanía o autoridad, y esta fiera está dotada de dos cuernos. Apocalipsis 13:12 revela que ella insiste en que todos den su lealtad al Sacro Imperio Romano, la bestia cuya herida mortal fue sanada (v.12). La segunda bestia hace grandes milagros, con los cuales engañará a la humanidad (vs.13-14). En Mateo 24:24 Cristo profetizó la aparición de "falsos Cristos" que lograrán embaucar a todos, excepto a los elegidos.
¿Hubo alguna institución, históricamente, que decía representar a Cristo ["como un cordero"] (Apocalipsis 13:11) y que ejercía el dominio sobre el pueblo por medio de "milagros"? (v. 14). ¿Una institución que cambió las leyes de Dios (Daniel 7:24-25) y que insistía en que sus adeptos entregaran su lealtad al Sacro Imperio Romano? Durante todo el período medieval, ¡la Iglesia de Roma hizo precisamente esto!
¿Por qué los dos cuernos? La Iglesia de Roma es a la vez un gobierno eclesiástico y civil. El Papa es a la vez un líder religioso y el jefe de un estado civil. La profecía bíblica muestra que la unión iglesia-estado de la Edad Media fue antecesora de sucesos que ocurrirán en mucho mayor grado en los tiempos del fin.
¿Cuál podrá ser la marca o señal del Imperio Romano? Sea lo que fuere, en pocos años se impondrá como requisito para todos los que vayan a participar en el sistema económico de Babilonia la grande (Apocalipsis 13:17). Por sus acciones, quienes la acepten traerán sobre sí toda la ira divina (Apocalipsis 14:9-10). Sea lo que sea esta señal, ha existido desde hace siglos porque todos los mártires justos la han rechazado (Apocalipsis 20:4). Describiendo la interacción de la Iglesia de Roma y el Sacro Imperio Romano del Medioevo, Apocalipsis 13 deja en claro que la marca, la imagen y el número del nombre de la bestia existían durante la Edad Media como precedentes de hechos que ocurrirán en el tiempo del fin.
En años pasados, se han planteado muchas sugerencias e intentos por identificar la marca. Por allá en los años treinta, algunos quisieron relacionarla con las tarjetas de Seguridad Social exigidas por la administración del presidente Roosevelt en los Estados Unidos. Otros han visto implicaciones siniestras en los códigos de barras que se descifran con lectores en los cajeros. Aun otros han sospechado de las tarjetas bancarias para el cajero automático y de otras novedades tecnológicas. Muchos creen que un día se va a implantar en los ciudadanos incautos algún tipo de tatuaje o chip de computador oculto. Si no observamos con cuidado todo lo que revela la Biblia sobre este tema, no podremos entender claramente.
Apocalipsis 14:10 revela que la ira de Dios se derramará sobre quienes reciben la marca de la bestia. Veamos la enseñanza clara del apóstol Pablo respecto de los que reciben la ira divina. Colosenses 3:6 nos dice que "la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia". Por tanto, la marca de la bestia es una marca de desobediencia a Dios. Señala a quienes rehúsan guardar sus mandamientos pese a la predicación de los dos testigos y pese a la advertencia final dada por un ángel de Dios (Apocalipsis 14:9).
La marca de la bestia se revela claramente como una marca de desobediencia a Dios y sus leyes. ¿Revela la Biblia que hay alguna señal contraria, una de obediencia que identifique al verdadero pueblo de Dios? Leamos Éxodo 31:13-17. Aquí Dios le declaró a la antigua Israel que sus sábados eran una señal entre Él y su pueblo ¡para siempre! El sábado es el mandamiento prueba que identifica al verdadero Dios de la creación y a las personas que obedecen sus mandamientos y sus leyes.
Apocalipsis 13 explica que la marca de la bestia, que es señal de desobediencia a Dios, se recibe en la mano y en la frente. De igual manera, la obediencia a la ley de Dios también se lleva en la mano y en la frente. Veamos Deuteronomio 6: "Estos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que el Eterno vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla; para que temas al Eterno tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos… Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos" (vs. 1-2, 8). La mano es símbolo de las acciones y la frente es la sede del intelecto. La obediencia a Dios tiene que ver con las acciones (la mano) y la voluntad (la frente).
La marca de la bestia es una señal de desobediencia a Dios. Implica no solamente el rechazo a la señal divina de obediencia, el sábado, sino también la aceptación de una señal o marca falsificada. Esta señal es en realidad una marca derivada de Babilonia y Roma. ¿Hay una señal semejante que haya llegado hasta los tiempos modernos?
En la antigua Babilonia los reyes hacían de sumos sacerdotes del Sol, Bel-Marduk. "Tomar la mano de Bel-Marduk" era una parte de la ceremonia de consagración como rey en Asiria y Babilonia ("Religión asiria y babilónica", Enciclopedia británica, ed. 11). La celebración del solsticio de invierno alrededor del 25 de diciembre era considerada el natalicio del Sol y era una fiesta importante, que se asociaba con el intercambio de regalos y el sagrado árbol siempre vivo.
El culto pagano al Sol se encontraba no solamente en Babilonia sino también en cada uno de los sucesores de esa civilización, primero Persia y luego el mundo helenista y Roma. En los períodos de las cuatro bestias de Daniel, el culto al Sol había adquirido una posición destacada como religión imperial.
Persia fue el primer sucesor de Babilonia. La antigua religión persa giraba en torno al culto a Mitra, Dios de la luz. Luego, por influencia de Babilonia, Mitra llegó a identificarse con el dios babilónico del Sol. Los griegos de Asia Menor identificaron a Mitra con su propio dios solar, Helios, y contribuyeron a la propagación del culto al Sol en el Occidente. Alejandro Magno viajó a Egipto, al templo de Amón-Ra, para que allí los sacerdotes lo proclamaran el hijo del dios Sol. ¿Y Roma? "Mitra, identificado con el Sol Invicto en Roma, se convirtió así en el dador de autoridad y victoria a la casa imperial" ("Mitra", Enciclopedia británica, ed. 11). El Diccionario clásico de Lempriere afirma que Sol, el dios solar de Roma, se adoraba como "el Baal o Bel de los caldeos [babilonios]". El Imperio Romano adoptó de sus antecesores el culto al Sol y sus símbolos, ¡y los transmitió a todo el mundo occidental!
En la actual Siria hay una aldea árabe diminuta llamada Baalbek. Allí se encuentran las ruinas de dos templos majestuosos, antaño el orgullo de Heliópolis, la "ciudad del Sol" grecorromana. Veamos la explicación del historiador Will Durant: "Augusto plantó allí una pequeña colonia, y el pueblito creció como sede sagrada del Dios Sol Baal… Bajo Antonino Pío y sus sucesores, arquitectos e ingenieros romanos, griegos y sirios edificaron, en el local de un antiguo templo fenicio a Baal, un imponente santuario a Júpiter Heliopolitanus". Fue así como el Júpiter romano llegó a identificarse con Baal, el antiguo dios del Sol.
Otro gran centro de culto solar era el templo en Heliópolis, en Egipto, donde se levantaba un gran obelisco consagrado al Sol. Alrededor del año 40 DC el emperador romano Calígula hizo transportar el obelisco de Egipto a Roma, donde lo hizo erigir en su circo en el monte del Vaticano. En 1586, por orden del papa Sixto V, el antiguo obelisco, que mide 25 metros de alto y pesa 320 toneladas, se transportó una corta distancia hasta su lugar actual. Con el esfuerzo de 800 trabajadores, 160 caballos y 45 cabrestantes; el obelisco se centró exactamente delante de la entrada de la catedral de San Pedro, donde sigue hasta el día de hoy.
En Roma, antes del período de los emperadores, hubo un culto dedicado al dios Sol. La obra Religiones mundiales desde tiempos antiguos hasta el presente, de Parrinder, examina el avance del culto solar como la religión de Roma:
"Era natural que al trasladarse hacia el Oriente el centro de gravedad del Imperio Romano fuera aumentando el poder del culto al Sol. Ya era fuerte en la propaganda imperial; la casa Dorada de Nerón era habitación apropiada para la encarnación del Sol, y Antonio le rendía especial honra al Sol. Bajo la dinastía de los Severo el culto al Sol llegó a ser predominante; el dios Sol se pintaba con la barba característica de Severo, y el emperador asumió el título Invictvs (Invicto), que era el epíteto peculiar del Sol… El Sol era un extraordinario símbolo unificador y un punto de convergencia para todo el Imperio… En el año 274 DC, Aureliano estableció al dios Sol como el dios supremo del Imperio Romano".
Aureliano, emperador del 270 al 282 DC, atribuía el caos moral y político de Roma en el siglo tercero en gran parte al fraccionamiento religioso. Quiso unir a todo el Imperio en el culto al dios Sol y al Emperador como vicario de esa deidad en la Tierra. Edificó en Roma un resplandeciente templo al Sol en el cual esperaba que se fundieran el Baal de Emesa y el dios del mitraísmo. Aureliano avanzó aquella orientalización de la monarquía que había comenzado con Elagábalo y se completaría con Diocleciano y Constantino.
Constantino, considerado el primer emperador "cristiano" de Roma, era devoto del dios Sol. De hecho, el cristianismo del emperador Constantino era ambiguo. Su familia, por tradición, debía lealtad al dios Sol; la famosa visión de la cruz que tuvo el emperador al marchar sobre Roma le vino del Sol. El Sol siguió figurando en sus monedas durante todo el decenio, así como en su arco en Roma; su propia estatua en Constantinopla llevaba la corona de rayos del dios Sol. En el primer siglo, la semana planetaria de siete días estaba ganando popularidad en Roma. La semana de siete días en sí tuvo su origen en la creación (Génesis 1), y los judíos conservaron el conocimiento del ciclo semanal correcto. Pero en Babilonia cada uno de los siete días de la semana se asoció con aquello que los antiguos llamaban los siete planetas: el Sol, la Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno. Esto es significativo porque prepara el escenario para una proclama imperial que dejó su sello indeleble en el mundo de la cristiandad: una señal, o marca, derivada del antiguo culto al Sol.
La Enciclopedia británica anota: "El primer reconocimiento de la observancia del día domingo como un deber legal es una constitución de Constantino del año 321 DC, la cual disponía que todos los tribunales de justicia, los habitantes de las ciudades y los talleres habían de descansar el domingo (venerabili die Solis)" ("Domingo", ed. 11).
Al emplear la expresión latina que se traduce como "venerable día del Sol", Constantino identificó al primer día de la semana con el día dedicado desde tiempos antiguos al dios Sol. Mediante el decreto de un emperador romano, una marca de la antigua Babilonia, a saber: El culto solar quedó estampada a la fuerza en los habitantes del Imperio Romano. Esa marca, junto con otros símbolos del culto al Sol, continuó en tiempos medievales y ha persistido hasta la época moderna.
Hemos visto que la segunda bestia mencionada en Apocalipsis 13 es nada menos que la Iglesia de Roma, mientras que la primera bestia mencionada es el Imperio Romano. La Iglesia de Roma, o sea la segunda bestia, dio órdenes de hacer una "imagen" de la primera bestia. ¿Qué es una imagen? Es una copia, modelo, representación o contraparte. Por lo tanto, la imagen de la bestia es una contraparte del antiguo Imperio Romano, algo que siguió el modelo del Reino o gobierno romano pagano. Veamos la afirmación muy clara del historiador y hombre de estado inglés James Bryce, quien dice que el "sistema papal en sí, siguió el modelo del imperio antiguo".
Apocalipsis 13 dice que la iglesia falsa, es decir la segunda bestia, insiste en que todos los ciudadanos entreguen su lealtad y devoción (adoración) a la imagen, que es la estructura organizacional religiosa que imita al Imperio Romano. A quienes rehúsen, los hace matar (Apocalipsis 13:15). Durante el Medioevo, la Iglesia no era la que consumaba el castigo, sino que declaraba herejes a quienes rehusaran someterse al sistema. Los que eran declarados anatema de la Iglesia se consideraban enemigos del estado, y de ellos se encargaba el gobierno civil.
El Imperio Romano del primer siglo era autoritario. Sin embargo, muchos desconocen que las elecciones para muchos cargos eran una práctica que se cumplía y se aceptaba. Incluso el emperador era elegido, supuestamente por el Senado, aunque más comúnmente por la guardia del pretorio o por el ejército.
Algunos de los ancianos a quienes Pablo amonestó (Hechos 20:30), se convirtieron más tarde en cabecillas para engañar al pueblo de Dios, haciéndolo seguir el patrón de los municipios romanos y haciendo reuniones eclesiásticas públicas con los funcionarios elegidos. Veamos las afirmaciones del historiador Arthur Boak: "Estos municipios seguían el mismo patrón de Roma, si bien ciertos títulos, como los de cónsul y Senado, se reservaban para la ciudad capital… Todos los funcionarios se elegían por voto popular". El doctor Boak prosigue: "Mientras en Roma y los municipios las clases más bajas gozaban de escasa oportunidad de participar en la actividad política, tenían su recompensa en la vida social de sus gremios o colegios… Así surgieron colegios profesionales, religiosos y funerarios. Su organización seguía el patrón de los municipios". Refiriéndose al desarrollo de la incipiente Iglesia Católica Romana, el doctor Boak agrega: "En su organización, estas comunidades eran del mismo tipo general, semejantes a los collegia religiosos romanos".
En las congregaciones crecía cada vez más el número de inconversos que querían "voz y voto". Escogían maestros, los cuales confirmaban las elecciones y daban gusto a sus oyentes con enseñanzas que los iban arrastrando de vuelta hacia las viejas costumbres paganas del mundo que los rodeaba. En su última carta a Timoteo, el apóstol Pablo profetizó estos hechos de un modo muy directo: "Vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas" (2 Timoteo 4:3-4).
El historiador Edward Gibbon escribió: "Pronto el orden de las deliberaciones públicas introdujo el cargo de presidente, dotado por lo menos con la autoridad de reunir el sentir de la asamblea y ejecutar sus resoluciones". Gibbon describe asimismo los tiempos que siguieron al reinado de Constantino:
"La silla episcopal se solicitaba, especialmente en las ciudades grandes y opulentas del Imperio, como una dignidad no espiritual sino temporal. Los grandes intereses, las pasiones de egocentrismo y enojo, las artes de la perfidia y el disimulo, la corrupción secreta, la violencia abierta y aun cruenta, que fueron la vergüenza de las elecciones libres en los estados de Grecia y Roma, influían con lamentable frecuencia la elección de los sucesores de los apóstoles".
Con las instituciones y prácticas del Imperio Romano como su modelo, los hombres idearon una estructura gubernamental para la Iglesia. La búsqueda de la voluntad divina dio paso a las maniobras políticas. La palabra clara de Dios, que ofrecía corrección y reproche, se reemplazó por enseñanzas atractivas y tranquilizantes.
El problema con la Iglesia de Roma fue que reemplazó el gobierno de Dios por una estructura política humana. En el gobierno de Dios, los ancianos deben ser nombrados, con base en sus frutos, por aquellos que Cristo ya ha puesto como líderes en su Iglesia (Tito 1:5-9). El gobierno de Dios se basa en su ley divina, y Dios lo valida conforme a los frutos positivos que dé (Mateo 7:15-23; ver Números 17:7-10).
La Iglesia de Roma se desarrolló siguiendo el modelo del antiguo Imperio Romano, del cual derivó su estructura. Se exigía la adhesión idolátrica a la estructura organizacional aunque esta pretendiera "cambiar los tiempos y la ley" (ver Daniel 7:25). En su gobierno Dios indica claramente, por medio de los frutos, dónde está dirigiendo y nosotros nos sometemos a los líderes humanos siempre y cuando estén siguiendo a Cristo (1 Corintios 11:1).
¿Qué podemos saber sobre del misterioso número seiscientos sesenta y seis? Son muchas las soluciones ingeniosas ideadas para atribuir ese número a ciertos individuos; pero, ¿a qué se refiere la Biblia cuando dice que este es el número de un hombre?
Antes de que el mundo occidental adoptara la numeración árabe en el siglo 13, las letras del alfabeto servían también de números. Así, los nombres podían tener un valor numérico. La mayoría conocemos los números romanos, en el cual las letras del alfabeto latino tienen un significado numérico. En este sistema, I=1, V=5, X=10 y así sucesivamente. La Biblia se escribió en hebreo y en griego, dos idiomas que tienen un sistema similar.
La primera solución propuesta al significado de 666 es la que se atribuye por tradición a Policarpo, discípulo del mismo apóstol Juan, quien redactó el Apocalipsis. Esta tradición se ha preservado en los escritos de Ireneo, que datan del segundo siglo. El número 666 está "contenido en las letras griegas de Lateinos (L=30, A=1, T=300, E=5, I=10, N=50, O= 70, S=200). Lateinos es un término griego que se refiere a los romanos. Es interesante notar que la expresión griega para "el reino latino" (h Latina Basileia) también tiene el valor numérico 666. Los autores griegos solían referirse así al Imperio Romano. El libro del Apocalipsis se escribió originalmente en griego, pues se dirigía a las iglesias de habla griega en Asia Menor.
Otra explicación interesante se refiere al nombre del emperador Nerón, quien murió unos 25 años antes de que Juan escribiera el Apocalipsis. Aunque Nerón ya había fallecido, su gobierno fue simbólico del sistema romano de los tiempos del fin. Llegó al poder prometiendo reformas constitucionales y un regreso a la "edad de oro" de Augusto, pero una vez en el poder, se mostró cada vez más cruel y déspota. Dentro de un ambiente de intrigas y conspiraciones, abusó del poder y fue el responsable de la primera persecución oficial de los cristianos por parte del Estado romano. Durante su reinado la mayoría de los apóstoles, entre ellos Pedro y Pablo, sufrieron el martirio. Su nombre en griego se escribe Neron Kaesar (Nerón César). Al escribir la forma griega del nombre con caracteres hebreos, su valor numérico suma 666.
El fundador de Roma fue Rómulo, de cuyo nombre se derivan Roma y romano. El nombre latino Romvlvs se escribe en hebreo como Romiith. En el idioma hebreo esto también da 666 (resh=200, vau=6, mem=40, yod=10, yod=10, tau=400). Vemos, pues, que en los dos idiomas de la Biblia, el griego y el hebreo, el reino que surgió en Roma lleva estampado el número 666.
Los próximos años traerán la séptima y última restauración del Sacro Imperio Romano. Con toda probabilidad el nombre, o quizás un título especial del dirigente final de dicho imperio, tendrá un significado numérico especial. No obstante, es importante comprender que el sistema romano ya está sellado con el número 666. Ese sistema, con su versión resucitada en el tiempo del fin, se ha identificado como la bestia.
La historia de dos ciudades, que presentan entre sí un contraste radical, es un hilo que corre por toda la Biblia de principio a fin. Génesis 10 nos presenta a Babilonia, o Babel, ciudad edificada por Nimrod. En Génesis 11 conocemos a Abraham, hombre nacido en Ur de los caldeos, que era una ciudad vecina y formaba parte del Reino de Babilonia. Génesis 12 narra la salida de Abraham de esa zona de Babilonia por orden de Dios. En Génesis 14 Abraham llega a Jerusalén, cuyo nombre anterior era simplemente Salem, para encontrarse con Melquisedec, "sacerdote del Dios Altísimo", quien bendijo a Abraham y también recibió el diezmo de él.
En el último libro de la Biblia volvemos a leer sobre Babilonia. Apocalipsis 18 habla de "Babilonia la Grande" y de su destrucción final y total. Hoy al pueblo de Dios se le dice lo mismo que se le dijo a Abraham: "Salid de ella, pueblo mío" (Apocalipsis 18:4). En Apocalipsis 21 se describe el descenso a la Tierra de la Nueva Jerusalén (v. 2), "cuyo arquitecto y constructor es Dios" (Hebreos 11:10).
Babilonia y Jerusalén son dos ciudades antiguas que representan dos sistemas de gobierno y de vida totalmente opuestos. El primero se deriva de Nimrod, el primer tirano después del diluvio, quien se rebeló contra Dios y sus leyes. Nimrod introdujo un sistema de gobierno humano tiránico y buscó formar un gobierno mundial al modo del diablo. Históricamente, Babilonia es la falsificación y alternativa al Reino de Dios.
Babilonia tuvo un largo período de altibajos en los siglos que siguieron a la intervención de Dios en la torre de Babel. Finalmente, en el siglo 7 AC, la capital asiria de Nínive cayó ante los invasores y Babilonia recuperó su posición como ciudad principal de Mesopotamia. Nabucodonosor ascendió al trono y lanzó una campaña de expansión que le dio a Babilonia el dominio sobre todo el Oriente Medio. Entre sus conquistas se contaba Judá con su capital Jerusalén. Alrededor del año 586 AC, sus ejércitos invasores destruyeron Jerusalén y el templo de Dios allí situado. Casi 20 años antes habían llegado cautivos a Babilonia varios jóvenes judíos, entre ellos Daniel.
La víspera de la Fiesta de Trompetas en el año 539 AC, 66 años después de iniciado el reinado de Nabucodonosor, Daniel se hallaba de pie en la gran sala de banquetes. Ante los comensales silenciosos leía la "escritura en la pared" para uno de los sucesores de Nabucodonosor, Belsasar. Babilonia fue pesada en la balanza, dijo, se halló que no pesaba lo que debía pesar, y esa misma noche daría lugar a un reino sucesor.
La ciudad de Babilonia cayó, y después de siglos se convirtió en un lugar desolado y deshabitado, pero el sistema que comenzó allí no terminó. Persistió en sus sucesores, tal como lo había predicho Daniel siglos antes.
Génesis 10:10 explica que el comienzo del reinado de Nimrod fue Babel. Y en los años que se avecinan, está destinada a surgir de nuevo la encarnación de ese antiguo Reino para los últimos días. La antigua ciudad edificada por Nimrod quedó reducida a polvo y ruinas, pero el sistema de gobierno, religión y economía que allí comenzó; ha perdurado. A la Babilonia antigua la sucedió una Babilonia moderna, que el profeta Isaías llama la "hija de Babilonia" (Isaías 47:1).
El nuestro es un mundo turbulento. Hay temor y aprehensión respecto del futuro. Por una parte, la ciencia y la tecnología prometen un mundo de prosperidad deslumbrante, pero por otra parte, el espectro de la guerra nuclear y del terrorismo químico y biológico amenazan la existencia misma del mundo. En respuesta a esta crisis va a surgir en Europa un gran caudillo. Este formará una alianza de iglesia y estado la cual ofrecerá seguridad y prosperidad a un mundo desesperado.
Valiéndose de intrigas y engaños, inducirá a diez líderes europeos, representantes de los sucesores del Imperio Romano en sus partes Oriental y Occidental, a unirse temporalmente y entregarle su poder como líder. Tal como vimos en los años treinta, cuando los ciudadanos temían seriamente por su futuro, estuvieron dispuestos a entregar su libertad a cambio de seguridad.
Vendrá entonces un período de paz y prosperidad. Un enorme complejo comercial internacional parecerá ofrecer ganancias increíbles a una serie de carteles internacionales. Más tarde, en respuesta a graves crisis con el Oriente Medio y las naciones de habla inglesa, el caudillo actuará con velocidad de relámpago y determinación de hierro. Anulando un tratado celebrado antes con el Estado judío, sus ejércitos arrollarán a Jerusalén y tomarán cautiva media ciudad (Zacarías 14:2). Al mismo tiempo, se lanzará un ataque de fuerza arrolladora contra los Estados Unidos, Inglaterra, Canadá y otras naciones. Para detalles sobre las profecías acerca de este suceso, solicite nuestro folleto gratuito titulado Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía.
La manifestación final de Babilonia prometerá lo mismo que prometió Nimrod a la familia humana en la torre de Babel: unidad, seguridad y prosperidad. Lo mismo que prometieron, a su vez, Nabucodonosor, Ciro, Alejandro Magno y César Augusto.
A la intensificación de los problemas asociados con el fraccionamiento mundial, se responderá con la estratagema de imponer unidad política y religiosa en todo el mundo. Es posible que la futura superpotencia europea se apropie de instituciones mundiales para valerse de ellas como estructura política para sus propios fines. Si bien veremos hechos importantes en la esfera política, es en la religiosa donde habrá sucesos sin precedentes en los tiempos modernos. La religión se verá como un elemento clave para producir la identidad común que se requiere para que haya unidad política.
Para entonces, millones de seres en el planeta se habrán dejado arrebatar por un frenesí religioso, alimentado por un líder carismático, quien hará lo que en apariencia serán grandes señales y prodigios. Deseosos de "sentirse bien", más que de seguir doctrinas correctas, responderán a la falsa promesa de que este líder estará dando comienzo a una edad de oro.
Como piedra angular de la paz y la seguridad mundiales se habrá creado un poderoso aparato militar comandado por la superpotencia europea. Se aplicarán tecnologías modernas para formar un estado policial que Hitler y Stalin escasamente habrían podido soñar. Los pueblos aceptarán estas medidas, aunque excesivas, como el precio por deshacerse del terrorismo y la criminalidad violenta.
Al principio, el sistema descrito traerá un auge en la economía mundial. Un complejo comercial mundial, profetizado en Ezequiel 27 y Apocalipsis 18, se aplaudirá como la clave de la prosperidad universal. Quienes lleven las riendas del sistema disfrutarán por algún tiempo de riquezas sin paralelo.
Pese a todo eso, los defectos fatales del sistema, inherentes en él desde el principio, acabarán por generar cada vez mayores diferencias. El mundo árabe se disgustará por los intentos de someterlo por fuerza a una unidad religiosa con Europa. Entonces surgirá un líder poderoso llamado "el Rey del Sur" en Daniel 11, quien logrará la unidad pasajera de buena parte del mundo islámico. Irritados por este caudillo, Europa lanzará una guerra relámpago, con la cual ocupará gran parte del mundo árabe (Daniel 11:40-43).
La ocupación europea agravará la desconfianza de las naciones del Oriente, ya sospechosas de esta Europa encabezada por los alemanes. A su vez, los europeos estimulados por rumores provenientes de las capitales de Oriente, lanzarán lo que pretende ser un ataque preventivo a fin de someter al Oriente por la vía de la intimidación (Daniel 11:44; Apocalipsis 9:1-11). Las cosas no saldrán tan bien como se planeó, y la consiguiente guerra llevará a la destrucción nuclear de buena parte de Europa, incluso la propia Roma (Apocalipsis 18:10, 17) por parte de las potencias orientales aliadas (Apocalipsis 9:13-18).
Mientras los ejércitos orientales atraviesan el río Éufrates para lanzar su invasión al Oriente Medio, entonces, bajo control europeo, el giro de los acontecimientos saldrá fuera de todo control. Los diez gobernantes europeos que habían concedido el poder para lanzar este sistema se volverán con amargura contra la Iglesia y el sistema religioso que les falló (Apocalipsis 17:16-17), y se pondrán en uso armas horripilantes de destrucción masiva así como químicas y biológicas (Apocalipsis 9:5-6, 18). Cuando la humanidad esté a punto de aniquilarse a sí misma por esta confrontación en el Oriente Medio, veremos al Cristo glorificado regresar del Cielo (Mateo 24:22).
En el contexto de este período, el más infernal en la historia de la violenta y sangrienta existencia humana, se pondrá en marcha la verdadera solución a los problemas del hombre. El regreso de Jesucristo a la Tierra no es una fantasía. Es la única esperanza de la humanidad.
Transportado en una visión al futuro día del Eterno, el apóstol Juan consignó para nosotros un suceso extraordinario que aún está por ocurrir: "Ha caído, ha caído la gran Babilonia" (Apocalipsis 18:2). Una vez consumado ese hecho, veremos a Jesucristo de pie en el monte de los Olivos, en Jerusalén, en compañía de todos los santos resucitados. El Dios del Cielo establecerá un Reino que jamás será destruido (Daniel 2:44). La ley saldrá de Jerusalén, y todas las naciones serán regidas por el gobierno de Dios (Isaías 2:2-3).
La Biblia nos presenta de principio a fin la historia de dos ciudades: Babilonia, la cual será destruida para siempre y Jerusalén, la cual será sustituida al cabo de los mil años del reinado del Mesías, por la nueva Jerusalén que descenderá del Cielo a la Tierra como morada eterna de Dios el Padre, de Jesucristo y de sus primeros frutos (Apocalipsis 21).
Los sucesos para el tiempo del fin que hemos descrito en este folleto son reales, y ocurrirán en vida de muchos que lo están leyendo. Es importante señalar que Cristo ofrece protección a quienes sincera y celosamente anden con Él y lleven a cabo su obra (Lucas 21:36; Apocalipsis 3:10).
¿En qué situación se encuentra usted personalmente? ¿En dónde se encuentra su "ciudadanía", es decir su lealtad y devoción, en la Babilonia de abajo, o en la Jerusalén de arriba? ¡Su futuro depende de cómo responda a esta pregunta! "Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano" (Isaías 55:6). Pronto, el Dios del Cielo establecerá un Reino perdurable. Ahora nos ofrece no solamente su protección y ayuda en los tiempos difíciles que nos esperan, sino también la entrada a su Reino glorioso ¡y una herencia que durará para siempre!
Al observar cómo la situación del mundo va empeorando cada vez más año con año, no es para desanimarse. Todo lo contrario, porque Jesucristo exhorta así a sus seguidores: "Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca" (Lucas 21:28).
Pese a las calamidades que se ciernen en el horizonte, ¡recuerde siempre que en el futuro están las mejores noticias! "Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará" (Hebreos 10:37).