Las profecías cobran vida | El Mundo de Mañana

Las profecías cobran vida

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El libro del Génesis, que contiene algunas de las profecías más importantes para nuestros días, nos ayuda a entender este mundo.

En el libro de Isaías encontramos esta firme declaración: “Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Isaías 46:9-10). ¿Qué significa esta advertencia?

La profecía cumplida es una de las grandes demostraciones de que la Biblia es más que una obra de hombres, y que realmente es lo que dice ser: la Palabra de Dios. Pocos entienden que lo escrito hace miles de años explica hechos geopolíticos del siglo 21. Sin embargo, esto es precisamente lo que podemos ver si abrimos los ojos.

Se estima que hasta un tercio de la Biblia es de naturaleza profética. Algunos tienen una idea vaga del libro del Apocalipsis, pero pocos lo entienden. Otros reconocen que Isaías, Jeremías y Ezequiel fueron profetas; pero suponen que todos sus escritos iban dirigidos a los judíos de la antigüedad. Nada más lejos de la verdad, puesto que muchas de esas profecías son para días que aún están en el futuro. Y no son únicamente para los judíos, como veremos en el presente artículo.

En casi todos los libros de la Biblia hay profecías. Jesús predijo el futuro en su detallada profecía que pronunció en el monte de los Olivos, y que aparece en tres de los Evangelios. Los apóstoles Pablo y Pedro hablaron proféticamente de sucesos que ocurrirían en los últimos días. Judas, medio hermano de Jesús, escribió una breve carta profética. Incluso el libro de los Salmos contiene profecías. Véase el Salmo 2 como uno de muchos ejemplos.

¿Cuántos se dan cuenta de que el libro del Génesis, el primero de la Biblia, está lleno de profecías… y que la mayor parte de ellas están cobrando vida? Redactado hace unos 3.500 años, tiene algunas de la profecías más importantes y relevantes para nuestros tiempos, profecías que nos ayudan a encontrarle sentido a este mundo.

Promesas a los hijos de Abraham

El libro del Génesis presenta a un personaje, Abram, en el contexto de las promesas (profecías), hechas miles de años antes de su cumplimiento. Revela la promesa hecha por Dios a Abram: “Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la Tierra” (Génesis 12:2-3).

Muchos que se declaran cristianos, comprenden que la última parte de esa promesa, la bendición para todas las familias de la Tierra, predijo la venida del Mesías, Jesús de Nazaret. Pero es evidente que el pasaje tiene algo más. Dios le dijo a Abram que sería una gran nación, que su nombre sería grande, y que Dios bendeciría a quienes lo bendijeran y maldeciría a quienes lo maldijeran. Esas promesas no se cumplieron en Jesucristo ni en su Iglesia, sino que tendrían un cumplimiento más extenso.

Las promesas hechas a Abram, cuyo nombre fue cambiado más tarde a Abraham, pasaron de una generación a otra, y se ampliaron con más detalles. Respecto de Jacob, nieto de Abraham, leemos: “También le dijo Dios: Yo soy el Dios omnipotente: crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos” (Génesis 35:11).

Si bien está claro que las promesas hechas a Abraham incluían la venida de Jesucristo, resulta igualmente claro a quien tenga la mente abierta, que las mismas promesas hablaban de naciones, específicamente: “Una nación y conjunto de naciones”. ¿Acaso eran estas simples palabras sin importancia? ¿O estaba detrás de ellas el Dios de la creación? Y, si lo estaba, ¿qué significan? Necesitamos saber la respuesta. La verdad es que si no entendemos estas promesas que afectan al mundo moderno, es imposible ver el sentido de todo lo que ocurre en nuestros tiempos.

Cerca del final del Génesis, nos enteramos del origen de la nación y conjunto de naciones que habrían de surgir. Los estudiosos de la Biblia saben que Jacob, cuyo nombre fue cambiado por Israel, tuvo doce hijos. Su favorito era José, pero, movidos por la envidia, los hermanos de José lo vendieron como esclavo, y engañaron a su padre haciéndole creer que había muerto víctima de una fiera salvaje.

José fue llevado a Egipto, donde alcanzó gran prestigio a raíz de una serie de hechos extraordinarios. Años más tarde, Israel supo la verdad y, con lágrimas de parte y parte, se reunió con su hijo en Egipto. En este punto, leemos una profecía muy profunda. El curso de los hechos cambió extrañamente y Jacob, o Israel, adoptó como suyos a los dos hijos de José.

“Ahora tus dos hijos Efraín y Manasés, que te nacieron en la tierra de Egipto, antes que viniese a ti a la tierra de Egipto, míos son; como Rubén y Simeón, serán míos… el Ángel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes; y sea perpetuado en ellos mi nombre, y el nombre de mis padres Abraham e Isaac, y multiplíquense en gran manera en medio de la Tierra” (Génesis 48:5, 16).

Interesante: “Multiplíquense en gran manera en medio de la Tierra”. ¿Dónde se encuentra esa multitud? ¿Acaso murieron todos? ¿O fueron absorbidos dentro del pueblo judío, como suponen muchos? La realidad es que no pueden ser judíos porque los judíos son los descendientes de Judá, hermano de José. Recordemos que fue Judá quien convenció a sus hermanos de que no convenía matar a su hermano José.

Después de esto, Israel bendijo a Efraín y a Manasés en una ceremonia inusual, colocando las manos sobre la cabeza de cada dijo adoptivo y prediciendo su destino. Cruzando los brazos, puso la mano izquierda sobre Manasés. José protestó, creyendo que su padre se equivocaba. “Mas su padre no quiso, y dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé; también él [Manasés] vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido; pero su hermano menor [Efraín] será más grande que él, y su descendencia formará multitud de naciones” (v. 19).

Con esto se aclara la promesa hecha a Jacob años antes, sobre una gran nación y un conjunto de naciones; no era una promesa para los judíos ni para Rubén, el primogénito de Jacob, ni para alguno de sus otros hijos La promesa sobre una gran nación y un conjunto de naciones pertenecía a los dos hijos de José. Hay quienes piensan que la nación y conjunto de naciones, ocurrieron cuando las diez tribus se separaron de Judá y Benjamín, y así se formaron la casa de Israel y la casa de Judá, pero no fue así. La promesa de una gran nación y un conjunto de naciones jamás fue para los judíos, ni para las demás tribus de Israel; sino para una sola, la tribu de José y específicamente para sus dos hijos. ¿Por qué será que tan pocos comprenden esta sencilla verdad de las Escrituras?

 “En los días venideros”

Antes de morir, Israel reunió a sus doce hijos y predijo lo que sería de cada uno de ellos, más de 3.700 años antes. “Llamó Jacob a sus hijos, y dijo: Juntaos, y os declararé lo que os ha de acontecer en los días venideros. Juntaos y oíd, hijos de Jacob, y escuchad a vuestro padre Israel” (Génesis 49:1-2).

Israel predijo el destino de los descendientes de sus doce hijos “en los días venideros”. Estas profecías no se cumplen en los judíos, salvo la dirigida a Judá por su padre Jacob. Comenzando por este hijo. ¿Qué profetizó Jacob para los judíos en los días venideros?:

“Judá, te alabarán tus hermanos; tu mano en la cerviz de tus enemigos; los hijos de tu padre se inclinarán a ti. Cachorro de león, Judá; de la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, así como león viejo: ¿quién lo despertará? No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos” (Génesis 49:8-10).

El Mesías provino de los judíos como se había profetizado con 1.700 años de anticipación. Dejemos que lo explique el apóstol Pablo: “Manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio” (Hebreos 7:14). ¿Y habrá de regresar en el futuro próximo?

Notemos también que en los últimos días los judíos tendrán un gran poderío militar. ¿Fueron acaso palabras fortuitas de Jacob? ¿O fueron palabras inspiradas por el mismo Dios que anuncia “lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho”? Quienes tengan ojos para ver miren al Oriente Medio. ¿Acaso los judíos no tienen la mano en la cerviz de sus enemigos? Esto no siempre ha sido así, pero lo sería al final de los tiempos.

Otras profecías han confirmado que habría un Estado judío “en los días venideros”, con el control de Jerusalén en manos de los judíos. Durante casi 1.900 años no fue así, pero ahora vemos a Jerusalén como un problema pesado para todos los pueblos, en medio de un Estado judío, y con prácticamente todo el mundo contra los judíos: “He aquí yo pongo a Jerusalén por copa que hará temblar a todos los pueblos de alrededor contra Judá, en el sitio contra Jerusalén. Y en aquel día yo pondré a Jerusalén por piedra pesada a todos los pueblos; todos los que se la cargaren serán despedazados, bien que todas las naciones de la Tierra se juntarán contra ella” (Zacarías 12:2-3).

Notemos también que Zacarías confirma la profecía de Jacob sobre el poderío militar de los judíos en los últimos días: “En aquel día pondré a los capitanes de Judá como brasero de fuego entre leña, y como antorcha ardiendo entre gavillas; y consumirán a diestra y a siniestra a todos los pueblos alrededor; y Jerusalén será otra vez habitada en su lugar, en Jerusalén” (Zacarías 12:6). Zacarías 14 habla de la forma en que todo el mundo se irá contra los judíos antes de la segunda venida del Mesías. ¡Podemos abrir la Biblia y leerlo en Zacarías 14!

¿Y Rubén?

Si las promesas de Jacob para los judíos son correctas, ¿qué podemos decir de otros hijos de Israel en los tiempos del fin? En este artículo no hay espacio suficiente para hablar de todos, pero conviene señalar al primogénito: Rubén. Las bendiciones de la primogenitura, gran riqueza y poderío nacionales para una nación y grupo de naciones tendrían que ser para Rubén, pero él no las recibió. ¿Por qué? ¿Por qué perdió Rubén su primogenitura? Jacob explicó: “Rubén, tú eres mi primogénito, mi fortaleza, y el principio de mi vigor; principal en dignidad, principal en poder. Impetuoso como las aguas, no serás el principal, por cuanto subiste al lecho de tu padre; entonces te envileciste, subiendo a mi estrado” (Génesis 49:3-4). Varios capítulos antes, vemos cuál fue el pecado de Rubén: “Aconteció que cuando moraba Israel en aquella tierra, fue Rubén y durmió con Bilha la concubina de su padre; lo cual llegó a saber Israel” (Génesis 35:22).

Efectivamente, Rubén tendría gran dignidad y poder, pero era inestable y cometió un gran pecado. Estos rasgos se han transmitido a sus descendientes, y sus consecuencias inmensas se explican en un pasaje de las Escrituras que casi todo el mundo deja de lado: “Los hijos de Rubén primogénito de Israel (porque él era el primogénito, mas como violó el lecho de su padre, sus derechos de primogenitura fueron dados a los hijos de José, hijo de Israel [Efraín y Manasés], y no fue contado por primogénito; bien que Judá llegó a ser el mayor sobre sus hermanos, y el príncipe de ellos [de él vendría una línea de reyes que culminaría con el Mesías]; mas el derecho de primogenitura fue de José)” (1 Crónicas 5:1-2).

Estas simples palabras tienen mucho significado para nosotros. Porque nos ayudan a entender plenamente “los días venideros”. Como se ha mostrado, estas profecías detalladas referentes a los judíos se están cumpliendo ahora mismo, ¡unos 3.700 años después! Para cualquier persona informada, es difícil negarlo. Entonces, ¿qué fue de Rubén? ¿Dónde ha de hallarse al final de esta era?

Hoy en día, pocos se dan cuenta de que los judíos son solo una pequeña parte de Israel. Y las profecías sobre Israel o Jacob, algo que aun menos personas comprenden, son para el tiempo del fin; y deben tomarse muy en serio. ¡No reconocer estos hechos es no reconocer la validez de la Biblia! O las promesas son reales, o no podemos confiar en la Biblia como la Palabra de Dios. Repetimos la pregunta: ¿Dónde se encuentra Rubén actualmente?

Francia es conocida por su “dignidad” y “poder”. Basta con mirar Versalles y el Louvre. El país sobresale en cultura, y muchos chefs estudian en Francia porque su cocina es reconocida mundialmente. Las Olimpiadas del 2024 en París nos recordaron que saben lo que es montar un espectáculo. ¿Y el “poder”? Francia fue una gran potencia colonizadora, junto con los ingleses, españoles y neerlandeses. Napoleón dominó buena parte de Europa durante un corto tiempo. Ahora se calcula que las fuerzas armadas francesas ocupan el cuarto lugar en tamaño en el mundo; detrás de Rusia, Estados Unidos y China.

Sin embargo, Francia nunca ha alcanzado la grandeza de los pueblos de ascendencia británica y estadounidense; nunca se ha acercado a la supremacía británica o estadounidense. En lo que se refiere a enfrentamientos directos, Francia a menudo terminaba en segundo lugar, ya fuera en Waterloo (que puso fin al intento de Napoleón de controlar Europa) o en las llanuras de Abraham (una batalla decisiva que finalmente llevó a los franceses a ceder el Este de Canadá a los británicos).

Al mismo tiempo, Francia ha tenido cierta afinidad con el Reino Unido y especialmente con los Estados Unidos. Ayudó a los estadounidenses en su revolución contra los británicos. Francia fue quien regaló la estatua de la Libertad a los Estados Unidos. Y tanto el Reino Unido como los Estados Unidos ayudaron a Francia en dos guerras mundiales. Los conflictos entre esos países generalmente se han referido a cuál será “el Rey de la montaña”, y el Reino Unido y los Estados Unidos generalmente son los que han terminado siendo el “Rey”.

Las promesas de gran poderío y de riqueza agrícola que encontramos en Génesis 49:22-26 y Deuteronomio 33:13-17 serían, no para Rubén, sino para los hijos de José: Efraín (naciones descendientes de los británicos) y Manasés (los estadunidenses). “Sus [de Rubén] derechos de primogenitura fueron dados a los hijos de José [Efraín y Manasés]”. ¿Y qué fue lo que se les dio a los hijos de José? ¡Una gran nación y un conjunto de naciones!

La ceremonia de apertura en las Olimpiadas del 2024 en París son una ilustración de lo que Jacob predijo acerca de Rubén: Inestabilidad y pérdida de valores sexuales. Muchos observadores se sintieron molestos por la aparente parodia de: La última cena, de Leonardo da Vinci, presentada en París con licencia blasfema y sexual … lo que se vio también en otros aspectos de la ceremonia. Francia, entre todas las naciones del Noroeste de Europa, es la única que cumple la profecía de Israel para la tribu de Rubén en los últimos días.

¿Y José?

Las profecías de Jacob acerca de sus doce hijos en los días venideros son, en general, muy breves, escasamente un par de frases; pero sí dedica más espacio a José, beneficiario de las promesas de primogenitura. Hemos hablado de Judá y Rubén, pero las promesas a Judá son extremadamente importantes, porque predicen que el Mesías vendría de esa tribu, y que en la segunda venida de Jesucristo, salvará de la destrucción total al Estado de Israel… y al resto de la humanidad.

Rubén es importante porque tendría que haber recibido las promesas de la primogenitura, que significan riqueza y poder nacionales por medio de una gran nación y un conjunto de naciones, pero perdió ese derecho. Esto nos lleva a la tribu que recibió esas promesas: José. Lo siguiente es profecía sobre la tribu de José “en los días venideros”:

“Rama fructífera es José, rama fructífera junto a una fuente, cuyos vástagos se extienden sobre el muro [se extenderá por la Tierra]. Le causaron amargura, le asaetearon, y le aborrecieron los arqueros [tendrá muchos enemigos]; mas su arco se mantuvo poderoso, y los brazos de sus manos se fortalecieron por las manos del Fuerte de Jacob (por el nombre del Pastor, la Roca de Israel), por el Dios de tu padre, el cual te ayudará, por el Dios Omnipotente, el cual te bendecirá con bendiciones de los Cielos de arriba, con bendiciones del abismo que está abajo, con bendiciones de los pechos y del vientre. Las bendiciones de tu padre fueron mayores que las bendiciones de mis progenitores; hasta el término de los collados eternos serán sobre la cabeza de José, y sobre la frente del que fue apartado de entre sus hermanos” (Génesis 49:22-26).

Moisés, al igual que Jacob, profetizó acerca de sus doce hijos. Y Moisés también dedicó tiempo a explicar las bendiciones de primogenitura que irían, no a Rubén ni a los judíos, sino al hermano de ellos, a José, de quien dijo lo siguiente:

“Bendita del Eterno sea tu tierra, con lo mejor de los Cielos, con el rocío, y con el abismo que está abajo. Con los más escogidos frutos del Sol, con el rico producto de la Luna, con el fruto más fino de los montes antiguos, con la abundancia de los collados eternos, y con las mejores dádivas de la Tierra y su plenitud; y la gracia del que habitó en la zarza venga sobre la cabeza de José, y sobre la frente de aquel que es príncipe entre sus hermanos. Como el primogénito de su toro es su gloria, y sus astas como astas de búfalo; con ellas acorneará a los pueblos juntos hasta los fines de la Tierra. Ellos son los diez millares de Efraín, y ellos son los millares de Manasés” (Deuteronomio 33:13-17).

Es difícil no reconocer a los pueblos de ascendencia británica y estadounidense en esta descripción de riqueza natural incomparable. Y si vamos a buscar a dos hermanos cuyos descendientes formarían una gran nación y una multitud de naciones, en cualquier momento de la historia, mucho menos en el momento del fin; ¿quiénes más podrían encajar en esta descripción? A menudo nos referimos a los británicos y a los estadounidenses como “primos”, pero, “hermanos” es una designación más adecuada. ¿Quiénes fueron los que empujaron a sus enemigos hasta los confines de la Tierra al final de la Segunda Guerra Mundial? ¿Quiénes más han disfrutado de una riqueza agrícola y mineral tan abundante como, no solo los estadounidenses; sino también los pueblos de ascendencia británica de Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica?

Los actuales israelitas en el tiempo del fin

Lamentablemente, todos los hijos de Jacob han despilfarrado las bendiciones de Dios, lo han rechazado como su Creador. Han dado la espalda a sus leyes y han menospreciado sus estatutos. El resultado es catastrófico para el pueblo de la primogenitura y demás hijos de Jacob (Levítico 26:14-39). “El extranjero que estará en medio de ti se elevará sobre ti muy alto, y tú descenderás muy abajo” (Deuteronomio 28:43). ¿Serán tan ciegos que no ven este fenómeno ocurriendo ante sus ojos? No es por accidente que las naciones israelitas tienen a millones de inmigrantes ilegales habitando sus tierras.

Para más información sobre este tema, solicite un ejemplar gratuito de nuestro folleto: Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía. Abarca muchos más detalles de los que este artículo puede presentar en el espacio disponible. Estas profecías se encuentran para quien tenga suficiente interés en examinarlas, y ojos para ver lo obvio. Mientras nuestro mundo se desploma en el desastre, las profecías presentes en las Escrituras nos muestran más que las ansiedades del pasado, nos muestran nada menos que la historia escrita por anticipado.

El mismo Dios que alguna vez dijo anunciar “lo por venir desde el principio”, está guiando los sucesos mundiales conforme a su plan inmutable. Si deseamos entender hacia adónde se está dirigiendo el mundo, si deseamos saber con certeza qué afrontarán nuestras naciones en los días que se avecinan; no tenemos más alternativa que admitir la importancia de estas profecías. La nuestra es una época de perturbación mundial, y en momentos como este, es más urgente que nunca reconocer la relevancia de la Palabra inspirada de Dios, como tan necesario es averiguar sinceramente y saber el propósito de Dios para la humanidad. [MM]

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