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¿Es acaso el multiverso algo real en alguna de las formas que proponen?
O, ¿es solo otra idea entre tantas teorías “científicas” que tienen por objeto justificar la creencia de que Dios no existe?
Imaginemos que mientras vivimos nuestra vida en el planeta Tierra, en alguna parte existe otro yo que vive su vida en otro planeta, el cual viaja alrededor de otra estrella en otro sistema solar y en otro universo. Ahora imaginemos que hay un número infinito de “otros nosotros”. Unos llevan una vida muy parecida a la nuestra, con el mismo trabajo, las mismas amistades, la misma rutina; y otros llevan vidas dramáticamente, casi inimaginablemente, diferentes. Unos son más ricos, otros más pobres. Unos son famosos y adinerados, otros padecen en una celda fría y oscura al fondo de alguna cárcel. Y cada uno de ellos es tan real como nosotros.
¡Bienvenidos al multiverso!
Primero, una definición rápida: Es posible que hayamos oído hablar del metaverso; eso es otra cosa. El metaverso promete la utilización de la inteligencia artificial y pantallas de computadora, quizá proyectadas en anteojos o gafas, para amplificar nuestra visión del mundo que nos rodea, y sumergirnos en una llamativa mezcla de percepciones sensoriales reales y generadas por computadora. En cambio, el multiverso es la idea de que nuestro Universo es solo uno entre un sinfín de universos, donde las estadísticas pierden todo sentido puesto que hay universos suficientes para apoyar todas las probabilidades posibles.
El multiverso, en sus diferentes versiones, ha sido ingrediente permanente de la ciencia ficción y la fantasía desde hace siglos. Y ahora lo vemos en una etapa de renacimiento en las pantallas de cine y los servicios de transmisión por computadora. Invocando la idea del multiverso, Marvel Entertainment de Disney, una potencia entre los medios de difusión, logró amasar casi 2.000 millones de dólares de los cineastas que acudieron en todo el mundo a ver a sus Hombres Araña favoritos de múltiples universos cinemáticos: Tom Holland, Andrew Garfield y Tobey Maguire; pelear juntos contra los malos. (Si usted no vio esta película, imagine todos los actores que han hecho el papel de James Bond reunidos para pelear contra sus viejos enemigos). Y en mayo del 2022, Marvel dará al multiverso el papel protagónico en El doctor Strange en el multiverso de la locura.
Quienes estimulan el interés actual por las ideas del multiverso, no son los estudios de cine al promover sus cuentos ficticios, sino un creciente número de científicos: físicos teóricos, cosmólogos y otros; que, en número creciente, lo postulan como una realidad. El influyente físico David Deutsch, de la universidad de Oxford, por ejemplo, ha declarado que podemos estar tan seguros del multiverso como lo somos de la existencia de dinosaurios en el pasado. En el libro Beyond Weird publicado en el 2020, Philip Ball, escritor sobre temas científicos, cita así a Deutsch, refiriéndose a la creencia en un multiverso: “Lo único asombroso es que siga siendo algo polémico”.
Para Deutsch y muchos otros científicos, la verdadera realidad corresponde a algo así como el multiverso que nos presentan las películas de ciencia ficción y los libros de fantasía, un escenario compuesto por una colección infinita de universos con versiones infinitas de nosotros llevando vidas infinitamente distintas. Si no aceptamos este ¿hecho?, nos consideran ignorantes o carentes de la valentía necesaria para reconocer verdades incómodas.
¿Cómo es que tantos científicos, profesionales que normalmente se asocian con el razonamiento basado en evidencia, y la pasión por los hechos reales, han pasado a creer en un muy teórico multiverso?
Las respuestas revelan mucho acerca del rumbo que llevan la cultura y la sociedad actuales. Y demuestran hasta qué punto llegarán algunos para evadir el menor reconocimiento de la posibilidad de un Dios que ha creado y diseñado nuestro Universo. Pero primero, observemos que no obstante la seguridad que expresa el profesor Deutsch, la teoría del multiverso no es una sola: son, lo cual parece muy apropiado, múltiples teorías que compiten entre sí:
Inflación eterna o caótica. La actual versión de la teoría del big bang: La hipótesis de que nuestro Universo, en tiempo, espacio, materia y energía; comenzó como una singularidad infinitamente densa, y explotando se expandió rápidamente hasta convertirse en el cosmos creciente que observamos. La teoría supone que hubo un período breve pero crucial de inflación cósmica. En ese período, el espacio en el Universo incipiente, todavía microscópico, se expandió más rápidamente que la velocidad de la luz. Un período de inflación así se ve como una solución a la inesperada uniformidad del inmenso cosmos.
Sin embargo, físicos destacados como Andrei Linde y Alan Guth, han señalado que los modelos de inflación actuales parecen indicar que se desarrollaría no solamente nuestro Universo, sino una colección de innumerables universos, en un proceso sin fin que generaría un número infinito de universos.
Teoría de cuerdas. En la búsqueda de una teoría que uniera todas las teorías sobre las leyes de la naturaleza, la de cuerdas ha ganado mucha popularidad. Aunque hay diferentes versiones de la teoría de cuerdas, en el fondo todas llevan la idea de que aquello que consideramos las partículas de materia fundamentales, son en realidad cuerdas vibrantes de una pequeñez incomprensible.
Para muchos, la teoría es sumamente prometedora, pero también tiene sus detractores. Entre sus problemas está la incapacidad de probar si la teoría es correcta, unida al desconcertante hecho de que, dado el número de parámetros no especificados en la teoría, sus ecuaciones podrían generar 10500 universos (esto es, 1 seguido de 500 ceros). Sin embargo, hay quienes ven en esto no una desventaja, sino una característica que permite la existencia de un multiverso en el que se realizan todas las posibilidades.
Muchos mundos, la interpretación de la mecánica cuántica. Durante decenios, la idea más favorecida entre los físicos que trabajaban en mecánica cuántica, ha sido que los objetos cuánticos no tienen un valor particular hasta el momento en que se miden. Pero ahora está surgiendo una idea nueva: la interpretación de muchos mundos, la cual sugiere que los objetos cuánticos tienen todos los valores posibles cuando se miden, y que el Universo se fracciona en tantos universos cuantos valores hay. Es como si tiráramos un dado y viéramos un resultado, mientras que cinco versiones de nosotros verían cada una un resultado diferente en otro universo.
El físico Deutsch resume las implicaciones de la interpretación de “muchos mundos” señalando que “cuando nos decidimos por una opción también se realizan las otras opciones”. Prosigue: “Si hay una pequeña posibilidad de una consecuencia adversa, digamos que alguien se mate, parecería que debemos tomar en cuenta el hecho de que alguien se matará, aunque sea solo en otro universo” (New Scientist, 2014).
El conjunto máximo de Max Tegmark. En la visión más amplia del multiverso, y quizá la más extravagante, el cosmólogo Max Tegmark, del Instituto de Tecnología de Massachusetts, sugiere que la manera como el Universo parece seguir las leyes matemáticas, debe apuntar hacia la radical idea de que la máxima realidad son las matemáticas.
En la hipótesis de Tegmark, las estructuras matemáticas no describen la realidad, sino que son la realidad, y el Universo que nos rodea es simplemente la realización de un conjunto de estructuras matemáticas. Como escribe en su artículo publicado en 1998: “El único postulado en esta teoría es que todas las estructuras que existen matemáticamente también existen físicamente (volumen 270, número 1). El resultado sería una colección de universos imposible de imaginar, que abarcaría todas las leyes físicas posibles en todas las dimensiones posibles, colección que Tegmark ha llamado el “conjunto máximo” (Annals of Physics, 1998).
Antes de observar la manera como la ciencia que se basa en hechos, ha llegado a un punto de acoger semejantes fantasías hechas teoría, debemos considerar que cada teoría del multiverso trae consecuencias igualmente problemáticas. Si el físico Deutsch está en lo cierto, existe un universo diferente para cada resultado posible, de cada decisión que una persona pudiera tomar. Así, si usted está tentado a mentir, hay un universo en el cual dice la verdad y un universo en el cual miente. Según esta teoría, la libertad de decidir es una ilusión. En realidad no estamos eligiendo porque hay versiones de nosotros en múltiples universos que “eligen” cada posibilidad. Habría un universo en el cual ayudamos a una anciana a cruzar la calle, y habría uno en el cual seguimos nuestro camino sin ayudar. Pero también habría uno en el cual la empujamos entre los automóviles, y uno en el cual robamos sus compras.
La lista de universos diferentes, y distintas versiones del “yo” que hacen cosas extremadamente distintas, viene a ser infinita. Si somos, como imaginan los físicos, solo una ensambladura de quarks, electrones, etc., y si todas las combinaciones posibles de esas partículas se hacen realidad en uno u otro universo, entonces hay un número inimaginable de universos en los que estamos haciendo todas esas cosas.
Es un verdadero caos existencial. Y tenemos todo el derecho de desenmascararlo como un sinsentido, pues eso parece ser, ya que por mucho que sus descripciones se refuercen con la idea de ciencia exacta, o presenten un brillo tomado en préstamo de la física, o se presenten con el aire confiado de algo matemáticamente inevitable; las ideas del multiverso en muchos aspectos son poco más que fantasía ¡muy alejada del mundo de la ciencia real!
Lo anterior lleva a una pregunta: ¿Cómo fue que ideas sumamente fantasiosas en su conclusión llegaron a ser, para muchos, conceptos convencionales de la física y la cosmología?
¿Acaso hemos llegado a ver otros universos? ¿Los habremos detectado de algún modo que nos obligue a aceptar su existencia? Por supuesto que no. Se han hecho intentos, por ejemplo, algunos pensaron que un punto frío en la radiación que llega a la Tierra procedente del espacio, que muchos creen sería una secuela del big bang, podría indicar una colisión entre nuestro Universo y otro. Sin embargo, otros análisis demostraron la ausencia de ciertas características, como polarización de la radiación, que tendrían que existir si hubo una colisión así.
No solamente ha sido imposible detectar otros universos, sino que esos universos deberían ser virtualmente indetectables, según la mayor parte de las teorías del multiverso. Por esa razón, muchos científicos han considerado las teorías del multiverso como abiertamente anticientíficas. En la muy prestigiosa revista científica Nature, el matemático George Ellis afirmó: “El argumento del multiverso es un planteamiento filosófico bien fundamentado, pero siendo imposible someterlo a prueba, no pertenece al ámbito científico” (Nature, 20 de enero del 2011). Ellis estima que “los científicos empiezan a confundir ciencias con ciencia ficción”.
Algunos han hecho notar, incluso, que el multiverso es peor que anticientífico: es algo que destruye a la ciencia.
Reflexionemos: En un multiverso donde todo suceso ha ocurrido al menos en un universo, habrá un universo, por improbable que sea, en que cada lanzamiento de moneda ocurrido en toda la historia humana ha salido cruz. ¿Sumamente improbable? ¡Sí! ¿Pero imposible? No. De hecho, en un multiverso, tiene que haber un universo donde tal cosa ocurre. ¿Cómo explicarían este fenómeno los científicos de ese universo? No podrían… porque no habría ninguna explicación científica. Tendrían que darse por vencidos, ya que no se hallaría ninguna causa capaz de explicar este efecto producido enteramente al azar.
El ejemplo es relativamente pequeño, pero sirve para ilustrar un problema que muchos científicos han identificado: si el multiverso es verdad y ocurren todos los sucesos posibles, si ocurren infinitamente en un número infinito de universos, entonces la ciencia pierde todo sentido. Todo hecho se podría explicar diciendo: “¡Pues parece que estamos en uno de aquellos universos!”
Esta no es solo una situación hipotética: el multiverso se está tratando de este modo en trabajos científicos muy reales.
Por ejemplo, el biólogo evolucionista Eugene V. Koonin ha estimado que las probabilidades de que comenzara la vida con una molécula de ARN, capaz de realizar replicación y traslación en la Tierra primitiva, funciones vitales complejas y necesarias para dar comienzo a la evolución, son virtualmente nulas: se expresarían como un número que se escribiría seguido de 1.017 ceros. Son probabilidades tan ridículamente ínfimas que resultan inimaginables.
Normalmente, lo anterior sería el toque de muerte para esta teoría del origen de la vida basada en la evolución. ¡Pero el multiverso viene al rescate! Agitando su varita mágica que es el multiverso infinito, Koonin sostiene que en un universo infinito o multiverso, “la aparición por casualidad de sistemas altamente complejos es inevitable”.
Gracias a la varita mágica, lo que era imposible, se convierte en inevitable en un multiverso. Un razonamiento así es una burla al pensamiento científico. Una teoría que lo predice todo, de hecho, no predice nada. El multiverso es nada menos que la destrucción de la ciencia.
El último ejemplo citado nos trae finalmente a la razón por la cual el multiverso anticientífico es del agrado de muchos científicos. ¿Cómo llegamos a estar aquí perdidos en el multiverso? Porque son demasiados los seres humanos que aceptan cualquier necedad siempre y cuando les permita vivir sin reconocer a un Creador.
Una plaga de la ciencia ha sido esta incómoda verdad: que gran parte de lo que sabemos apunta hacia la existencia real de un Dios poderoso que creó el mundo y el cosmos. Así como los evolucionistas buscan devaluar esa evidencia atribuyéndola al momento, al azar y al instinto de supervivencia; muchos cosmólogos buscan devaluar la evidencia de un Creador y Diseñador apelando al multiverso.
La revista Discover publicó un artículo en el 2008 muy apropiadamente titulado: Alternativa de la ciencia a un Creador inteligente: la teoría del multiverso. El cosmólogo Bernard Carr resumió así el tema: “Si hay un solo Universo, puede haber alguien que lo afinó. Si no se quiere que haya un Dios, tiene que haber un multiverso”.
Hay que reconocer su sinceridad. Los ejemplos de tal afinamiento son interminables, desde las masas improbables de varias partículas fundamentales, hasta la magnitud precisa de las fuerzas fundamentales. Y aunque la teoría de cuerdas sugiere parámetros y variables libres en cantidad suficiente para generar 10500 universos, el número de los que producirían un universo propicio a la vida es prácticamente cero. Sin un Dios capaz de ajustar o afinar los parámetros para que fuera exactamente lo preciso, nuestra existencia debe considerarse como una imposibilidad.
En un intento por estimar la probabilidad de un universo como el nuestro, el fallecido físico Lee Smolin consideró que esta sería 1 en 10229, esto es, una posibilidad en un número que se escribiría normalmente como un 1 seguido de 229 ceros. Para quienes son aficionados a las palabras extrañas, en español se podría decir “uno en diez quinseptuagentillones”.
Pero ni siquiera el multiverso con un enorme recurso probabilístico bastaría para argumentar la inexistencia de Dios. Entre otros científicos, Paul J. Steinhardt, el primero que presentó la hipótesis de “crecimiento eterno” al mundo, ha señalado que para generar un multiverso también el crecimiento requiere que haya una afinación. El físico Alexander Vilenkin y sus colegas, han demostrado que no se puede proyectar un Universo creciendo eternamente al pasado, por lo cual un multiverso también requiere un principio.
En palabras sencillas, diríamos que de un multiverso a la inexistencia de Dios hay mucho trecho.
Hay una conexión directa entre el razonamiento reflejado en las teorías del multiverso, y el aumento de la inmoralidad e irracionalidad que observamos en la sociedad. El apóstol Pablo advierte que negar la evidencia de Dios estampada en el Universo, conduciría a un mundo que no desearíamos habitar. Denunciando a quienes ven las pruebas de la existencia de Dios, pero se niegan a aceptarlo, señaló la confusión, irracionalidad y degradación; que son consecuencia inevitable de esa voluntaria ignorancia:
“Como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no solo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (Romanos 1:28-32).
Hay que ser deliberadamente ciego para no ver esas condiciones generándose en nuestra civilización. Muchos desean tan desesperadamente evadir la conclusión de que Dios existe, aun teniendo delante de sus ojos la evidencia de una mano divina providencial, que harán lo que sea necesario para imaginarse la existencia sin Él.
En la cosmología, pensar de esta manera lleva a la irracionalidad del multiverso. En la sociedad vemos todos los días que lleva al caos y la pérdida de las buenas costumbres. Rechazar a un Diseñador divino permite imaginar el matrimonio como lo que se desee, y negar que nuestro sexo está ligado a la biología. Permite justificar la muerte de niños en el vientre materno. Permite que ideologías monstruosas consideren infrahumana una cultura o nación como excusa para cometer genocidio.
Lamentablemente, parece que científicos y practicantes de lo que llaman ingeniería humana, tienen mucho en común: creen cualquier fantasía que sea necesaria a fin de negar la existencia de un Dios ante el cual un día tendrán que responder.
Nosotros no tenemos por qué caer en el caos. La ingenua creencia en el multiverso no es forzada. La ignorancia voluntaria no se le ha impuesto a nadie como una obligación.
En cierto sentido, ni siquiera importa que Dios haya creado o no otros universos: nosotros nos encontramos aquí y tenemos la capacidad, dada por Dios, de reconocer la mano del Creador en su obra creada (Romanos 1:20). Las Escrituras no nos dicen que la verdad de nuestro mundo solamente esté al alcance de los científicos más destacados, y capaces de formular teorías complicadas. Por el contrario, las Escrituras nos recuerdan la fidelidad sincera a la verdad de Jesucristo (2 Corintios 11:3). Dios dice que ha revelado su verdad a los “niños” (Mateo 11:25). Nos puede asombrar la creatividad demostrada por los matemáticos, físicos y filósofos que han elaborado complicadas explicaciones de la realidad que excluye a Dios; pero debemos regirnos por los verdaderos principios de la ciencia, reconociendo que la explicación más directa y sencilla es la correcta: hay un Dios que creó nuestro Universo.
La ciencia ficción y la fantasía continuarán con sus cuentos inventados, algunos de ellos ilustrados con efectos especiales, que presentan mundos imaginarios y versiones fantasiosas del mundo nuestro. Pero no confundamos esos cuentos con la realidad, ni siquiera cuando la línea entre científicos y cuentistas se ve cada vez más borrosa.
La verdad es sencilla y extraordinaria, y toda la creación la da a conocer: Dios existe. Su mano es más que evidente para los dispuestos a verla. El hecho de que nuestro Universo, el que vemos y tocamos, el único que conocemos, es real. Parece labrado deliberadamente para que lo habitemos y lo disfrutemos, no es sorpresa para quienes saben que su Creador vive. En las páginas de las Escrituras, Dios expone claramente su existencia y su creación en la existencia nuestra: “Así dijo el Eterno, que creó los Cielos; Él es Dios, que formó la Tierra, que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó: Yo soy el Eterno, y no hay otro” (Isaías 45:18). [MM]
PROBABILIDADES IMPOSIBLES
NUESTRO UNIVERSO FINAMENTE ESTRUCTURADO
Las probabilidades en contra de que un universo como el nuestro llegue a existir por casualidad son impresionantes. A continuación presentamos una pequeña selección de los muchos atributos del Universo que están finamente estructurados. No se pueden explicar como hechos al azar, y si fueran mínimamente diferentes de lo que son, el cosmos no podría existir tal como lo conocemos.
Si la “fuerte atracción” que mantiene unido el núcleo de los átomos fuera ligeramente mayor, sería imposible la fusión que da origen a las estrellas. Y si fuera ligeramente menor, el Universo carecería de los elementos esenciales que hacen posible la vida.
Estas partículas tienen masas muy cuidadosamente ajustadas entre sí. Si las proporciones de sus masas entre sí fueran diferentes, el Universo no sustentaría la vida o no se formarían átomos en absoluto.
La probabilidad de que las condiciones durante el Big Bang fueran precisamente las necesarias para producir nuestro Universo, es de 1 en 1010123, uno en diez quadragentillones de ceros. La probabilidad de que no sea cero es casi inimaginable.
El Universo se expande a una tasa regida por un número que es asombrosamente cercano a cero. Si fuera mayor que esto, aun en la más mínima fracción, el Universo se habría expandido tan rápido que no permitiría la formación de estrellas y galaxias.
Viendo las condiciones tan perfectas de nuestro Universo, al astrónomo Fred Hoyle declaró: “Una interpretación de los datos basada en el sentido común sugiere que un Superintelecto ha intervenido en la física, así como en la química y la biología; y que no hay fuerzas ciegas en las que valga la pena creer en la naturaleza”.
Fuentes: Paul Davies, The Accidental Universe; Frank Wilczek, “Particle Physics: A Weighty Mass Difference,” Nature, 16 de abril del 2015.
Roger Penrose, “Before the Big Bang,” Acta de EPAC 2006, Edinburgo Escocia; Martin Rees, Just Six Numbers.