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San Nicolás, San Valentín y San Patricio, son personajes conocidos de las “temporadas festivas” que tienen lugar de diciembre a marzo. ¿Quiénes son estos “santos”? Usualmente pensamos en los santos como religiosos, y que están relacionados de alguna manera con el Dios de la Biblia. ¿Pero es eso cierto? ¿Sabemos realmente de dónde vienen los santos, o cómo se hacen?
Alrededor del siglo X después de Cristo, la Iglesia Católica Romana estableció un proceso de “canonización” mediante el cual da reconocimiento a aquellos que llama “santos”. Al principio, solo los mártires de la iglesia eran elegidos y aclamados públicamente. Con el tiempo el proceso se expandió y, en 1983, el Papa Juan Pablo II realizó cambios importantes en el proceso, que ahora incluyen formalmente una investigación de la “vida y los escritos de la persona por virtud heroica (o martirio) y la ortodoxia de la doctrina”. Además, debe haber evidencia de un milagro.
Según la historia, “San Nicolás” fue un ministro generoso, que ayudó a devolverle la esperanza a muchas familias. Después de su muerte, el mundo se enteró de numerosas historias sobre su generosidad. Se dice que muchas de las leyendas del “Santa Claus” de hoy, se originaron con relatos sobre este ministro, ahora combinados con historias no cristianas e incluso pre cristianas.
“San Valentín”, dependiendo de la fuente que lea, podría haber sido uno, dos o incluso tres hombres diferentes. Un informe oficial romano habla sobre un hombre que murió en el año 270 d.C., el cual era un sacerdote del templo que fue decapitado por el emperador romano Claudio II por ayudar a parejas cristianas a casarse. Se dice que fue asesinado el 14 de febrero, el día en el que se celebra el “día de San Valentín”.
¿Qué hay sobre “San Patricio”? Se dice que nació de padres adinerados en Gran Bretaña a fines del siglo IV y que fue un prisionero de piratas irlandeses que atacaron las propiedades de la familia. Después de más de 15 años de estudio teológico en la Galia, Patricio fue ordenado por la Iglesia Católica Romana y enviado a Irlanda.
Buscando un punto de apoyo en Irlanda para su iglesia, Patricio intentó infundir las tradiciones irlandesas con su idea del significado cristiano. Tomó las hogueras utilizadas por los irlandeses para honrar a sus dioses, y comenzó a utilizarlas en las celebraciones de la Pascua. Tomó el poderoso símbolo irlandés del sol y lo sobrepuso a la cruz romana, creando lo que hoy en día se conoce como la “cruz celta”. Utilizó el trébol irlandés para explicar la trinidad. El 17 de marzo, el día que se cree fue su muerte, en Roma se celebra su día festivo. Curiosamente, ningún Papa ha canonizado formalmente a Patricio, sin embargo, la Iglesia Católica Romana y muchos otros lo declaran santo.
Patricio y muchos otros “santos” tienen historias de vida coloridas, interesantes y, a menudo, embellecidas, que se presentan como la historia que los llevó a la santidad. Pero, ¿qué hay de nosotros? ¿Hay alguna posibilidad de que el “Juan normal” alcance un estatus de “santo”? ¿Tiene la Biblia algo que decir sobre este tema?
Sí, la Biblia es clara en su discusión acerca de los santos. Pablo, en su carta a los hermanos de Éfeso, describe a los verdaderos cristianos como “conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios (Efesios 2:19). Más adelante, en el libro del Apocalipsis, el apóstol Juan describe a los santos como “los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12). Esencialmente, los santos de la Biblia son personas que han sido llamadas por Dios y que se someten felizmente a cada una de sus palabras. No son reconocidos por juntas de revisión que verifican milagros. Son reconocidos por su fiel obediencia a la palabra de Dios. Por esta norma, Patricio y muchos otros llamados “santos” no calificarían. ¡Pero usted, si es un discípulo fiel de Jesucristo, puede ser reconocido como uno de los santos de Dios!
De hecho, convertirse en santo no es tan místico como muchos podrían pensar.
La palabra de Dios define como santos a “los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12). Jesucristo vino y nos dejó ejemplo para que “siguiéramos sus pisadas” (1Pedro 2:21). Sus verdaderos discípulos (los santos) guardan las mismas fiestas santas que El guardó.
Esas fiestas están consignadas en el capítulo 23 del libro de Levítico y Jesucristo no vino a abolirlas sino a darles cumplimiento (ver Mateo 5:17-20). La primera de esas fiestas es la Pascua (Levítico 23:5). Jesucristo nos ordenó que las siguiéramos guardando estas palabras: “Tomad, comed esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mi”. Después, tomando la copa dijo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis en memoria de mí”. Jesucristo siendo Dios se hizo hombre para rescatarnos de la muerte y ofrecernos vida Eterna.
La palabra de Dios no autoriza la celebración de ningún otro día dedicado a la memoria de ningún otro hombre a quien llamen “Santo”. Considere las siguientes escrituras:
“No andaréis en pos de dioses ajenos, de los dioses de los pueblos que están en vuestros contornos” (Deuteronomio 6:14).
“Mas así habéis de hacer con ellos: sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y destruiréis sus imágenes de Asera, y quemaréis sus esculturas en el fuego. Porque tú eres pueblo santo para el Eterno tu Dios; el Eterno tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra” (Deuteronomio 7:5-6).
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