Preguntas y respuestas -¿Por qué permite Dios el mal? | El Mundo de Mañana

Preguntas y respuestas -¿Por qué permite Dios el mal?

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Pregunta: El mundo está lleno de sufrimientos y de males. Siendo así, ¿cómo es posible que Dios sea bueno? ¿Es demasiado débil para poner fin al mal, o acaso no se percata de lo que sucede? En tal caso no sería realmente Dios. Y si Dios es Todopoderoso y Omnisapiente, ¿puede ser bueno si no hace nada por impedir el mal?

Respuesta: No hay duda de que la historia registra muchos males espantosos, como el holocausto del pueblo judío, el empeño ruso por tratar de matar de hambre al pueblo ucraniano, la guerra sucia en Argentina y la violencia en Colombia ya son capítulos de la historia universal; para nombrar solo unos pocos. Y en cuanto a las víctimas de robo, agresión o maltrato; la presencia del mal es algo que se conoce por experiencia propia.

Sin embargo, nos equivocamos si culpamos a Dios por la maldad de los seres humanos. Francamente, eso es precisamente lo que el diablo, fuente última e instigador del mal, quiere que hagamos. Cuando Adán y Eva pecaron al desobedecer a Dios, y comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, pretendieron señalar con el dedo a otros. Adán llegó al extremo de culpar a Dios, diciendo: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (Génesis 3:12-13).

Hasta el día de hoy, la gente sigue culpando a Dios por su propia maldad. Pero en toda la historia, no ha ocurrido ningún acto inhumano del hombre contra el hombre que haya sido atribuible a Dios. Las atrocidades humanas son perpetradas por seres humanos, y sobre ellos recae la culpa.

Aun así, persiste la pregunta: ¿Por qué permite Dios que los seres humanos cometan actos de maldad? La respuesta tiene que ver en parte con el hecho de que tenemos libre albedrío, lo cual inevitablemente implica la libertad para elegir el mal. La finalidad que Dios ha dispuesto para nosotros requiere que desarrollemos carácter, eligiendo el bien sobre el mal, o sea que tenemos también libertad para elegir el bien en lugar del mal.

Un bien eterno

El apóstol Pablo explicó que, cuando entendemos el propósito de Dios, vemos que el bien eterno generado cuando los seres humanos adquieren el carácter recto de Dios, excede en mucho todo el mal que ellos hayan sufrido o perpetrado:

“Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8:18-21).

Efectivamente, las penas nuestras no merecen siquiera compararse con la gloria venidera. La creación misma padece y también será liberada. Cuando Adán y Eva pecaron, acarrearon como consecuencia la maldición de la creación (Génesis 3:17-19). Pero Dios en su misericordia envió a Jesucristo para que pagara con su muerte las consecuencias de los pecados de Adán y Eva y de todos nosotros. Jesucristo regresará pronto a traer “tiempos de refrigerio” y a restaurar “todas las cosas”, como en el orden perfecto del principio. El mismo Jesús llamó ese tiempo glorioso ya cercano: “La regeneración” (ver Hechos 3:19-21; Mateo 19:28).

La humanidad necesita convencerse de que necesitamos a Dios, y que pretender hacer un mundo sin Él solo conduce al sufrimiento, exponiéndonos a las aflicciones de la naturaleza, de nuestros propios males, y de las perversiones y persecuciones del diablo. Los padres de familia saben cuántas veces hay que permitir que sus hijos vivan los resultados de sus propias malas decisiones, para que finalmente aprendan la lección. En el caso de Dios, está instruyendo a toda la humanidad al dejarnos sufrir las consecuencias de nuestras decisiones pecaminosas… y las lecciones que de allí resultan deben producir un impacto eterno.

Dios promete revelar en sus hijos una gloria que sobrepasará a tal punto cualquier mal cometido, y cualquier pena sufrida; que vendrá un momento en que ni siquiera los recordaremos. (Isaías 65:17). Roguemos a Dios que llegue pronto ese día. El mal en nuestro mundo es consecuencia de nuestro libre albedrío. No obstante, el Dios misericordioso está permitiendo que aun nuestras malas decisiones nos encaminen a un bien eterno, que excederá en mucho todo el sufrimiento que cualquiera haya vivido.

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