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En el mundo que Dios creó estamos rodeados por verdaderos milagros, maravillas a las cuales pocas veces nos detenemos a considerar en todo su valor. En el ciclo de vida de los seres más humildes, su Creador y también el nuestro, ha insertado lecciones y ejemplos que deben hacernos reflexionar.
¿Cuántas veces hemos pensado en la muy conocida transformación de una oruga en mariposa, sin tener en cuenta el milagro cotidiano que esto representa? Sin duda, esta es una de las grandes maravillas del mundo viviente.
Reflexionemos un poco sobre la oruga y la mariposa, maestras naturales de la metamorfosis; y luego pensemos en una de las importantes lecciones que representan para nosotros.
Realmente no hay nada en una oruga que sugiera que es una mariposa disfrazada. Tanto que algunos al mirarla no ven otra cosa que una plaga que hace peligrar sus plantas y cultivos. Efectivamente, no puede negarse que las orugas tienen un apetito voraz. Con su aspecto de gusano regordete con patitas rechonchas, la oruga pasa los días devorando una hoja tras otra, creciendo sin cesar, agrandándose más y más y cambiando de piel varias veces a medida que aumenta de volumen.
Su motivación no es avidez ni glotonería. La oruga se encuentra dedicada a una misión: ¡prepararse para una de las transformaciones más asombrosas en toda la creación de Dios!
Con el tiempo, se abrirá camino a un lugar seguro, donde formará una especie de ancla de seda con la cual se fijará a una rama, frecuentemente en la parte de abajo. Luego, dentro de su propio cuerpo, justo debajo de la piel, empieza a formarse una crisálida: una superficie dura que encerrará a la oruga durante su proceso de cambio. Cuando la crisálida esté casi completa, la oruga se soltará de la rama y quedará colgando de su ancla. Allí abandona la capa externa de su cuerpo. Al final, lo único que queda colgando es la crisálida, con el cuerpo de la oruga oculta en su interior.
La conclusión fácil sería que la oruga sencillamente murió una vez formada su tumba colgante, pero la realidad es todo lo contrario. Mientras la crisálida cuelga allí, quieta e inmóvil como un féretro, ¡dentro del féretro o capullo hay una gran actividad! Muchas viejas estructuras del cuerpo de la oruga se van destruyendo: los tejidos se disuelven por acción de enzimas que los reducen a sus componentes proteicos. Al mismo tiempo, los músculos se descomponen en pequeñas unidades celulares y todo ello se reorganizará para formar estructuras nuevas con fines diferentes. Algunos órganos de la oruga se reacomodan, entre ellos el tubo respiratorio que ahora servirá para activar los músculos de las alas.
Pasado algún tiempo de aparente inactividad, la crisálida revienta súbitamente, ¡revelando ante el mundo una forma de vida totalmente nueva! Aquella oruga que despareció dentro de lo que parecía ser un féretro diminuto, emerge de nuevo a la vida, ahora en forma de una hermosa mariposa. Su conjunto de 16 patitas y propatas rechonchas, se ha convertido en seis patas de mariposa largas y delicadas, con las cuales podrá andar sobre los pétalos de las flores más delicadas. Su gran cuerpo bulboso ha sido reemplazado por algo más menudo y fino: el tórax y abdomen de la mariposa. De modo similar, la cabeza de la criatura que antes poseía seis ojitos simples y una boca con piezas para masticar hojas, ahora presenta dos grandes ojos complejos, capaces de proezas visuales superiores a las nuestras y una probóscide, estructura curva y delicada como una pajilla, que empleará para chupar el néctar dulce de las flores y frutas.
También están, desde luego, las hermosas y coloridas alas. Estructuras de diseño complejo y coloración a menudo espectacular, las alas de la mariposa son quizá la indicación más rotunda de la metamorfosis total y completa que ha experimentado esta criatura. La pobre oruga, come hojas y rastrera, ha desaparecido; aunque no realmente. Más bien se ha transformado en la preciosa y delicada mariposa, criatura aparentemente tan ajena a una oruga como pueda imaginarse.
Desde el primer momento en que existió la oruga en forma de huevito diminuto, su Diseñador —el gran Creador de todas las cosas— había colocado el plano para esta mariposa exquisita allí dentro de su código genético, donde esperaría el momento y oportunidad para expresarse… momento en el cual el humilde gusano se convertiría en una maravillosa criatura grácil y bella. ¡Qué tributo a la inteligencia y el ingenio de Dios!
La impresionante transformación del humilde gusano en esa criatura radicalmente distinta que llamamos mariposa, ofrece una bella analogía para una transformación mucho más asombrosa que Dios está llevando a cabo con la humanidad.
Lo que vemos al mirarnos en un espejo quizá nos disguste. Muy gordos. Muy flacas. Muy bajos. Muy altas. Llenos de buenas intenciones, quizá, pero en palabras del propio Jesús: “El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41).
Dios ha dispuesto para los seres humanos una futura transformación de proporciones tan enormes, e incluso cósmicas, que la extraordinaria metamorfosis de oruga a mariposa ¡es una pálida comparación!
La Biblia revela que los verdaderos cristianos, los que estén vivos como los que ya murieron, experimentarán un cambio completo durante la resurrección que tendrá lugar al regreso de Jesucristo, “el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Filipenses 3:21). Efectivamente, a los seres humanos nos espera un cuerpo futuro y una futura existencia glorificada como hijos de Dios por toda la eternidad, ¡una existencia radicalmente distinta de la que ahora tenemos!
Así como la oruga que “muere” (en cierto sentido) dentro de su crisálida, para luego emerger como una gloriosa criatura nueva y enteramente distinta de la que fue, Dios también tiene dispuesta una transformación para nosotros: El cuerpo “se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder” (1 Corintios 15:42-43). Esta glorificación de los hijos de Dios será un acontecimiento de tal majestuosidad y hermosura que toda la creación, como bien lo dice la Palabra de Dios, espera con anhelo ese momento, porque sabe que la transformación de la humanidad y el nacimiento de los hijos de Dios representa la liberación del Universo que por fin sacudirá las cadenas de su actual corrupción (Romanos 8:20-22).
Si usted no ha leído en la Biblia acerca de esta metamorfosis de la humanidad, le rogamos que piense en solicitar nuestro folleto gratuito titulado: El misterio del destino humano. Reflexionar sobre el propósito que Dios tiene para nuestra vida es algo realmente impresionante. A quienes deseamos arrepentirnos de nuestros pecados nos espera, no solo una nueva vida ahora, ¡sino la promesa de una existencia radicalmente nueva en el futuro como hijos e hijas de Dios!
En medio de sus penas y tribulaciones, el patriarca Job dijo: “Todos los días de mi edad esperaré, hasta que venga mi liberación” (Job 14:14). ¡Son palabras que bien podríamos imaginarnos viniendo de la oruga! Y nosotros, al igual que nuestras amigas come hojas, esperamos una transformación en nuestro futuro… pero una que será de enorme trascendencia.
Alabemos a nuestro Creador, que nos ha diseñado con un propósito y que ahora mismo está actuando para hacer realidad nuestra transformación. Nuestra vida por ahora quizá sea la de una oruga, ¡pero nuestro destino es de mariposa! Y podemos dirigirnos a ese Creador con los ojos puestos en esa metamorfosis y llenos de esperanza, como lo hizo Job: “Entonces llamarás, y yo te responderé. Tendrás afecto a la hechura de tus manos” (v. 15).