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¿Es realmente el Apocalipsis un libro misterioso?
¿Será ininteligible para las grandes mayorías?
¿O es el libro que revela las profecías más importantes para el tiempo del fin?
Uno de los libros más extraordinarios jamás escritos, aunque para casi todo el mundo constituye un misterio. Incluso en el mundo cristiano, demasiadas personas no se toman el trabajo de leerlo porque se sienten incapaces de encontrarle sentido. ¿Cuál es este gran libro? ¡Es el libro del Apocalipsis!, el último libro de la Biblia. En cierto sentido, es una tragedia que la enorme mayoría de la gente desconozca la importancia de tan extraordinario libro. Por otro lado sabemos que, si las profundas verdades del Apocalipsis son oscuras, es porque fueron puestas deliberadamente fuera del alcance de quienes están espiritualmente ciegos, es decir, la mayor parte de la humanidad.
Es asombroso, pero la verdad es que, en sentido espiritual el mundo está casi totalmente ciego, con pocas excepciones. El apóstol Pablo resaltó este hecho al escribir: “Si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:3-4).
Si el mundo en general está enceguecido y engañado, ¿cómo es posible que podamos entender? Jesucristo es la luz del mundo (Juan 8:12). Solamente por medio de Él podemos tener entendimiento y revelación espiritual. Jesús dijo a sus seguidores: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-32).
De principio a fin, la Biblia nos recuerda que para comprender sus misterios tenemos que cumplir los preceptos e instrucciones que en ella leemos. En los Salmos leemos: “El principio de la sabiduría es el temor del Eterno; buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; su loor permanece para siempre” (Salmos 111:10). ¡Así es! Si usted está en disposición de estudiar la Biblia para saber lo que Dios le pide, y si cumple sus palabras e instrucciones y persevera en ellas, ¡entonces Dios le abrirá la mente para que entienda!
Para profundizar más en este misterioso libro, comencemos por el principio. El libro empieza con las palabras: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la Palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto” (Apocalipsis 1:1-2).
Lo primero que aprendemos en este libro es que se trata de una revelación de Jesucristo, y no de Juan. También vemos por qué Jesús dio esta revelación. Fue para mostrarles a sus siervos cosas que sucederán pronto. Aunque difícil de entender, este libro no tiene el propósito de ocultar la verdad, sino todo lo contrario: ¡De revelar los acontecimientos que culminarán con el regreso de Cristo! Todos necesitamos saber cuáles serán esos acontecimientos y cómo llegaron al conocimiento del “apóstol amado”.
Cuando escribió estas palabras inspiradas por Dios, el apóstol Juan se encontraba exiliado en la isla de Patmos en el mar Egeo, al sudoeste de la costa turca. En el primer siglo de nuestra era, Patmos era una colonia penal romana. Allí, Juan escribió: “Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el Reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 1:9).
La mayor parte de los eruditos fechan el escrito de Juan hacia finales del primer siglo, alrededor del año 95 DC. En visión, Dios le mostró al apóstol los sucesos del tiempo del fin, que ocurrirán en torno al regreso de Jesucristo y el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra. El apóstol vio los sucesos que culminan con la séptima trompeta en el período profético conocido como el día del Eterno. Entonces escribió: “Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta” (v. 10). Juan no estaba hablando de un día de la semana, como enseñan erróneamente algunos, sino que el apóstol se vio proyectado en espíritu y en visión al período de tiempo llamado “el día del Eterno”, que se menciona en muchas profecías de la Biblia.
¿Cuál es el principal acontecimiento revelado en el libro del Apocalipsis? ¡El regreso de Jesucristo a la Tierra! Veamos estas palabras: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la Tierra harán lamentación por Él. Sí, amén” (Apocalipsis 1:7).
Se avecina un tiempo de juicio. Pero la buena noticia es que quienes anhelan el regreso de Jesucristo se alegrarán, porque saben que al sonar la séptima trompeta, habrá llegado el tiempo en que los reinos del mundo estarán bajo el gobierno de Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el Cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos. Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios, diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado” (Apocalipsis 11:15-17).
Recordemos: quien nos da esta revelación es Jesucristo por intermedio del apóstol Juan. Juan vio el trono de Dios en una visión y escribió: “Vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos” (Apocalipsis 5:1).
Viendo que nadie era digno de desatar los sellos del rollo (o libro), Juan lloró. Luego prosigue: “Uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (v. 5). El León de la tribu de Judá es Jesucristo, y aquí empieza a abrir el libro que fue sellado con siete sellos.
“Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer” (Apocalipsis 6:1-2). Así comienza el sexto capítulo del Apocalipsis, en el cual se describen seis de los siete sellos. Los cuatro primeros son los famosos cuatro jinetes del Apocalipsis. ¿Qué significan estos sellos? Cristo es el Revelador, de modo que busquemos la interpretación en Él. Una clave básica para entender la Biblia es respetar el siguiente principio: “La Biblia se interpreta a sí misma”. Mateo 24 nos muestra la explicación, dada por el propio Jesucristo, del significado de los sellos y las señales que indican el fin de la era.
Algunos comentarios bíblicos interpretan erróneamente el primer sello diciendo que el cristianismo va a evangelizar al mundo, y conquistarlo espiritualmente. Pero cuando analizamos las palabras de Jesús en este pasaje de Mateo, llegamos a una conclusión muy diferente. Jesús advierte así a sus seguidores: “Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” (Mateo 24:4-5). Comparando con Apocalipsis 6, vemos que el primer jinete representa Cristos falsos y una religión falsa.
Notemos la diferencia entre este jinete y la descripción del verdadero Jesucristo a su regreso. El primer jinete de Apocalipsis 6 lleva un arco y tiene puesta una corona. En cambio, Apocalipsis 19:15 describe a Jesucristo regresando a la Tierra con una espada afilada, y Apocalipsis 19:12 lo muestra coronado con muchas diademas. Es claro que el individuo sobre el caballo blanco de Apocalipsis 6 no es el verdadero Jesucristo. Acatemos lo que el propio Jesucristo advirtió: que nos cuidemos de los falsos Cristos, los falsos mesías y una religión igualmente falsificada.
Prosiguiendo en el libro de Mateo, las palabras de Jesús aclaran el significado del segundo jinete: “Oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares” (Mateo 24:6-7). El segundo jinete de Apocalipsis 6 cabalga sobre un caballo bermejo (rojo): “Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la Tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada” (Apocalipsis 6:4).
El paralelismo con las palabras de Jesús en Mateo es claro. El tercer sello de Apocalipsis 6 presenta a un jinete montado sobre un caballo negro que representa la hambruna en la Tierra. Y el cuarto jinete recibe el nombre de “Muerte”. Montado sobre un caballo amarillo (algunas versiones dicen “pálido”), es indicativo de las pestes que vienen después de la hambruna (Ver Lucas 21:10-11). ¡Estas son las mismas hambrunas y pestes de las cuales habló Jesús en Mateo 24!
Los efectos de estos cuatro jinetes son devastadores: “Miré, y vi un caballo amarillo. El que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el hades lo seguía; y les fue dada potestad sobre la cuarta parte de la Tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad y con las fieras de la Tierra” (Apocalipsis 6:8, RV 1995). Esta es una realidad que muy pocas personas están dispuestas a afrontar. Pero nuestro Creador quiere que sepamos lo que se avecina. Desea que nos preparemos, ¡por nuestro propio bien y por nuestra salvación!
El quinto sello que se describe en Apocalipsis 6:9, muestra el martirio de los santos y la persecución de los cristianos. Ya ha sucedido en el pasado. En el primer siglo de nuestra era el Imperio Romano bajo Nerón, persiguió y mató a millares de cristianos. Pero este pasaje bíblico también se refiere a una restauración futura del Imperio Romano ¡la cual va a desatar una nueva persecución contra los cristianos verdaderos!
Después de la gran tribulación se abrirá el sexto sello, que corresponde a una serie de señales en el cielo. El apóstol Juan escribió: “Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el Sol se puso negro como tela de cilicio, y la Luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la Tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar” (Apocalipsis 6:12).
¿Captamos la magnitud de este sello? La Tierra va a sacudirse con un tremendo terremoto. Los pobladores se sentirán aterrados por meteoritos y asteroides que surcarán los cielos. Dios va a sacudir la Tierra físicamente ¡para que le prestemos atención!
Ante esta tremenda manifestación del poder divino, hasta los dictadores y los déspotas serán humillados. Leemos: “Los reyes de la Tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Apocalipsis 6:15-17).
Estas señales aterradoras darán paso al dramático día del Eterno. ¿Y cómo se llama ese día? “El gran día de su ira”. El Cordero, o sea Jesucristo, ¡va a montar en cólera! Para algunos que se consideran cristianos, es difícil aceptar que Jesucristo sienta ira. Sin embargo, aquí lo vemos claramente. Porque tiene el poder y el derecho de juzgar a las naciones rebeldes. Estas naciones y alianzas aprenderán muy pronto que su poderío militar y político ¡es débil e ineficaz contra el poder de Dios! Este poder se manifestará no solamente mientras dure el sexto sello, sino también durante el séptimo sello, que es el sello final: el gran día de la ira de Dios, el día del Eterno.
Es importante entender los principales acontecimientos proféticos que nos brindan un marco para entender los hechos que se describen en el libro del Apocalipsis, y que culminan con el regreso de Jesucristo. Nuestro marco comienza con la gran tribulación profetizada por el propio Jesucristo: “Habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:21-22).
Hasta la fecha, el hombre no ha eliminado el peligro de una guerra nuclear. Ni siquiera del terrorismo nuclear. ¡No es capaz de erradicar la amenaza nuclear! Además, nos vemos ante el peligro cada vez mayor de que se empleen armas biológicas y químicas de destrucción masiva. Bien lo saben los altos mandos militares, muchos políticos ¡y muchísimas personas!
La gran tribulación será un período sin igual en la historia universal. Así describió el profeta Jeremías la severidad de ese período sin igual: “¡Ah, cuán grande es aquel día! Tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado” (Jeremías 30:7). ¡Será el tiempo del castigo divino sobre las modernas naciones israelitas y sobre todas las naciones de la Tierra!
Tenemos que estar preparados para ese momento y atentos a su venida. Jesús dijo: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:36). Mientras esperamos, debemos permanecer cerca de Dios y de su Hijo Jesucristo. ¿De qué manera? Tal como nos dice Jesús en este versículo, debemos orar “en todo tiempo”.
Si usted todavía no tiene la costumbre de orar todos los días, la lectura de la Biblia puede ayudarle a orar. ¿De qué debe hablarle a Dios en sus oraciones? Jesús dio la respuesta en Mateo 6:5-13 y en Lucas 11:1-4; donde expuso para sus discípulos una oración modelo, un esbozo de los temas que deben formar parte de nuestra comunicación con Dios.
Los Salmos también pueden ser una ayuda para la oración. Muchos de los Salmos son oraciones, y al leerlos, encontraremos que muchas veces expresan los pensamientos que tenemos en el corazón, nuestras propias faltas, angustias y ¡otros aspectos de nuestra relación personal e íntima con el Creador! Si cumplimos lo que Jesucristo dijo, orando constantemente, tendremos una relación personal con Dios, la cual nos sustentará aun mientras se vayan desarrollando los acontecimientos de los seis sellos apocalípticos y a medida que se acerca el día del Eterno.
El séptimo sello, que corresponde al día del Eterno, contiene siete “juicios” o plagas, cada uno ligado al toque de una trompeta: “Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el Cielo como por media hora. Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas” (Apocalipsis 8:1-2). Estas son trompetas de advertencia, que anuncian los juicios o plagas inminentes.
Leyendo Apocalipsis 8, vemos que cuando los primeros cuatro ángeles tocan sus trompetas, ocurren desastres ecológicos que arrasan la Tierra y en los cielos aparecen señales aterradoras. Se quema la vegetación, el mar se convierte en sangre y muere la vida marina. Las aguas amargas causan la muerte de mucha gente y el Sol y la Luna se oscurecen.
Terminadas estas cuatro primeras plagas, vienen las tres últimas, llamadas “ayes”, exclamaciones de enorme pena y dolor. “Miré, y oí a un ángel volar por en medio del cielo, diciendo a gran voz: ¡Ay, ay, ay, de los que moran en la Tierra, a causa de los otros toques de trompeta que están para sonar los tres ángeles!” (Apocalipsis 8:13).
Apocalipsis 9 describe el primer ¡ay!, que corresponde a la plaga de la quinta trompeta. Al sonar esta trompeta se desencadena una acción militar que durará cinco meses. Escribiendo en una época muy anterior al desarrollo militar moderno, el apóstol Juan empleó el lenguaje y el simbolismo de su tiempo para reflejar de modo extraño pero acertado una batalla militar moderna.
El segundo ¡ay!, o plaga de la sexta trompeta, se representa con símbolos de caballos y jinetes que ilustran los horrendos resultados de un contraataque masivo después del primer ¡ay!: “Fueron desatados los cuatro ángeles que estaban preparados para la hora, día, mes y año, a fin de matar a la tercera parte de los hombres. Y el número de los ejércitos de los jinetes era doscientos millones. Yo oí su número. Así vi en visión los caballos y a sus jinetes, los cuales tenían corazas de fuego, de zafiro y de azufre. Y las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones; y de su boca salían fuego, humo y azufre. Por estas tres plagas fue muerta la tercera parte de los hombres; por el fuego, el humo y el azufre que salían de su boca” (Apocalipsis 9:15-18).
El libro del Apocalipsis muestra claramente que esta fase de la última guerra mundial causará la muerte a miles de millones de seres humanos ¡nada menos que la tercera parte de los habitantes de la Tierra!
Finalmente, después de seis trompetas que proclaman terribles devastaciones, suena la séptima, que anuncia las buenas noticias al pueblo de Dios, sus siervos fieles: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el Cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15).
Al sonar esta última trompeta, el día del Eterno, de un año de duración, termina con el extraordinario anuncio de que Jesucristo viene a apoderarse de todos los reinos y gobiernos de este mundo. Es la buena noticia que todos los cristianos anhelan escuchar.
Pero, ¿cómo responderán las naciones? ¿Acaso la mayoría de los hombres recibirá a Jesucristo con los brazos abiertos? ¡No! Es increíble, pero en su necedad, las naciones pelearán contra Jesucristo cuando regrese: “Se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la Tierra.” (Apocalipsis 11:18).
Las naciones estarán furiosas porque Jesucristo regresa, y pelearán en su contra cuando descienda del Cielo con su ejército. Pero las naciones del mundo quedarán totalmente derrotadas, hasta el punto de que su sangre subirá como un río (ver Apocalipsis 14:19-20).
Pero el pueblo fiel de Jesucristo recibirá su recompensa y herencia. ¿Cuál es esa recompensa? Leemos que “vivieron y reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis 20:4). Sí, quienes hayan servido a Jesucristo fielmente en esta era le servirán durante su reinado de mil años en la Tierra, el que llamamos milenio o el mundo de mañana. Este Reino traerá a la Tierra paz, justicia, sanidad y reconciliación.
Si Dios le está llamando a usted, el regreso de Jesucristo y la resurrección de quienes fielmente le siguen, es algo que puede esperar con alegría. El apóstol Juan escribió: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él mil años” (Apocalipsis 20:6).
Aunque la mayoría no lo entienda, el libro del Apocalipsis revela estas verdades asombrosas a quienes Dios les ha concedido el entendimiento. La lectura de este importante libro nos revela que antes de que Jesucristo regrese, tienen que ocurrir muchas cosas, y aclara que el verdadero “milenio” no fue el que comenzó en el año 2001. El milenio que los seguidores de Jesucristo esperamos, es algo mucho más importante. Será el paso hacia una era en la cual Dios ejercerá su gobierno perfecto sobre la Tierra, ¡tal como se explica en este libro tan misterioso como maravilloso! [MM]