ABOMINACIONES OLÍMPICAS ¿Qué piensa Dios de esta libertad? | El Mundo de Mañana

ABOMINACIONES OLÍMPICAS ¿Qué piensa Dios de esta libertad?

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La ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024, ha sido ampliamente criticada por muchos que aún se aferran a altos estándares de dignidad, decencia, modestia y otros valores bíblicos. Así es como la calificó una reseña:

“París no se limitó a desplazar los límites, sino que los barrió del todo, comunicando con insistencia un mensaje de que la libertad debe ser sin restricciones. Un cantante prácticamente desnudo, pintado de azul, hizo referencias nada disimuladas a las partes de su cuerpo. Una drag queen, conocida como Piche, gateaba al ritmo golpeteando el Libre del deseo de la cantautora Gala, quien lleva mucho tiempo pronunciándose con fuerza contra la homofobia. Hubo al comienzo un trío sexual (encuentro sexual entre tres personas)... y al final un abrazo íntimo entre dos hombres que se alejaron bailando, tomados de la mano y abrazados” (AP News, 29 de junio del 2024).

El anterior breve resumen no entra en otros detalles, como las muchas drag queens que se destacaron, la grotesca representación de María Antonieta cantando mientras tenía en la mano su propia cabeza cercenada, y las presentaciones de Celine Dion y Lady Gaga, promocionadas como “íconos queer”. Observemos cómo el autor de la reseña señala la celebración de la “libertad” en esta ceremonia, que distorsiona un preciado valor del Occidente, hasta convertirlo en un repudio a los valores bíblicos de larga data, como son la pureza, la castidad, la inocencia, el dominio propio, la familia, el matrimonio, el recato y la decencia.

Viéndolo bien, si lo que se celebraba eran las Olimpiadas, ¿no habría sido posible omitir la perversión sexual, y centrarse en los atletas y los deportes?

Un Dios que excluye el pecado

El director de la ceremonia, que se presenta a sí mismo como un hombre homosexual, citó algunos de sus objetivos: “La idea era hacer un gran festival pagano, relacionado con los dioses del Olimpo”, y agregó: “Ante todo, quise transmitir un mensaje de amor, un mensaje de inclusión y no causar división para nada”.

La ceremonia olímpica de París es un grotesco ejemplo, de lo muy dispuestas que están las sociedades occidentales a promover perversiones que llaman amor, inclusión, diversidad, tolerancia y libertad. Lo que piensan puede resumirse en términos generales así: “Que todos hagan lo que les plazca; la única restricción es que no se deben poner restricciones”. Esta actitud no es nada nueva, ha sido común en toda la historia. Por ejemplo, a la antigua Israel se le atribuyó la misma intención: “Cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 21:25), y no lo que era recto a los ojos de Dios. Dios distingue entre el bien y el mal, y lo hace fijando límites que se exponen detalladamente en la Biblia, así como lo hemos explicado con frecuencia en las páginas de esta revista (ver Guerra contra lo normal, en la edición de marzo y abril del 2023, pág. 8).

En lo que concierne al pecado, el Dios verdadero sí es un Dios de exclusión. La Biblia reitera que Él, en su Reino eterno, excluirá categóricamente toda forma de pecado, incluidos algunos que se festejaron en la ceremonia de apertura en París. Y de su Reino excluirá, no solo el comportamiento pecaminoso, sino las personas que no estén dispuestas a arrepentirse de esa conducta: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el Reino de Dios” (1 Corintios 6:9-10).

Es importante señalar que esos versículos no se refieren únicamente al homosexualismo, a las drag queens y otras formas de comportamiento de tipo “LGBTQIA+”; sino que condenan igualmente pecados propios de los heterosexuales, como adulterio y fornicación; lo mismo que pecados de índole no sexual, como son la idolatría, la codicia, el hurto y la ebriedad.

El libro del Apocalipsis habla en detalle de la ira del Dios Todopoderoso, que caerá sobre la humanidad (Apocalipsis 6:16; 11:18; 14:10, 19; 15:1). Hasta entonces, los discípulos de Jesucristo deben ser los que en la ciudad “gimen y… claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella” (Ezequiel 9:4); a la vez que procuran proclamar uno de los mensajes más firmes y esenciales en la Biblia: dejar el mal y hacer el bien. [MM]