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La pandemia está motivando avances en la tecnología que invaden la privacidad personal, y así allanan el camino al cumplimiento de la profecía.
Hace más de 70 años, George Orwell escribió su novela: 1984, que trataba de una nación controlada por una dictadura totalitaria. Valiéndose de cámaras, espías, intimidación y manipulación psicológica; el gobierno, personificado como el Gran Hermano, buscaba ejercer control total sobre los movimientos, comportamiento y aun pensamientos de las personas. La expresión: “El Gran Hermano te está mirando”, señalaba la opresiva vigilancia gubernamental. George Orwell fue un observador perspicaz del mundo, y vislumbró la posibilidad de que un gobierno se hiciera más y más opresivo e invasivo en la vida de todos los seres bajo su dominio.
¿Será posible que las predicciones de Orwell se hagan realidad? Consideremos algunas profecías de la Biblia. Refiriéndose al futuro, el apóstol Juan escribió en el Apocalipsis que había tenido una visión de dos bestias feroces. Una se levantó del mar y la otra de la tierra. Los estudiosos de la Biblia entienden que estas bestias son líderes humanos que ejercen poder sobre las naciones. El poderío alcanzará su máximo apogeo al final de esta era, cuando la nefasta alianza asumirá un control amplio e inesperado sobre la vida de las personas. Incluso, las obligará a aceptar una misteriosa marca, sin la cual quedarían, en esencia, apartadas de la sociedad.
¿Será posible que perdamos o entreguemos el control de nuestra voluntad y nuestra vida? ¿Surgirá el sistema: “El Gran Hermano” en la Tierra? Y si es así, ¿qué medidas podemos tomar para prepararnos?
El libro del Apocalipsis nos presenta a estas dos bestias. Así describió el apóstol Juan a la primera bestia: “Me paré sobre la arena del mar y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo” (Apocalipsis 13:1).
Cuando comparamos este pasaje con Daniel 7 en el Antiguo Testamento, es evidente que la bestia que sale del mar es una combinación de cuatro potencias mundiales que culminaron con el Imperio Romano Germánico. El derrumbe del Imperio en el año 476 d. C. es la herida mortal señalada en Apocalipsis 13:3. También en el versículo 3, la herida mortal de la bestia sanó, lo cual se refiere a la restauración del Imperio bajo Justiniano en el año 554 d. C. con la ayuda del Papa en Roma. El Imperio Romano habría de tener varias restauraciones sucesivas para surgir por última vez en el tiempo del fin.
Juan dice que la segunda bestia sale de la tierra: “Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón” (Apocalipsis 13:11). Esta poderosa bestia representa a un líder religioso que hace grandes prodigios para engañar a las masas. Se presenta como emisario de Cristo, pero proclama un mensaje muy diferente: las palabras de un dragón.
Las dos bestias son fuerzas oscuras que colaboran para coaccionar al pueblo y obligarlo a recibir una marca de identificación. Juan explica: “Hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre” (vs. 16-17).
¿Será verdad que viene este Gran Hermano? Suena como la sociedad de 1984 de Orwell. Pensemos en la sofocante represión de los derechos personales que allí se describen. Es impresionante pensar que algo así ocurra en las sociedades abiertas y amantes de la libertad del mundo Occidental.
Hay quienes piensan que el Gran Hermano ya está aquí. Ciertamente, la crisis mundial del coronavirus ha generado un ambiente propicio para los excesos, e incluso abusos gubernamentales. El 26 de junio del 2020, la revista TIME publicó un artículo titulado: No es solo la detención de María Ressa. El coronavirus está acelerando la mano dura contra la libertad de prensa en toda Asia. Su autora, Laignee Barron, puntualizó la manera como gobiernos autoritarios, e incluso democracias abiertas, aprovechan la pandemia como una velada oportunidad para ejercer censura:
“Este período es una situación soñada para cualquier gobierno autoritario”, dijo Daniel Bastard, director de Reporteros sin fronteras para Asia y el Pacífico. “Pueden decir que están protegiendo a los ciudadanos contra ‘noticias falsas’, y ser la única autoridad que puede decidir con exactitud qué es verdad y qué es falso. Al respecto, la crisis del coronavirus ofrece un formidable pretexto para imponer la censura”.
Cuando empezó la crisis de la covid-19, muchos gobiernos en todo el mundo pronto tomaron medidas para controlar el virus. Se impusieron restricciones al trabajo, al recreo, a las actividades recreativas y al comercio. Algunas eran extrañas e incluso cómicas. Una empresa llamada Draganfly desarrolló drones para detectar enfermos desde el aire, detectando incluso estornudos, tos, ritmo cardíaco, ritmo respiratorio y fiebre (ABC7NY.com, 15 de abril del 2020).
¡Extraordinario el aparato! Pero, ¿deberían inquietarnos la censura y los dispositivos capaces de detectar nuestra salud desde lejos? ¿Acaso ha llegado ya el Gran Hermano?
Muchas medidas de seguridad exigidas por las autoridades sanitarias no requieren un gran sacrificio. Los cristianos debemos cooperar, y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para proteger a la familia y a los demás. La enseñanza de Jesús es clara: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39). Por su parte, el apóstol Pablo dijo a los cristianos que obedecieran al gobierno humano, salvo si este les mandaba desobedecer a Dios. En Romanos 3:1 escribió: “Sométase toda persona a las autoridades superiores”.
Debemos preguntar, sin embargo, si las cosas están yendo demasiado lejos. Algunos dicen que sí. Ciertos líderes evangélicos relacionan las medidas gubernamentales con la marca bíblica de la bestia, asegurando que “se podrían emplear microchips implantables para controlar a la población con el pretexto de rastrear infecciones de la covid-19” (Yahoo News, 14 de mayo del 2020). Felizmente no hay evidencia creíble de que tal cosa esté ocurriendo. Pero, ¿se hará pronto posible dada la tecnología moderna?
¿Se estará introduciendo ahora la marca de la bestia bajo el pretexto de monitorear para la covid-19? ¿Habrá llegado el Gran Hermano? Para ser claros, el mundo siempre tendrá dictadores malintencionados que buscan ganar poder por cualquier medio, así como quienes buscan controlar a otros para su beneficio personal. Pero la descripción de la marca de la bestia en Apocalipsis 13 corresponde a un sistema enteramente diferente de los reglamentos y las medidas relacionadas con la covid-19. Nada de esto significa la marca de la bestia.
Dicho esto, muchos consideran inquietante la presencia de tecnologías cada vez más invasivas en la lucha contra la pandemia. Por ejemplo, un elemento crucial en la lucha contra cualquier enfermedad invasiva es el rastreo de contagios. Cuando una persona contrae una enfermedad contagiosa grave, las autoridades sanitarias la entrevistan con el fin de identificar con quién ha estado en contacto. Valiéndose de esta información, pueden encontrar a otras personas que puedan tener la infección. Entonces se imponen medidas como cuarentena y otras para impedir que la enfermedad continúe propagándose.
“Cuarentena” no es una mala palabra. Es un principio bíblico empleado desde hace milenios para combatir enfermedades contagiosas. Sin embargo, la nueva tecnología incorporada en los teléfonos celulares eleva el rastreo de contactos de manera invasiva; algo que George Orwell bien podría haberse imaginado en su novela. Consideremos el siguiente informe:
“Informaciones en los medios de difusión sugieren que el gobierno de Ecuador ha autorizado la localización por GPS para hacer cumplir la cuarentena. La iniciativa de las autoridades de Israel para permitir que los servicios de seguridad usen los datos de los teléfonos celulares de personas infectadas ha planteado motivos de preocupación relacionados con la privacidad. En Corea del Sur las autoridades envían textos orientadores sobre salud, que van acompañados de datos personales de pacientes infectados” (Amnistía Internacional, 3 de abril del 2020).
Expertos en asuntos de privacidad comprenden que una vez que los gobiernos logran poderes especiales de emergencia, rara vez los ceden. Un artículo publicado en The Guardian el 18 de junio del 2020 informó:
“Ciertas medidas de vigilancia introducidas en el mundo durante el brote del coronavirus se han ampliado y arraigado… Con frecuencia las medidas se han presentado como temporalmente necesarias, impuestas con prontitud para rastrear las infecciones. No obstante, se ha acusado a los gobiernos de socavar los derechos civiles con el uso extendido de técnicas como monitoreo de teléfonos, aplicaciones para rastreo de contactos y vigilancia física; por ejemplo, mediante circuitos cerrados de televisión con reconocimiento facial”.
No, definitivamente las medidas de rastreo de la covid-19 no son la marca de la bestia. Los números de identidad de los ciudadanos no son la marca de la bestia, como tampoco lo son la implantación de chips. Sin embargo, no es difícil imaginar que la potencia conocida como la bestia aplicará tecnologías parecidas a las que ahora se aplican para realizar una vigilancia constante ¡para nuestro propio bien! Hoy se acogen como medidas para salvar vidas. ¿Se utilizarán mañana para controlar e incluso para quitar vidas?
Antes de salir a dar la voz de alarma, es importante dar un paso atrás y preguntarnos cómo era la tecnología antes del coronavirus. ¿Acaso no era invasiva? ¿No es algo que nos hicimos a nosotros mismos?
Un editorial del New York Times titulado: Estados Unidos no se unió a una vigilancia total, dijo lo siguiente:
“El teléfono inteligente puede transmitir su ubicación exacta miles de veces al día mediante cientos de aplicaciones, instantáneamente y a docenas de empresas comerciales. Cada una de esas empresas tiene el poder de rastrear en tiempo real el teléfono celular de una persona adondequiera que vaya. Este no es un error en el sistema. Es el sistema. Si el gobierno ordenara a la ciudadanía facilitar continuamente su información personal precisa, y en tiempo real, habría una revuelta. Pero como sociedad, y sin jamás reflexionar sobre esta decisión profunda, hemos llegado en consenso tácito para entregar nuestros datos voluntariamente, aun sin saber quién los está recibiendo ni qué están haciendo con ellos. Al acercarse el final del 2019, todo el mundo está buscando el significado de este decenio. He aquí un pensamiento: este es el decenio, el período desde que se fundó la App Store en el 2008, en el cual nos lavaron el cerebro para vigilarnos a nosotros mismos” (22 de diciembre del 2019).
¡Piénselo! Si usted tiene un teléfono inteligente, está enviando información detallada continuamente acerca de usted y su ubicación a personas que ni siquiera conoce. Transmite información sobre su correo electrónico privado, sus compras, fotos suyas y de su familia, incluso información sobre su salud si su aparato la recoge. ¿Estaríamos dispuestos a compartir tanta información privada sobre nosotros y nuestros seres queridos, si no fuera por el afán de tener más y más comodidades? Sería una gran ironía de nuestra época que ya hubiéramos dado la bienvenida a la cultura de vigilancia del Gran Hermano, acogiéndolo en nuestro hogar, compartiendo cada movimiento, a cambio de un estilo de vida dictado por la tecnología.
Consideremos otros ejemplos de dispositivos inteligentes que nos ahorran tiempo:
“La empleada doméstica de Amazon, llamada Alexa, escucha lo que hablamos, aun cuando no le hagamos ninguna pregunta: siempre está escuchando. Google maneja Gmail, el servicio de correo electrónico más usado. Google lee ese correo. La aplicación FaceTime de Apple tiene un virus que permite escuchar las conversaciones ajenas. Facebook sabe todo acerca de todo el mundo. Le sigue a usted. Ojalá pudiera decir que hay una salida para todo esto, pero no creo que la haya. Hemos abierto el cofre de la vigilancia y no lo podemos cerrar” (El Gran Hermano te observa, Varney, FoxBusiness.com, 30 de enero del 2019).
No, ¡Google no es la bestia! ¡Ni la tienda de Apple es donde se recibe la marca! Pero reflexionemos: ¿Podrá estar preparándonos la tecnología de la cual dependemos cada vez más, para que mañana nos dejemos manipular? ¿Y si en vez de los algoritmos de mercadeo de Google, los censores leyeran nuestros correos, registraran nuestras palabras, supieran con quién nos asociamos y tomaran nota de cómo expresamos nuestras creencias? ¿Sería posible?
Dios le dio al profeta Daniel una idea de cómo sería el mundo en el tiempo del fin, y el profeta dejó constancia de lo siguiente: “Tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá y la ciencia se aumentará” (Daniel 12:4). Los datos son la gran palabra de moda en la economía del conocimiento actual. Los negocios están en una gran carrera para encontrar maneras de explotar y usar nuestros datos, como la vía de adelantarse a la competencia para dar a los consumidores lo que estos deseen. Los consumidores, por nuestra parte, les damos gusto entregando pilas de datos. El conocimiento (la “ciencia” según Daniel) va en aumento y todo se hace en aras de la tecnología: más opciones, funciones mejores, procesos más fáciles. ¡Cuanto más rápido, mejor!
¿Es en sí mala la tecnología? Por supuesto que no. La tecnología avanzada ha traído muchos beneficios a nuestra civilización, y facilita la predicación del evangelio del Reino de Dios en todo el mundo; como lo hacen esta revista, el programa y el sitio en la red de El Mundo de Mañana. Hasta cierto punto, si vivimos en este mundo, estamos obligados a utilizar su tecnología. Notemos lo que dijo Jesús al orar por sus discípulos antes de su crucifixión: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Juan 17:15).
Los cristianos vivimos y funcionamos dentro de este mundo, pero no seamos esclavos de nuestros aparatos. ¡Debemos ser siervos de Dios! (Romanos 1:1). Cuando empleemos tecnología, debemos tener cuidado de proteger nuestra información personal e instruirnos sobre cómo hacerlo. Debemos estar atentos a la presencia de estafadores. Debemos proteger las contraseñas y sopesar bien nuestras opciones. Recordemos que a cambio de cada nueva función que ofrece mayor comodidad, generalmente entregamos información personal. Si damos cabida a una mayor presencia de tecnología invasiva en nuestra vida, debemos preguntarnos: ¿A dónde nos llevará esto en el futuro?
No, la bestia aún no se ha revelado. Pero vendrá y ahora mismo está acondicionando a la sociedad para arrebatarle sus libertades personales, el día que se imponga con su marca.
¿Qué debe hacer el cristiano? Al principio de este artículo vimos que dos bestias proféticas del Apocalipsis harán que las masas acepten la marca de la bestia. Esa marca identificará a la persona como perteneciente al sistema de la bestia. El profeta Ezequiel da algunos indicios de cómo identificarnos con la señal de Dios, y no con la marca de la bestia. ¡Es vital saberlo! ¿Qué pueden hacer los cristianos para identificarse como verdaderos seguidores de Dios al acercarse los días oscuros?
Dios le mostró al profeta Ezequiel una dolorosa visión sobre la destrucción de Jerusalén que vendría en sus días: “Le dijo el Eterno: Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella. Y a los otros dijo, oyéndolo yo: Pasad por la ciudad en pos de él y matad… pero a todo aquel sobre el cual hubiere señal, no os acercaréis” (Ezequiel 9:4-6).
A medida que la sociedad desciende cada vez más bajo en un estado de inmoralidad y corrupción, la visión de Ezequiel también debe tomarse como una advertencia. Es a causa del pecado que Dios permitirá el castigo de nuestros pueblos. Es a causa del pecado que dejará venir la calamidad sobre nosotros. Los cristianos verdaderos y devotos sí debemos tomar en serio el pecado. Sí, debemos estar entre los que “gimen y claman” a causa de los pecados cometidos en la Tierra. Sí, debemos confesarle a Dios nuestros pecados y suplicarle el perdón divino. Sí, debemos esforzarnos por tener las manos limpias y el corazón puro, sabiendo que esto se logra solamente por medio de la sangre de Jesucristo (1 Juan 1:7).
En un período de caos moral y de cada vez mayor depravación, debemos amar a Dios y al prójimo (Mateo 22:37-39). Debemos pedirle a Dios que intervenga y guíe a nuestros líderes (1 Timoteo 2:1-2). Debemos lamentarnos por los pecados en nuestra Tierra y arrepentirnos de los que hemos cometido, porque no hay nadie sin pecado (Romanos 3:23). Debemos pedirle a Dios discernimiento durante los sucesos que van ocurriendo y solicitar su ayuda para no dejarnos engañar (Mateo 24:4), porque los dictadores malévolos que vendrán engañarán a muchos.
La bestia del Apocalipsis tiene su famosa marca. Pero, ¿sabía usted que Dios también tiene una señal que distingue a los suyos? Si aceptamos la sangre de Jesucristo derramada por nuestros pecados, si nos dejamos guiar por su Espíritu y si obedecemos con diligencia sus mandamientos eternos, ¡podemos tener esa señal! ¿Cuál es esa señal?
Podemos tenerla si aprendemos las lecciones del juicio que vino desde antiguo sobre Israel. Dios acusó a los israelitas por su rebeldía, diciendo: “Por mi parte, levanté mi mano sobre ellos en el desierto, para jurar que no les dejaría entrar en la tierra que les había dado, que mana leche y miel, la más hermosa de todas las tierras. Porque habían despreciado mis normas, no se habían conducido según mis preceptos y habían profanado mis sábados; tan apegado estaba su corazón a los ídolos” (Ezequiel 20:15-16, Biblia de Jerusalén).
¿Hay alguna lección allí para nosotros? ¿Habremos llegado también al punto de despreciar las leyes, juicios y mandamientos expuestos en la Biblia? Seamos sinceros. ¿Qué se está enseñando en muchas de nuestras universidades, promoviendo en muchos medios, acogiendo entre la mayoría de nuestros líderes y celebrado entre muchas personas de la sociedad? ¿A honrar y respetar las leyes de Dios que traen felicidad, bendiciones y contento? ¿O a despreciar y desdeñar abiertamente todo lo que tenga que ver con el Dios de la Biblia y su camino de vida?
Veamos algo más que consignó Ezequiel. Dijo Dios: “Antes bien, dije en el desierto a sus hijos: No andéis en los estatutos de vuestros padres ni guardéis sus leyes ni os contaminéis con sus ídolos. Yo soy el Eterno, vuestro Dios: andad en mis estatutos, guardad mis preceptos y ponedlos por obra. Santificad mis sábados, y sean por señal entre mí y vosotros, para que sepáis que yo soy el Eterno, vuestro Dios” (Ezequiel 20:18-20, RV 1995).
Dios quiere que los suyos lo amen, que amen al prójimo y que obedezcan sus mandamientos. Uno de estos es guardar sus sábados. Dios dijo que sus sábados, el sábado semanal y los días santos anuales, serían una “señal” entre Él y su pueblo (Éxodo 31:13-17). ¡Estos días serían una señal de identificación adoptada por sus siervos fieles y leales! A quienes estén dispuestos a arrepentirse, a cubrir sus pecados con la sangre de Jesucristo y a obedecer las leyes divinas, Dios les concede el don precioso que es su Espíritu Santo (Hechos 5:32). Y al hacerlo, nos engendra por medio del Espíritu como sus hijos e hijas (Romanos 8:14).
¿Cuál es el mensaje para nosotros? ¿Cómo adoptamos la señal de Dios? Arrepintiéndonos de transgredir sus leyes, entre estas sus sábados, aceptando el sacrificio de Jesucristo por nosotros y recibiendo su Espíritu precioso y eterno.
El estado policial de distopía descrito por George Orwell no está aquí, ni siquiera en medio de esta pandemia; si bien hay indicios de que una potencia engañosa y despótica está en camino. Pero aún son más importantes las señales que nos garantizan el pronto regreso de nuestro verdadero Gran Hermano, que es Jesucristo. Él es nuestra Roca, nuestra fortaleza y nuestra salvación (Salmos 18:2). Él es Aquel a quien debemos buscar de todo corazón (Isaías 55:6-7). Y es Aquel a quien debemos mostrarnos fieles, aun en los días difíciles que se avecinan (2 Crónicas 16:9). El Gran Hermano sí vendrá. ¡Estemos preparados! ¡Y mantengamos la señal de Dios en nosotros! [MM]