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Parece que las divisiones y las disputas en el mundo están desgarrando a la sociedad, incluso espiritualmente. ¿Quién o quiénes nos impulsan a la ira y la contienda? ¿Cuánta necesidad tiene el mundo de que Jesucristo regrese pronto?
Vivimos en un mundo polarizado, con diferencias muy reales entre Oriente y Occidente, Norte y Sur. La brecha entre ricos y pobres se amplía y se hace más notoria. Dentro de las fronteras nacionales la gente presenta acalorados desacuerdos. Las diferentes razas y tribus no siempre se entienden. Aproximadamente la mitad de nosotros somos varones y la otra mitad mujeres, pero aun eso se considera simplista, puesto que muchas personas consideran demasiado restrictiva esa diferenciación biológica. Las divisiones en torno a qué es moral y qué no es moral resultan insuperables.
Las naciones democráticas se encuentran gravemente divididas. Italia no logra permanecer de acuerdo mucho tiempo sobre quién está a cargo; según GlobalSecurity.org durante 69 años, entre 1946 y el 2015, tuvo 63 gobiernos. Estados Unidos vive enfrentamientos amargos. Israel, país también dividido, tuvo cuatro elecciones en solo dos años, antes de quitar del cargo al primer ministro que más había durado: Benjamín Netanyahu, y ahora se dice que la policía del Estado de Israel está espiando a Netanyahu y a otros políticos con la ayuda del software Pegasus para influir en las elecciones.
Las universidades ofrecen espacios seguros y dan fuertes advertencias para que no se ofenda a nadie, pero esto solo fomenta más sensibilidades en los estudiantes que no pueden hacer frente a otros que no están de acuerdo con ellos. Y la palabra cultura suele ir precedida de cancelar. ¡Qué mundo en el que vivimos!
En El Mundo de Mañana somos testigos directos de esos conflictos. La mayor parte de las cartas y correos electrónicos que recibimos son positivos, pero no todos. Recientemente se acusó al señor Wallace Smith de estar a favor de Biden y en contra de Trump. A mí me han acusado de estar en ambos bandos políticos. Pero el señor Smith y yo somos del mismo parecer sobre estos temas: ni Trump, ni Biden, ni otro supuesto héroe político, quienquiera que sea, salvará a los Estados Unidos… ¡ni a ningún país que rechace a su Creador!
Unas cartas son feroces; otras son cómicas. Una que recibí como reacción a un programa televisado era tan divertida que la hice enmarcar para colgarla en mi oficina. Esa, por lo menos, se puede exhibir. No así cierta carta que hace poco recibió el señor Smith. Hoy día hay que tener sentido del humor, y aquí no somos excesivamente sensibles. Como dijo un presidente de Estados Unidos, Harry S. Truman: “Si no resistes el calor, sal de la cocina”.
No obstante, hay que preguntarse por qué hay tanta animosidad en el mundo. ¿Cómo es que un programa de televisión, o un solo artículo en una revista gratuita, despiertan reacciones y respuestas iracundas?
La respuesta la explico en mi artículo: ¡Se avecina una tormenta catastrófica! En la página 9 de esta edición. Muy pocos entre quienes se declaran cristianos, y menos agnósticos y ateos; comprenden el origen del descontento en todo el mundo. Cuando estaba a punto de ser crucificado, Jesús les dijo a sus discípulos: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” (Juan 12:31). Poco después dijo: “No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” (Juan 14:30). ¿Quién es el “príncipe de este mundo? ¿Y qué quiso decir Jesús al afirmar que “el príncipe de este mundo… nada tiene en mí”?
El dios de este mundo también es “el príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2). Así como las ondas de radio viajan invisibles por el aire, también ese príncipe, más conocido como Satanás o el diablo, transmite sus deseos y actitudes de ira, odio, soberbia, obstinación y rebeldía a las mentes incautas para dirigir el curso de este mundo. Entendemos que el Dios Creador está en general a cargo, pero hace mucho tiempo colocó al ángel Lucero sobre los asuntos del planeta. Lucero se tornó soberbio y arrogante; no se sintió satisfecho con lo que se le había dado, y procurando exaltar su trono por encima de Dios, se convirtió en Satanás, que significa el adversario (Isaías 14:12-13). Cuando Jesús dijo: “nada tiene en mí”, quería indicar que las actitudes del diablo no encontraban acogida en Él.
¿Podemos decir lo mismo? ¿En qué medida inspira nuestros pensamientos el dios de este mundo? ¿Nos ofendemos fácilmente? ¿Tenemos mentalidad de víctima, tenemos el convencimiento de que nuestros problemas son culpa de los demás? ¿La ira domina nuestra vida? ¿Pensamos que nadie nos puede decir qué hacer? Al acercarse la culminación de los intentos de la humanidad por gobernarse a sí misma, aparte de Dios, vamos a vivir circunstancias muy difíciles y penosas. Vamos a afrontar la furia de otros. Y al observar todo lo que ocurre a nuestro alrededor, es posible que también nos llenemos de enojo y del deseo de venganza.
Dos discípulos de Jesús que viajaban hacia Jerusalén, se sintieron ofendidos cuando se le negó alojamiento a Jesús en una ciudad samaritana (Lucas 9:52-53). Se podría decir que su alojamiento fue “cancelado”. De hecho, la cultura de la cancelación no es nada nuevo, pero hoy se está llevando a grandes extremos. Haciendo referencia a los intentos del rey Ocozías por arrestar al profeta Elías, los discípulos preguntaron: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?” (v. 54). ¡Eso hubiera sido lo máximo en la cultura de la cancelación! Con razón llamó Jesús “hijos del trueno” a Santiago y Juan. “Entonces volviéndose Él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois” (v. 55).
Ray Dalio, uno de los jefes de inversiones del fondo de alto riesgo más grande del mundo, ha estudiado el auge y caída de las economías mundiales, y ve adónde nos llevan estos enojos. Identifica seis etapas por las que pasan las sociedades, y sus indicadores señalan que nos encontramos en la quinta etapa. No es difícil imaginar cuál es la última al ver el título de un artículo reciente en su boletín: Principled Perspectives, publicado en LinkedIn.com: “El creciente riesgo de guerra civil: se siguen los pasos de la historia” (3 de febrero del 2022).
Citando la página 176 de su libro Principios para enfrentarse al nuevo orden mundial: Por qué triunfan y fracasan las naciones, describe el punto actual en el ciclo de auge y caída: “En la Etapa 5, quienes luchan suelen colaborar con los medios para manipular las emociones de la gente y así lograr apoyo en su intento de destruir a la oposición. Se reconoce claramente que esto está ocurriendo ahora… Aun personas muy capaces y poderosas temen demasiado a los medios de difusión para pronunciarse sobre asuntos de importancia, o lanzarse a cargos públicos”.
Dalio se muestra de acuerdo con los muchos historiadores para quienes los patrones en el auge y caída de las naciones se repiten. Suena muy acertada la famosa cita del filósofo Jorge Santayana en su libro: La vida de la razón, publicado en 1905:
“Quienes no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Los mejores historiadores así lo reconocen, pero muy pocos tienen algún conocimiento de la presencia espiritual que se empeña en influir en el comportamiento humano. Bajo la influencia de ese espíritu descontento y maligno, la naturaleza humana lleva a las naciones por caminos de destrucción.
El libro de historia más importante que jamás se ha escrito es la Biblia, fundamento de la verdad. Este asombroso libro, inspirado por Dios, consigna la historia por adelantado. Hace más de 2.600 años, el profeta Isaías describió lo que hoy vemos: “El derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir” (Isaías 59:14-15).
Las palabras de Isaías deben hacernos pensar seriamente, mientras leemos en el artículo citado la descripción que hace Dalio de la transición entre nuestro punto actual y el punto hacia adonde nos dirigimos: “Cuando lo único que importa es ganar, la lucha antiética se hace progresivamente más violenta, de formas que la refuerzan más y más. Cuando todos tienen causas por las cuales luchar y nadie se pone de acuerdo en nada, el sistema se sitúa al borde de la guerra civil o revolución”.
No todas las guerras civiles se pelean con armas de fuego… pero todas son inciviles. Hoy muchos se preguntan si Estados Unidos está entrando en una segunda guerra civil. Pero nosotros nos contamos entre los muy pocos que saben la respuesta de fondo: que tras un período venidero de arrolladores desastres económicos, sociales y naturales, Jesucristo regresará como Rey de reyes para establecer un mundo libre de guerras.