Causa de los males de Israel | El Mundo de Mañana

Causa de los males de Israel

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La nación de Israel ha sido blanco de amplias críticas, por no unirse a la mayor parte del mundo en su desaprobación de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Israel se encuentra en una situación difícil, ya que depende de Rusia de forma diferente al resto del mundo. Esa dependencia no es cuestión de petróleo, gas ni de otros productos básicos o servicios; sino de la tolerancia rusa para que la fuerza aérea israelí vuele sobre Siria. Estos vuelos son esfuerzos para desalentar la interferencia iraní en Siria y el Líbano.

Sucede que Irán es quien paga y suministra armas a Hezbolá y otros grupos terroristas de la región, grupos que, junto con Hamás, el partido gobernante en Gaza, desean la destrucción total de la nación de Israel. Siria es una escala en el envío de armas a los clientes de Irán; de allí que la fuerza aérea israelí busque la destrucción de esas armas antes de que se entreguen.

La fuerza aérea rusa y sus sistemas de vuelo controlan el espacio aéreo sirio, y hace falta la tolerancia rusa para que la fuerza aérea israelí pueda actuar en ese medio. Esto explica por qué Israel ha tenido que andar con pies de plomo durante la guerra rusa contra Ucrania.

Aspectos religiosos

La invasión rusa en Ucrania no es el único desafío que se le presenta a Israel, porque coincidió con la fiesta islámica de Ramadán,1 de abril al 1 de mayo del 2022, y con las celebraciones del domingo de resurrección y la Pascua. Esta alineación de las fiestas religiosas no puede menos que generar tensiones en el monte del Templo en Jerusalén, llamado Haram en el mundo árabe, tensiones que siempre persisten. La mezquita de al-Aqsa, uno de los lugares más sagrados para los musulmanes, se levanta en el extremo sur del monte del Templo, y es un lugar central para los fieles musulmanes durante el Ramadán. Al ir avanzando la invasión de Ucrania, la atención del mundo se desvió del Oriente Medio a Europa Oriental, y los palestinos procuraron hacer lo posible por atraerla de nuevo a su causa. Como resultado, se han producido choques en el monte del Templo entre los fieles musulmanes en la mezquita de al-Aqsa y las fuerzas policiales israelíes, que buscan mantener el orden en el monte.

En otros lugares del escenario internacional, el ministro sudafricano de relaciones y cooperación internacionales, Naledi Pandor, ha insistido en que se declare que Israel es apartheid. Dirigiéndose a una reunión de los jefes de misión palestinos en toda África, Pandor equiparó la causa palestina con la de los negros sudafricanos antes de 1994. Aspira a que las Naciones Unidas establezcan una comisión de derechos humanos para examinar la situación y que se declare oficialmente, como resultado de la misma, que Israel es un estado apartheid. Es una orientación que los palestinos vienen promoviendo activamente.

Dentro del estado de Israel, los palestinos participan en lo que se reconoce ampliamente como el sistema más democrático del Oriente Medio, porque cuentan con su propio representante elegido en el Knéset. En cambio, los palestinos que viven en la franja de Gaza y en Cisjordania, viven una experiencia muy diferente. Con líderes palestinos en ambos lugares, implacablemente opuestos a la existencia de Israel, son escasas las posibilidades de paz entre los dos partidos.

En Gaza, la Yihad Islámica Palestina, opera al lado de Hamás en el empeño por hacer la guerra contra Israel. Armados con misiles de Irán, patrocinador de la Yihad, el grupo disparó unos 1.100 cohetes contra Israel en un brutal asalto perpetrado en agosto. Cerca de la cuarta parte de los cohetes cayeron dentro de Gaza, causando destrucción entre el mismo pueblo que la Yihad pretende apoyar. Este ataque fue motivado por la captura, por parte de Israel, del jefe militar de la Yihad junto con otros mandos en Yenín, y poblaciones aledañas de Cisjordania, seguida del asesinato del comandante del Sur. Antes de que los mediadores egipcios lograran negociar una tregua, Israel también había asesinado al comandante del Norte en Gaza.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, respondió al argumento de Pandor negando que Israel fuera un estado apartheid. Pero no obstante el apoyo de Biden, Israel enfrenta detractores hostiles en los ámbitos académico, político y religioso; tanto en Estados Unidos como en otras naciones de Occidente.

Movimientos BDS en muchas universidades

El movimiento de boicot, desinversión y sanciones (BDS); es un programa lanzado contra Israel “para terminar con el apoyo internacional a la opresión de los palestinos por parte de Israel, y presionar a Israel para que cumpla con el derecho internacional”. Aprovechando las lecciones de los activistas que se opusieron al apartheid sudafricano en los ochenta, el BDS ha conseguido apoyo en muchas universidades e iglesias de Estados Unidos. También ha sido apoyado por muchos grupos judíos progresistas de los Estados Unidos, y se hace oír hasta en el Congreso. En Inglaterra, la Iglesia Metodista votó por continuar su respaldo al BDS. En esencia, y sin duda en sus extremos, las actividades del BDS son expresiones directas del antisionismo: Oposición a la existencia del estado de Israel.

Con enemigos así, ¿qué decir de los “amigos” en el propio país?

Estos son inseparables de la frágil naturaleza del gobierno israelí. En abril del 2022, se formó un gobierno de coalición con ocho partidos, en gran parte con la intención de mantener a Benjamín Netanyahu alejado del poder. Ese gobierno se fraccionó cuando el partido árabe Ra’am amenazó con retirar su apoyo a la coalición, a raíz de los choques en el monte del Templo. Ya para el 20 de junio, se había desplomado a causa de su incapacidad de aprobar legislación, especialmente el presupuesto. Cuando el Knéset se disolvió una semana más tarde, Israel era una nación sin presupuesto y sin un gobierno que funcionara… y con cinco elecciones generales celebradas en el plazo de cuatro años. La pequeña nación, con Jerusalén en medio, parece ser piedra de tropiezo aun para sí misma.

La paz escurridiza

¿Por qué no hay paz en Israel? Y particularmente en Jerusalén. No obstante su muy proclamada nueva relación con algunos estados del Golfo, y sus relaciones cordiales con Arabia Saudita, la seguridad de Israel no es mayor ahora que antes. ¿Por qué? Hay una respuesta en un libro que a pocos se les ocurre consultar.

Quienes fundaron el estado moderno de Israel, lo hicieron por sus conexiones históricas con la tierra. Pero las conexiones históricas solas no aseguran la paz y el bienestar. En mayo de 1948, cuando estaba por terminar la administración del mandato británico en ese territorio, que llegaría a ser la moderna nación de Israel, se reunieron importantes líderes israelíes y redactaron una declaración de independencia, que entraría en vigor en el momento de terminar el dominio inglés el 15 de mayo de 1948 a la medianoche.

El historiador israelí Martin Kramer, señala en una serie de artículos sobre la Declaración de Independencia israelí, que David Ben Gurión, jefe de la Administración del pueblo y próximo a ser el primer ministro del nuevo estado de Israel, quiso que la declaración fuera aceptable tanto para religiosos como para ateos. Por lo tanto, el documento final no traía ninguna mención directa del Dios de Israel. Ese Ser se mencionó una sola vez y con un eufemismo: “La Roca de Israel”, palabras que aparecen en la última sección del documento, justo antes del espacio para las firmas. La Declaración decía que la nación “estaría fundamentada sobre la libertad, la justicia y la paz, tal como las percibían los profetas de Israel”; pero no se hizo ninguna referencia a la Torá, en la cual se apoyan esos profetas. Los únicos vestigios en el documento de la herencia religiosa de Israel fueron las palabras utilizadas para describir a Israel, y la escritura utilizada para el documento, una escritura normalmente reservada para textos religiosos.

No obstante esas alusiones, faltaba un elemento vital. La declaración hablaba de la reunificación del pueblo judío después del exilio sufrido, pero, en realidad, su conexión histórica descansa sobre otro elemento: un pacto establecido por el Dios de Israel con su pueblo. Dios planteó las condiciones del pacto y los israelitas tenían que aceptarlo en su totalidad. No había negociación posible. La Declaración de Independencia israelí no hizo ninguna referencia a ese pacto. Considerando que el exilio siempre ocurría por el incumplimiento del pacto, sería de esperar que el pueblo, de regreso a la tierra, reconociera su falta y se comprometieran a rectificarla. Sin embargo, no había en la Declaración nada basado en el pacto original bajo el cual se había dado la tierra a los antepasados de Israel. Era, al final de cuentas, un documento seglar con un pequeño reconocimiento dado a la comunidad ortodoxa.

La profecía triunfa sobre la política

Los fundadores del estado de Israel veían a su nación en términos seglares. Había de ser un estado basado en ideales político-filosóficos europeos, pero no en un pacto con Aquel que les había dado la tierra. De ahí el gran problema que se le presenta a Israel. El pacto celebrado en el monte Sinaí aseguraba la paz con los vecinos si se cumplían sus condiciones (Deuteronomio 28:7, 10), pero problemas y guerras constantes si se desatendían (Deuteronomio 28:15-20).

Comparemos la situación actual con lo ocurrido hace más de 2.000 años, cuando la tribu de Judá regresó a Judea en tiempos del Imperio Persa. Esdras y Nehemías, como líderes del pueblo judío, reconocieron que el pacto era de importancia fundamental para el éxito del pueblo devuelto después del exilio en Babilonia, y reafirmaron que la nación aceptaba el pacto con Dios (Nehemías 1:5; 9:32-38).

Aquel estado naciente del siglo sexto a. C., lo mismo que la actual nación de Israel, tuvo que enfrentar la hostilidad de los pueblos vecinos… pero su cumplimiento de la relación pactada aseguraría su seguridad pese al ambiente hostil que le rodeaba. Por otra parte, los mismos profetas reconocidos en la Declaración de Independencia de Israel moderna, hablaron de un regreso, aún en el futuro, que sí se basaría en una relación pactada con Dios. Jeremías escribió que, un día, el pueblo asimilaría de verdad aquel pacto con Dios; no limitándose a hacer referencias verbales a un documento que nadie sigue (Jeremías 31:31-34). Para el profeta Miqueas, el Dios de Israel era imprescindible para que hubiera paz en la tierra (Miqueas 4:6-13).

El incumplimiento de las condiciones del pacto dio origen a otro exilio de la tierra. Y es interesante señalar que en abril del año pasado, el diario israelí Haaretz publicó la afirmación de Bassam Jarrar, predicador de Hamás, de que el Corán contiene la predicción numerológica de que un acontecimiento enorme ese mismo año, el cual llevaría al derrumbe de Israel. Se estima que el 73 por ciento de los palestinos lo creyeron. Sabíamos que la predicción fallaría porque la profecía bíblica indica que han de ocurrir muchos hechos importantes antes que la nación sea ocupada por opresores gentiles al final de la era actual. Sin embargo, podemos entender que si los israelitas continúan desatendiendo una relación pactada con Dios, el deterioro es inevitable.

Israel enfrenta la presión constante de sus enemigos, especialmente los financiados por Irán. Sus adversarios quieren ver a Israel destruida. Esa batalla seguirá hasta que Israel reconozca su necesidad de mantener una relación pactada con Dios.

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