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¡Las antiguas profecías de la Biblia revelan el futuro de las naciones de hoy!
¿Habrá una explicación lógica de por qué el mundo está como está? ¿Por qué hay naciones bendecidas con abundancia y libertad mientras que otras luchan entre la pobreza y la opresión? ¿Por qué ciertas naciones pequeñas y relativamente jóvenes surgen de repente a posiciones de liderazgo mundial mientras que otras, que fueron poderosas y gozaron de una historia larga y gloriosa, se han estancado y hasta retroceden en el devenir de los asuntos mundiales? ¿Por qué hay tantas opiniones, pero tan poco conocimiento de lo que realmente depara el futuro?
Las sorprendentes respuestas a esas preguntas se hallan en un lugar que los dirigentes de las naciones rara vez consultan, y que pocos entienden. Aunque muchos la ridiculizan o le restan valor, la verdad es que la Biblia explica por qué el mundo está como está. Las Escrituras revelan que Dios tiene un plan y que está cumpliendo un propósito en la Tierra; ¡un plan y un propósito que tienen que ver con las naciones del mundo!
La Biblia contiene centenares de profecías, las cuales revelan el futuro de muchas naciones. Pero si no sabemos la identidad actual de las antiguas naciones mencionadas en las Sagradas Escrituras, no podremos comprender las profecías ni el plan y propósito de Dios para los seres humanos. Más aún, sin comprender esas profecías, ¡la Iglesia de Dios no podrá llevar a cabo la misión que Jesucristo le encomendó! Ante el dramático cumplimiento de esas antiguas profecías, es imprescindible que sepamos lo que revela la Biblia acerca de las naciones y nos preparemos para el efecto que dichas profecías tendrán ¡en nuestra propia vida!
Muchos que se declaran cristianos piensan que el plan de Dios solamente era enviar a Jesucristo a morir por los pecados del mundo. Pero este concepto pasa por alto las palabras del propio Jesucristo y de muchas profecías bíblicas que hablan del plan de Dios. La Biblia declara enfáticamente que Dios tiene un grandioso plan, un designio que está llevando a cabo en la Tierra. El rey David escribió: “El consejo [plan, propósito] del Eterno permanecerá para siempre; los pensamientos de su corazón por todas las generaciones” (Salmos 33:11).
Por su parte, el profeta Isaías dijo que las profecías bíblicas revelan el plan de Dios: “Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Isaías 46:9-10). El apóstol Pablo explicó que Dios está cumpliendo un gran designio, un propósito que ha sido un permanente misterio para los dirigentes y pensadores del mundo (Efesios 1:9-11; 1 Corintios 2:7-9).
Las profecías bíblicas predijeron que el Mesías vendría a sufrir y morir por los pecados de la humanidad (Isaías 53:2-11; Juan 3:16). Cuando Jesús dijo: “Para esto he llegado a esta hora” (Juan 12:27), comprendía que su muerte y resurrección harían posible el plan de Dios (Mateo 26:54). Con todo, pocos comprenden que, según la profecía bíblica, el plan de Dios es mucho más. En el libro de Daniel encontramos un compendio de la historia universal desde los tiempos del rey Nabucodonosor, unos 600 años antes de Cristo, hasta el regreso de Jesucristo al final de la presente era. Valiéndose del simbolismo de una gran imagen con cuatro partes y una serie de cuatro extrañas bestias, Daniel predijo el auge y caída de cuatro grandes imperios que decidirían la historia del mundo (Daniel 2:7). Los historiadores reconocen que estos cuatro imperios son: el Babilónico, el Grecomacedonio, el Medopersa y el Romano.
La Biblia anota, y así lo confirman los anales de la historia, que esos imperios y sus dirigentes cumplieron papeles clave dentro del plan de Dios. Los babilonios bajo Nabucodonosor conquistaron el Reino de Judá y se llevaron cautivos a los judíos, cumpliéndose un castigo por sus pecados (2 Reyes 25). Setenta años más tarde, Dios se valió de Ciro, rey de Persia, para conquistar y castigar a los babilonios y para que emitiera un decreto en virtud del cual los judíos podían regresar a reedificar Jerusalén. Todo esto fue conforme al plan de Dios (Isaías 45:1; 44:24-28; Jeremías 25:11-12; 29:10; Esdras 1:1-4) “profetizado por Jeremías contra todas las naciones” (Jeremías 25:13). El apóstol Juan declaró que también al final de esta era, Dios se valdrá de ciertas naciones para cumplir su plan: “Las aguas que has visto… son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas… porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que Él quiso” (Apocalipsis 17:15, 17). Las profecías de la Biblia revelan aspectos importantes del plan de Dios que tienen que ver con determinadas naciones en la Tierra. Si no hubiera un plan, ¡la profecía sería innecesaria!
En la Biblia se destacan en detalle una serie de profecías que Dios dio a Abraham y a una línea de sus descendientes, la cual llegó a convertirse en la nación de Israel. Dios prometió a cambio de la obediencia de Abraham, que sus descendientes se multiplicarían y se harían grandes, heredarían ciertas tierras y de ellos saldrían reyes (Génesis 12:1-7; 13:12-16; 17:15-16). Agregó: “Tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos”. Además, se valdría de ellos para bendecir a “todas las naciones de la Tierra” (Génesis 22:17-18; 24:60).
Dios estipuló que estas promesas se transmitirían por su hijo Isaac (Génesis 17:21) y su nieto Jacob, quien a su vez tuvo doce hijos (Génesis 35:23-26), padres de las doce tribus de la nación de Israel. El máximo cumplimiento de las promesas a Abraham se transmitió por el hijo de Jacob, José, a sus hijos: Manasés que había de convertirse en una gran nación y Efraín que sería una multitud [mancomunidad] de naciones, tal como se indica en Génesis 48:17-19. Los descendientes de los hijos de Jacob, cuyo nombre se cambió a Israel (Génesis 32:28; 35:10), llevarían su nuevo nombre: israelitas (Génesis 48:6, 16). Esta es una clave importante que debemos recordar a fin de comprender la profecía bíblica.
Cuando encontramos el término “israelitas” en las profecías bíblicas, generalmente se refiere a los descendientes de las diez tribus que fueron parte del Reino del Norte, es decir Israel, mientras que el término “judíos” suele referirse a los descendientes de Judá (otro hijo de Jacob) quienes fueron la tribu principal en el Reino de Judá.
Dios tuvo un propósito al escoger a los descendientes de Jacob (Israel) como su pueblo (Éxodo 19:3-6). Les dio sus leyes para que fueran una luz y un ejemplo a las naciones del mundo (Deuteronomio 4:1-10). Les dijo que si obedecían sus leyes recibirían bendiciones, pero que si desobedecían las consecuencias serían graves (Levítico 26; Deuteronomio 28). Tanto el Reino de Israel como el de Judá fallaron en su misión de ser luces para el mundo y ambos cayeron en cautiverio: Israel en Asiria y más allá; y Judá en Babilonia. Los judíos regresaron a Jerusalén luego de 70 años de cautiverio y hoy forman un pueblo y una nación reconocibles. Las otras tribus de Israel jamás regresaron y se conocen en la historia como “las diez tribus perdidas”. Sin embargo, tanto la Biblia como la historia ofrecen claves para la actual ubicación e identidad nacional de esas tribus “perdidas” de Israel... tribus que cumplen un papel importantísimo dentro de la profecía bíblica y del plan de Dios.
En Génesis, Moisés consignó profecías que ayudarían a identificar a las naciones de Israel en los “días venideros” (Génesis 49:1-28). Es fácil identificar a los descendientes de Judá como los judíos en estas profecías: quienes tendrían reverencia por la ley de Dios y de quienes saldría el Mesías (Génesis 49:8-12). En cuanto a las demás tribus de Israel, al estudiar sus descripciones proféticas, no se puede menos de notar que dichas descripciones encajan con ciertas naciones modernas situadas en el Noroeste de Europa. Los descendientes de Rubén se harían poderosos, tendrían dotes de excelencia y de grandeza, pero carecerían de estabilidad nacional (compárese con Francia: Génesis 49:3-4). Los descendientes de Zabulón habitarían las costas del mar y serían un pueblo de mercaderes (compárese con Holanda: Génesis 49:13). Los descendientes de Dan dejarían su huella al viajar a través de Europa desde su base en el Oriente Medio (compárese con Dinamarca e Irlanda).
Los descendientes de José, Efraín y Manasés, serían un pueblo colonizador que habitaría lugares selectos de la Tierra, pero separados de sus primos continentales (compárese con Inglaterra, los Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica: Génesis 49:22-26). Las profecías sobre Manasés y Efraín, que serían una gran nación y una multitud [mancomunidad] de naciones poseedoras de las puertas de sus enemigos; describen con acierto a los Estados Unidos y Gran Bretaña (Génesis 48:19). Aunque los escépticos se rían de estas identidades bíblicas de las modernas naciones israelitas, conviene considerar los datos que existen al respecto.
La Biblia y la historia cuentan que los asirios se llevaron cautivas a las diez tribus de Israel al actual Norte de Irak, el Noroeste de Irán y Armenia; es decir, la región entre el mar Negro y el mar Caspio. El obelisco negro de la antigua Asiria, que provino de Nínive y hoy reposa en el Museo Británico, se refiere a los israelitas como los kumri o el pueblo de Omri (el nombre del rey israelita que edificó Samaria, ciudad capital del Reino del Norte de Israel), tal como se indica en 1 Reyes 16:21-27. Los babilonios se referían a esa misma gente como los gimiri. Alrededor del año 500 AC, el rey persa Darío hizo grabar sus conquistas en tres idiomas en una roca en Behistún en el Noroeste de Irán. Dicha inscripción se refiere a los gimiri como los sacae (identificados por los historiadores con los escitas, quienes se extendieron por toda Europa). El arqueólogo George Rawlinson afirmó: “Tenemos motivos razonables para considerar a los gimiri, o cimerios… y los sacae de la roca de Behistún… como idénticos a los bet-kumri de Samaria, o las diez tribus de la Casa de Israel” (The Story of Celto-Saxon Israel, Bennett, pág. 151).
Son claros los indicios históricos y bíblicos que trazan la migración de las antiguas tribus israelitas por las tierras de Armenia y por el Norte de Irak e Irán. Esto concuerda con los anales históricos que señalan los orígenes de la gente que habita en el Reino Unido. La Declaración de Abroath (o Declaración de la independencia escocesa), redactada en el año 1320 DC, afirma que los antepasados de los escoceses vinieron de la Gran Escitia (junto al mar Negro) pasando por el mar Mediterráneo a España y luego a Inglaterra, “mil doscientos años después de que el pueblo de Israel cruzara el mar Rojo” (Bennett, págs. 159-161). La Crónica anglo sajona (Anglo-Saxon Chronicle), escrita alrededor del año 60 AC, hace remontar los orígenes de los pueblos sajones a la región de Armenia (ibídem, pág. 209).
En su obra The Ruin of Britain, el antiguo escritor británico Gildas (475-550 DC) se refiere al pueblo británico como israelitas. En las leyendas irlandesas, algunos de los primeros colonizadores irlandeses se denominan los tuatha de Danann (The Story of the Irish Race, Mac Manus, pág. 5). Cyrus Gordon, importante arqueólogo estadounidense, reconoció a los tuatha de Danann como la tribu bíblica de Dan y vinculó a estos pueblos israelitas con Irlanda y Dinamarca (Bennett, pág. 79). Estos pueblos danitas llegaron a Irlanda luego del éxodo israelita de Egipto. También es interesante que los galeses se refieran a sí mismos como los cymri o cymru, asumiendo el nombre asirio dado al pueblo de Israel. Los anales de la historia relacionan las identidades nacionales de Inglaterra, Escocia, Gales y Dinamarca con los israelitas de la Biblia.
Jesús comisionó a sus discípulos para ir “a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mateo 10:6). Si observamos hacia adónde se dirigieron los discípulos, podemos determinar la localización de esas ovejas perdidas. En efecto, la Biblia revela que los discípulos tomaron seriamente la comisión de Cristo y llevaron su ministerio a los pueblos israelitas.
Santiago dirigió una epístola “a las doce tribus que están en la dispersión” (Santiago 1:1). El historiador Josefo, quien vivió en el primer siglo de nuestra era, dijo que las diez tribus de Israel se habían convertido en una “inmensa multitud… más allá del Éufrates” (Antigüedades de los judíos, xi. 5.2.1). La Biblia narra que Pedro se dirigió a Babilonia (1 Pedro 5:13) y que Pablo planeaba un viaje a España (Romanos 15:28). ¡Ellos sabían que había israelitas en dichas regiones!
Los desplazamientos de los apóstoles están consignados en escritos antiguos. Andrés viajó a Escitia cerca del mar Negro. Bartolomé fue a Armenia. Tomás y Judas [no el Iscariote] se encaminaron hacia el sur del mar Caspio, a Partia y más allá, regiones estas adonde se habían ido las diez tribus. Muchos autores antiguos confirman que Pablo, Pedro, José de Arimatea, Simón el Celote y otros estuvieron en lo que hoy es el Reino Unido, sabiendo que allí había israelitas. Tanto el bibliotecario del Vaticano, cardenal Baronio (1538-1607) como el arzobispo anglicano Ussher (1581-1656), mencionaron que varios de los apóstoles y sus compañeros viajaron a las islas del Occidente.
La comisión dada por Jesús a sus discípulos: predicar el evangelio a las “ovejas perdidas de la casa de Israel” y a “todo el mundo”, no se limitaba a la Iglesia del primer siglo de nuestra era. Esa comisión sigue vigente para la Iglesia de Dios en la actualidad. Parte de esa comisión es explicar a los actuales descendientes de Israel por qué sus naciones han heredado las bendiciones que tienen, y advertirles de lo que les espera si dejan de lado las leyes de su Dios, que les confirió tantas bendiciones. Las Sagradas Escrituras indican claramente que en los “postreros días” las naciones de Israel sufrirán una grave tribulación, o “tiempo de angustia para Jacob” (Jeremías 30:1-24). Otro aspecto de la comisión es advertir al mundo de lo que significan los fenómenos que marcarán el fin de la era y la venida de Jesucristo. Estas señales se mencionan en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21. Para que la Iglesia pueda llegar ahora a los pueblos israelitas con este mensaje, es necesario conocer su ubicación e identidad actual. Por esa razón la Biblia consigna información de la ubicación y las características singulares que distinguen a las tribus israelitas. Dios tiene un plan, y si nosotros no podemos identificar a los actuales descendientes de la antigua Israel, tampoco vamos a poder comprender ese plan.
Según la Biblia, las naciones de Europa también cumplirán un papel clave en el cumplimiento de las dramáticas profecías para el tiempo del fin. Ciertas profecías en el libro de Daniel indican que habría diez restauraciones del Imperio Romano (Daniel 7:24), y que las siete últimas estarían promovidas y dominadas por un “cuerno pequeño”, es decir, una destacada figura religiosa (Daniel 7:8, 24-25). La historia nos dice que todos los intentos por revivir el Imperio Romano se han producido en Europa bajo la tutela del pontífice de Roma. Ciertas profecías en Daniel y el Apocalipsis indican que el último renacer del sistema romano consistirá en una federación de diez naciones o reinos, que la Biblia describe como mezcla de hierro y barro cocido, las cuales entregarán su poder a una “bestia”, es decir, un líder político de gran influencia, inmediatamente antes del regreso de Jesucristo (Daniel 2:40-45; Apocalipsis 17:12-13). Esto es precisamente lo que ocurre en Europa en este momento, cuando los estados o naciones debaten la posibilidad de entregar su soberanía a un gobierno central europeo. La actual Unión Europea se tornará inestable e ingobernable. Con el tiempo, un núcleo de diez naciones acordará seguir adelante hacia la unidad política total, bajo un dirigente de gran acogida popular pero lleno de engaño, tal como lo predice la Biblia.
La Biblia predice igualmente que sobre esa “bestia”, una potencia europea de los tiempos del fin, irá “montada” una mujer vestida de ropa ostentosa, quien ha perseguido a los verdaderos creyentes, ha cumplido funciones importantes aunque sutiles en la política mundial y ha corrompido al mundo con doctrinas religiosas adoptadas de fuentes paganas (Apocalipsis 17:1-6). La identidad de esta “mujer” debe ser obvia para todo el que haya estudiado los orígenes no cristianos de las doctrinas católicas, entre ellas el purgatorio, el celibato sacerdotal, la trinidad, las indulgencias, la veneración de imágenes y otras. La descripción bíblica de la “mujer” de vistoso ropaje que cumple dicho papel nos viene a la mente cada vez que vemos las deslumbrantes vestimentas de los papas y cardenales y las intervenciones políticas de los representantes papales que viajan de una nación a otra cumpliendo el oficio del Vaticano. Los detalles gráficos de las profecías bíblicas están allí para que los comprendamos. Estos detalles ¡identifican a naciones y personas que cumplirán papeles clave en el cumplimiento de las profecías sobre el plan de Dios!
La Biblia indica que al final de esta era, el principal enemigo de las naciones israelitas será Asiria (Isaías 10). Dios se valdrá de Asiria y sus aliados para castigar a las naciones israelitas que han olvidado a su Dios (Isaías 10:5-7; 24-25). Los asirios actuales, lo mismo que sus antepasados, han acogido la filosofía de una “raza dominante”, han adquirido fama de cierta frialdad y arrogancia y han realizado operaciones militares con precisión y eficiencia mortíferas (Isaías 10:8-14). Aunque pocos estudiosos modernos buscan en la Biblia la orientación para comprender los fenómenos geopolíticos actuales, las referencias proféticas a Asiria en los “postreros días” ciertamente señalan hacia la moderna Alemania.
Las leyendas indican que la ciudad más antigua de Alemania, Tréveris, nació de una colonia asiria fundada alrededor del año 2000 AC. Ciertas fuentes árabes del siglo 15 DC se refieren a los germanos como asirios. Los asirios y sus aliados fueron los primeros entre las naciones que emplearon armas de hierro, y el hierro ha cumplido un papel notable en la historia social alemana. Carlomagno gobernó desde Aquisgrán en la actual Alemania. Llevaba armadura de hierro y “tomó la corona de hierro de Lombardía” para convertirse en rey de los francos y los lombardos (Germany, Her People and their Story, Gifford, pág. 35). Desde 1813 y hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, la cruz de hierro fue el premio otorgado a los soldados alemanes por servicios meritorios en la guerra. El dirigente alemán Otto von Bismarck adquirió el sobrenombre de “el Canciller de Hierro” por sus memorables palabras que afirmaban que los grandes problemas de la era se resolverían mediante “hierro y sangre”.
Las profecías de Daniel indican que “al cabo del tiempo” el poder de la bestia europea, llamado “el Rey del Norte”, encabezado por Alemania, realizará operaciones militares en el Oriente Medio en respuesta a provocaciones del “Rey del Sur”, o sea, una potencia situada al sur de Jerusalén. Los europeos derrotarán a varias naciones, entre ellas Egipto, Libia y Etiopía (Daniel 11:40-43). Parece ser, según las profecías, que un punto de contienda será el control de los recursos naturales preciosos (Daniel 11:43). Sin embargo, la potencia europea invasora se verá perturbada por noticias “del Oriente y del Norte”, direcciones que señalan hacia Rusia y China (Daniel 11:44). Otras profecías indican que los “reyes del Oriente” van a encaminarse contra los ejércitos europeos en el Oriente Medio, lo cual culminará con una conflagración final, que se conoce como Armagedón, al término de la era (Apocalipsis 16:12-16).
Estas profecías describen precisamente las condiciones que se están produciendo en Europa, el Oriente Medio y Asia. La Unión Europea está desarrollando su poderío militar y buscando maneras de participar en los acontecimientos del Oriente Medio como “tropas de paz”. China sigue acrecentando su capacidad militar, y su necesidad de recursos se va ampliando a medida que crecen su economía y su población. Europa, Rusia y China están compitiendo por los yacimientos limitados de petróleo y metales preciosos en el planeta. La larga historia de conflicto entre el mundo musulmán y el catolicismo también vuelve a cobrar fuerza. Las profecías bíblicas indican que los acontecimientos mundiales llegarán a su punto culminante en el Oriente Medio, inmediatamente antes del regreso de Jesucristo; ¡probablemente en vida de la mayoría de los lectores de este artículo!
Daniel recibió una serie de profecías que revelan “lo que ha de acontecer en los postreros días” y se le dijo que las profecías son “verdaderas” y que “han de acontecer” (Daniel 2:28, 45). Por medio del profeta Amós, Dios dijo que “no hará nada el Eterno el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7). Jesús les dijo a sus discípulos que observaran los acontecimientos mundiales, y que advirtieran al mundo de la importancia profética de los sucesos que se producirían en el mundo antes del fin de la era y del regreso de Jesucristo. Por su parte, el apóstol Pedro explicó que la Iglesia de Dios tiene “la palabra profética más segura” (2 Pedro 1:19). La razón para tener por cierta esta afirmación, es que los apóstoles, al igual que la Iglesia de Dios en la actualidad, conocían las identidades de las diferentes naciones en la profecía bíblica. Usted también puede llegar a tener mayor entendimiento si estudia las profecías bíblicas, presta atención a los acontecimientos mundiales y continúa leyendo El Mundo de Mañana. [MM]