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El apóstol Pablo señala claramente que hay quienes predican a otro Jesús: “Temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo. Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado... bien lo toleráis” (2 Corintios 11:3-4).
Uno de los datos claves que se utilizan en todo documento de identidad actual, es la fecha de nacimiento. Muchos celebran como fecha del nacimiento de Jesús la medianoche del 24 al 25 de diciembre. No obstante, la gran mayoría de las personas que tienen cierto nivel de cultura saben perfectamente que el Jesús de la Biblia no nació en esa fecha.
Casi todos conocen uno de los argumentos más obvios y evidentes que demuestran que el Jesús de la Biblia no nació en invierno, estación a la cual corresponde el 25 de diciembre en la Tierra Santa.
La noche en que Jesús nació, nos dice el relato bíblico: “Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño” (Lucas 2:8).
El Comentario exegético y explicativo de la Biblia de Jamieson, Fausset y Brown, dice lo siguiente al respecto: “Desde abril hasta el otoño en septiembre, los rebaños pacían constantemente en campos abiertos, permaneciendo siempre los pastores allí (Por eso parece evidente que es muy tarde la fecha generalmente dada para el nacimiento de nuestro Señor)”.
Cuando en un documento la fecha de nacimiento de la persona, que se supone identifica, no corresponde a la verdad, dicho documento se declara falso.
Es interesante observar que Dios no utiliza la fecha de nacimiento como clave para identificar a su Hijo ante el mundo.
De hecho, podemos escudriñar toda la Biblia, palabra por palabra, y en ninguna parte hallaremos la fecha exacta del nacimiento de Jesucristo. Esto no quiere decir, sin embargo, que no haya indicaciones de la época del año en que nació. La Biblia señala el otoño como el tiempo en que el Mesías fue dado a luz. Esto sería objeto de otro estudio, que a su tiempo daremos a conocer a nuestros lectores.
La clave o señal bíblica para identificar al verdadero Jesús está relacionada no con su nacimiento sino con su muerte: “Respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal. Él respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mateo 12:38-40).
Vemos, pues, que el Jesús de la Biblia nos presenta como señal de identidad, no la fecha de su nacimiento, sino el hecho de que habría de estar tres días y tres noches en el sepulcro.
Ahora bien, del Jesús cuyo nacimiento se celebra el 25 de diciembre, se dice que fue sepultado un viernes a la puesta del Sol, y que resucitó un domingo en la madrugada. No hay maniobra mental que permita encajar tres días y tres noches en ese período de tiempo.
Del viernes por la tarde al sábado hay una noche, y del sábado al domingo hay otra noche; total: dos noches. Y en cuanto a los días, solo se puede contar uno: el sábado, porque el viernes ya tocaba a su fin; y el domingo tampoco cuenta, porque según creen, resucitó en la madrugada de dicho día; y aun si se contara, solo serían dos días.
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Otra característica del Jesús cuyo nacimiento se celebra el 25 de diciembre, y cuya resurrección el domingo de Pascua, es el cabello largo.
Muchos, al leer superficialmente la Biblia, confunden el término “nazareno” aplicado a Jesucristo, para que se cumpliera lo dicho por los profetas (Mateo 2:23), con el vocablo “nazareo” (Números 6:1-21), que se aplicaba a quienes, a causa de un voto de consagración, se dejaban crecer el cabello (v. 5).
Basta leer lo que prescribe la ley, para quienes estaban bajo el voto del nazareato, para entender que era imposible que Jesús fuera nazareo y tuviera el cabello largo. Porque Jesús cumplió con “todo lo prescrito en la ley del Señor” (Lucas 2:21-24, 39).
A quienes no son nazareos, la Palabra de Dios enseña que les “es deshonroso dejarse crecer el cabello” (1 Corintios 11:14).
El nazareo, por ley, no podía beber vino (Números 6:3). Jesucristo, obviamente, bebía vino. El mismo Jesús así lo afirmó, señalando un contraste entre Él y Juan el Bautista, quien sí era nazareo (Lucas 1:15). Jesús dijo: “Vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino” (Lucas 7:33-34).
La ley prohibía además que el nazareo se acercara a un muerto (ver Números 6:6-9). Jesucristo, obviamente, se acercó a personas muertas (ver Lucas 7:11-17; Marcos 5:35-43).
Queda pues, demostrado por la Palabra de Dios, que el Jesús de la Biblia no era nazareo, y por lo tanto no tenía el cabello largo. El vocablo “nazareo” se deriva de la palabra hebrea nazir, que significa “consagrado”, y se aplica a quienes haciendo voto se someten a todo lo que está prescrito en Números 6:1-21.
¿Qué significa entonces: “lo que fue dicho por los profetas, que habría de ser llamado nazareno”?
El término “nazareno” proviene del vocablo hebreo nétser que significa “rama”, “retoño” o “renuevo”, “vástago”. Y en sentido figurado “descendiente”. En este caso veremos cómo la Palabra de Dios, que “no puede ser quebrantada” (Juan 10:35), se aplica literalmente a Jesucristo. En Isaías 11:1 está escrito: “Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago (nétser) retoñará de sus raíces”. Los comentaristas concuerdan en que esta última es una referencia inequívoca al Mesías.
El profeta Jeremías y el profeta Zacarías también se refieren inequívocamente al Mesías venidero como “el renuevo”. Aunque no utilizan la palabra hebrea nétser como lo hace Isaías, se valen de un sinónimo hebreo que significa exactamente lo mismo (ver Jeremías 23:5; 33:15; Zacarías 3:8; 6:12).
Basados en la lógica bíblica, hasta aquí presentada con toda honradez en este artículo, podemos concluir que el Jesús representado por múltiples cuadros, pinturas, imágenes y esculturas del llamado mundo cristiano; no es el Jesús de la Biblia.
Quienes adoran al verdadero Jesús obedecen su instrucción: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mateo 19:17). El segundo de esos mandamientos dice así: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el Cielo, ni abajo en la Tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy el Eterno tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Éxodo 20:4-6; Deuteronomio 5:8-10).
Los seguidores del Jesús de la Biblia saben que el tener imágenes o representaciones para inclinarse ante ellas o adorarlas, es una infracción al segundo mandamiento del decálogo.
Mucha gente cree en un Jesús que vino a abolir la ley de su Padre. El Jesús de la Biblia no vino a abolir los mandamientos de Dios, sino a darles cumplimiento. El mismo Jesús hizo esta declaración categórica: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17). El Jesús de la Biblia vino a darle a la ley de Dios una dimensión de profundidad espiritual tal, que el hecho de codiciar a una mujer en el corazón constituye una infracción del mandamiento de no cometer adulterio.
El nuevo pacto que Jesucristo vino a inaugurar con su propia sangre (Mateo 26:28), no fue una abolición de los mandamientos. Todo lo contrario: “Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré” (Hebreos 10:16).
Del Jesús que muchos adoran se dice que es: “Señor del día domingo”. El Jesús de la Biblia declara acerca de sí mismo: “El Hijo del Hombre es Señor del sábado” (Mateo 12:8, RV 1995).
Durante tres años y medio, antes del retorno del verdadero Jesús, reinará en la Tierra otro que la Biblia llama el Anticristo. Se caracterizará precisamente por imponerle al mundo cambios a las leyes que el Jesús de la Biblia obedeció y nos enseñó con su ejemplo (ver Daniel 7:25; Apocalipsis 13:14-15).
Cuando el Jesús de la Biblia regrese a reinar en la Tierra, las naciones del mundo estarán airadas contra Él (Apocalipsis 11:18). Estarán airadas porque no lo conocen. Y no lo conocen porque no le obedecen: “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Juan 2:4).
¿A cuál Jesús adora usted? [MM]