Una cálida y húmeda noche de verano estaba viendo jugar al equipo de béisbol de ligas menores de mi ciudad bajo las luces del parque. Varios vendedores trabajaban en los puestos vendiendo palomitas de maíz, maní, perros calientes, gaseosas y cervezas. Uno de los vendedores de cerveza, un personaje inusual, llevaba una bandeja y gritaba: "¡Cerveza fría, tengo cerveza fría!" pero nadie le prestaba atención. Entonces se detuvo en medio de la multitud y proclamó en voz alta, con fingida seriedad: “¡Esperen, gente… no sacarán nada de este juego a menos que pongan algo en él!