Para hacer una búsqueda avanzada (buscar términos específicos), escriba juntamente los criterios de interés como se muestra en los siguientes ejemplos:
¿Puede la vida tener algún propósito, separados de nuestro Creador? Podemos conocer la verdad, no solamente acerca de la existencia de Dios, sino acerca de por qué nos creó.
¿Qué propósito tiene la vida? ¿Lo sabemos? ¿Realmente nos importa?
Los filósofos han contemplado y debatido esta pregunta desde hace milenios. No obstante, el debate está lejos de terminar, porque continúa rodeado de un repertorio enorme, y siempre con más ideas y creencias diversas. ¿Corresponde acaso a nosotros descifrar el propósito de la vida por nuestra cuenta? ¿O bien encierra nuestra existencia un mayor propósito en común? La respuesta aún es materia de discusión.
Cuando más y más personas aceptan una visión evolucionista del origen de la vida, convirtiéndose así en ateos y rechazando el concepto mismo de un Dios creador, no queda más que la pregunta: ¿Cómo puede tener propósito una existencia que es solamente física y temporal?
No me propongo explorar la multitud de teorías sobre este tema en un breve mensaje, pero sí me permito mencionar tres conceptos falsos que afirman que la vida con Dios restaría propósito a la vida. Por extravagante que parezca, hay quienes piensan que la idea de un Dios es un impedimento dentro del propósito de la vida.
El profesor de filosofía Thaddeus Metz señala que, para algunos, “la existencia de Dios… necesariamente reduciría el propósito” (The Stanford Encyclopedia of Philosophy, 9 de febrero del 2021). Según su explicación, quienes proponen este argumento dicen que la existencia de Dios nos colocaría en una relación de amo a siervo o de padre a hijo, en la cual “se violaría nuestra independencia o dignidad como personas adultas”. En otras palabras, la presencia de un Dios omnipotente implicaría que nosotros ya no mandaríamos sobre nosotros mismos.
Metz señala un argumento de otros filósofos: Que si Dios existe, “la omnisciencia de Dios [el hecho de que todo lo sabe] inevitablemente nos haría imposible controlar el acceso de otra persona a los detalles más íntimos de nosotros, algo que, para algunos, equivale a una vida con menos propósito que una en la que sí tenemos ese control”. Dicho de otra manera, si Dios sabe todo sobre nosotros, hasta el más mínimo y secreto pensamiento, sentimiento o motivación que hayamos tenido; podría comunicar ese conocimiento a otros. Y eso es algo que en ninguna forma desearíamos.
Hay quienes llegan incluso a oponerse a la vida eterna. Dice el profesor Metz: “Se ha propuesto el argumento de que una vida inmortal tendría necesariamente que tornarse aburrida… restando propósito a la vida según muchas teoría subjetivas y objetivas”.
Estas son apenas algunas visiones naturalistas que pretenden explicar el propósito de la vida sin Dios. La discusión es amplia, a veces técnica… y obviamente, ¡sin sentido! Sin Dios no puede haber un propósito más allá del sepulcro… lo que deja a la humanidad buscando un propósito, o ausencia del mismo, en una existencia temporal y demasiado breve.
En mi mensaje personal en la edición de mayo y junio de este año traté el tema del sentido de la vida. El libro del Eclesiastés explica que el rey Salomón exploró el propósito de la vida desde una perspectiva temporal. Basta decir que el Rey tenía acceso a cuantos placeres físicos deseara. Ninguno de nosotros podría igualarlo en lo que respecta al vino, las mujeres y diversiones… ni a fama, riqueza y logros. La mayoría de quienes piensan así, acaban por encontrar que lo que consideraban los haría felices, no lo ha logrado. Pensemos en la vida de tantas celebridades que en apariencia lo tienen todo, pero aun así, a menudo las cosas se les vienen abajo en la vida. Hay quienes quedan bajo el poder de las drogas, otras pasan de un fracaso matrimonial a otro. Para la muestra vemos el caso muy conocido de Johnny Depp y Amber Heard, ambos gozan de fama y dinero, pero parece que ni lo uno ni lo otro les ha dado verdadera felicidad.
Lo anterior no es por decir que todos los ricos fracasan en su matrimonio, ni por ser celebridades necesariamente serían infelices. Pero lo cierto es que la felicidad no proviene de placeres temporales. Entonces la pregunta viene a ser: ¿Puede tener propósito duradero una vida que es pasajera?
Quizá nos sorprenda saber que, entre los religiosos judíos en tiempos de Jesús, una facción importante creía que no había futuro más allá del sepulcro. Veamos el conocido encuentro entre los saduceos y Jesús cuando lo confrontaron respecto de la resurrección (Mateo 22:23-32).
Notemos también que cuando el apóstol Pablo compareció ante el concilio, ocasionó lo que casi fue un motín por el mismo tema: “Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga… Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas” (Hechos 23:6, 8).
Algunos cristianos en Corinto estaban confundidos sobre este tema. La primera carta de Pablo a estos hermanos trata de la resurrección de los muertos en gran detalle. El apóstol razona, con mucha lógica: “Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1 Corintios 15:16-19).
Luego, explicando la futilidad del dominio propio, si todo lo que tenemos es el aquí y el ahora, Pablo lleva el argumento a su natural conclusión: “Si como hombre batallé en Éfeso contra fieras, ¿qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1 Corintios 15:32).
Pero antes de lanzarnos a comer y beber hasta la muerte, hagámonos la pregunta central que Pablo trata aquí: ¿Habrá una resurrección de los muertos? Es bien sencillo: o la habrá, o no la habrá. De cualquier manera, las consecuencias serán profundas. Si no hay vida después de la muerte, la vida no puede tener un propósito duradero. El propósito que tenga se acabará y jamás sabremos qué pasa después. Si somos producto de la evolución y Dios no existe, no hay en nuestro futuro otra cosa más que oscuridad total para siempre.
Pero, ¿cómo estar seguros de que hay vida después de la muerte? Leemos que Jesucristo conquistó la muerte cuando resucitó del sepulcro… pero después de 2000 años, ¿cómo podemos saber que sea verdad?
Pablo se refiere a esta pregunta en el mismo capítulo de la resurrección. Nombra a varias personas que vieron a Jesús después de la crucifixión, y luego afirma: “Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen” (1 Corintios 15:6). Esto fue escrito unos 20 o 25 años después de la crucifixión, y en ese momento dijo que la mayoría, parte de esas 500 personas aún vivían. ¿Qué credibilidad tendría Pablo si no fuera verdad?
Y hay más pruebas. Ni siquiera los medio hermanos de Jesús creían en Él antes de la crucifixión (Juan 7:5). Pero después se convirtieron en leales discípulos. Santiago fue jefe de la congregación de Jerusalén, primera sede de la Iglesia, y redactó la carta bíblica que conocemos como la Epístola de Santiago. Judas, medio hermano de Jesús, también se hizo creyente y escribió la carta o epístola que lleva su nombre.
La historia muestra que de los doce apóstoles (Matías reemplazó a Judas Iscariote), el único que no murió como mártir fue Juan. Muchos hombres y mujeres han muerto por una causa en la cual creyeron. Pero, ¿cuántos morirían sabiendo que su causa era mentira? Los discípulos de Jesucristo no buscaron la muerte, pero su disposición a aceptar una muerte como mártir es una indicación persuasiva de que habían visto a Jesús resucitado, y sabían que su resurrección era un hecho.
Si no hay vida después de la muerte, cada quién tendrá que elegir lo que tenga propósito según su parecer. Para muchos, esto será: “¡Comamos y bebamos porque mañana moriremos!” Pero si la vida eterna es posible, ¿no tendrá sentido vivir de una forma que agrade a Quién la concede?
¿Qué significa esto? ¿Cuál es el camino a la vida eterna?
Para saber la respuesta, recomiendo que se procure entender el libro más extraordinario jamás escrito: la Biblia. Invitamos a registrarse para el Curso bíblico por correspondencia de El Mundo de Mañana. Es enteramente gratuito y usted puede recibirlo en forma impresa solicitándolo por medio del correo: [email protected] , o bien puede descargarlo en línea ingresando a nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org.