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El mundo anda enamorado del cannabis. Aseguran que la planta y sus aceites curan prácticamente todo lo que pueda andar mal en nosotros.
Pero, ¿respaldan los hechos esas aseveraciones?
Aunque el término ahora se usa poco, la vida moderna hace pensar que deberíamos revivirlo: Aceite de serpiente. En el siglo 18 en Europa y América había vendedores ambulantes que ofrecían remedios de aceite de serpiente, en algunos países: pomada Canaria; asegurando que curaban todos los males, a pesar de que lo contrario se hacía evidente. Con el tiempo, el término “aceite de serpiente” se continuó utilizando para referirse a productos de salud fraudulentos, para los cuales se hacían afirmaciones exageradas, vendidos por personas interesadas solo en el dinero.
¿Por qué el cannabis es polémico? ¿Y por qué de repente el apoyo de tantas personas que no tienen ningún interés en drogarse? Gran parte de la respuesta gira en torno a lo que suele llamarse marihuana medicinal. ¿Qué necesitamos saber sobre este tema de rápida evolución?
Hay dos ingredientes en la marihuana que captan la mayor parte de la atención: Delta-9 tetrahidrocannabinol (THC) y cannabidiol (CBD). El THC es el ingrediente intoxicante, alucinógeno, mientras que el CBD solo, no produce ese efecto. El CBD es legal en muchas jurisdicciones y no debe confundirse con el aspecto alucinógeno del cannabis. Aquí radica gran parte del problema. Cierta marca ampliamente comercializada afirma que “el CBD no es marihuana”. Medical News Today aclara la diferencia:
“El CBD viene de la planta cannabis. Las plantas de cannabis pueden llamarse cáñamo o marihuana, según su contenido de THC. El cáñamo, para ser legal, debe contener menos de 0,3% de THC. Con el paso de los años, los cultivadores de marihuana han ido seleccionado sus plantas con contenidos altos de THC y otros compuestos. En cambio, los cultivadores de cáñamo rara vez han modificado la planta. Estas plantas de cáñamo se emplean para producir el aceite CBD (“Lo que usted necesita saber sobre el CBD”, 27 de julio del 2018).
Pese a las diferencias, la planta de marihuana, alucinógena y con un alto contenido de THC, suele confundirse con la del cáñamo, de donde se extrae el CBD. ¿Por qué? Como veremos, al asociar y confundir las dos plantas y sus ingredientes principales, quienes buscan la legalización del alucinógeno marihuana están ganando una guerra de propaganda hábilmente concebida.
Esto lo explicaremos más adelante, pero ahora veamos el CBD. Sus promotores dan a entender que hay pruebas científicas de sus beneficios. Pero los artículos escritos por fuentes médicas objetivas y los promotores del producto están repletos de frases sutiles como: “Estudios sugieren que el CBD puede ayudar”, “Estudios indican que el CBD puede ayudar a reducir los síntomas” y “El CBD parece prometedor”.
La marihuana medicinal se ha promocionado fuertemente en la última década, y resulta asombroso el número de males para los cuales dicen que “sirve” o que incluso “cura”. El Programa de Control de la Marihuana Medicinal en el estado de Ohio enumera 21 males para los cuales se puede prescribir legalmente:
Alzheimer, anemia de células falciformes, cáncer, colitis ulcerosa, dolor crónico severo o intratable, encefalopatía traumática crónica, enfermedad de Crohn, enfermedad de Parkinson, enfermedad o lesión de la médula espinal, epilepsia o convulsiones de otro tipo, esclerosis lateral amiotrófica, esclerosis múltiple, estado VIH positivo, estrés postraumático, fibromialgia, glaucoma, hepatitis C, inflamación intestinal, lesión cerebral traumática, sida y síndrome de Tourette.
Pese a lo anterior, un miembro distinguido del Comité Asesor sobre Marihuana Medicinal de Ohio, el doctor Gary Wenk, escribió lo siguiente en la revista Psychology Today:
“Si padece alguno de estos trastornos, la pregunta más importante para hacerle a su consejero es si la marihuana puede aportarle algún beneficio. Si su consejero dice “sí”, entonces puede estar seguro de que ese individuo ignora el estado actual de la investigación médica sobre la marihuana. En pocas palabras, no existe ninguna prueba clínica confiable que respalde el empleo de marihuana para alguno de esos trastornos. Ninguna (“Para qué sirve y no sirve la marihuana medicinal”, 15 de julio del 2018).
El doctor Wenk prosigue diciendo que considera que el consejero médico ideal, en este caso, es aquel que reconozca que realmente no sabe si la marihuana medicinal es benéfica o no, alguien que sea de mente abierta pero con la debida prudencia.
Señala que gran parte de la evidencia que respalda la marihuana medicinal es anecdótica, es decir, testimonios de individuos, pero no hallazgos en estudios científicos objetivos y cuidadosos. También menciona el efecto de placebo, que es muy real: quienes creen que mejorarán a menudo mejoran, pero no por las medicinas (que, sin que la persona lo sepa, a menudo son simples pastillas de azúcar), sino por efecto de la mente. El doctor Wenk señala que algunos estudios en animales sugieren que el cannabis ofrece alguna esperanza de reducir el dolor. Pero como bien lo sabe alguien de su experiencia, lo que funciona en los ratones no necesariamente funciona en los seres humanos. Él se muestra abierto a las posibilidades, pero con la debida prudencia y renuente a sacar conclusiones injustificadas.
Su actitud contrasta claramente con tantos entusiastas mal informados, que saltan a defender la marihuana sin hacerse algunas preguntas fundamentales: ¿Puede considerarse como prueba un testimonio anecdótico? ¿O es el ingrediente principal según la promoción de un aceite de serpiente? ¿Es el cannabis la única alternativa? ¿O al menos la mejor? ¿Cuál es la dosis apropiada? ¿Cuáles son los efectos secundarios? ¿Cómo interactúa con otros medicamentos o alimentos?
En medio de todo esto se destaca una afirmación del doctor Wenk que no puede ignorarse: “En pocas palabras, no existe ninguna prueba clínica confiable que respalde el empleo de marihuana para alguno de esos trastornos. Ninguna”.
Podría ser que el derivado CBD ofreciera alguna promesa en la medicina. Pero muchos que promueven la marihuana legal tranquilamente interpretan: “puede ser”, como: “no hay duda”. Hay quienes llegan al extremo de promocionarla como la “planta sagrada”, una medicina milagrosa enviada por Dios y que cura prácticamente cualquier mal que nos aqueje.
¿Dónde está el problema?
No muchos conocen la revista estadounidense High Times, dedicada a la cultura de las drogas (la expresión high en inglés se utiliza para referirse a una persona drogada). Tom Forçade fundó High Times en 1974, pero sufría de algo que es demasiado común entre los que consumen marihuana en cantidad: cambios de ánimo extremos y paranoia. En 1978 puso fin a su vida con un balazo en la cabeza.
Bob Greene, del diario Chicago Tribune, entrevistó al director ejecutivo de High Times y el 30 de marzo de 1987 escribió en una columna que “el fundador de la revista, Thomas Forçade… quiso que High Times ‘hiciera para la droga lo que hizo Playboy para el sexo y lo que hizo Rolling Stone para la música’” (ChicagoTribune.com).
Keith Stroup es otro promotor importante del alucinógeno marihuana. En 1970 fundó la Organización Nacional para la Reforma de las Leyes sobre la Marihuana (NORML, por sus siglas en inglés), después que un amigo fue detenido por las autoridades por posesión ilegal. Al principio, Stroup quería que la “R” representara “Revocación”, pero comprendió que la mayoría de los estadounidenses no favorecían la legalización de la planta.
Stroup aseguró que era más anticárcel que promarihuana, pero como sucedió con tantos en la década de 1970, él mismo consumía la hierba. En esa época, la concentración de THC en la marihuana generalmente era muy baja, a menudo menos del 1 por ciento y rara vez más del 2 por ciento. Pero a sus manos llegó una marihuana mucho más fuerte. Stroup sufrió de paranoia… lo que nos lleva a algo que muchos desconocen: La marihuana de hoy no es la marihuana de la generación de Woodstock. ¡Actualmente, la marihuana suele tener entre un 20 y un 25 por ciento de THC!
Alex Berenson fue reportero del diario New York Times y se identificaba como “libertario” en lo que respecta a la marihuana… hasta que una conversación con su esposa, psiquiatra que trabajaba con dementes criminales, lo hizo dudar. Esa conversación lo motivó a realizar serias investigaciones, que culminaron con el libro: Tell Your Children: The Truth About Marihuana, Mental Illness and Violence [Dígaselo a sus hijos: La verdad sobre la marihuana, la enfermedad mental y la violencia]. En el libro, explicó lo siguiente:
“Stroup y NORML ganaron la batalla cuando su lucha la plantearon sobre derechos civiles y justicia en la aplicación de la ley. Cuando se revelaron como defensores de la enajenación inducida por drogas, el público se volvió en su contra. La manera de lograr apoyo para la legalización de la marihuana era presentar argumentos diferentes a la razón que llevaba a la gente a consumirla. Stroup había comprendido esa realidad antes que cualquiera. Luego, la había olvidado y su movimiento pagó el precio” (Berenson, pág. 46).
Esta controversia en torno a la marihuana sería fácil de aclarar si los defensores miraran el CBD y el THC por separado, pero se abstienen deliberadamente de hacerlo. Aunque gran parte de la discusión sobre los aspectos médicos tiene que ver con el CBD, la verdadera finalidad de los consumidores y defensores de la marihuana es legalizar el THC. Pocos se dan cuenta de que existe un grupo de presión enorme que trabaja con millones de dólares en favor del cannabis, pintándolo como la octava maravilla. Por ejemplo, el multimillonario estadounidense George Soros ha contribuido con cien millones de dólares dedicados a la promoción.
Varias campañas de activistas han buscado influir en la opinión pública, alegando, por ejemplo, que la guerra contra el cannabis y contra las drogas ilegales en general, presenta un sesgo racial. Han fomentado la idea de que la guerra contra las drogas es un desperdicio de recursos y que destruye la vida de la gente del común, convirtiendo a las personas en criminales por disfrutar de un placer supuestamente inocuo. La campaña más reciente y de mayor éxito ha sido la de convencer a la gente del común, como usted y yo, que no tenemos ningún interés en drogarnos, que el cannabis es una medicina. ¿Y quién quiere oponerse a una medicina? Encima de eso gran parte del público cree, equivocadamente, que el cannabis, al contrario de los fármacos químicos, es natural y seguro.
Lo que muchos no comprenden es que han sido simples fichas, en manos de individuos que están librando una campaña bien organizada para legalizar la marihuana recreativa. Esa es su estratagema, como lo explica Berenson:
“Asociar la legalización con el empleo para fines médicos ha sido el paso crucial. Anima a los votantes a pensar que la marihuana es algo diferente a un alucinógeno. En realidad, si exceptuamos algunos fenómenos limitados como es el debilitamiento relacionado con el cáncer, ni el cannabis ni el THC [el ingrediente alucinógeno] ha demostrado alguna utilidad en ensayos clínicos para uso paliativo” (págs. xvii-xviii).
Son muchos los medicamentos extraídos de plantas. Los opioides vienen de la amapola y ofrecen alivio a pacientes que padecen dolor extremo, pero hay que pagar el precio. Solo en los años 2016 y 2017 hubo más muertes en los Estados Unidos por sobredosificación de opioides, que las que hubo en la Guerra de Vietnam.
Un argumento esgrimido por los defensores es que el cannabis, sea THC o CBD, cura el cáncer, o al menos reduce los molestos efectos de los tratamientos contra el cáncer. Sin embargo, y como dijo el doctor Wenk:
“Según el Instituto Nacional de Cancerología, los indicios son insuficientes para recomendar el empleo de marihuana como tratamiento para síntomas relacionados con el cáncer, o para los efectos secundarios de los tratamientos contra el cáncer. La marihuana sí puede matar células cancerosas, pero lo mismo hacen otras muchas sustancias químicas, como la nicotina; y a nadie se le va a ocurrir recomendar que se comience a fumar tabaco como tratamiento para el cáncer del pulmón”.
Yo no soy médico ni pretendo serlo. Tampoco asimilo toda la propaganda de las casas farmacéuticas. Pero un punto es obvio: los medicamentos tienen efectos secundarios a corto y a largo plazo, y eso incluye tanto al CBD como al THC. Las estaciones de televisión transmiten anuncios comerciales que promueven la última droga milagrosa, seguidos de noticias de firmas de abogados que presentan demandas contra las casas farmacéuticas por su anterior droga milagrosa. Las drogas ayudan a unas personas pero matan a otras. Ese es un hecho real en la vida… ¡y en la muerte!
Cuando la gente habla de “marihuana medicinal”, es importante comprender de qué se está hablando en realidad. También hay que preguntar: “¿Por qué oímos tanto sobre la legalización de la marihuana medicinal cuando el CBD ya es legal en la mayoría de las jurisdicciones?” La respuesta es obvia: Los defensores de la marihuana medicinal buscan que se legalice no solo el CBD, sino el THC. Estos vendedores de aceite de serpiente nos han dado gato por liebre. Notemos la progresión en una jurisdicción tras otra: primero legalizar la marihuana medicinal, enseguida legalizar la marihuana recreativa.
En El Mundo de Mañana no negamos la posibilidad de que algún día se descubran beneficios médicos limitados, de uno o ambos ingredientes principales del cannabis, y que esos beneficios queden claramente demostrados mediante pruebas médicas y científicas bien hechas. Pero también reconocemos que la meta final de los activistas es valerse de la marihuana medicinal como medio para promover la legalización del uso recreativo. El asunto no es médico, sino moral. El afán por legalizar ya ha traído consecuencias graves, y la situación no puede menos que empeorar.
Además de las muertes por sobredosificación, una de las consecuencias más graves de la marihuana es el síndrome amotivacional: pérdida de interés e iniciativa hacia todo alrededor. Puede haber excepciones, algunos consumidores puede que sean muy motivados, pero con las actuales variedades de marihuana que son mucho más potentes, hay una oleada generacional de casos de desmotivación. ¿Qué de bueno augura esto para el futuro de una nación?
Cuando la marihuana medicinal ganó aceptación, sucedió algo curioso. Los emprendedores descubrieron que sirve ¡para hacer dinero! La marihuana, sea THC o CBD, no solo es medicinal, no solo es el curalotodo milagroso, sino que también es la gallina de los huevos de oro. Y quienes se aprovechan son los cultivadores, los distribuidores y los gobiernos.
De pronto la marihuana se convirtió en un gran negocio. Hasta el expresidente de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos ha anunciado seminarios sobre cómo sacar dinero del boom del cannabis, y en los boletines financieros el comercio del cannabis es un tema candente. Cierto asesor de inversiones escribió hace poco: “Para el 2020, el cannabis será mayor que el chocolate… mayor que los alimentos orgánicos… ¡mayor que el vino!” (WeissRatings.com, 20 de mayo del 2019).
Habiendo legalizado la marihuana, Canadá se convierte en mayorista tanto nacional como internacionalmente, y exporta productos de cannabis a Australia, Brasil, las Islas Caimán, Chile, Croacia, Chipre, Alemania, Nueva Zelanda y Sudáfrica (“Global Reach”, Tilray.com).
Uno de los mayores exportadores es Tilray, que hace productos de CBD, extracto no alucinógeno de la planta, así como un producto llamado: Tilray 1:1, que contiene cantidades iguales de CBD y el alucinógeno THC. A comienzos del 2019 figuraban en la bolsa de valores de Canadá 21 compañías similares. Nueve compañías están embolsando miles de millones de dólares, y dos de ellas ganan más de $10.000 millones por año.
¡Y yo creí que estábamos hablando de la droga milagrosa del siglo! Puede que lo sea. Solo el tiempo lo dirá. Si la historia se repite, puede resultar un frasco más de aceite de serpiente para engañar a los incautos. Mientras la gente denuncia la codicia de las casas farmacéuticas, ¡los que presionan por la marihuana medicinal son participantes en grande! ¿Acaso no lo vemos? Siempre que se promueve un “medicamento” como cura para todo lo imaginable e inimaginable, ¿no debemos ser un poquito escépticos, especialmente cuando los principales indicios de su eficacia son anecdóticos y no el resultado de análisis rigurosos?
Cuando se invierten cientos de millones de dólares en una campaña que conduce a la legalización de un alucinógeno con tantos efectos secundarios, que no podríamos citarlos en este artículo, ¿no deberíamos sentir alguna sospecha? Cuando se incluyen en la mezcla términos como “planta sagrada”, ¿no vemos cierto lado religioso que se apodera del argumento? Notemos que, pese a ciertas afirmaciones en contra, que pueden ser erradas o mal motivadas, el cannabis se ha empleado en religiones paganas desde hace siglos, pero jamás lo emplearon los sacerdotes del Dios verdadero.
John Denver, fallecido cantante estadounidense, pasó buena parte de su vida en Colorado. Uno de sus grandes éxitos se tituló “Rocky Mountain High”. La legalización de la marihuana en ese estado en el 2014 le imprimió a la canción una connotación que su autor nunca se propuso. Aunque algunos sugirieron que la canción trataba de drogas, él lo negó clara y rotundamente en una audiencia ante el Senado de los Estados Unidos:
“Mi canción Rocky Mountain High se prohibió en muchas estaciones de radio como canción relacionada con las drogas, por la palabra inglesa high, que en el habla popular significa “drogado”. Es obvio que eso lo hicieron personas que nunca vieron ni estuvieron en las montañas Rocosas, y que tampoco sintieron la euforia, la celebración de la vida, la alegría que se siente al observar algo tan sublime como la lluvia de meteoros Perseidas en una noche despejada y sin Luna, cuando hay tantas estrellas que se proyecta tu sombra con la luz de las estrellas, y estás acampando con tus amigos, tus mejores amigos y presentándoles por primera vez uno de los espectáculos de luz más sensacionales” (John Denver, SongFacts.com).
John Denver se refería a una sensación muy diferente a la que promueven los comerciantes en la ciudad de Denver. La sensación de estar drogado es algo que jamás podrá satisfacer. La experiencia demuestra que el consumo indiscriminado de drogas destruye vidas. En tiempos antiguos hubo un rey que experimentó con el hedonismo, filosofía según la cual el objetivo de la vida es la entrega a los placeres físicos. Buscó sentido en el vino, las mujeres y la música, pero no lo halló: “Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey?… Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del Sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu” (Eclesiastés 2:12, 17).
Lamentablemente, muy pocos conocen el significado de la vida. ¿Le parece a usted que la vida es algo hueco y sin satisfacción? ¿Se pregunta si eso es todo lo que hay? Nuestra existencia tiene un propósito … y no se encuentra en el hedonismo, sino en las páginas de la Biblia. Usted puede enterarse leyendo nuestra publicación gratuita titulada: El misterio del destino humano. Saber el propósito de nuestra existencia, y aspirar a cumplir ese propósito supremo, trae satisfacciones infinitamente superiores a las que pudieran derivarse de una hierba.
Para un análisis más completo de este tema, y las consecuencias de la marihuana con fines recreativos, le invitamos a leer nuestro folleto informativo: Marihuana: lo que nunca nos han dicho. Visite ElMundodeManana.org para leerlo en línea o solicitar un ejemplar impreso que recibirá gratuitamente.