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La caída de las tasas de natalidad en las naciones desarrolladas está provocando cambios drásticos. Menos hijos da como resultado una clase trabajadora más reducida y menos apoyo fiscal para una población proporcionalmente más grande de personas mayores, lo que genera la necesidad de inmigración para cubrir puestos de trabajo.
En particular, Japón tiene una de las tasas de natalidad más bajas del mundo, y ha estado disminuyendo durante los últimos cincuenta años. El año pasado se registró una cifra récord de nacimientos, con poco más de 750.000 (The Guardian, 28 de febrero de 2024). ¡Los demógrafos predicen que, a este ritmo, la población total de Japón disminuirá un 30 por ciento para 2070! Los matrimonios en Japón también han disminuido a su nivel más bajo en 90 años. Esta tendencia llevó a uno de los ministros del gabinete de Japón a decir: “El período que transcurrirá aproximadamente durante los próximos seis años hasta la década de 2030, cuando la población más joven comenzará a disminuir rápidamente, será la última oportunidad en que podamos revertir la tendencia”. Las encuestas realizadas entre los jóvenes adultos del país sugieren que factores como: “las sombrías perspectivas laborales, el alto costo de la vida que aumenta a un ritmo más rápido que los salarios, y las culturas corporativas que no son compatibles con que ambos padres trabajen” contribuyen al desinterés por casarse y por formar una familia. Nuestras sociedades modernas parecen preocuparse mucho más por el trabajo que por la familia (BBC, 28 de febrero de 2024).
Actualmente muchos consideran que el matrimonio y la familia son productos inconvenientes e indeseables. Quedaron atrás los días en los que la mayoría de los niños estaban ansiosos por crecer y formar su propia familia. El matrimonio y la familia ya no son objetivos principales para muchos, y esto puede llevar al lento (y luego rápido) declive de la civilización occidental. La triste verdad es que este mundo ha sido engañado por Satanás el diablo (Apocalipsis 12:9), y a muchos se les ha hecho creer que el matrimonio y la familia son irrelevantes e innecesarios. Al ignorar o descartar la Biblia como guía principal para la vida, las sociedades modernas han perdido de vista el verdadero propósito de estas instituciones vitales. Sin embargo, Dios creó el matrimonio y la familia con un propósito increíble. Para tener más información sobre ese propósito lean El misterio del destino humano.