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Nadie alcanzará la perfección en esta vida, pero Dios es un Dios de gran misericordia y de grandes propósitos.
El mundo está convulsionado. ¿Nos inquieta acaso pensar que nos falten fuerzas para afrontar los días venideros con confianza, e incluso con alegría, ante la proliferación de noticias mundiales sombrías y quizá de duras pruebas personales? La depresión y la ansiedad son problemas muy reales. En mayo del 2023 se publicaron datos de los Centros para el Control de Enfermedades de Estados Unidos, los cuales mostraron que alrededor del 15 por ciento de los adultos sufren de preocupación, nerviosismo, ansiedad o depresión. La Organización Mundial de la Salud informó en junio del 2021, que el 1,3 por ciento de las muertes en el mundo se debían al suicidio, y que esta es la cuarta causa de muerte entre personas de 16 a los 29 años de edad. Aunque los índices de suicidio en el mundo han bajado en los últimos 20 años, en el continente Americano aumentaron en un 17 por ciento.
Sin embargo, y pese a cifras tan tristes, los cristianos debemos estar llenos de gozo (Gálatas 5:22), de paz (Salmos 119:165) y confianza: “que tiene grande galardón” (Hebreos 10:35). Hay muchos motivos que pueden llevar a la desesperación. Personas que padecen trastornos psicológicos, otras que han sido víctimas de traumas. Algunas se sienten paralizadas por el remordimiento ante el pecado, y otras se sienten abrumadas por las dificultades de la vida. ¿Cómo podemos tener gozo y confianza ante los años venideros?
Con el Espíritu Santo morando en nosotros, los cristianos no debemos tener un “espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). Además, Jesucristo nos dice que no nos inquietemos por nuestra vida, sino que busquemos “primeramente el Reino de Dios y su justicia” (Mateo 6:25-33). Muchos conocemos estas exhortaciones, pero, aun así, sentimos falta de fuerzas para resistir y sobreponernos. La duda, frecuentemente se debe a que no nos sentimos “lo suficientemente buenos” como para que Dios nos fortalezca.
Cuando hay pecado en nuestra vida, ciertamente tenemos que arrepentirnos (Mateo 3:8; Apocalipsis 2:22). Pero incluso la persona más justa y piadosa está muy lejos de la perfección (Romanos 3:23). Los discípulos de Jesucristo debemos confiar en que, si bien seguiremos siendo imperfectos en esta vida, Dios ha deseado concluir la obra que comenzó en nosotros (Lucas 12:32). No obstante nuestras imperfecciones, y las calamidades que devoran al mundo que nos rodea, nosotros sí podemos contar con la fuerza para sobreponernos. Si Dios nos ha llamado (Juan 6:44), y si hemos respondido a su llamamiento (Hechos 2:36-39), debemos buscarlo con diligencia y arrepentimiento (2 Pedro 3:18), y podemos tener la seguridad de que “es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
¿Hemos dudado acaso que seamos “lo suficientemente buenos”, como para que Dios nos fortalezca en tiempos realmente peligrosos? De ser así, pensemos en el antiguo ejemplo, frecuentemente olvidado, de un rey que vivió la destrucción de su nación. Estaba lejos de ser perfecto; sin embargo, Dios lo fortaleció conforme a su propósito.
Joaquín vivió hace miles de años en la antigua Judá. De joven “hizo lo malo” durante su reinado (2 Reyes 24:8-9). Sin embargo, Dios lo sostuvo para cumplir su propósito. Incluso el nombre Joaquín significa: “el Eterno establece”. Efectivamente, Dios sostendría y fortalecería a Joaquín, haciendo de él un gran ejemplo para nosotros.
Joaquín vivió en tiempos calamitosos. Su nación se alejaba más y más de Dios. Lamentablemente, el mundo Occidental también continúa alejándose del profundo respeto y veneración por el Creador y sus caminos. La Biblia advierte repetidas veces que Dios bendecirá a las personas y naciones que lo amen y obedezcan, y maldecirá a quienes persistan en rechazarlo (ver Levítico 26; Deuteronomio 28).
En tiempos del joven rey Joaquín, su nación estaba al borde del colapso económico, como muchas naciones en la actualidad. Además, su nación se encontraba ante enormes desafíos militares, así como en el mundo actual, que se ve rodeado de amenazas militares en varios frentes. Con la guerra entre Rusia y Ucrania, Estados Unidos está perdiendo la posición de primera potencia mundial que antes era indiscutiblemente suya en la esfera política y militar. Y China está dispuesta a llenar el vacío. Hace más de un decenio, el Reino Unido decidió almacenar gran parte de sus tanques de guerra en Alemania, con lo cual se sigue cumpliendo Oseas 7:11: que presenta al actual Efraín “como paloma incauta” (Reino Unido), que pone su confianza en potencias extranjeras, entre ellas Asiria, que se identifica en la profecía como la actual Alemania.
Joaquín heredó un reino en plena revuelta. Gobernó a Judá solo tres meses y diez días, del año 598 al 597 a.C. Pronto sería derrocado por el poderoso ejército de Babilonia (2 Reyes 24:8; 2 Crónicas 36:9-10). Joaquín perdió su trono y su nación. La economía se derrumbó, el reino quedó destruido y su pueblo fue masacrado. Fue llevado cautivo con su familia a Babilonia, donde podían esperarles torturas o aun la muerte por ejecución. Joaquín, podía carecer de esperanzas, pero su nombre significaba: “El Eterno establece”… y efectivamente Dios lo fortaleció y estableció para cumplir su propósito.
Dicen los anales sobre Babilonia que los ejércitos de Nabucodonosor entraron en la región en diciembre del año 598 a.C., y ocuparon Jerusalén el 16 de marzo del año siguiente. Saquearon la ciudad y se llevaron en cautiverio a Joaquín y su familia. Poniendo sobre el trono de Jerusalén a Matanías, tío del Rey depuesto, y le cambiaron el nombre por el de Sedequías (2 Reyes 24:12-17).
No obstante la turbulencia y el período de colapso nacional y cautiverio, Dios fortaleció al imperfecto rey Joaquín. Los anales de Babilonia se refieren a él como “Yaukin”, y señala las raciones especiales de alimentos costosos ofrecidos a él y su familia. Y mucho más importante que esto, es el hecho de que Dios aseguró que Joaquín conservara su condición de realeza como heredero legítimo del trono de Judá. Esto se refleja en el hecho de que Ezequiel fecha sus escritos desde el año del exilio de Joaquín, y no del año en que Matanías ascendió al trono (ver Ezequiel 1:1-3).
¿Por qué fortaleció Dios a Joaquín en esta forma? Estaba cumpliendo un propósito, ya que legalmente el Mesías debía ser del linaje de Joaquín, descendiente del rey Salomón. Veamos que Joaquín, o “Jeconías”, figura en la genealogía de Jesús según Mateo 1:11-12. Aquí vemos la lección: Dios “fortalece” a quienes elige.
Una lección que se deriva de la vida de Joaquín, es que Dios tiene poder para sostener y fortalecernos conforme a su propósito, no importa los peligros y pruebas que afrontemos. Joaquín era un hombre imperfecto, pero Dios lo sostuvo y lo fortaleció a fin de hacer cumplir su propósito. En la actualidad, Dios llama a personas imperfectas para que, tras el arrepentimiento y bautismo, reciban el Espíritu Santo, a fin de que se vistan “del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:24). Los discípulos le muestran a Dios su amor mediante la obediencia (1 Juan 5:3).
Las profecías bíblicas revelan que las modernas naciones occidentales sufrirán pruebas cada vez de mayor gravedad. Pero cualquiera que sea el reto, los discípulos podemos hacerles frente y prevalecer, porque tenemos acceso a un poder inimaginable: el poder del Dios Todopoderoso, que fortalece a quienes ha llamado según su propósito. Si Dios fortaleció a Joaquín conforme a su propósito, indudablemente fortalecerá a quienes ha llamado para hacer su buena voluntad (Filipenses 2:13).