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Las leyes dietéticas en el libro del Levítico, para mucha gente, están entre las instrucciones más desconcertantes de la Biblia. Quienes las cumplen desde hace milenios en cierta forma se han separado del resto del mundo, y al hacerlo ha sido motivo de controversias. ¿Por qué prohibió Dios el consumo de ciertas carnes? ¿Deben seguirse esas instrucciones en la actualidad?
Desde hace siglos, muchos críticos han afirmado que las indicaciones dietéticas del Levítico son arbitrarias e irracionales, producto de primitivas supersticiones consideradas un mandato divino. Por otro lado, especialmente quienes han sentido en carne propia los beneficios de esas leyes, las consideran sabias y razonables; tal como se esperaría de algo dictado por Dios.
Pese a lo que digan los detractores, el hecho es que Dios proclamó que sus leyes son para nuestro bien y que prolongan la vida: “¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!... para que viváis y os vaya bien, y tengáis largos días en la tierra que habéis de poseer” (Deuteronomio 5:29, 33). Sus ordenanzas en materia alimenticia no fueron arbitrarias, sino que se dictaron para nuestro provecho. Siendo así, ¿por qué inspiró Dios ciertos pasajes en el Nuevo Testamento que parecerían abolirlas? ¿Acaso un Creador omnisapiente se contradice?
Si usted se ha hecho preguntas como estas, le conviene estudiar el tema a fin de llegar a la verdad. El Dios Todopoderoso nos reta en estos términos: “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21). ¡Las respuestas pueden cambiar el rumbo de su vida y mejorar su salud!
La Biblia revela varias razones importantes para sus leyes alimentarias. En el Éxodo aprendemos que Dios eligió a la nación de Israel para que cumpliera un propósito especial (Éxodo 19:5-6). Dispuso las leyes dietéticas para que Israel fuera distinta de las demás naciones. Pero ¿por qué? A Moisés le dijo: “Yo el Eterno vuestro Dios, que os he apartado de los pueblos. Por tanto, vosotros haréis diferencia entre animal limpio e inmundo… Habéis, pues, de serme santos, porque yo el Eterno soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos” (Levítico 20:24-26). Dios eligió a Israel para que fuera una nación modelo, luz y ejemplo ante el resto del mundo, sobre el bien y el mal, lo santo y lo profano (Deuteronomio 4:6-8).
En parte lo hizo para que otros pudieran ver los resultados de sus leyes, y lo buscaran ante los extraordinarios beneficios de sus caminos santos. “Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos; porque largura de días y años de vida y paz te aumentarán” (Proverbios 3:1-2). Mayor longevidad y mejor salud serían solo dos de los beneficios de obedecer las instrucciones del Creador (Deuteronomio 4:40; 7:12-15).
Dios también dispuso las leyes dietéticas con el fin de promover el aprovechamiento correcto y eficiente del medio ambiente. Las instrucciones sobre animales limpios e inmundos son importantes en el cumplimiento del mandato divino a la humanidad, de que “labrara” y “guardase” la tierra (Génesis 1:28; 2:15). Para comprender bien estas leyes, debemos mirarlas en el contexto del propósito que Dios tiene para toda la humanidad.
Levítico 11 y Deuteronomio 14 registran la mayor parte de las leyes dietéticas en la Biblia. Tienen información específica, resumida en una serie de principios sencillos. Como se explica en el Expositor’s Bible Commentary: “Estas eran reglas generales que Dios dictó en su sabiduría a un pueblo que no podía saber la razón de la norma” (1990, vol. 2, pág. 569). Pero en la actualidad la ciencia revela cuán prácticas e importantes realmente son estas leyes.
Comenzando en Levítico 11:1-3, leemos: “Estos son los animales que comeréis de entre todos los animales que hay sobre la Tierra… todo el que tiene pezuña hendida y que rumia”. Esto describe a los mamíferos que comen pasto (herbívoros), que tienen la pezuña dividida y que se clasifican como rumiantes por su especializada digestión.
Los rumiantes tienen el estómago formado por cuatro cavidades que convierten la hierba indigerible para los seres humanos y otros animales en productos proteicos nutritivos: leche y carne. Algunos animales limpios son bovinos, ovinos, caprinos, venados, alces, antílopes, gacelas, caribúes y jirafas. Todos estos son herbívoros que se alimentan de pastos y otras plantas.
Esta clase de alimentación dispone la administración sensata del medio ambiente. Grandes extensiones del globo están cubiertas de pastizales y sabanas, que a menudo se consideran tierras marginales porque les falta la abundancia de lluvia necesaria para cultivos como el maíz o el trigo. “Los rumiantes han cumplido y seguirán cumpliendo un papel importante en los sistemas agrícolas sustentables. Resultan especialmente útiles para convertir enormes recursos renovables de los residuos de praderas, pastizales y cosechas u otros subproductos en alimentos comestibles para los seres humanos. Donde hay rumiantes, las tierras demasiado pobres o erosionables para cultivar se convierten en tierras productivas” (J. L. Beckett y J. W. Oltjen, Journal of Animal Science, vol. 74, número 6, 1996, pág. 1406). Por otra parte, los animales alimentados con pasto producen carne con menos grasa que los animales alimentados con granos, lo cual representa un beneficio para la salud. Además, es menos costoso criar animales a base de pasto y otras plantas.
Dios dispuso que estos animales limpios produjeran alimento nutritivo de manera económica y ecológicamente sana. Quería que su nación demostrara estos beneficios al resto del mundo, e impartió esas normas a Israel mucho antes de que aparecieran las ciencias de la ecología y la nutrición.
Por otra parte, por razones igualmente lógicas, las leyes dietéticas prohíben comer animales carnívoros. Dios creó animales limpios como fuente de alimento y otros productos para los seres humanos. También creó animales para otros fines, no aptos para el consumo humano. Los carnívoros, siendo cazadores, cumplen la importante función de controlar las poblaciones de otros animales. Por ejemplo, el lobo y el puma, que se alimentan de venados, controlan la sobrepoblación y la salud de estos grupos eliminando los animales viejos, enfermos o débiles. Una razón para no comer carnívoros es que pueden comer animales enfermos y transmitir enfermedades a la gente.
La Biblia dice específicamente que los cerdos son inmundos, inapropiados para el consumo humano (Levítico 11:7-8; Deuteronomio 14:8). Algunos teólogos no comprenden por qué prohibiría Dios la carne de cerdo; pero otros encuentran muchas razones lógicas que tienen que ver con ecología, economía, nutrición y salud pública.
En la naturaleza, los cerdos salvajes suelen ser animales nocturnos que escarban en busca de comida. Sus hábitos de alimentación nocturna debía mantenerlos alejados de los seres humanos, pero desde hace siglos estos han empleado cerdos domesticados como carroñeros en sus asentamientos. Tener un animal omnívoro que se engorda rápidamente alimentándose de cualquier basura, desecho o carroña; y al que luego puede matarse para comer, parece algo benéfico. Pero ¿realmente lo es?
En la actualidad, “los cultivos de maíz y soya son buenos para los productores de cerdos, ya que estos dos granos continúan siendo los ingredientes principales en la dieta de ese animal” (Kevin Schulz, NationalHogFarmer.com, 2016). Aparte de que el cerdo no puede vivir de pasto porque no es rumiante, y su aparato digestivo es similar al humano. En consecuencia, es competidor ecológico del hombre por granos como el trigo, el maíz y la cebada. En los Estados Unidos, los granjeros dan el 20 por ciento del maíz cosechado a los cerdos. Este es un mal uso de recursos, ya que la capacidad de producir alimentos no da abasto para la población mundial. Otra razón por la que Dios prohibe el consumo de cerdo. ¡Quizá previó que grandes manadas de cerdos les quitarían el grano de la boca a los pobres!
Una enfermedad importante transmitida por los cerdos y otros animales inmundos es la triquinosis. La causa es un pequeño nematodo, o lombriz parásita, que infecta el tejido muscular de animales y seres humanos (Richard Pearson, MD: “Triquinosis”, Manual Merck, 2018). Debemos, sin embargo, señalar que muchos animales carnívoros y omnívoros son portadores del parásito Trichinella spiralis, que “puede producir infecciones por consumir puerco... jabalí, oso o morsa” (ibídem). La lista también podría incluir ardillas, ratas, gatos, perros, conejos, zorros, caballos y mamíferos marinos (Eugene Nester et al., Microbiology, 1995, pág. 768). No es por accidente ni por coincidencia que las leyes divinas sobre alimentos prohíban la ingestión de estos animales.
La tenia o lombriz solitaria, es otro problema para la salud que puede ocurrir por comer cerdo. Respecto a la enfermedad causada por este parásito, “la mayor frecuencia se observa en países donde el cerdo es componente principal de la dieta; como Latinoamérica, España, Portugal, África, India, el Sureste Asiático y China” (Ellen Jo Baron et al., Medical Microbiology, 1994, pág. 887).
Aunque la medida que suele aconsejarse para evitar las infecciones parasitarias por el cerdo y otros animales inmundos es cocinar bien la carne, ¡la manera más eficaz de evitar estas enfermedades es no comer animales inmundos! Dios instruyó sabiamente a Moisés y a los israelitas en este sentido hace 3.500 años. Si la gente aplicara hoy el código dietético de la Biblia, ¡la carga global de enfermedades parasitarias podría bajar notoriamente en una generación!
El segundo conjunto principal de instrucciones divinas sobre la dieta se refiere a seres acuáticos. “Esto comeréis de todos los animales que viven en las aguas: todos los que tienen aletas y escamas en las aguas del mar, y en los ríos, estos comeréis… Todo lo que no tuviere aletas y escamas en las aguas, lo tendréis en abominación” (Levítico 11:9, 12).
Son muchas, y a veces novedosas, las razones dadas para explicar estas normas. Mientras algunos especialistas en la Biblia reconocen que el consumo de organismos inmundos puede ser nocivo, otros sugieren que los organismos sin aletas y escamas eran repugnantes sencillamente por su semejanza con las serpientes. No obstante, la ciencia ha puesto de manifiesto la detallada sabiduría y los beneficios de las instrucciones divinas acerca de los alimentos apropiados.
En general, los peces bíblicamente “limpios” nadan libremente en los cuerpos de agua. La mayoría de los “inmundos” o bien viven y se alimentan en los fondos acuáticos, o bien son carroñeros depredadores. Las instrucciones bíblicas protegen contra el consumo de peces cuyo cuerpo produce sustancias venenosas. Un manual de supervivencia del ejército de los Estados Unidos comenta que “la mayoría de los peces venenosos tienen muchas características físicas semejantes. En general, son de formas extrañas, como cajas o casi redondos y tienen piel dura, a menudo espinosa o cubierta de placas óseas; boca muy pequeña, branquias pequeñas y aleta ventral pequeña o ausente” (John Boswell, U. S. Armed Forces Survival Guide, 2007, pág. 244). Muchas criaturas marinas citadas entre las venenosas carecen de verdaderas escamas (Roger Caras, Venomous Animals of the World, 1974, pág. 103).
Las guías bíblicas nos dirigen hacia los peces más inofensivos para el consumo. Sin embargo, aun los peces limpios deben cocinarse bien. El pescado crudo o a medio cocer puede transmitir diversos tipos de tenias parásitas y trematodos (Jacquelyn and Laura Black, Microbiology, 1993, pág. 624).
Las leyes bíblicas sobre alimentos prohíben el consumo de mariscos que carecen tanto de aletas como de escamas. ¿Por qué se prohíben mariscos como la langosta, el cangrejo, el camarón y el langostino; manjares considerados deliciosos en muchas partes del mundo? La respuesta se ve al comprender la función natural que Dios asignó a tales criaturas.
Las langostas son animales marinos y bentónicos (de los fondos acuáticos), y en su mayoría son nocturnas. La langosta se alimenta de carroña, pero también consume peces vivos, pequeños moluscos y otros invertebrados de los fondos acuáticos, así como algas” (“Langosta”, Encyclopaedia Britannica, 2018).
Los cangrejos son carroñeros de basura que comen casi cualquier cosa y en especial peces muertos. El camarón común vive de día en el lodo o en el fondo arenoso de bahías y estuarios en todo el mundo. Por la noche actúa como carroñero depredador y “se alimenta de detritos, que es materia muerta y en estado de descomposición en los fondos acuáticos” (Keith Banister and Andrew Cambell, The Encyclopedia of Aquatic Life, 1988, pág. 235).
Dios creó estos organismos para que fueran los encargados de la limpieza de lagos, ríos, playas, bahías y mares. No fue su intención que los seres humanos los consumieran. Por esto también, las personas que consumen cangrejos, caracoles, camarones o langostinos en estado crudo, encurtido o mal cocido corren el riesgo de contraer infecciones parasitarias; como los trematodos o duelas hepáticas, que infectan hasta al 80 por ciento en algunas poblaciones rurales en el Sureste Asiático (Black, Microbiology, pág. 624).
¿Por qué creó Dios almejas, ostras, mejillones y vieiras pero los declaró inaptos para el consumo humano? Estos seres cumplen funciones especializadas en los lagos, ríos y áreas costeras. Como moluscos estacionarios que se alimentan por filtración, estos seres “cavan dentro del sedimento lodoso a profundidades entre 10 y 7.000 metros y consumen microorganismos y detritos orgánicos sueltos” (“Mollusk”, Encyclopaedia Britannica, 2019). Los organismos filtradores son las aspiradoras de los medios acuáticos, y como tales, purifican el agua.
Cuando comprendemos para qué creó Dios los mariscos, la razón por la que son inmundos debe ser obvia. Si usted no se comería lo que hay en la bolsa de su aspiradora, el filtro del calentador ni el tanque séptico, ¡tampoco se le debe antojar comer mariscos! “Los mariscos concentran bacterias al filtrar varios litros de agua por hora. La ingestión humana de estos mariscos, crudos o mal cocidos, puede causar fiebre tifoidea o salmonelosis” (J. P. Cabral, International Journal of Environmental Research and Public Health, vol. 7, no. 10, 2010, págs. 3657-3703).
¿Qué tan real es el peligro de enfermarse? La Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos informa que “los moluscos: ostras, almejas, mejillones y vieiras; causan más de 100.000 enfermedades al año” (“Food Safety: Federal Oversight of Shellfish Safety Needs Improvement”, GAO-01-072, 9 de julio del 2001, pág. 1). Algunas enfermedades relacionadas con el consumo de esos moluscos, que a menudo se consumen crudos en su propio caparazón, son brotes de cólera, tifoidea, hepatitis A, gastroenteritis por norovirus, salmonelosis, intoxicación paralizante, etc. Los expertos en salud suelen aconsejar que las personas con sistema inmune comprometido o vulnerable, especialmente las mujeres embarazadas, “se abstengan de comer pescado crudo y mariscos” (“Pregnancy and fish: What’s Safe to Eat?”, MayoClinic.com, 17 de junio del 2016). Quienes comprenden y acatan las leyes dietéticas de la Biblia evitarán automáticamente todos esos problemas ¡y muchos más!
El último grupo de organismos incluidos en el código bíblico son las aves, los insectos y los reptiles. Las aves excluidas son en su mayoría aves de rapiña o carroñeras, como el buitre y la gaviota (Levítico 11:13-19). Las aves carnívoras son importantes en el control de diversas poblaciones de animales. El consumo de la carne y sangre de su presa o carroña, convierte a las aves en agentes portadores de enfermedades. Las aves depredadoras de peces también suelen acumular altos niveles de sustancias químicas tóxicas en el cuerpo.
Los reptiles también se clasifican como animales inmundos (Levítico 11:29-30; 42-43). En cuanto a los insectos, Dios permite ingerir únicamente los pertenecientes a la familia de las langostas o saltamontes (chapulines), que siempre se han valorado como alimento en el Oriente Medio (vs. 21-23).
Las leyes bíblicas sobre alimentos son sencillas, racionales, prácticas y profundas. Mucho antes de que los seres humanos supieran los detalles sobre microorganismos, parásitos y ecología global, Dios reveló importantes principios que protegerían el medio ambiente, darían alimentos sanos y nutritivos e impedirían la propagación de enfermedades entre quienes seguían esas instrucciones.
Muchos autores y fuentes externas a la Biblia han reconocido la intención y beneficios de las guías alimentarias. Se ha observado que “la mayoría de esas leyes tienden claramente hacia la higiene y la salud pública” y que “las leyes fueron ideadas maravillosamente por Dios para la salud general de la nación” (The Expositor’s Bible Commentary, págs. 529, 569).
Siendo estas leyes tan lógicas y provechosas, ¿de dónde surgió la idea de que fueron abolidas? ¿Por qué hay quienes argumentan que la Biblia respalda esa idea? La respuesta se encuentra en interpretaciones que la gente hace de ciertos pasajes en Marcos 7 y Hechos 10. Al respecto, conviene estudiar la evidencia.
En Marcos 7, los fariseos le preguntan a Jesús por qué comen sus discípulos sin antes lavarse las manos conforme a la tradición farisaica. Cristo reprendió a los fariseos por hipócritas (vs. 5-13), pero muchos lectores no han comprendido lo que sigue. Es importante reconocer que algunas traducciones bíblicas añaden sus propias palabras a Marcos 7:19. Son palabras que Jesús no dijo y que no aparecen en el texto griego, y sugieren, falsamente que abolió las leyes dietéticas. El punto de Jesús era que la suciedad que se ingiera no profana a la persona espiritualmente, porque no entra en el “corazón” donde influiría en las actitudes. La suciedad pasa por el tracto digestivo y sale del cuerpo. Este capítulo no trata de las leyes dietéticas, como tampoco trata de estas Mateo 15:10-20, que se refiere a la misma situación. Para verlo más claramente, lea estos pasajes en diferentes traducciones.
Dios le envió a Pedro una visión, según se relata en Hechos 10, para ayudarle a comprender sus planes hacia el crecimiento de la Iglesia. Pedro vio unos animales inmundos y tres veces se le dijo que comiera. Cada vez, se negó rotundamente por su convicción de que estaba mal comerlos (vs. 13-16). Recordemos que este mismo Pedro supuestamente habría oído a Jesús abolir las leyes dietéticas en Marcos 7, y que este mismo Pedro, que fue instruido por Jesucristo durante tres años y medio, ¡y aun así tenía la clara convicción de que comer carnes inmundas estaba mal! Desconcertado, reflexionó sobre el sentido de la visión (Hechos 10:17), hasta que llegaron a visitarlo tres hombres gentiles con la petición de que les explicara el evangelio (vs. 21-27). Normalmente, Pedro no se habría asociado con individuos ajenos a la comunidad del pacto porque los judíos consideraban a los gentiles “inmundos”.
Cuando Pedro logró aclarar el significado de la visión, llegó a esta conclusión: “A mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo” (v. 28). Percibió la verdadera intención de Dios: que los cristianos debían predicar el evangelio a los gentiles y que debían entrar en la Iglesia junto con los cristianos de origen judío. Pedro no llegó a la conclusión, ni en este capítulo ni en ninguna parte, de que Dios pretendía abolir las leyes dietéticas. ¡La supuesta evidencia no está! Ni Jesucristo ni Pedro abolieron las normas dictadas por Dios.
Si los indicios de que Cristo y los apóstoles abolieron las leyes dietéticas son tan débiles, o más bien inexistentes, ¿de dónde se originó esa idea? Las pistas se encuentran en los factores sociales, políticos y religiosos que influyeron en las doctrinas de la Iglesia en el segundo siglo de nuestra era.
Si bien la destrucción del segundo templo en el año 70 DC, menos de 40 años después de la muerte y resurrección de Jesucristo, había dado fin a muchas costumbres y restricciones religiosas de los judíos, los primeros discípulos de Jesús continuaron guardando las leyes y prácticas que guardaba su Salvador; reconociendo que eran enseñanzas imperecederas de la Biblia (ver Lucas 4:16). Sin embargo, con la llegada de más gentiles a la Iglesia, se inició una época en que los cristianos empezaron a contender con fuertes sentimientos antijudíos que se extendían por todo el Imperio Romano. Dados los ataques y la burla que autores latinos y griegos dirigían contra las costumbres judías, “muchos cristianos rompieron sus lazos con el judaísmo” (Samuele Bacchiocchi, From Sabbath to Sunday, 1977, pág. 185).
Muchos cristianos intentaron distinguirse radicalmente de todo lo que tuviera visos de judío. Deseaban presentarse como diferentes y ajenos a los judíos. En su empeño por forjarse una nueva identidad, comenzaron a introducir nuevas costumbres, muchas de ellas tomadas de la cultura pagana que los rodeaba, en reemplazo de las prácticas bíblicas originales, llamadas “judías” (Will Durant, César y Cristo, 1944, pág. 595). Algunos ejemplos de lo anterior fue la sustitución del sábado por el domingo, los días santos bíblicos por fiestas paganas y las leyes de Dios sobre las carnes por preferencias locales en materia de alimentos.
Entre las consecuencias lamentables del rechazo de las leyes dietéticas por buena parte de la humanidad, una de las más tristes es que millones de seres han sufrido y muerto por ingerir lo que Dios prohíbe para alimento.
La Biblia dice que Satanás engaña al mundo entero (Apocalipsis 12:9). Uno de tantos engaños es la idea de que las instrucciones teológicas, racionales y benéficas sobre los alimentos que Dios impartió a Israel para que fuera una nación modelo para el resto del mundo, dejaron de tener validez.
No obstante, esta situación cambiará pronto. Cuando Jesucristo regrese, habrá una “restauración de todas las cosas” (Hechos 3:20-21), incluidas las leyes dietéticas que se encuentran en la Biblia. Las profecías en Isaías 65:1-10 y 66:15-20 revelan que el Salvador de la humanidad corregirá el concepto erróneo de que Él o alguien más puso fin a dichas leyes beneficiosas. Entonces todos los pueblos sabrán por qué estableció Dios esas leyes y podrán recibir los beneficios de vivir en armonía con los principios de inspiración divina (Isaías 2:2-3). La Biblia indica que cuando ocurra la restauración, durará el tiempo que durará el Reino de Dios: ¡para siempre! (9:6-7).
Una buena noticia es que no tenemos que esperar a que Jesús regrese para empezar a seguir las instrucciones de nuestro Creador. ¡Podemos, y debemos, empezar hoy mismo! Las personas cuya mente Dios ha abierto para ver el significado real de las Sagradas Escrituras pueden beneficiarse desde ahora, y pronto tendrán la oportunidad de enseñar esos principios protectores de la vida a toda la humanidad (Isaías 30:20-21).
Quienes alcancen y acepten el conocimiento de la práctica y beneficios del camino de vida de Dios, reinarán con Jesucristo en el Reino de Dios en la Tierra (Apocalipsis 11:15; Daniel 2:44; 7:27). Las leyes sobre los alimentos son parte del plan que Dios tiene para nuestro bienestar. Siguen vigentes y serán esenciales para asegurar la vida y salud en el mundo de mañana. [MM]