Reseñas de Canadá - Logrado mediante la división | El Mundo de Mañana

Reseñas de Canadá - Logrado mediante la división

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Aun en una sociedad desgarrada por guerras, conflictos étnicos y malestar social; es posible que personas muy diferentes lleguen a respetarse mutuamente. El siguiente es uno de esos casos.

Llegan momentos en la vida cuando nos encontramos relacionados con personas a quienes normalmente no buscaríamos, o con quienes no pensaríamos hallar algo en común dadas nuestras diferencias culturales, sociales o económicas. Cada quien en este planeta es un individuo particular, y a veces le damos la mayor importancia a la forma como nos separa de los demás el origen de nuestra familia, grupo, tribu o nación. Sin embargo, esas diferencias no deben impedir que extendamos una mano a nuestro prójimo, tratando a todas las personas compasivamente y procurando conocer mejor a los demás. No olvidemos que todos somos hechos a imagen de Dios.

La Policía montada de Canadá

En las llanuras de Canadá, actual provincia de Saskatchewan, James Morrow Walsh cumplía su labor como uno de los primeros policías montados canadienses. En 1873 se formó el cuerpo conocido como la Policía Montada de Noroccidente, poco después de que en 1870 el gobierno canadiense comprara el territorio conocido como Rupert’s Land, enorme extensión de casi 3,9 millones de kilómetros cuadrados alrededor de la bahía de Hudson. Esto es como un tercio del actual territorio canadiense.

La Policía comisionaba hombres jóvenes como agentes para mantener la ley y el orden en el territorio, y controlar el comercio ilegal de whisky, que hacía mucho daño a la población nativa. Los agentes recibían una amplia autoridad, incluso para cumplir las funciones de juez de paz o juez lego. Su presencia también tenía por objeto impedir conflictos largos y costosos entre los colonizadores y los pueblos autóctonos, previniendo así una desestabilización regional que pudiera dar a Estados Unidos la tentación de extenderse a Canadá.

Walsh llegó a Cypress Hills al mando de la División B, uno de seis grupos despachados por la Policía con instrucciones de establecer fortalezas y patrullar la región. En 1875 se construyó el fuerte llamado Fort Walsh, y para el verano de 1877 todo Canadá conocía el papel clave del superintendente James Morrow Walsh, y su trato con alguien al otro lado de la gran brecha cultural. El suceso llegó a convertirse en un hecho memorable de la historia canadiense.

Un policía montado compasivo

Cuando el jefe siux Toro Sentado y sus 2.500 guerreros derrotaron al general Custer y sus tropas estadounidenses en la batalla de Little Bighorn, la tribu se desplazó hacia el norte, cruzando la frontera y entrando en territorio canadiense. Allí los siux padecieron hambre debido a la mengua de las manadas de bisontes, y al principio de una gran hostilidad entre las diferentes tribus nativas. Alrededor de 5.600 siux acudieron a Fort Walsh desesperadamente necesitados de ayuda.

Walsh salió al campamento siux a caballo, acompañado por solo dos intérpretes y seis agentes de su división; muy consciente de la gran superioridad numérica de los miles de guerreros bajo el mando de Toro Sentado. La responsabilidad de Walsh y sus agentes era asegurar que en su territorio todos respetaran el imperio de la ley, como se explica en la obra de R. C. Macleod: The North West Mounted Police 1873-1919:

“En este período, se hacía énfasis en la educación de los indígenas y los ganaderos. Cada uno tenía que estar convencido de que el otro tenía derechos y que debían respetarse. Lo más cercano a una norma absoluta para la Policía montada era que debía evitar el uso de armas de fuego salvo como último recurso. Los policías montados solían penetrar con las pistolas enfundadas ante grupos armados y exasperados de ambas razas. Sabían que la mejor defensa era la autoridad moral, puesto que su desventaja numérica era grande, y estaban a miles de kilómetros de cualquier posible refuerzo” (1978, pág. 8).

En su primer encuentro con Toro Sentado, Walsh le explicó que la ley debía aplicarse a los colonizadores y nativos por igual, y que nadie podía evadir el castigo. El jefe siux se asombró, al ver que un hombre con tan pocos acompañantes llegara a su campamento tan osadamente, y acordó que su tribu cumpliría la ley impuesta por la Policía montada. Dice una leyenda que Toro Sentado procedió a entregar a Walsh tres medallas de plata con la imagen del rey Jorge III, y proclamó que él y su tribu pretendían vivir bajo la protección de la Gran Madre Blanca, la reina Victoria. Se llamaron indios británicos, y expresaron su deseo de establecerse en Canadá, evitando la represalia estadounidense luego de la derrota del general Custer.

El gobierno canadiense no quiso aceptar la petición de Toro Sentado, pues su deseo era que los siux cruzaran la frontera y se regresaran a Estados Unidos. Entonces le correspondió a Walsh persuadir a los siux para que abandonaran Canadá. Lo que siguió fue un estancamiento que duró varios años.

Paciencia con Toro Sentado

Las negociaciones de Walsh con Toro Sentado fueron noticia nacional, y los diarios de todo el Continente llamaban a Walsh “el jefe de Toro Sentado”. Parece que Walsh estimaba mucho a Toro Sentado, y deseaba protegerlo tanto de las tribus rivales, que luchaban por los escasos alimentos, como de las políticas de expansión territorial estadounidense. Toro Sentado y los siux aceptaban la autoridad de Walsh y la Policía montada, pero no aceptaban regresar. En 1880, disgustado por los años de espera, el gobierno canadiense bajo el primer ministro John A. MacDonald, trasladaron a Walsh al fuerte Qu’Appelle, distante más de 500 kilómetros al oriente.

Dice el historiador Grant MacEwan: “Aquel verano, la falta de bisontes y la negativa del gobierno canadiense de dar a los siux una reserva, o algún alimento, forzó a muchos a regresar a Estados Unidos, que había prometido darles provisiones” (Biographi.ca, 1982). En 1881 Toro Sentado aceptó las condiciones del gobierno de Estados Unidos. Cerciorándose de que los siux que regresaron recibían un trato decente, cruzó la frontera de nuevo.

Un decenio más tarde, Toro Sentado fue motivo de otra polémica, a causa de su papel destacado en lo que se llamó el movimiento de la danza fantasma, que pretendía poner fin al imperio de los colonizadores, y restaurar la soberanía y prosperidad de los indígenas en todas las tierras controladas por Estados Unidos y Canadá. Temiendo un levantamiento indígena, los gobiernos de ambas naciones emitieron una orden de detención contra Toro Sentado. Trágicamente, al intentar detenerlo hubo disparos y entre los muertos estaba Toro Sentado.

Paz y buena voluntad en la Tierra

Al enterarse de la muerte de Toro Sentado, Walsh pronunció palabras de elogio, diciendo: “No era un hombre cruel, era de buen corazón; no era falso, sino sincero” (Biographi.ca). La comunicación respetuosa de Walsh, y su trato bondadoso de un individuo y su pueblo, que venían de un medio cultural casi completamente ajeno, debe servir de ejemplo para nosotros. Pese a los obstáculos, debemos procurar tratar a los demás como quisiéramos que nos trataran. Todo ser humano está hecho a imagen de Dios, y merece ser tratado como tal.

Así como Walsh no pudo lograr un acuerdo entre Toro Sentado y el gobierno canadiense, también fracasarán en mayor o menor grado los intentos humanos por hacer cumplir la ley y la justicia. Al final, será necesaria una intervención divina para alcanzar esa meta, aunque todos deberíamos procurarla en este tiempo. En el Reino de Dios venidero, Jesucristo como Rey hará cumplir sus leyes. Estas no solo permitirán una buena comunicación entre las naciones, sino que irán un paso más allá, sentando las bases de una amistad sincera entre los pueblos de todas las culturas, y haciendo posible que los seres humanos cumplan la instrucción: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Santiago 2:8).

Mientras esperamos que llegue ese día, quienes estamos aprendiendo a aplicar el camino de Dios, debemos recordar su mandato: “Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis. Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo el Eterno vuestro Dios” (Levítico 19:33-34). [MM]