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“Un pequeño paso para el hombre, y un salto gigante para la humanidad”. El 20 de julio de 1969 a las 9:56 de la noche, el astronauta Neil Armstrong del Apolo 11 pronunció aquella famosa y muy citada frase al tocar con su bota el suelo lunar. Tras un descenso espeluznante en el módulo lunar con el tanque de combustible casi vacío, y el peligro de una colisión, Armstrong se convirtió en el primer ser humano que pusiera su pie en la Luna. Su compañero de viaje, el astronauta Edwin Aldrin, se le unió 20 minutos más tarde frente a esa nave espacial. Luego de explorar la superficie lunar durante casi dos horas, Aldrin regresó al módulo lunar seguido poco después por Armstrong; y en menos de un día despegaron en ascenso para reunirse con Michael Collins, el tercer tripulante que se encontraba en el módulo de mando del Apolo 11.
Desde el momento en que Armstrong habló, los oyentes discutieron si dijo “el hombre” o “un hombre”, como era su intención en aquella frase memorable. Muy pocos, en cambio, se refieren a que el pequeño paso de Armstrong señalara un hito importante. Pero ¿en qué ha quedado el salto gigante de la humanidad?
En 1975 el autor Norman Cousins declaró ante el Congreso de los Estados Unidos: “Lo más importante del viaje lunar no fue que los hombres se posaran en la Luna, sino que pusieran los ojos en la Tierra”. En diciembre de 1968, William Anders del Apolo 8, motivó la imaginación del mundo cuando, estando en órbita alrededor de la Luna, tomó la famosa fotografía que se conoce como: Amanecer de la Tierra. Viendo la primera imagen en colores de nuestro planeta desde el espacio, el contraste de sus tonos vivos y vibrantes contra la superficie gris apagada de la Luna, muchos sintieron que la grandeza y hermosura de la Tierra hacía parecer insignificantes los conflictos internacionales de nuestro planeta.
Sin embargo, Armstrong no plantó en la superficie lunar una bandera de las Naciones Unidas, sino la de los Estados Unidos. El alunizaje en sí fue motivado por un desafío de la Guerra Fría. El 25 de mayo de 1961, el presidente estadounidense John F. Kennedy lanzó un reto para su nación, reto que muchos creyeron imposible. Dirigiéndose al Congreso de su país, Kennedy propuso un objetivo temerario: “Creo que esta nación debe comprometerse a alcanzar la meta, antes de que termine esta década, de poner un hombre en la Luna y devolverlo sano y salvo a la Tierra”. Apenas se habían cumplido ocho años desde entonces cuando dos astronautas del Apolo 11 se posaron en la Luna.
Hubo cinco subsiguientes misiones Apolo que llevaron a diez hombres más a la superficie lunar, pero en los 47 años desde que el módulo lunar del Apolo 17 se levantó de la Luna, nadie ha regresado. Para darle perspectiva a este hecho, solamente dos naciones más, la República Popular de China y la antigua Unión Soviética, han logrado una misión de alunizaje sin chocar, aunque no tripulada. Israel pretendía ser la cuarta en el 2019, pero su nave Beresheet el 11 de abril se estrelló al fallarle un motor en pleno descenso. China marcó un hito el 3 de enero de este año cuando su nave Chang’e fue la primera, que se sepa, que descendió en el lado opuesto de la Luna. Como ese astro siempre mira desde la otra cara a la Tierra, requiere que un satélite en órbita lunar transmita información a los científicos del Ejército de Liberación Popular de China. Estados Unidos no piensa contar con una estación espacial en órbita de la Luna hasta mediados de la década del 2020, cuando planea lanzar su plataforma orbital lunar Gateway, que deberá alojar hasta cuatro trabajadores a la vez para realizar misiones científicas y militares.
En marzo de este año, el presidente estadounidense Donald Trump le pidió a la NASA que planeara otro alunizaje tripulado para el 2024, adelantando el programa anterior en cuatro años. El plan despertó controversia entre los legisladores, que aún no le han dado a la NASA los $1.500 millones adicionales que, según James Bridenstine, jefe de la NASA, serán necesarios en el año 2020; si se ha de cumplir el calendario para alcanzar la meta del presidente Trump. Ese rechazo motivó la renuncia del administrador de la misión Mark Sirangelo (“Líder de la misión lunar abandona la NASA a los 45 días”, UPI, 24 de mayo del 2019). ¿Es acaso un plan demasiado ambicioso? Ninguna otra nación tiene planes semejantes previos al 2030, aunque Rusia desea colocar astronautas en órbita lunar para el 2025, antes de lanzar una misión de alunizaje en la década del 2030. China y Japón también planean llegar con tripulantes antes del 2040. Los astronautas estadounidenses, al menos por ahora, continúan siendo los únicos que se han posado en la Luna.
Para muchos, los vuelos espaciales son una bella aventura, pero los tripulantes del Apolo 11 sabían que su misión era sumamente peligrosa. John Young, quien fue piloto del Apolo 10 y que realizó una caminata lunar con el Apolo 16, hizo la siguiente observación: “Cualquiera que se encuentre sentado sobre el sistema de combustible de hidrógeno y oxígeno más grande del mundo, sabiendo que va a arder y que no sienta alguna preocupación, es porque no comprende bien la situación”. Se dice que John Glenn, piloto de la nave Friendship 7, que en febrero de 1962 completó la primera misión de la NASA en orbitar la Tierra, observó con ironía: “Me sentí exactamente como se sentiría uno si se dispusiera a despegar sabiendo que estaba sentado sobre dos millones de piezas, todas hechas por el fabricante que ofreció la cotización más baja en un contrato del gobierno”. De hecho, la NASA no tomó medidas de seguridad rigurosas, aunque el peligro era real. Los tripulantes del Apolo 11 sabían que tres astronautas del Apolo 1 habían muerto en un incendio catastrófico durante las pruebas, cuando no pudieron alcanzar la escotilla de salida en su módulo de mando. Otros tres astronautas de la NASA habían muerto al estrellarse su avión jet en vuelos de entrenamiento. Estos hombres valientes sabían muy bien los peligros que afrontaban.
No puede dudarse que el programa espacial aceleró el ritmo de la innovación en el ámbito de la ciencia y la ingeniería. Los circuitos integrados, corazón de las microcomputadoras actuales y dispositivo indispensable en muchos aparatos electrónicos de consumo, fue patentado dos años antes del llamado a la acción del presidente Kennedy, pero ante las necesidades de la NASA, los ingenieros realizaron nuevas proezas de miniaturización y eficiencia; y la computadora de navegación del Apolo fue la primera que incorporó circuitos integrados en su diseño. Los teléfonos celulares son incomparablemente más poderosos que la computadora del Apolo 11, que cumplió su cometido con solo 2 kilobites de memoria de lectoescritura y 36 kilobites de memoria de lectura para almacenar los programas de los cuales dependían lo astronautas para su navegación, su guía de vuelo e incluso para despegar y aterrizar. Aquella computadora de punta realizaba la mayor parte del pilotaje del Apolo 11, con la notable excepción del muy tenso alunizaje efectuado por Armstrong.
Dicho todo lo anterior, debemos mirar con ojo realista la motivación que tendría el presidente Kennedy al presionar por el alunizaje. Como señaló recientemente el director de El Mundo de Mañana, Gerald E. Weston: “La carrera espacial tiene un aspecto más grave, y podríamos incluso considerar que, la exploración espacial ha hecho más peligroso nuestro mundo. Desde el comienzo, la exploración de nuestro entorno ha estado entrelazada con intereses militares. El Sputnik fue muy divertido, pero distó mucho de contar toda la historia de los satélites y su razón de ser. El público andaba enamorado de las caminatas espaciales y la microgravedad, pero detrás de todo había experimentos y misiones militares. La ida a la Luna captó la atención del público, pero el juego que jugaban la Unión Soviética y los Estados Unidos era a ver quién lograba una ventaja estratégica” (What on Earth For?, Tomorrow’s World, mayo y junio del 2019, pág. 22).
Si no hubiera sido por el deseo estadounidense de derrotar a la Unión Soviética y ganar la Guerra Fría, es probable que el presidente Kennedy no hubiera lanzado su desafío a la nación.
Cincuenta años después de que Neil Armstrong plantara una bandera de los Estados Unidos en la superficie lunar, el nacionalismo continúa siendo el combustible de la guerra espacial. En marzo de este año, el vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, proclamó que “la primera mujer y el próximo hombre en la Luna serán astronautas estadounidenses, lanzados por cohetes estadounidenses, desde suelo estadounidense” (SpaceNews.com, 26 de marzo del 2019).
En diciembre del 2018, Donald Trump firmó un decreto ejecutivo que era un primer paso hacia el establecimiento de una fuerza espacial como nueva rama de las fuerzas armadas de los Estados Unidos. Reconociendo la cada vez mayor importancia del espacio sideral para las fuerzas militares de la Tierra, el comandante John Hyten, del Comando Estratégico de los Estados Unidos, declaró ante un comité del Senado en abril del 2019: “El espacio es fundamental para nuestra vitalidad económica y para el estilo de vida estadounidense, incluida la manera como hacemos la guerra. Nuestros adversarios indudablemente así lo entienden, y construyen activamente armas que despliegan para amenazarnos en el espacio. Son acciones que debemos tomar en serio”.
El alunizaje del Chang’e 4 en enero despertó inquietudes en el sentido de que China, actuando en el lado opuesto de la Luna, podría acumular armas y desarrollar otras tecnologías a escondidas; lo cual sería una violación de los tratados de paz internacionales. Algunos, sin embargo, conservan el optimismo: “Los chinos no van a lanzar rocas lunares contra nosotros desde un puesto de avanzada”, dijo Dean Cheng, estudioso en el Heritage Foundation (Washington Times, 9 de enero del 2019). Otros se preocupan de que China y Rusia puedan amenazar satélites estadounidenses de inteligencia y comunicación: “Esas tecnologías es lo que empleamos para comunicaciones y reconocimiento, así como advertencia y posicionamiento de misiles, tiempo y navegación; toda una serie de recursos que utilizamos para la guerra”, dijo el subsecretario de defensa de Estados Unidos Michael Griffin (ibidem).
El congresista Michael Waltz (Republicano, Florida) dijo recientemente en una entrevista:
“La guerra espacial del siglo 21 ya ha comenzado… En el centro de todo ello veremos la Luna. Los israelíes acaban de hacer un lanzamiento, los indios planean lanzarse a la Luna, los chinos acaban de hacerlo a la cara opuesta de la Luna. Siempre vale la pena recordar que los chinos no tienen un componente civil de exploración como la NASA. Es solamente militar… por tanto, es un ámbito en el cual debemos ser competitivos y mantener la delantera” (ForeignPolicy.com, 10 de abril del 2019).
Hoy vemos los satélites espaciales y sus beneficios como algo común y corriente. La humanidad ha llenado los cielos con maravillas tecnológicas, como telescopios orbitales, comunicaciones satelitales y plataformas de investigación. ¿Cuánto hay? “En el 2018, se encontraron en órbita más de 1800 satélites activos, que pertenecen y son operados por más de 50 países y organizaciones multinacionales. Hay nueve países y una organización internacional capaces de lanzar naves espaciales: China, India, Irán, Israel, Japón, Rusia, Corea del Norte, Corea del Sur, Estados Unidos y la Agencia Espacial Europea” (Agencia Estadounidense de Inteligencia para la Defensa, febrero del 2019, pág. 7). Un atentado lanzado desde la Luna por China u otra nación podría desbaratar la seguridad y el comercio de los Estados Unidos, y dejar a esa nación vulnerable para una conquista económica y militar.
¿Y si la amenaza no proviene de Rusia o de China, sino de más allá en el espacio? Stephen Hawking, fallecido astrofísico de la Universidad de Cambridge, expresó su inquietud por tal posibilidad. Considere el siguiente informe noticioso:
“Los alienígenas existen y más vale que la Tierra se cuide, según piensa Stephen Hawking. Hawking sugirió que la existencia de extraterrestres es casi segura, pero que la humanidad no debe buscarlos sino hacer todo lo posible por evitar cualquier contacto… Sugiere la posibilidad de que los alienígenas simplemente saqueen los recursos de la Tierra y luego se vayan a otro lado… Concluye diciendo que pretender hacer contacto con razas extraterrestres es ‘un poquito demasiado arriesgado’. Dijo: ‘Si nos visitaran extraterrestres, creo que el resultado sería muy parecido a la llegada de Cristóbal Colón a América, con resultados nada buenos para los nativos” (The London Sunday Times, 25 de abril del 2010).
Lo anterior quizás evoque recuerdos de aquella película de ciencia ficción que salió en 1996 con el título: El día de la independencia, o un conocido episodio de la serie: La dimensión desconocida que se tituló: “Servicio al hombre”. Si la humanidad se encontrara con extraterrestres, muchos los verían como enemigos, como en aquella vieja serie de televisión: V Invasión extraterrestre, y no como los tranquilos y sabios benefactores de la película: Encuentros cercanos del tercer tipo.
¿Se ha puesto usted a pensar cómo reaccionaría el mundo ante el regreso de Jesucristo? En un principio no todos lo aceptarán como su Salvador. Algunos engañados lo considerarán como un invasor que ha llegado a quitarles su libertad y poder. ¿Se imagina usted las fuerzas militares conjuntas de todo el mundo desatadas contra Jesucristo al descender del Cielo? Efectivamente, ¡las naciones rebeldes pelearán contra el Mesías cuando regrese! En su mente tendrán fresco el recuerdo de las aterradoras señales celestiales que, según predice la Biblia, ocurrirán antes de su regreso. Entre esas señales leemos que “el Sol se convertirá en tinieblas, y la Luna en sangre, antes que venga el día del Eterno, grande y manifiesto” (Hechos 2:20). ¿Observó usted alguna de las “lunas de sangre” que acompañaron los cuatro eclipses lunares de los últimos dos años? Aunque muy espectaculares, son fenómenos astronómicos que se repiten y ofrecen apenas un ligero anticipo de las señales celestiales que vendrán cuando Dios intervenga directamente.
Y es desde los Cielos que regresará Jesucristo, en una forma que la Biblia describe de esta manera:
“Entonces vi el Cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino Él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y Él las regirá con vara de hierro; y Él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Apocalipsis 19:11-16).
¿Quiénes componen los “ejércitos celestiales”? Estos incluirán a los “primeros frutos”, los fieles cristianos ¡llevados a la vida espiritual inmortal en la primera resurrección! ¿Y cuál será el desenlace de la batalla?: “Vi a un ángel que estaba en pie en el Sol, y clamó a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: Venid, y congregaos a la gran cena de Dios, para que comáis carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes” (vs. 17-18).
Jesucristo será vencedor en la guerra al final de esta era, conquistando las masas de hombres que insistirán en juntarse para oponerle resistencia. Leemos de su derrota en estos términos:
“Vi a la bestia, a los reyes de la Tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército. Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre. Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos” (vs. 19-21).
El Príncipe de Paz victorioso regresará a establecer su gobierno sobre todas las naciones. Dará a todo ser humano que alguna vez vivió, la oportunidad de escuchar y practicar sus enseñanzas ¡y de aceptar a Cristo como su Señor y Salvador y de recibir el Espíritu Santo! Después de esto, ocurrirá otro fenómeno asombroso cuando la Nueva Jerusalén de Dios bajará del Cielo a la Tierra. El apóstol Juan describe así la escena: “Vi un Cielo nuevo y una Tierra nueva; porque el primer Cielo y la primera Tierra pasaron, y el mar ya no existía más” (Apocalipsis 21:1). La Nueva Jerusalén brillará con la gloria de su Gobernante: “La ciudad no tiene necesidad de Sol ni de Luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (v. 23). ¿Se imagina usted cómo serán estos maravillosos acontecimientos?
Es irónico, que a los 50 años del alunizaje del Apolo 11, esté programado el viaje de otro astronauta estadounidense al espacio, ¡pero esta vez en una nave rusa Soyuz que irá rumbo a la Estación Espacial Internacional! Andrew Morgan, cirujano militar de los Estados Unidos, pasará nueve meses a bordo de la EEI. Será este su primer viaje al espacio, pero espera que no sea el último. Morgan se muestra optimista en cuanto a los objetivos planteados por el presidente Trump y la NASA: “Volver a la superficie lunar en cinco años es una meta anhelada. Sé que podemos lograrla”, dijo.
De las doce personas que se han posado en la Luna, cuatro todavía viven. Edwin Aldrin del Apolo 11, de 89 años, es el mayor de ellos; Harrison Schmitt, de 84 años de edad, es el último sobreviviente del Apolo 17, última misión tripulada a la Luna. Es muy posible que los cuatro sobrevivientes de un alunizaje hayan fallecido antes de que alguien más ponga un pie en la Luna.
Si bien la NASA anunció hace poco su propósito de volver a la Luna en el 2024, ¿por qué no se han visto más misiones tripuladas en los últimos 47 años? Para algunos escépticos, prueba que los alunizajes del Apolo fueron un engaño. Sin embargo, entidades ajenas al gobierno han hecho reflejar rayos láser en los reflectores que las misiones Apolo dijeron colocar en la Luna, lo cual demuestra claramente que alguien los puso allí ¡y en posición exacta! En el 2008, la sonda lunar japonesa Selene envió pruebas fotográficas del suelo marcado en el lugar de alunizaje del Apolo 15, cuando el módulo lunar encendió el motor de ascenso. Funcionarios de los programas especiales chino e indio, competidores que se beneficiarían si pudieran desmentir a los Estados Unidos, también informaron que hay pruebas de suelos alterados en la superficie lunar, y que ello confirma la presencia anterior de la NASA.
Aun así, hay escépticos. Quizá no creerán en los alunizajes hasta verlos personalmente. ¿Y usted? ¿Le gustaría ver la Luna y otros astros de cerca con sus propios ojos? La increíble verdad es que Dios está preparando a los verdaderos cristianos para heredar la Luna ¡y más! En la antigüedad, Dios le hizo esta promesa a la humanidad: “Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies” (Salmos 8:6). En el Nuevo Testamento leemos: “El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo” (Apocalipsis 21:7). Y en Romanos 8, en referencia a los cristianos como hijos de Dios, leemos: “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” (v. 17); coherederos porque Jesucristo compartirá su herencia con los hijos obedientes de Dios: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el Universo” (Hebreos 1:1-2). La expresión griega ta panta, traducida al español como “todo” o “todas las cosas”, revela que cuando los verdaderos discípulos nazcan de nuevo como primicias dentro de la Familia de Dios, nada se excluirá de su herencia. ¡Todo el Universo será nuestro para explorar, apreciar e incluso para hacerlo aún más hermoso de lo que todavía no podemos ni imaginar!
¡Pero todavía no! Los cristianos son herederos a la espera de recibir una gran herencia. “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del Reino que ha prometido a los que le aman?” (Santiago 2:5). ¿Cómo nos preparamos para recibir esa herencia? No convirtiéndonos en astrónomos ni en astronautas, aunque esas puedan ser actividades maravillosas. Pero nosotros nos preparamos aprendiendo a amar a Dios. Aun los pobres de este mundo están preparándose para heredar el Universo si es que están aprendiendo a amar a Dios. ¿Y cómo aprendemos a amar a Dios? “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3).
No, ¡los mandamientos de Dios no son gravosos! Los cristianos que se arrepienten de sus pecados, se someten al bautismo y reciben el Espíritu Santo, tienen dentro de sí el poder del Espíritu que les ayuda a obedecer a Dios. Estos disfrutan desde ahora un anticipo de lo que vivirá el resto de la humanidad solo en el futuro. Si usted siente que Dios puede estar llamándole, le instamos a comunicarse con un representante de El Mundo de Mañana en la oficina regional más cercana, que encontrará en la página 2 de esta revista. Ellos tendrán mucho gusto en responder a sus preguntas o incluso a reunirse con usted.
El hecho de caminar en la Luna fue algo que cambió la vida de los hombres que lo hicieron. Su viaje tuvo que ser, sin duda, una experiencia que los llenó de asombro y humildad, y que les dio una perspectiva nueva sobre la vida. Pero solo fue una experiencia breve, y enseguida regresaron a la Tierra y a los problemas que en ella abundan. Si usted es discípulo de Jesucristo, Dios le está preparando para dar un “salto gigante” que abarcará mucho más que la Tierra y más que la Luna. ¡Le está preparando para heredar el Universo entero! [MM]