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Cientos de millones de personas en el mundo consideran la navidad entre los días más sagrados, el día en el que recuerdan el nacimiento de Jesucristo, el prometido Salvador del mundo. Muchedumbres asisten a servicios religiosos en diciembre, y allí escuchan y recuerdan los relatos populares del nacimiento de Jesús, ocasión que celebran en el día de navidad.
Hay quienes también guardan recuerdos gratos que se asocian con la temporada navideña. Las casas y ciudades se ven adornadas de oropel y ramas o de guirnaldas de hojas verdes, y en el hemisferio Norte suelen quemarse troncos navideños que calientan el interior de las casas, mientras afuera todo está helado.
Muchas personas compran o hacen regalos para sus familiares y amigos, quienes a veces recorren largas distancias para reunirse unos días, compartir una cena navideña, intercambiar presentes y departir. Hay quienes roban un beso si encuentran a alguien de pie bajo la tradicional ramita de muérdago. Los adultos, con un guiño, advierten a los niños que sus regalos vendrán del polo Norte en el trineo de San Nicolás. Por la mañana los pequeños abren sus regalos para ver qué les trajeron, y algunas familias se dirigen a la iglesia donde, en los servicios religiosos, escucharán algún mensaje relacionado con el nacimiento de Jesús.
Al mismo tiempo, para muchos es una temporada llena de estrés. Las reuniones de familia no siempre son motivo de alegría sino de tensiones. La compra de regalos se convierte en una obligación y una carga, especialmente cuando llega la cuenta de la tarjeta de crédito, revelando lo que han costado nuestros intentos por celebrar. Hay quienes lamentan el comercialismo que ha dominado gran parte de la temporada navideña, sintiendo que se ha dejado por fuera lo que consideran el verdadero significado de la navidad: Que Dios envió a su Hijo para ser el Salvador de la humanidad. No obstante todo lo anterior, la mayoría de quienes se declaran cristianos se consuelan con los muchos sentimientos positivos que asocian con la navidad.
Al final de cuentas, muchos son renuentes a afrontar la realidad, y a averiguar si la navidad es anticristiana. ¿Es en realidad una fiesta pagana? Sabemos que muchas religiones tienen esa ocasión de alegría, caracterizada por reuniones familiares, tradiciones, música y cantos. Siendo así, ¿habrá suficiente valentía para analizar esa temporada tan arraigada? Jesús nos enseñó: “Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Esto se aplica aun cuando la búsqueda nos lleve a conclusiones difíciles.
Si con mente abierta buscamos la verdad, tendremos que reconocer que nuestros recuerdos, aun los más cálidos, no convierten una falacia en una verdad. Y la verdad es importante.
En el Evangelio de Juan capítulo 4, se relata una conversación de Jesús con una mujer samaritana en el pozo de Jacob. Ella le habló de las tradiciones samaritanas relacionadas con el culto al Dios de la Biblia, tradiciones que se apartaban de los mandatos que Dios había dado en la Biblia sobre la adoración que deseaba. Sus actos de devoción, aunque sinceros, se basaban en falsedades y verdades a medias. ¿Qué le dijo Jesús? ¿Acaso respondió?: “Pues está bien, su modo de adorar es igualmente aceptable ante Dios, siempre y cuando se actúe con sinceridad”.
No. Lo que hizo fue resaltar la necesidad de que el culto estuviera firmemente basado en la verdad, y que las buenas intenciones no bastan: “La hora viene y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (vs. 23-24).
En nosotros debe haber el deseo, no solamente de adorar a Dios con sinceridad o con buenas intenciones, sino adorarlo en la verdad. Porque la verdad importa.
Considerando lo anterior, abramos los ojos con sinceridad y honradez, y preguntemos: ¿Es la navidad una fiesta pagana?
Si respondemos a esta pregunta basados en el origen del día, la respuesta es claramente afirmativa, ya que los orígenes de la navidad como día festivo: La fecha, las tradiciones que encierra y sus prácticas que se remontan a la antigüedad; indudablemente son paganos.
Consideremos primero esta pregunta: ¿Qué significa ser pagano? Muchos usan la palabra descuidadamente. Actualmente hay, incluso, un creciente movimiento de neopaganismo, que el doctor Douglas S. Winnail analizó en detalle en un artículo titulado: Auge del neopaganismo, publicado en la revista El Mundo de Mañana de marzo y abril del 2022, página 4; y que también se encuentra en línea en nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org.
El diccionario de la Real Academia define “paganismo” como la “religión de los gentiles o paganos”, y define como “pagano” alguien “que no es cristiano ni de ninguna de las otras grandes religiones monoteístas. Especialmente referido a los antiguos griegos y romanos”. El paganismo, pues, representa en esencia, aquellas religiones y prácticas de culto politeísta, cuyas raíces se hallan fuera de las tres religiones que tradicionalmente se asocian con el patriarca Abraham, y que son: el judaísmo, el islamismo y el cristianismo.
Con esta definición de “pagano”, no cabe duda de que la navidad y la mayor parte de sus tradiciones son de origen netamente pagano. Decorar un árbol de navidad, adornar las casas con hojas siempre verdes, cantar villancicos, colocar una ramita de muérdago estratégicamente, e incluso reunirse con el objeto de intercambiar regalos; todas estas prácticas tienen su origen en costumbres y tradiciones de culto pagano, muchas de ellas siglos o milenios anteriores al cristianismo mismo.
Por ejemplo, el muérdago se asocia con los ritos de fecundidad romanos y con Friga, la diosa nórdica del amor y la concupiscencia. La fecha de la navidad no corresponde al nacimiento de Jesús, que probablemente ocurrió en el otoño, no en el invierno, como se explica en detalle en nuestro folleto gratuito: ¿Es cristiana la navidad? Sino a la celebración de las saturnales romanas y el culto al Sol. La Enciclopedia Británica afirma lo siguiente:
Respecto del Imperio Romano, en el siglo 3 de nuestra era, que a la sazón no había adoptado el cristianismo, solía celebrarse el nacimiento del Sol Invicto el día 25 de diciembre. Este día festivo no solamente señalaba el regreso a los días más largos después del solsticio de invierno, sino que también seguía a la popular festividad romana conocida como las saturnales, durante la cual la gente hacía banquetes e intercambiaba regalos. Era también el natalicio de la deidad indoeuropea Mitra, dios de luz y de lealtad cuya adoración cobraba auge entre los soldados romanos (¿Por qué cae la navidad en diciembre? Encyclopedia Britannica.com).
En cuanto al muy conocido árbol navideño, este también corresponde a una tradición de origen extrabíblico, y con un antiguo precedente pagano. Las Escrituras condenan ese precedente. Veamos el siguiente pasaje de Jeremías con esta popular tradición en mente:
“Así dijo el Eterno: No aprendáis el camino de las naciones, ni de las señales del cielo tengáis temor, aunque las naciones las teman. Porque las costumbres de los pueblos son vanidad; porque leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril. Con plata y oro lo adornan; con clavos y martillo lo afirman para que no se mueva. Derechos están como palmera y no hablan; son llevados, porque no pueden andar. No tengáis temor de ellos, porque ni pueden hacer mal, ni para hacer bien tienen poder” (Jeremías 10:2-5).
Nuestro comentario en la página 7, explica muchos más detalles acerca de esta popular tradición. El principio es el mismo, ya se trate de elaborar una imagen de Baal para el culto pagano o de adornar un árbol navideño con el pretexto de honrar a Dios. La lista de relaciones entre estas antiguas prácticas paganas y varias tradiciones navideñas es larga y clara. Más aun: se ha reconocido como un hecho histórico el origen pagano de casi todas las tradiciones cristianas más comunes y veneradas. Hasta quienes se declaran cristianos, en su mayoría, no discuten los orígenes paganos de las prácticas y la fecha de la navidad. No pedimos que el lector lo crea porque nosotros lo decimos: pero cualquier enciclopedia o fuente histórica seria confirma este hecho.
Por ejemplo, en su famosa obra de 1788 titulada: Un diccionario clásico, el erudito John Lemprière resumió así algunas de las antiguas prácticas precristianas asociadas con la fiesta pagana llamada las saturnales: “Llamaba la atención esta celebración por la libertad universal que reinaba. Era permitido a los esclavos burlarse de sus amos… se acostumbraba que los amigos intercambiaran regalos, cesaba todo antagonismo, no se ejecutaban criminales, los centros de educación se cerraban, jamás se declaraba guerra, sino que todo era alegría, desenfreno y jolgorio” (artículo: Saturnales).
¿Suena familiar algo de esto? Si somos sinceros, tendremos que concordar en que la realidad, aunque incómoda, es así.
Es claro que la navidad, con sus costumbres y tradiciones, está más que relacionada con prácticas paganas, pues hunde sus raíces profundamente en el paganismo. En este sentido, la navidad es, efectivamente, una fiesta pagana.
Sin embargo, muchos se preguntarán si realmente lo es. Algunos dan por sentado que, si bien hay actividades, celebraciones, tradiciones y símbolos navideños que se originaron en el paganismo; estos de algún modo han sido bautizados por el cristianismo. Aunque las ramas de acebo y sus bayas rojas alguna vez encerraron un significado pagano, significado demasiado vulgar para describirlo en una revista para familias, ¿podemos acaso emplearlas ahora para simbolizar la corona de espinas y la sangre roja que derramó Jesucristo por nuestros pecados? ¿Podemos acaso llegar a la conclusión de que la navidad fue una fiesta pagana, pero que ya no lo es?
Ciertamente, los seres humanos pueden ser bautizados y transformar su vida. ¿Será posible someter las prácticas de culto paganas a una conversión análoga? Al fin y al cabo, quienes guardan la navidad no creen que están adorando al dios Sol, ni a Saturno ni a Mitra ni a Baal ni a Friga. En su mayoría, desean sinceramente adorar al Dios de la Biblia, específicamente al Jesucristo de la Biblia. Quizá se pregunten: ¿No están los cristianos en libertad de adorar a Dios y a Jesús como deseen? ¿Tienen los orígenes paganos de la navidad alguna importancia real?
Haciendo de lado los sentimientos, la respuesta es clara: si pretendemos adorar de un modo que agrade, no solo a nosotros sino a Dios el Padre y a Jesucristo, entonces sí, los orígenes paganos de la navidad tienen mucha importancia.
De nuevo, no es cuestión de opiniones, de recuerdos felices ni de sentimientos personales; sino cuestión de la verdad. Si queremos saber la verdad sobre cómo Dios el Padre y Jesucristo ven estas cosas, tenemos que consultar la Biblia porque allí han revelado para nosotros exactamente lo que piensan. Más aún, nos dieron la Biblia como ayuda para que aprendamos a pensar como ellos.
Cuando consultamos las Escrituras, estas revelan la verdad del asunto de una manera diáfana.
Por ejemplo, hablando de los pueblos paganos y de sus tradiciones y costumbres, Dios ordenó muy claramente a los israelitas: “No preguntes acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré. No harás así al Eterno tu Dios (Deuteronomio 12:30-31).
Vemos, como punto crucial, que la Biblia no se limita a prohibir el culto a los ídolos o dioses extraños: Dios deja muy en claro que sus seguidores no deben adorarlo a Él a la manera pagana. No importa que digamos que nuestro culto no es a Mitra ni a Saturno ni al dios Sol. Dios dice claramente que no debemos adorarlo a Él de esa manera: “No harás así al Eterno tu Dios”, valiéndonos de tradiciones paganas.
Puede verse una orden muy similar en Jeremías 10, donde Dios dice claramente: “No aprendáis el camino de las naciones” (v. 2). “Naciones”, aquí se refiera a las naciones distintas de Israel. El mandato de Dios no da margen alguno para concluir que acepta el culto por medio de costumbres ajenas, aunque ese culto vaya dirigido a Él.
Lo anterior, sin embargo, proviene del Antiguo Testamento, y algunos dirán que Jesús vino a cambiar todo aquello. De nuevo, si consultamos sus enseñanzas, consignadas para todos los tiempos en la Biblia, encontramos que no piensa de ninguna forma en esos términos.
Jesús trató este mismo punto ante sus discípulos y los líderes judíos de su época. Los fariseos del primer siglo de nuestra era pensaban que sus tradiciones provenían de las Escrituras, y que esas tradiciones eran un servicio a Dios. Pero Jesús les dijo que sus tradiciones supuestamente piadosas eran en realidad condenables:
“Respondiendo Él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes. Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición” (Marcos 7:6-9).
Para aferrarse a la tradición de guardar la navidad: el árbol, los regalos, hasta la fecha misma; es preciso rechazar el mandato de Dios, que dice claramente que no desea recibir una adoración que se valga de costumbres ajenas. Para guardar la navidad, es necesario que depongamos los deseos y mandatos explícitos de Dios, cosa que Jesucristo, el Hijo de Dios, y fundador del cristianismo, condena en términos rotundos.
La Biblia dice que Dios no desea recibir un culto que se valga de tradiciones paganas, y Jesucristo nos llamará hipócritas si hacemos de lado los mandatos de Dios para adorarlo a Él a nuestra manera. La idea de que Jesucristo, el Hijo de Dios, pudiera llamarnos hipócritas, debe helar la sangre de cualquiera que se diga cristiano. Hace unos 2.000 años, Jesús condenó a quienes se atrevían a decirle: “Señor”, a la vez que desechaban sus mandamientos, y los retó preguntando: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46).
Las pruebas son claras: la navidad es una fiesta pagana, Dios no quiere que se le adore con tradiciones paganas, y Jesucristo condena como hipócritas a quienes ignoren los mandados divinos a fin de guardar cualquier tipo de tradición.
Y ahora… ¿dónde nos deja todo lo dicho? ¿Se cuenta usted entre los pocos que están dispuestos a seguir a Dios dondequiera que Él y su Palabra nos guíe? Si es así, debemos saber que seguir a Dios y obedecer sus mandatos jamás nos lleva a una situación peor, sino siempre a una mejor.
Muchos miles de personas en todo el mundo han dejado atrás la navidad, y en su lugar han acogido los días santos citados en la Biblia, y diseñados e inspirados por Dios para que los guarden sus discípulos. Estos aparecen claramente en su Palabra como días apartados por Él para culto, adoración e instrucción. Quienes asisten a los servicios del sábado y los días santos con la Iglesia del Dios Viviente, patrocinadora de El Mundo de Mañana, jamás dejarían de guardar estos días, ni por todo el dinero y las comodidades del mundo, a cambio de las falsas tradiciones de una navidad pagana, ideada por hombres.
Dejar de celebrar la navidad no significa dejar atrás la alegría, el sentido, la calidez y la comunión con los demás. Todo lo contrario: cuando abandonamos las tradiciones y costumbres que ofrecen un atractivo engañoso, pero que contradicen la Biblia en un sentido fundamental, y lo hacemos para seguir al verdadero Jesucristo; podemos vivir una felicidad, un sentido más profundo de las fiestas, y un compañerismo con otros cristianos que también adoran tal como Jesús le dijo a la mujer samaritana hace casi 2.000 años: No en espíritu solamente, sino en espíritu y en verdad.