Las obras de sus manos: Diseñados para adorar | El Mundo de Mañana

Las obras de sus manos: Diseñados para adorar

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¿Se ha preguntado usted por qué adoramos a Dios? ¿Está diseñada la mente humana específicamente para beneficiarse de la devoción religiosa? Si es así, ¿qué objeto tuvo el Creador y por qué desea que lo adoremos? Las respuestas pueden ser sorprendentes.

Hace varios miles de años, un joven pastor se hallaba sentado bajo un brillante cielo nocturno. Levantando la vista al firmamento iluminado de estrellas, se conmovió profundamente. Quizá fue en una noche así que se le vinieron a la menta estas líneas: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la Luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Salmos 8:3-4).

El pastor estaba destinado a ser un gran rey de Israel. Sin embargo, nunca perdió de vista aquel temprano sentimiento de reverencia al meditar en la grandeza de Dios y en su propia pequeñez. En esa noche silenciosa, en particular, el joven David sintió un asombro reverencial.

Aunque la palabra “reverencia” se ha empleado de muchas maneras, en esencia indica veneración o mucho respeto por alguien. También encierra las ideas de enormidad, asombro y admiración. Este sentimiento de reverencia ha sido un reto especial para los científicos evolucionistas; aunque altamente desarrollado en los seres humanos, no parece cumplir ninguna finalidad para la supervivencia. En El Mundo de Mañana comprendemos que un Maestro Creador diseñó las formas y funciones sumamente complejas de nuestro mundo, así como muchas emociones y sentimientos aún más complejos. La reverencia, como la hemos descrito, es algo incorporado dentro de nuestras estructuras neuronales con un propósito. Nuestro ser fue diseñado para experimentar reverencia, y por lo tanto, fue diseñado para adorar a Dios. La reverencia, como veremos, es algo que podemos cultivar en nuestro caminar como discípulos de Jesucristo.

Reverencia e influencia en el pasado y en el futuro

En su artículo: “What Awe Looks Like in the Brain” [Cómo se ve la reverencia en el cerebro], la doctora Summer Allen cita un estudio de Michiel van Elk de la universidad de Amsterdam. Él y sus colegas emplearon imagen de resonancia magnética funcional (IRMF) para observar el cerebro de personas mientras miraban una serie de videos. Los videos elegidos para inspirar gran admiración o reverencia, redujeron la actividad cerebral en regiones de la red neural por defecto (RND), un sistema cerebral que es especialmente activo cuando la mente divaga o queda absorta en el yo. La doctora Allen resumió: “En otras palabras, la reverencia puede hacer que dejemos de lado nuestros problemas y temas de estrés cotidianos. En su lugar, parece sacarnos de nosotros mismos y nos hace sentir inmersos en nuestro entorno y el mundo más amplio, algo que puede explicar en parte su tendencia a inspirar generosidad y un sentido de acercamiento con los demás. La atenuación de la actividad de la RND puede ser algo clave que nos da la sensación de trascendencia del yo” (GreaterGood.Berkeley.edu, 18 de octubre del 2019).

La empresa privada se está asociando con la neurociencia para estudiar y medir la experiencia de reverencia con fines comerciales. Muchas empresas ven la reverencia como un estado que desean estimular en los consumidores y pueden hacerlo por medios electrónicos, realidad virtual y efectos visuales. Hasta el Cirque du Soleil se ha unido a la tendencia, asociándose con neurocientíficos para estudiar la respuesta del público a sus presentaciones. Miden diversos factores, entre ellos el comportamiento antes y después de la función, la respuesta del ritmo cardíaco, la actividad cerebral y las respuestas de índole eléctrica de la piel (Cirque du Soleil, Vox.com).

¿Será que este fenómeno neurobiológico lo están manipulando más de lo que pensamos? ¿Será posible que ciertos medios influyentes se apropien de la reverencia? ¿O que lo haga algún nefasto líder político o religioso? La profecía bíblica revela que en los tiempos del fin habrá un líder carismático de gran influencia sobre las masas, inducidas a venerarlo. En 2 Tesalonicenses 2 se nos advierte de un falso profeta que con gran poder realizará señales y prodigios mentirosos, se proclamará divino y exigirá que lo adoren. Para saber más, le invitamos a leer nuestro folleto gratuito titulado: La bestia del Apocalipsis: ¿Mito, metáfora o realidad inminente? Puede descargarlo desde nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org.

¿Quién tiene una mente como la de Dios?

El apóstol Pablo, redactor de las cartas a los de Tesalónica, entendía muy bien la reverencia. Formado y guiado por el destacado erudito religioso Gamaliel, pasó buena parte de su juventud y primera edad adulta estudiando las Escrituras. Pablo veneraba la Palabra inspirada de Dios y sentía que sus verdades hacían eco firme en su mente y corazón. Pablo nos presenta un excelente ejemplo de reverencia: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Romanos 11:33).

En esta cita, el apóstol ilustra el primer paso para infundir reverencia en nuestra adoración: Contemplar cómo es Dios de grandioso y extraordinario. La exclamación: “Oh profundidad de las riquezas” se refiere a verdades que trascienden la comprensión humana. La “sabiduría y... ciencia de Dios” es de una profundidad que ni siquiera los ángeles comprenden (1 Pedro 1:12). Según las Escrituras, Pablo analizaba bien los misterios de Dios, y se emocionaba ante sus profundidades insondables, que no podrían explicarse en toda una vida.

El consejo divino se caracteriza no solamente por su profundidad y altura, sino también por su longitud y anchura (Efesios 3:18). Ningún microscopio puede desentrañar sus detalles. Ningún telescopio puede revelar su longitud y anchura. Ninguna resonancia magnética puede mostrar su funcionamiento interno. Ningún instrumento hecho por el hombre logrará descomponer sus partes y piezas. Los seres humanos no pueden, con sus propios medios, armar ni rearmar la verdad ni empezar a comprender la mente de Dios.

Pablo emplea la palabra “riquezas” para indicar una abundancia de lo que es precioso y valioso. Las riquezas de la humanidad, comparadas con las de Dios, son apenas superficiales. Muy pronto se llega al fondo y su resultado es desilusión y desánimo. En cambio, las riquezas de Dios son profundas y sus “juicios, abismo grande” (Salmos 36:6).

En nuestra era de gran desconfianza en los medios de difusión, la verdad parece más escurridiza que nunca. La historia resulta maleable, sujeta a distorsiones según el gusto político. Tenemos que mirar todas las fuentes de información de los medios, y aun de los funcionarios oficiales con un grado de escrutinio sin precedentes. Hay una sola visión clara, segura, infalible. Hay un solo Ser que comprende todas las cosas que son, fueron y serán. Y, como dijo el salmista: “Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí” (Salmos 139:6).

¿Cómo puede ser? “Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?” (Romanos 11:34). Como consecuencia natural de contemplar los muchos atributos de Dios, Pablo cuestiona la magnitud del hombre, y ve lo que todos tendremos que llegar a ver: Dios es grande; yo soy pequeño. Aquí Pablo ilustra el segundo paso para infundir reverencia en nuestra adoración: Comparar la grandeza de Dios con nuestra pequeñez. Job lo entendió cuando por fin reconoció el asombroso poder de Dios y su grandeza, y exclamó: “Yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré. Te preguntaré, y tú me enseñarás” (Job 42:3-4).

La capacidad de reverencia que Dios nos ha dado existe por diseño. La diseñó un Creador que desea una relación con cada ser humano que ha creado. Lamentablemente, seres influyentes y malintencionados han abusado de este mecanismo neurobiológico, y otro tanto hará un líder religioso falso profetizado para los tiempos del fin, y decidido a adquirir un poder increíble. Pero bien empleada, la reverencia es un don de Dios. Así como los órganos humanos del habla permiten una comunicación racional entre esposos, esos mecanismos nos dan la capacidad de sentir reverencia, nos permiten apreciar la importancia con la que el Dios grande se comunica con nosotros, y nos enseña a abordarlo con humildad.

El rey David vivirá de nuevo; las Escrituras lo muestran sirviendo como un rey bajo Jesucristo en el Reino milenial de Dios en la Tierra (Jeremías 30:9). La adoración con reverencia, dirigida por la verdad, nos ayudará a andar por el camino que lleva a ese Reino. [MM]