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Con profunda tristeza informamos del fallecimiento del consagrado evangelista Richard Franklin Ames. Muchos lectores conocieron al señor Ames mediante sus folletos, programas y artículos de El Mundo de Mañana. Quizás hayan tenido incluso la oportunidad de conocerlo personalmente en alguna de nuestras presentaciones de El Mundo de Mañana.
El señor Ames era una persona motivada, una personalidad activa inclaudicable. Nacido en junio de 1936, se crio en Nueva Londres y Meriden, estado de Connecticut. Se educó en las escuelas públicas, donde fue capitán del equipo de fútbol y presidente estudiantil de su curso. Empezó su trayectoria como presentador en los medios de difusión, trabajando después de las horas de clases como anunciador en una estación radial de Meriden. Terminada la escuela secundaria, hizo estudios superiores en el Instituto Politécnico Rensselaer de Troy, Nueva York, donde se graduó como ingeniero. Luego, llevó un curso de posgrado de un año en ingeniería de tránsito y transporte en la universidad de Yale. Al concluir, fue contratado como ingeniero de transportes en la Comisión de Planificación Regional del Sureste de Virginia, en Norfolk, estado de Virginia.
Sin embargo, finalmente su llamamiento no sería la ingeniería. Comprendió, como sucede a muchos, que algo le faltaba en la vida. En 1962, cuando conoció la obra dirigida por el señor Herbert W. Armstrong, renunció a su trabajo en Virginia para asistir a la Institución Ambassador en Pasadena, California. Allí fue presidente del cuerpo estudiantil, y en 1964 contrajo matrimonio con Kathryn Lind Meredith, hermana menor del evangelista Roderick C. Meredith, quien me antecedió en esta obra.
Un año más tarde, el señor Ames fue ordenado ministro de Jesucristo, y sirvió en las congregaciones de siete estados como parte de una obra que se encontraba en rápido crecimiento. En el curso de su vida enseñó teología, oratoria y transmisión radial en la sede de la Institución Ambassador en Big Sandy, Texas; y fue, además, director de admisiones, profesor de teología y director de servicios escolares en la sede de Pasadena.
Entre 1986 y 1994, su rostro se convirtió en figura familiar para muchos televidentes del programa El Mundo de Mañana, que en su momento llegó a ser el programa religioso de mayor sintonía en los Estados Unidos. Como uno de los cuatro presentadores, el señor Ames grabó programas sobre el terreno en Israel, Egipto, Reino Unido, Alemania y los Estados Unidos.
El señor Ames dejó la Iglesia de Dios Universal cuando empezaron a imponer doctrinas paganas y filosofías griegas, en lugar de las claras enseñanzas de las Escrituras. Humildemente se unió con muchos otros que apoyaban la obra revitalizada y dirigida por su cuñado, decisión que explicó en una carta escrita en ese momento: “Yo solía discutir con el doctor Meredith, diciéndole que la Iglesia de Dios Universal jamás aceptaría una doctrina que no apareciera en ninguna parte de las Escrituras, y que la Iglesia no abandonaría la santidad del sábado. Él tenía la razón; el equivocado fui yo”.
Poco tiempo después, el doctor Meredith le pidió al señor Ames que volviera a la televisión, donde produjo programas desde 1996, hasta pocas semanas antes de su muerte. Cuando se organizó la Iglesia del Dios Viviente, fue nombrado director de operaciones mediáticas. Su trabajo en los medios de difusión y como escritor y conferencista, lo puso en contacto con millones de personas en muchos países del mundo. Era profundo conocedor de lo que Dios ha profetizado para sus siervos fieles que dedican la vida a su obra: “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Daniel 12:3).
Pero las fechas, lugares y logros no nos lo dicen todo sobre la persona. Aun en sus últimos días, recluido en su lecho del hospital, quería saber: ¿Cómo va la obra? ¿Ya se envió a la imprenta el último libro? Su mente estaba concentrada en hacer la obra de Dios… como estaba la de Jesucristo, quien proclamó a sus discípulos: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:34).
Cuanto más conocemos a una persona, más nos damos cuenta de que Jesucristo fue el único ser perfecto que alguna vez pisó la Tierra. Sabiéndolo, alguien le preguntó cierta vez al señor Ames, cómo podía trabajar para su cuñado, pues seguramente había tenido ocasión de ver personalmente las flaquezas humanas del doctor Meredith. Su respuesta fue tajante: “Es que yo temo a Dios”. Comprendía profundamente que Jesucristo es la verdadera Cabeza de la Iglesia, y que mientras el líder humano siga a Jesucristo, como se enseña claramente en la Biblia, sería un error muy grave oponerse a él, por muy imperfecto que sea. No dudo que por esa misma razón, el señor Ames fue quien más apoyo me brindó cuando fui nombrado sucesor del doctor Meredith, pese a que yo tenía casi diez años menos que él.
Durante muchos años, el señor Ames fue un verdadero hombre de estado entre nosotros, la voz de ecuanimidad en la sala. En palabras de un ministro canadiense: “Cuando el señor Ames hablaba, todos escuchaban”. El señor Stuart Wachowicz, evangelista y director regional de Canadá para El Mundo de Mañana y la Iglesia del Dios Viviente, escribió lo siguiente acerca del hombre que había aprendido a conocer:
“El señor Richard Ames vivirá en nuestro recuerdo por sus muchas contribuciones a la obra de Dios en esta era. Su mente se concentraba totalmente en hacer la obra, y fue motivo de inspiración y ánimo, para que todos miráramos más allá de nuestros propios deseos, y proyectáramos nuestras energías hacia el llamamiento que tanto valoraba. Mi esposa y yo recordaremos al señor Ames ante todo por su exhortación de ‘reclamar las promesas de Dios’, y así confiar profundamente en nuestro Padre y en Jesucristo. Tendremos siempre el precioso recuerdo de una visita que el señor Ames y su señora hicieron a Alberta hace ya varios años, durante la cual hizo varias presentaciones de El Mundo de Mañana en Red Deer y Calgary. Su cariño sincero por los hermanos dejó una profunda y duradera impresión, la misma que sentían los miembros en toda la nación. Qué gusto será verlo de nuevo con su cuerpo glorificado en el venidero Reino de Dios”.
El señor Ames hizo comprensible la profecía para millones de personas, y tres de sus folletos trataban sobre este tema: La profecía bíblica, Armagedón... y después y El Oriente Medio en profecía. Pero lo que le interesaba no era solamente dilucidar los sucesos futuros, sino llevar a muchos a la obediencia a Dios. Veamos esta amonestación en su artículo: ¡Cómo escapar del Armagedón! En la edición de septiembre y octubre del 2024 de la revista El Mundo de Mañana, publicado poco después de su muerte (pág. 7):
“Si no hemos estado orando, este es el momento de ponernos de rodillas, y rogarle a Dios que haga un cambio en nuestra vida. Las Escrituras nos dicen que nos acerquemos a Dios: ‘Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Eterno, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar’ (Isaías 55:6-7). Dios promete bendecirnos y perdonarnos, siempre y cuando lo busquemos de todo corazón”.
Como maestro y voz de constante aliento, el señor Ames siempre buscaba lo mejor en los demás. En ocasiones era muy directo: Enfatizaba, pero no ofendía. Si veía que en alguna manera alguien podía mejorar su vida, se lo hacía saber… pero lo hacía motivado sinceramente por amor, y el deseo de ayudar a mejorar, a la vez que él mismo procuraba cumplir con las normas más altas.
Richard Ames fue un colaborador nuestro en Jesucristo, un verdadero amigo y gran inspiración. Anhelamos verlo de nuevo en la resurrección cuando venga el Reino de Dios.