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Jesucristo no abolió los diez mandamientos. ¡Los magnificó!

Pregunta: Jesucristo dijo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (Juan 13:34). ¿Reemplaza este mandamiento nuevo al decálogo?

Respuesta: Lamentablemente, muchos que se declaran cristianos creen que el “nuevo mandamiento” de Jesús reemplaza los diez mandamientos que Él guardó toda su vida. Si examinamos las enseñanzas de Jesús, comprenderemos la verdad del asunto.

Es vital señalar que en su “sermón del Monte”, Jesús dijo claramente que los diez mandamientos siguen en vigor: “No penséis que he venido para abrogar [anular] la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el Cielo y la Tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:17-18).

¿Por qué dijo que vino a “cumplir” la ley? ¿Acaso el hecho de cumplirla significa que esta luego caducó? ¡No! El nuevo mandamiento de Jesús completó la ley, revelando una magnificación espiritual que sus discípulos desconocían hasta entonces. En los versículos siguientes, Jesús expuso la intención espiritual de los mandamientos de Dios. Matar es pecado, pero odiar es matar en espíritu y por tanto también es pecado. El adulterio es pecado, pero también lo es la lujuria, o sea el deseo de cometer adulterio (Mateo 5:20-28). Así vemos que Jesús no eliminó los diez mandamientos, sino que al contrario, los afirmó como parte integral del cristianismo. Por eso, Él mismo dijo: “Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mateo 19:17).

¿Acaso Jesús estaba dando un mandamiento nuevo cuando mandó: “que os améis unos a otros”? Muchos se sorprenden al descubrir que el mandamiento “amarás a tu prójimo como a ti mismo” viene del Antiguo Testamento (Levítico 19:18).

Si es así, ¿qué tiene de nuevo el mandamiento: “que os améis unos a otros? Notemos que después de decir a los discípulos que se amaran los unos a los otros, Jesús destacó una dimensión nueva: debían amarse “como yo os he amado” (Juan 13:34).

¿En qué era diferente el amor de Jesús? La fuente de ese amor era el Espíritu Santo (Romanos 5:5), el mismo que prometió dar a los discípulos después de su muerte y resurrección (Juan 14:16-17). Esa misma noche, Jesús les dijo a los discípulos: “Permaneced en mi amor” (Juan 15:9). Pronto el amor de Dios vendría sobre ellos para ayudarles a seguir el ejemplo de Cristo. Antes del don del Espíritu Santo, los discípulos solamente podían amarse con amor humano. Con la ayuda del Espíritu, los cristianos pueden amarse con el amor del propio Dios. Este amor es la señal que identifica al cristiano verdadero: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35).

Durante toda su vida en la Tierra, Jesucristo demostró cómo opera el amor de Dios en la vida de los seres humanos. Aun en el momento de morir, expresó amor total por sus enemigos al rogar: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Momentos antes de dar su “mandamiento nuevo” en la última cena de la Pascua previa a su crucifixión, Cristo estableció la ceremonia del lavamiento de los pies, que recuerda a los cristianos que deben llevar una vida de humildad, servicio y amor. Jesús siempre vivió una vida de obediencia al principio espiritual y al propósito de las leyes de Dios. El amor, la obediencia y la fe de Jesús hacia su Padre abarcaban los primeros cuatro mandamientos del decálogo. Su amor, servicio e interés generoso por el prójimo abarcaba los seis últimos mandamientos.

Sin duda, y tal como explicó el apóstol Juan, la obediencia a la ley de Dios, esbozada en los diez mandamientos, es la expresión misma del amor a Dios: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3). Para un auténtico cristiano, ¡la ley de Dios y su amor son inseparables!

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