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¿Murió Jesús por todo el mundo, o únicamente por los “elegidos”?
Llegará el día cuando la violencia entre vecinos, tribus, naciones y razas tocará a su fin, y las pandemias cesarán. Entiendo que esto puede ser difícil de creer, dada la historia de la humanidad. Pero, ¿podemos comprender que este es el mensaje de las profecías bíblicas y el mismo que predicó Jesucristo? ¿Es realmente así?
Jesús dijo que las condiciones en la Tierra empeorarán a tal punto que si no regresa, no sobreviviría ningún ser humano: “Habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:21-22). Este pasaje encierra muchas enseñanzas. Dice que vendrá un tiempo de aflicción peor que cualquiera que se haya conocido o que se conocerá en la historia humana. Pero también trae buenas noticias.
Porque alguien detendrá la carrera precipitada de la humanidad hacia su propia aniquilación. Ese alguien es Jesucristo, y explica la razón para que se ponga fin a la locura humana: “por causa de los escogidos”.
¿Quiénes son los “escogidos” en la Biblia? Para la mayoría, esta pregunta resulta extraña, puesto que dan por sentado, erróneamente, que toda persona tiene la oportunidad de la salvación en el transcurso de su vida. Pero semejante idea no encuentra apoyo ni en la Biblia ni en la lógica. Pensemos en los miles de millones de seres que murieron antes, durante y después de la primera venida de Jesucristo sin oír jamás su nombre, y claramente leemos que no hay otro nombre por el cual podamos ser salvos (Hechos 4:12). Y el mismo Jesucristo declaró: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:44). La afirmación se repite en el versículo 65. ¿Comprendemos la magnitud de lo que en estos versículos se encierra?
Igualmente en la Biblia hay muchas advertencias sobre el falso cristianismo (ver Mateo 24:4-5; 2 Corintios 11:4, 13-15; Apocalipsis 6:1-2; 12:9). Los elegidos que Jesús menciona ciertamente son muy pocos, comparados con los aproximadamente 2.500 millones de “cristianos” de todo tipo que hay en el mundo. Los “elegidos”, sean quienes sean, no constituyen la mayoría. Sin embargo, existen en nuestro mundo actual, y es por causa de estas personas que Jesucristo ha de intervenir. Jesús no trajo la paz en su primera venida. ¿Será diferente en su segunda venida? ¿Cómo traerá armonía a nuestro perturbado planeta?
Hace unos 2.600 años, el profeta Daniel señaló dos avances tecnológicos que marcarían el tiempo del fin: el transporte con una magnitud sin precedentes, y una enorme expansión de los conocimientos: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará” (Daniel 12:4). El Evangelio de Lucas tiene afirmaciones de Jesús sobre los males morales anteriores a su regreso: violencia e inmoralidad sexual (Lucas 17:26-30; ver Génesis 6:5, 11; 19). El profeta Zacarías indica cuál será la chispa que encenderá la crisis final: conflictos centrados en la ciudad de Jerusalén (ver Zacarías 12:1-3; 14).
Apreciados lectores, les ruego que no crean mis palabras solo porque yo las digo. Aquí cito muchos pasajes de las Escrituras, y entiendo que la Biblia es un libro que muchos desconocen o conocen a medias. Quizá parezca difícil al principio encontrar esos versículos, pero no los transcribo porque es necesario que los lean con sus propios ojos… y para eso basta un pequeño esfuerzo. Si es necesario, consulten la tabla de contenido al comienzo de su Biblia. Para su propio provecho, les ruego que sean como los bereos, según la descripción que de ellos da el apóstol Pablo: “Estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:11). El tema es demasiado importante para abstenerse de indagarlo personalmente.
Volvamos a la pregunta: ¿Quiénes son los escogidos? Según el fallecido doctor Roderick C. Meredith, su descripción preferida del verdadero cristiano aparece en Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. El apóstol Pablo nos explica cómo somos crucificados con Cristo:
“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con Él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con Él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Romanos 6:3-6).
Tal como dice este pasaje, debemos hacer morir al viejo yo para convertirnos en persona nueva. Debemos aceptar que nuestra propia bondad no nos salvará, que necesitamos a alguien mucho más grande que nosotros, que intercambie su vida por nosotros. Este es el significado del bautismo o lo que representa: En esta ceremonia sencilla pero necesaria, expresamos nuestra aceptación de Jesucristo como nuestro Salvador, y nuestro rechazo al pecado. Ningún niño puede comprender tal compromiso, y por eso el bautismo se limita a los adultos. El apóstol Juan describe a un verdaderos cristiano como aquel que es llamado selectivamente por Dios, que es elegido por responder a ese llamado, y que está dispuesto a permanecer fiel hasta el final (Apocalipsis 17:14, ver Mateo 24:13).
Sin embargo, persiste la pregunta: ¿Cómo hará Jesucristo para transformar a nuestro mundo de violencia e inmoralidad a uno de paz y armonía? Ciertamente, la historia humana no se ha destacado por estas dos cualidades. No puede haber paz sin un cambio en el corazón humano, y esto solamente Dios lo puede lograr. Pero antes, tendrá que quitar al actual dios del mundo. El “príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2) transmite a las mentes humanas estados de ánimo, actitudes y sentimientos negativos; actitudes de rivalidad, lujuria, codicia y rencor. Eliminada la influencia de Satanás, Jesucristo llenará los aires con un espíritu muy diferente (Apocalipsis 20:1-3), borrando la hostilidad que reina en el corazón humano (Romanos 8:7) y reemplazándola con amor por las leyes de Dios.
¡Este es el tema central del Nuevo Pacto! La ley de Dios estará grabada en la mente y en el corazón de los hombres de todo el mundo (Hebreos 8:10-11). Esa ley es el decálogo, los diez mandamientos, que Santiago describe como la “ley de la libertad” (Santiago 1:25; 2:12).
Consideremos cómo será el mundo cuando la humanidad aprenda a respetar la ley que dice: “No matarás”. Cuando el espíritu e intención de la ley se comprendan y se practiquen, las ciudades como Chicago, Pretoria, Tijuana y todas las demás serán transformadas (Mateo 5:21-26). Basta el cumplimiento de solo esa ley para poner fin a las guerras. ¿Y cómo será el mundo cuando tampoco haya adulterio, ni religiones falsas, ni falta de respeto de los hijos por los padres?
Jesucristo no regresará esta vez como un Cordero que llevan al matadero, sino como un Rey vencedor (Zacarías 14). Mandará que todas las naciones envíen representantes a guardar sus días santos en Jerusalén. Qué maravilloso será cuando la humanidad aprenda el plan de Dios y el enorme gran potencial que encierra: un potencial mucho mayor que el de “vagar por el Cielo”, o sentir algo así como un eterno “viaje” mirando fijamente el rostro de Dios.
Las personas escogidas que mencionamos antes, cuyas vidas realmente se transforman al punto de pensar como piensa Jesucristo, y actuar como actuó cuando estuvo en la Tierra la primera vez, se convertirán en seres espirituales y asistentes del Rey de reyes en la tarea de imponer esa gran transformación, tal como vemos en muchos pasajes de las Escrituras.
¿Acaso nos parece algo demasiado fantástico para creerlo? Más vale que no, porque la alternativa no es nada halagüeña. La humanidad lleva casi 6.000 años intentando encontrar paz y ninguna generación lo ha logrado. Mientras no se elimine a Satanás, el gran perturbador, y mientras no regrese Jesucristo a cambiar el corazón humano, el destino de la humanidad será la autoaniquilación. El mensaje de El Mundo de Mañana es que una intervención desde lo alto impedirá que eso ocurra. Hay una esperanza, la última esperanza de la humanidad, ¡y es una esperanza segura!