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¿Habremos sido engañados?
Casi todo el que se considera cristiano, ha aprendido que al morir, irá de inmediato al Cielo donde no tendrá nada qué hacer, fuera de andar flotando por el Cielo toda una eternidad.
Estos confusos conceptos hacen del cristianismo algo pueril, impráctico e irreal para muchas personas pensantes. Las ideas vagas sobre lo que ocurrirá al cristiano en el futuro, ciertamente no despiertan un verdadero celo por Dios.
Ahora bien, ¡esas ideas son totalmente equivocadas!
Debemos tener siempre presente que la única fuente de información fidedigna sobre el futuro del cristiano es la Sagrada Biblia. Dios inspiró la Biblia, ¡y sus profecías se están cumpliendo! Nada en la Biblia indica que la recompensa del cristiano es ir al Cielo. Semejantes ideas dan una falsa imagen de lo que Jesucristo predicó, y una falsa imagen del verdadero llamamiento cristiano. Peor aún, ¡dan una idea falsa del mismo propósito del cristianismo! Jesucristo vino predicando “el evangelio del Reino de Dios” (Marcos 1:14). Mateo lo llama “el Reino de los Cielos” (Mateo 5:3), pero no el Reino en el Cielo. El banco de Morgan no está en el señor Morgan. La palabra de indica el dueño o la persona que lo controla. El Cielo es el lugar donde se encuentra el trono de Dios, ¡desde el cual gobierna su Reino!
Los primeros discípulos entendían esto claramente, como se ve en decenas de afirmaciones en los Evangelios, sobre cómo prepararse para el Reino de Dios venidero. Lo vemos también en el libro de los Hechos y en los escritos del apóstol Pablo. Ahora bien, muchos estudiosos de la Biblia reconocen que entre los primeros cristianos había más de uno que esperaba que Jesucristo derrocara a los romanos que ocupaban su tierra, y estableciera su Reino o gobierno de una vez. Jesús indicó que no se haría en ese momento, pero jamás dijo que el suyo no sería un reino o gobierno de verdad aquí en la Tierra.
Veamos lo que Jesús les dijo a sus discípulos después de su resurrección. Los discípulos le preguntaron: “Señor: ¿restaurarás el Reino a Israel en este tiempo?” (Hechos 1:6). Esta sería la oportunidad perfecta para que Jesús despejara toda idea de que su Reino iba a ser un gobierno verdadero en esta Tierra.
¿Acaso lo hizo?
¡No! Lo que dijo fue: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad” (Hechos 1:7). Esto sin duda confirmó la premisa correcta de que Jesús vendría de nuevo, y que establecería un gobierno mundial aquí en la Tierra. Más tarde, mientras Jesús ascendía al Cielo, un ángel se dirigió a los discípulos diciendo: “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al Cielo, así vendrá como le habéis visto ir al Cielo” (v. 11).
En el Evangelio de Lucas, Jesús describió muchas de las señales que se presentarían al final de esta era, inmediatamente antes de su segunda venida. Luego de citar varios fenómenos extraordinarios que sacudirían la Tierra, dijo: “Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el Reino de Dios” (Lucas 21:31). Jesús no les dijo que el Reino “ya” había venido ni que se hallaba establecido en sus “corazones”, sino que era un Reino que vendría a la Tierra.
Son incontables los estudiosos de la Biblia que honestamente saben esto, ¡pero muy pocos lo predican! En su lugar, cuando muere un miembro de una de las iglesias del mundo, escuchamos homilías sentimentales sobre cómo el alma se fue volando al Cielo… sin ninguna mención de que Jesucristo va a regresar a establecer un gobierno real en la Tierra.
Edward Gibbon, renombrado historiador secular, describió las creencias de los primeros cristianos de esta manera: “La antigua y popular doctrina del milenio estaba íntimamente ligada a la segunda venida de Jesucristo. Así como las obras de la creación se terminaron en seis días, su duración en el estado actual, según una tradición atribuida al profeta Elías, se había fijado en seis mil años. Conforme a la misma analogía, se infería que a este largo período de trabajos y contiendas, que ya estaba a punto de terminar, le seguiría un sábado feliz de mil años, y que Jesucristo, con el grupo triunfal de los santos y los elegidos que habían escapado de la muerte, o que habían revivido milagrosamente, reinaría sobre la Tierra hasta el momento fijado para la resurrección final y general” (Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, Vol. I, pág. 403 de la edición inglesa).
Pronto se establecerá el Reino de Dios dirigido personalmente por Jesucristo, el Hijo de Dios. ¿Cómo será la vida en ese Reino? ¿Qué van a hacer los cristianos fieles una vez resucitados de la muerte? (ver 1 Corintios 15:51-52). ¿Cómo se va a organizar el Reino? ¿Cómo tratarán los santos resucitados con los seres humanos inconversos que seguirán con vida en la Tierra?
En la Biblia encontramos decenas de descripciones sobre el gobierno dirigido por Jesucristo. También su organización jerárquica, con Jesucristo como Rey de reyes, a la cabeza (Apocalipsis 19:15-16), leemos: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el Cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15).
También el apóstol Juan cita un “nuevo cántico” lleno de inspiración, dirigido a Cristo: “Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos; porque fuiste degollado, y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación y has hecho de ellos para nuestro Dios un Reino de sacerdotes, y reinarán sobre la Tierra” (Apocalipsis 5:9-10, Biblia de Jerusalén).
Es claro y definitivo que el Reino de Jesucristo no se va a establecer en el Cielo sino en la Tierra. Como explicó Gibbon, eso es lo que creía y enseñaba la Iglesia primitiva, guiada por el Espíritu de Dios. No es una idea novedosa ni extraña. Lo que pasó fue que esa verdad se fue diluyendo a medida que se fueron adoptando diversos conceptos del Cielo, del infierno y del alma, contrarios a la enseñanza bíblica. Gibbon explica: “Cuando el edificio de la Iglesia estaba casi completo, se abandonó ese apoyo temporal. La doctrina del Reino de Cristo sobre la Tierra se trató primero como una alegoría profunda, y luego se fue considerando como una opinión dudosa e inútil, hasta rechazarse finalmente como un invento absurdo, fruto de la herejía y el fanatismo (Ibídem, pág. 404).
Dirigiéndose a los discípulos en Corinto, el apóstol Pablo describió claramente la recompensa de los santos verdaderos: “Los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12). “¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?” (1 Corintios 6:2-3). Como podemos ver los santos no van a estar por ahí sin nada qué hacer ¡sino que van a juzgar “al mundo”!
Los discípulos de Jesús “pensaban que el Reino de Dios se manifestaría inmediatamente” (Lucas 19:11). Para sacarlos de su error, les relató la parábola del noble que se iba a un país lejano. Jesús demostró con esta parábola que sus discípulos recibirían recompensas por aprovechar sus capacidades o su dinero sabiamente. Cuando llegó uno diciendo: “Señor, tu mina ha ganado diez minas”, Jesús respondió: “Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades”. Llegó un segundo siervo diciendo que su mina había ganado cinco minas, y Jesús respondió: Tú también sé sobre cinco ciudades” (vs. 16-19). Algunos teólogos modernos pretenden minimizar estos ejemplos presentándolos como algo enteramente espiritual. Sin embargo, una y otra vez, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, las Sagradas Escrituras dejan claro que Dios va a establecer un gobierno real en la Tierra ¡bajo Jesucristo como Rey de reyes!
Gobernando directamente bajo Jesucristo y sobre las doce naciones descendientes de Israel, estará el rey David, ¡quien resucitará de la muerte junto con los demás santos de Dios! Refiriéndose al regreso de Israel de su cautiverio cuando Jesucristo regrese, Jeremías escribió: “En aquel día, dice el Eterno de los ejércitos, yo quebraré su yugo de tu cuello, y romperé tus coyundas, y extranjeros no lo volverán más a poner en servidumbre, sino que servirán al Eterno su Dios y a David su rey, a quien yo les levantaré” (Jeremías 30:8-9).
Veamos también como expone el profeta Oseas esta misma verdad fundamental, inspirado por el Creador, acerca de la organización del futuro gobierno de Jesucristo: “Después volverán los hijos de Israel, y buscarán al Eterno su Dios, y a David su rey; y temerán al Eterno y a su bondad en el fin de los días” (Oseas 3:5).
Dios también inspiró al profeta Ezequiel, quien destacó este mismo punto en su descripción sobre el tiempo del fin, cuando todas las tribus de Israel se reunirán en una nación: “David mi siervo será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor; Y andarán en mis preceptos, y mis estatutos guardarán, y los pondrán por obra” (Ezequiel 37:24).
¿Gobernará David directamente a las doce tribus o naciones descendientes de Jacob? No. Se establecerá toda una estructura de forma ordenada, regida por líderes que serán escogidos, no por votación ni politiquería, sino por nombramiento. Como les dijo Jesús a sus fieles apóstoles cerca del fin de su vida humana: “Yo, pues, os asigno un Reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel” (Lucas 22:29-30).
Es así como el gobierno en el mundo de mañana estará encabezado por Jesucristo como Rey de reyes. Bajo Él estará el rey David gobernando a Israel. Bajo David, los doce apóstoles resucitados gobernarán cada uno una tribu o nación.
Los auténticos santos de Dios, cristianos verdaderos que hayan creído y obedecido lo que la Biblia dice, recibirán la oportunidad de gobernar las ciudades del mundo dentro de esta estructura: Un gobierno verdadero encabezado por Jesucristo, el Príncipe de Paz, quien finalmente traerá auténtica paz y verdadera felicidad al mundo. De manera que nosotros, si somos cristianos fieles, ¡tendremos nuestra parte en la tarea de traer paz y felicidad, en el mundo de mañana, a todas las naciones que ahora están sufriendo en la Tierra!
¡Estas son noticias extraordinarias! Este es el verdadero evangelio revelado en la Biblia. Por esta razón, la sangre de Jesucristo fue derramada como sacrificio por nuestros pecados, y nos llevó a la reconciliación con nuestro Padre celestial. Los verdaderos discípulos, reconciliados con Dios y dotados del don precioso del Espíritu Santo, se están preparando para ayudar a nuestro Salvador a gobernar el mundo entero. Durante el gobierno milenial de Jesucristo, la Tierra será rescatada del poder de Satanás y habrá un período espléndido de paz, prosperidad y felicidad.
El camino de vida de Dios será restaurado en la Tierra. Las Escrituras explican que Dios enviará nuevamente a Jesucristo, “que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el Cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo” (Hechos 3:20-21).
Es así como entendemos que los santos profetas han proclamado esta buena noticia de “los tiempos de la restauración de todas las cosas”: El Reino venidero de Jesucristo. ¡El Antiguo Testamento tiene muchas explicaciones sobre la venida del Mesías y su reinado sobre el mundo entero!
Ya hemos visto que los santos resucitados serán “reyes y sacerdotes” en el futuro Reino de Dios sobre la Tierra (Apocalipsis 5:10). También hemos leído que desde el comienzo del milenio Satanás quedará atado por “mil años… para que no engañase más a las naciones hasta que fuesen cumplidos mil años” (Apocalipsis 20:2-3). Luego, vemos que quienes tengan parte en la primera resurrección “serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él mil años” (v. 6).
Pasaje tras pasaje en las Sagradas Escrituras nos recuerdan que los sacerdotes de la antigua Israel eran maestros. Eran los que instruían al pueblo en la ley de Dios y sus caminos. Obviamente, los discípulos de Jesucristo que serán los sacerdotes de Dios en el mundo de mañana, instruirán a la gente de toda la Tierra en la forma correcta de vivir. Una vez atado Satanás, la ceguera que se ha apoderado de todo el mundo será despejada. La gente comprenderá la verdad y se dejará enseñar. Como resultado, nuestra labor será infinitamente más fácil de lo que es ahora, con Satanás como “dios de este siglo” (2 Corintios 4:4).
En muchos pasajes bíblicos Dios nos dice que en “los postreros tiempos”, o sea, en el mundo de mañana, Jesucristo y sus santos le enseñarán al mundo la ley del Dios Todopoderoso: “Nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la Palabra del Eterno” (Miqueas 4:1-2). Además: “No alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra” (v. 3). Nunca más se preparará a los jóvenes, hombres y mujeres, para pelear en las guerras.
El mundo de hoy, engañado por Satanás, gasta cantidades enormes de recursos en guerras y matanzas. Cuando toda la riqueza de las naciones se dedique a fines pacíficos, no es difícil imaginar la hermosura de las ciudades, parques nacionales y otros entornos ¡que florecerán por todo el mundo! También, y en agudo contraste con la época actual donde tantas personas carecen de lo más básico, la Biblia nos dice que en el mundo de mañana todos tendrán su pedazo de tierra, ya que “se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quién los amedrente” (v. 4).
El profeta Isaías habla del “monte” o Reino de Dios que se establecerá “en lo postrero de los tiempos”, y dice que Dios “nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la Palabra del Eterno” (Isaías 2:2-3).
¿Cuál es esa ley”? ¿Se trata acaso de una simple ley de tránsito o de leyes sobre asuntos administrativos? ¡Por supuesto que no! Quienes leían originalmente estos versículos comprendieron claramente que se referían a la ley espiritual de Dios, ¡los diez mandamientos! Evidentemente, habrá todo un camino de vida basado en los diez mandamientos, el cual será el camino que toda persona aprenderá a seguir durante el futuro reinado de Jesucristo en la Tierra.
Aunque muchos teólogos actuales ofrecen astutos argumentos para tratar de demostrar que la ley de Dios fue abolida, dentro de pocos años esa gran ley espiritual formará, de hecho, la base misma de la sociedad mundial. Quienes deseen comprender y seguir esa espléndida ley, les invitamos a solicitar un ejemplar gratuito de nuestro esclarecedor folleto: Los diez mandamientos. Haga su solicitud enviándonos un correo a: [email protected], o puede descargarlo desde nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org.
¿Cómo será la vida en un mundo donde toda persona conozca y practique la ley de Dios? El reinado de Jesucristo una época de maravillosa paz, a tal grado que será cambiada la naturaleza salvaje de los animales: “Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará” (Isaías 11:6).
La Biblia indica la orientación que recibirá una humanidad quebrantada, una vez que regrese del terrible cautiverio y las aflicciones sufridas en la gran tribulación y el día del Eterno: “Tus maestros nunca más te serán quitados, sino que tus ojos verán a tus maestros. Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda” (Isaías 30:20-21). Guiados por la ley de Dios, los seres humanos disfrutarán de una época de paz y felicidad: “Habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él… No habrá allí león, ni fiera subirá por él, ni allí se hallará, para que caminen los redimidos. Los redimidos del Eterno volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido” (Isaías 35:8-10).
Los santos resucitados enseñarán a los pueblos de la Tierra el camino de vida de Dios, basado en los diez mandamientos. Esto producirá un mundo de paz y de felicidad eternas. Siendo Jesucristo el primero de los primeros frutos, debemos observar su ejemplo para ver cómo se verán los cristianos resucitados, y cómo será su trato con los habitantes de la Tierra durante el milenio.
Jesucristo vive ahora en estado de gloria inefable. El apóstol Juan recibió una visión de esa gloria: “Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas” (Apocalipsis 1:14-15).
El apóstol también escribió: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos como Él es” (1 Juan 3:2). ¡Nosotros “seremos semejantes” a Jesucristo! Seremos glorificados en la resurrección como verdaderos hijos e hijas de Dios, ¡como verdaderos hermanos y hermanas de Jesucristo! La Biblia explica claramente que Cristo será “el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29).
¿Cómo se relacionó Jesucristo con las personas después de glorificado? Luego de la resurrección, se les apareció a los apóstoles y a otras personas en varias ocasiones. Casi siempre apareció a los demás como un ser humano, e interactuó con la gente de ese modo para que comprendieran lo que decía y no tuvieran miedo. Recordemos el episodio de los discípulos que iban a Emaús (Lucas 24:13-31), la manera como Jesucristo anduvo, comió y conversó con ellos.
Más tarde, Jesús se presentó ante sus discípulos en el lugar donde estaban reunidos, “y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente” (Juan 20:26-27).
Por lo anterior, queda claro que quienes vencen y se transforman en santos de Dios en la resurrección, podrán instruir personalmente a los habitantes de la Tierra, en la misma forma como instruyó Jesús a sus apóstoles. Sin duda, los cristianos resucitados servidores de Jesucristo en el milenio, se presentarán en ocasiones con gran poder, y en otras ocasiones hablarán sin que la gente pueda verlos, como leímos en Isaías 30. Pero también aparecerán en forma humana, lo mismo que Jesús cuando se encontró con los apóstoles a la orilla del mar de Galilea, y aun desayunó con ellos (Juan 21:12-15).
Sin duda habrá ocasiones cuando los seres humanos mortales, sintiéndose pequeños o asustados en un encuentro con los santos resucitados, dirán con asombro a sus amigos: “Era uno de ellos”.
¿Será usted “uno de ellos”? Al ir comprendiendo el verdadero plan de Dios, cada uno de nosotros ha de tomar esta decisión por sí mismo. Si Dios nos está llamando para contarnos entre sus primeros frutos, nos ha dado una oportunidad especialísima. Como dijo Jesús: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero, como yo también la he recibido de mi Padre” (Apocalipsis 2:26-27).
Los cristianos actuales tenemos realmente que darlo todo, para mostrarle a Dios que buscamos primero que todo su Reino. ¡Esta tiene que ser la meta principal durante la vida cristiana! Recordemos la instrucción de Jesús: “Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).
El Reino de Dios ciertamente es real y viene pronto. Tenemos que comprenderlo plenamente y concentrarnos en prepararnos para ese Reino, donde los actuales cristianos tendrán el privilegio de enseñarle a un mundo sufrido, y azotado por la guerra, cuál es el camino de paz y felicidad que Dios ha planteado en su Palabra.
Cada uno de nosotros debe entregarse por completo, para dejar que Jesucristo lleve su vida de obediencia en nosotros, y para que celebre con nosotros, la Israel espiritual, el nuevo pacto que describe claramente en su Palabra: “Este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Eterno: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jeremías 31:33).
Que Dios nos conceda a cada uno la comprensión de su plan y del increíble propósito que está cumpliendo ahora mismo. Que nos conceda celo a fin de que nos preparemos para el momento en el cual podamos ayudar, servir e instruir a una humanidad sufriente, los caminos y leyes del gran Dios que nos da la vida y el aliento. Ciertamente, convertirnos en hijos de Dios nacidos del Espíritu, y ser parte del Reino o gobierno de Dios que Jesucristo pronto establecerá en la Tierra, ¡debe ser la meta más importante en la vida de todo cristiano!