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Desde el Círculo Polar Ártico hasta la Tierra del Fuego, El Mundo de Mañana se esfuerza por predicar el evangelio y cumplir el mandato de Jesucristo en Mateo 24:14.
En febrero del año pasado, mi esposa y yo viajamos a Tierra del Fuego en el extremo Sur de Argentina. Allí visitamos Ushuaia, ciudad de extraordinaria hermosura y capital de provincia, que dice ser la ciudad más austral del planeta y se presenta como el fin del mundo. Su país vecino Chile, reclama ese título para puerto Williams, donde estuvimos transmitiendo el programa El Mundo de Mañana como un año, así que dejaremos que esas dos naciones resuelvan su diferencia, ojalá sin ir a la guerra como en ocasiones han estado a punto de hacerlo.
Este fue un viaje de trabajo para atender asuntos de la Iglesia, pero a la vez fue una experiencia única en la vida y, además, muy instructiva. Estando en Ushuaia, visitamos un parque con placas que exponían el punto de vista argentino sobre la guerra contra el Reino Unido por las islas Malvinas, luego bajamos en barco por el canal de Beagle frente a puerto Williams.
Chile brindó apoyo logístico al Reino Unido durante la guerra, lo que no contribuyó a mejorar sus relaciones, a veces tensas, con la vecina Argentina. Pocos, fuera de Sudamérica, saben que el canal de Beagle, que separa los dos países, fue un punto de conflicto a finales del siglo 19, cuando ambas naciones reclamaron la soberanía sobre las islas en el canal. Estaban listas para la guerra a comienzos de la década de los ochenta, cuando fracasaron todos los intentos internacionales por mediar en el conflicto… hasta que intervino el recién elegido papa Juan Pablo II. “El 29 de noviembre de 1984, los jefes de estado de Chile y Argentina firmaron un Tratado de Paz y Amistad en el Vaticano. Las islas al lado norte del canal se otorgaron a Argentina, y a Chile las del lado sur. Ambos países tienen el derecho de navegar por el canal, aunque legalmente el canal pertenece a Argentina” (Rome Reports, 30 de noviembre del 2009).
Haciendo de lado todo esto, el motivo principal de nuestro viaje al fin del mundo, fue visitar a la congregación de la Iglesia del Dios Viviente, situada a tres horas de vuelo de Buenos Aires en el Sur de Argentina. Efectivamente, hay miembros y colaboradores de El Mundo de Mañana hasta en los confines de la Tierra. La mayoría son de habla hispana, pero con la ayuda de traductores tuvimos una visita maravillosa, y con ocasión de una fantástica parrillada, disfrutamos de corazón su amistad y fraternidad. Siempre hay abrazos y saludos de beso, cuando visitamos a nuestra familia en el mundo de habla hispana.
Como nuestros lectores posiblemente lo saben, los miembros y colaboradores de la Iglesia del Dios Viviente apoyan la proclamación del verdadero evangelio de Jesucristo a toda la humanidad. De esta forma, hacen posible las presentaciones por televisión y radio, así como la distribución de esta revisa y de las demás publicaciones, sin costo alguno a más de 500.000 suscriptores. Quienes nos respaldan en El Mundo de Mañana son pocos, numéricamente, pero nuestro alcance va más lejos y es más amplio de lo que dan a entender los números. Nos hallamos dispersos sobre la Tierra como la sal que se salpica sobre un delicioso plato, y en esta breve nota daré algunos detalles al respecto.
El apóstol Pablo dijo citando al profeta Isaías: “Te he puesto para luz de los gentiles, a fin de que seas para salvación hasta lo último de la Tierra” (Hechos 13:47). Como vi en este viaje a la Tierra del Fuego, nuestra influencia está llegando hasta lo último de la Tierra… y a incontables regiones entre los dos círculos polares. Contamos con suscriptores dispersos por aldeas del extremo Norte del Canadá, incluyendo comunidades que muchos lectores jamás oyeron mencionar en el territorio de Nunavut: Pangnirtung, Gjoa Haven, Pond Inlet, Cambridge Bay, Baker Lake, Sanikiluaq, Arviat y Whale Cove.
Hace unos años, uno de mis colegas visitó a un joven residente en Kugluktuk, más arriba del Círculo Polar Ártico. Este hombre devoto solicitó el bautismo, y nuestro ministro pudo concederle su petición. Ciertamente, somos una manada pequeña, pero nuestro alcance es grande. La revista El Mundo de Mañana llega a 176 países, tenemos congregaciones activas de la Iglesia del Dios Viviente en 67 países, y contamos con miembros bautizados en otros 31 países, donde esperamos formar congregaciones en el futuro cercano. Tenemos suscriptores en Rusia, China y el Oriente Medio. Los tenemos en la península Escandinava y Sudáfrica y en muchos países entre estas. Tenemos congregaciones en Vanuatu y recientemente comenzamos una de aproximadamente 35 personas en Fiji. Nuestros miembros en Birmania han tenido que huir de sus casas y negocios a causa de la guerra civil.
Jesús dejó a sus apóstoles la comisión de llevar el verdadero evangelio al mundo, de hacer discípulos en todos los pueblos y de bautizarlos. El bautismo simboliza nuestra aceptación de Jesucristo como nuestro Salvador, quien murió, fue sepultado y resucitó después de tres días y tres noches. Al someternos al bautismo manifestamos nuestra aceptación de su sacrificio, y demostramos la plena intención de dar muerte a nuestra vida pasada, y renacer a una nueva forma de vida (Romanos 6:1-7).
Es un hecho nuestro reconocimiento de que no vamos a convertir a todo el mundo en este tiempo. El mundo que habitamos es de Satanás, como dijo Jesús claramente (Juan 12:31; 14:30; 16:11). El apóstol Pablo también lo dijo, en términos directos: “Si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:3-4). “Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efesios 2:1-2).
¿Por qué razón la mayoría de las iglesias tradicionales no predican esta verdad? La respuesta se encuentra en los mismos pasajes: Satanás es el dios de este mundo y ahora lo tiene engañado (Apocalipsis12:9). Y aquí incluimos a la abrumadora mayoría de quienes se declaran cristianos. Por eso nos advirtió Jesús que nos cuidáramos del falso cristianismo (Mateo 24:3-5; ver también Apocalipsis 6:1-2).
Reconocemos los tiempos en que vivimos, proclamamos al verdadero Jesús de la Biblia y el mensaje que predicó estando en la carne. Noé predicó la rectitud y advirtió al mundo anterior al diluvio, y nosotros estamos obligados a hacer lo mismo, ahora que nos acercamos a la culminación de los 6.000 años del gobierno de Satanás sobre la humanidad (2 Pedro 2:5).
Para predicar el mensaje del evangelio, también debemos conocer la identidad de la casa de Israel. Los judíos forman una de las doce tribus de Israel, pero no son todos los del pueblo de Israel actual. Lo anterior se ve claramente en Ezequiel 37:15-28, donde se profetiza que la casa de Judá y la casa de Israel, dos casas que formaban la nación de Israel, pero que se separaron en el siglo décimo antes de Cristo, volverán a reunirse después del regreso de Jesucristo. A quienes no conocen esta verdad, les invitamos a solicitar un ejemplar gratuito de nuestro esclarecedor folleto: Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía, o leerlo en línea en nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org. Sin este conocimiento, no se pueden entender los sucesos que están ocurriendo en el mundo.
Quienes sabemos quién es la casa de Israel, tenemos la responsabilidad de advertir a su pueblo (Ezequiel 33:1-7). Al mismo tiempo, Dios nos hace responsables de advertir a todos los que estén en peligro: “Libra a los que son llevados a la muerte; salva a los que están en peligro de muerte. Porque si dijeres: Ciertamente no lo supimos, ¿acaso no lo entenderá el que pesa los corazones? El que mira por tu alma, Él lo conocerá, y dará al hombre según sus obras?” (Proverbios 24:11-12).
Dios ha dado a sus siervos el deber de predicar el verdadero evangelio, de advertir al mundo sobre lo que ha de venir, de hacer discípulos en todas las naciones y de dar alimento espiritual a cuantos Él llame. Somos, sí, una manada pequeña, pero continuamos tomando en serio estas comisiones… “hasta lo último de la Tierra”.