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Descubra por qué la profecía es una parte tan importante de la Biblia y de la fe verdadera, el valor en tiempos difíciles e incluso el éxito en el estilo de vida cristiano.
Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, más de la cuarta parte de la Biblia es profecía. Pero, ¿qué es profecía, y qué significa para nosotros, para nuestros amigos y seres queridos, y para el futuro de nuestro mundo? La respuesta a esta pregunta no es asunto de especulación teórica, y su interés no se limita a los religiosos aficionados. La profecía bíblica no es una idea imprecisa y cambiante, sino la revelación del Dios Creador a los seres humanos, con quienes trabaja, para hacer cumplir su extraordinario plan para la humanidad y nuestro Universo.
Muchas profecías bíblicas ya se han cumplido, y otras muchas están por cumplirse: ¡El acontecimiento más grande de la historia está profetizado para un futuro muy cercano! Es un acontecimiento que salvará al mundo de la destrucción total. No nos engañemos: el mundo necesita ser salvado. Muchos hombres y mujeres de estado: científicos, economistas e intelectuales; hablan de un apocalipsis, de un armagedón y del fin del mundo. El llamado Reloj del juicio final, del Boletín de los científicos atómicos, es un recordatorio constante, de lo cerca que está nuestro mundo de una devastadora medianoche nuclear de aniquilación del planeta.
La famosa profecía de Jesús en el monte de los Olivos, que se encuentra en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21; resalta los peligros que nos aguardan. Pero a diferencia del Reloj del juicio final, Jesús ofrece una esperanza ante el venidero caos, prometiendo: “Si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:22).
“Aquellos días serán acortados” gracias al regreso del Mesías, Jesús de Nazaret. Es posible que el acontecimiento más grandioso de la historia ocurra en vida de muchos de nuestros lectores. ¡Suceso que traerá paz y prosperidad permanentes a todo el mundo! Esta no es una simple especulación. La Biblia presenta centenares de profecías, que hablan tanto de la primera venida del Mesías, como de su pronto regreso. Muchas ya se han cumplido, lo que demuestra su poder y su acierto, como veremos más adelante en este folleto.
¿Qué tan importante es la profecía bíblica? Hasta el evangelio que Jesús predicó es profético. En este se revela el impresionante plan divino de salvación, nuestro futuro y el futuro del mundo. Podemos saber y entender, no solamente los hechos apocalípticos que están a punto de azotar al mundo, sino cómo librarnos de ellos. Por ejemplo, Jesús hizo esta advertencia a su generación y la nuestra: “Cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes” (Mateo 24:15-16). Los discípulos del primer siglo recibieron la advertencia, y pudieron escapar de la destrucción y tribulación causadas por las huestes romanas en el año 70 d.C. Pero veamos el contexto de la gran tribulación en los tiempos del fin (Mateo 24:21-22), y las instrucciones para escapar: “El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo” (Mateo 24:17-20).
La revelación amorosa de Dios para todos nosotros es un seguro para nuestra vida y futuro… siempre y cuando respondamos a sus instrucciones. La promesa de su Reino venidero nos llena de alegría. Démosle gracias por su revelación a los seres humanos, que son llamados a ser sus hijos. Así dijo Jesús a nuestro Padre celestial: “Te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños” (Mateo 11:25).
Los mensajes abundantes de los profetas de Dios en la Biblia pueden ser difíciles aun para los eruditos bíblicos. ¿Qué simboliza aquella gran imagen descrita por el profeta Daniel? ¿Cuál es el significado de las bestias y la ramera del Apocalipsis, así como de otros símbolos misteriosos? En lo que respecta a la profecía bíblica, ciertos principios demostrados abrirán el entendimiento para comprender el futuro del mundo, de la humanidad y del glorioso Reino de Dios que vendrá.
Los siguientes capítulos son esclarecedores para comprender los propósitos de la profecía, y algunos de sus aspectos vitales para nosotros en estos años, inmediatamente anteriores al regreso profetizado de Jesucristo. Continuemos leyendo, ¡y que Dios nos ayude a buscar su verdad y su revelación! ¡Realmente lograremos entender la profecía bíblica!
De la profecía bíblica se ha dicho que es historia escrita con anticipación. Aunque esta afirmación es correcta, la profecía bíblica es mucho más. Comprender lo que es y lo que anuncia de antemano nos brinda no solamente noticias por adelantado, graves pero animadoras, sino que nos permite apreciar más profundamente el plan divino de salvación para toda la humanidad.
Hay quienes pretenden desligar la profecía del plan divino de salvación, pero resulta imposible hacerlo dentro de la verdad. Para entender mejor la profecía, veamos primero lo que no es. El Unger’s Bible Dictionary dice: “La profecía no tiene por intención abrir el futuro ante la curiosidad ociosa, sino que su fin es más elevado: proveer luz a quienes cuya fe requiere confirmación”.
¿Necesitamos confirmar la fe? Unger´s prosigue: “La revelación de hechos futuros puede ser necesaria en momentos de desánimo, para despertar o mantener viva la esperanza, para inspirar confianza en tiempos de decaimiento, y para advertir de los males que amenazan a los fieles. Las predicciones contra Babilonia, Tiro, Egipto, Nínive y otros reinos; se dieron al pueblo de Dios para consolarlo con la revelación del destino de sus enemigos” (1957, pág. 892).
Unger´s define la profecía en términos muy sencillos como: “El mensaje oral o escrito de un profeta” (pág. 893). La palabra griega es prophētēs, que significa “predictor” o “hablante inspirado”. El Anchor Bible Dictionary afirma que la palabra “profeta” se empleaba “en el sentido de ‘uno que habla por un dios e interpreta su voluntad’ a los seres humanos” (1992, vol. 5, pág. 496).
Los profetas verdaderos revelaban la voluntad de Dios al pueblo. Igualmente, hacían advertencias a los pueblos de la antigua Israel y de muchas otras naciones. Por ejemplo, tras la muerte del sacerdote Joiada, la nación de Judá abandonó al Dios verdadero, y se fue tras el culto a los ídolos: “Desampararon la casa del Eterno el Dios de sus padres, y sirvieron a los símbolos de Asera y a las imágenes esculpidas. Entonces la ira de Dios vino sobre Judá y Jerusalén por este su pecado” (2 Crónicas 24:18). ¿En este tiempo cuántas personas adoran a los ídolos modernos del poder, las posesiones y la posición? ¿Qué medidas tomó Dios cuando Judá y Jerusalén cometieron idolatría? “Les envió profetas para que los volviesen al Eterno, los cuales les amonestaron; mas ellos no los escucharon” (2 Crónicas 24:19).
Finalmente, por su maldad, Dios envió el Reino de Judá al cautiverio bajo el Imperio Babilónico. ¡Escuchemos las advertencias de Dios para nosotros! La Palabra divina, la Santa Biblia, nos da profecías y advertencias serias y debemos escucharlas. Los profetas eran mensajeros de Dios que traían sus instrucciones y revelación. Unger’s hace el siguiente comentario sobre la función de los profetas:
“El elemento predictivo era parte frecuente del contenido del mensaje del profeta. Pero no es el único elemento. Los profetas aparecen a menudo como reformadores sociales y políticos, que estimulan a los predicadores de justicia y a los predicadores del reavivamiento religioso, además, según la ocasión, de ser predictores de juicios o bendiciones. El mensaje del profeta siempre era religioso y espiritual, puesto que anunciaba la voluntad de Dios para los pueblos y llamaba a la obediencia total” (pág. 893).
Hemos visto que Dios enviaba profetas para alejar a las naciones de la inmoralidad. Además, revelaban el plan de Dios para el futuro. Después de su muerte, Jesucristo, resucitado, mencionó algunas de las muchas profecías acerca de Él: “Les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras” (Lucas 24:44-45). Estas “Escrituras” eran lo que ahora llamamos el Antiguo Testamento, que estaba organizado en tres divisiones: la Ley, los Profetas y los Escritos. El libro de los Salmos es el primer libro de los Escritos. Jesús resaltó la importancia de la profecía bíblica en la predicción de su primera venida, y su calidad de Mesías. Muchas profecías del Antiguo Testamento también predicen su regreso.
La profecía es parte del fundamento de la Iglesia del Nuevo Testamento. Como dijo el apóstol Pablo: “Ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la Familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:19-20).
Hemos leído que, el fundamento de la Iglesia son “los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”. ¿Inspiró Dios a estos profetas? ¿Qué dice la Biblia? El apóstol Pedro había visto el cumplimiento de la profecía: Había visto a Cristo resucitado y escribió: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:19.21).
El Dios Creador inspiró a sus profetas para que nos dieran instrucción, revelación y advertencias. Por lo tanto, es importante saber quién es profeta, y quién asume falsamente esa función. Jesús nos advirtió: “Muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos” (Mateo 24:11). ¿Cómo podemos saber quiénes son los auténticos siervos de Dios? Las Escrituras nos dan la respuesta: “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:20).
Si alguien dice ser profeta, pero contradice las claras palabras de las Escrituras, situando sus propias palabras por encima de la fe que fue “una vez dada” (Judas 3), es un profeta falso. Los siervos de Dios predican y enseñan conforme a la Palabra de Dios, la Biblia. Esto se aplica al contenido de este folleto, y a todo lo que predicamos y enseñamos en El Mundo de Mañana. Póngannos a prueba. Pongan a prueba lo que decimos, comparándolo con la Biblia, y no dejen de hacer lo mismo con otros que dicen enseñar la Palabra de Dios.
Juan el Bautista conmovió a muchos con su predicación. ¿Y cuál era su mensaje?: “En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los Cielos se ha acercado” (Mateo 3:1-2). Poco después, Jesucristo vino predicando el mismo mensaje de arrepentimiento (ver Marcos 1:14-15).
¿Cómo respondía la gente cuando Juan predicaba el arrepentimiento?: “Salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados. Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3:5-8).
Debemos hacer caso de esta advertencia, dando frutos dignos de arrepentimiento. Jesucristo promete protección a quienes realmente se arrepienten y son fieles. El apóstol Juan dejó constancia de este mensaje dado por Jesucristo a la Iglesia de Filadelfia: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la Tierra” (Apocalipsis 3:10).
Sobre este mundo rebelde y malo viene una hora de pruebas. Jesús nos advirtió que se acerca una gran tribulación (Mateo 24:21), pero que Dios dará su protección a quienes escuchen el mensaje profético y cambien su vida. El libro de Jonás tiene un raro ejemplo de un pueblo que hizo caso de la advertencia de Dios, y cambió su modo de proceder (Jonás 3:4-8). ¿Acaso nosotros también nos arrepentiremos como nación y como individuos? El primer propósito de la profecía bíblica es advertir a la gente que se arrepienta para que no sufra las horribles consecuencias de sus malas acciones.
Dios se propuso destruir a Nínive si sus habitantes no se arrepentían… y ellos se arrepintieron. ¿Cómo recibió este arrepentimiento? “Vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo” (Jonás 3:10). La advertencia profética terminó en una divina bendición sobre todo el pueblo. ¿Responderemos nosotros a las advertencias proféticas, lo mismo que respondió Nínive? Si no, entonces sufriremos el terrible castigo de la gran tribulación.
El segundo propósito de la profecía bíblica es advertir al pueblo en cautiverio que se arrepienta. La Biblia revela sobre muchos que no se arrepintieron antes, quienes se acordarán de las advertencias proféticas y de Dios, y se arrepentirán en medio del dolor y sufrimiento de la gran tribulación. Esta fue su advertencia, y su promesa a quienes en el futuro se encuentren en esclavitud y cautiverio nacionales: “El Eterno os esparcirá entre los pueblos, y quedaréis pocos en número entre las naciones a las cuales os llevará el Eterno. Y serviréis allí a dioses hechos de manos de hombres, de madera y piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen. Mas si desde allí buscares al Eterno tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma. Cuando estuvieres en angustia, y te alcanzaren todas estas cosas, si en los postreros días te volvieres al Eterno tu Dios, y oyeres su voz; porque Dios misericordioso es el Eterno tu Dios; no te dejará, ni te destruirá, ni se olvidará del pacto que les juró a tus padres” (Deuteronomio 4:27-31).
Jesús dijo: “Será predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). Muchos oirán el evangelio, pero inicialmente no responderán. Como consecuencia, no podrán evadir la gran tribulación. Sin embargo, la profecía indica que, muchos que han escuchado el verdadero evangelio, se arrepentirán durante el período de cautiverio nacional. Si nos encontráramos un día en esa situación, esperamos que en medio del cautiverio recordemos la promesa de Dios. Él nos rescatará. Nos librará. ¡Siempre y cuando lo busquemos de todo corazón!
El tercer propósito de la profecía bíblica es anunciar el venidero Reino de Dios en la Tierra. La humanidad lleva casi 6.000 años por el camino del pecado, el egoísmo, la guerra y la codicia. No ha aprendido el camino de la paz. No podremos disfrutar de una paz mundial duradera, hasta que el mundo se encuentre bajo el gobierno del Príncipe de Paz, que es nuestro Salvador Jesucristo.
La profecía nos revela la alentadora noticia de que Jesucristo va a establecer su Reino aquí en la Tierra… y que los fieles discípulos reinaran con Él mil años (Apocalipsis 20:4-6). Entonces vendrá el juicio ante “un gran trono blanco” (v. 11), donde todos los que han vivido y muerto sin oír la verdad de Dios, resucitarán y recibirán su primera oportunidad de aceptar su mensaje, y vivir por su camino. Para mayor información sobre este tema, ofrecemos nuestro folleto gratuito titulado: ¿Es este el único día de salvación? Puede solicitarse enviando un correo a: [email protected]. O puede leerse en línea ingresando a nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org.
Podemos leer algunas profecías sobre el milenio en Isaías 2; 11 y 35; así como en Miqueas 4. Son profecías muy inspiradoras que nos llenan de verdadera esperanza.
En su obra: Prophecy and History in Relation to the Messiah, Alfred Edersheim observa: “La idea central y dominante del Antiguo Testamento es el Reino de Dios en la tierra… Esta idea mesiánica es la fuerza impulsora del Antiguo Testamento. También es su única razón de ser, visto como una revelación” (1885, págs. 48, 135). Jesucristo regresará como “Rey de reyes y Señor de señores”, como leemos en Apocalipsis 19:16. El gobierno real de Dios en la Tierra traerá paz y prosperidad al mundo.
Los gobiernos sin Dios no han producido más que sufrimiento. Sin la intervención de Dios, estarán llevando a la humanidad a la destrucción total. Como dijo Jesús: “Si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:22). La Biblia profetiza que vendrá un tiempo de restauración para la Tierra: “Asi que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y Él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el Cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo” (Hechos 3:19-21). Dios va a restaurar la Tierra, devolviéndole su hermosura incontaminada y su prosperidad bajo su gobierno. Es una gran noticia y motivo de alegría para todos nosotros.
El cuarto propósito de la profecía bíblica es demostrar la soberanía y el poder absoluto de Dios. Nadie puede impedir el plan divino de salvación. Ese plan se revela en la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Dios tiene un propósito maravilloso para todo ser humano que responda a su llamado: Que se convierta en hijo inmortal y glorioso de Dios por toda la eternidad: “Es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Corintios 15:53). El poder sobrenatural de Dios, por medio de su Hijo y nuestro Salvador Jesucristo, lo hará realidad.
El Dios Todopoderoso afirma su poder y soberanía: “Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero; que llamo desde el Oriente al ave, y de tierra lejana al varón de mi consejo. Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré” (Isaías 46:9-11). El Dios Todopoderoso hará cumplir su propósito y su profecía.
El profeta Amós advierte que vendrá un tiempo cuando la verdad, que tenemos la oportunidad de escuchar ahora, ya no se hallará: “He aquí vienen días, dice el Eterno el Señor, en los cuales enviaré hambre a la Tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la Palabra del Eterno. E irán errantes de mar a mar; desde el Norte hasta el Oriente discurrirán buscando Palabra del Eterno, y no la hallarán” (Amós 8:11-12).
Jesucristo promete un gran beneficio a quienes le busquen, con el deseo sincero de comprender: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca” (Apocalipsis 1:3). Podemos recibir esa bendición si estudiamos sinceramente la Palabra de Dios, y al entender sus muchas profecías. Nos espera un futuro maravilloso, ¡infinitamente superior a todo lo que podamos soñar e imaginar!
La mayoría de las personas que se declaran cristianas, saben que los primeros cristianos tenían como Escrituras solamente lo que hoy conocemos como el Antiguo Testamento. Entienden que la gente, en tiempos de Jesús, conocía muy bien esas Escrituras, y que por ellas comprobaron que era el Mesías profetizado.
Pero muchos ignoran que en toda la Biblia hay profecías. De hecho, entre una cuarta y una tercera parte de la Biblia es profética, dependiendo de cómo se cuente. Según la obra Encyclopedia of Biblical Prophecy, de J. Barton Payne, la Biblia tiene 1.817 predicciones sobre el futuro. Estos no solo predicen la venida de Jesucristo, también explican mucho acerca del auge y caída de las naciones; así como de las catástrofes y plagas que, en el tiempo del fin, acabarían con toda vida humana, si no fuera porque está profetizado que Jesucristo regresará a establecer el Reino de Dios en la Tierra.
En este capítulo veremos algunos impresionantes ejemplos, y lo que significan para la fe y para el futuro.
Uno de los ejemplos más asombrosos, del cumplimiento de las profecías bíblicas, tiene que ver con el número de veces que mencionan al Salvador. El Antiguo Testamento tiene más de 300 referencias a su venida. ¿Qué probabilidad hay de que se cumplan 300 profecías? En su libro Science Speaks, el matemático Peter Stoner (1888-1980), examinó la probabilidad de que una persona cumpliera tan solo 48 de esas profecías, y resultó ser una en 10157. Situando este número en perspectiva, sería como hallar, en el primer intento, un electrón específico entre todos los electrones de todo el Universo conocido… y esto es solamente para 48 de las 300 profecías (1976, págs. 109-111).
Algunos escépticos pretenden refutar esto con ideas que subestiman la inspiración de la Biblia, o tratan de ignorantes a los primeros cristianos. Si no hemos apreciado la asombrosa constancia y veracidad histórica de las Escrituras, invitamos a leer nuestro folleto gratuito: La Biblia: ¿realidad o ficción? Se puede solicitar enviando un correo a: [email protected], o se puede leer en línea ingresando a nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org. Lo que allí aprendemos nos llenará de ánimo.
Consideremos muy específicamente algunas de las profecías sobre el Cristo y su cumplimiento. El manual de la Biblia Halley’s Bible Handbook presenta una lista muy apropiada, que incluye las siguientes:
Que nacería de una virgen (Mateo 1:23; Isaías 7:14).
Que nacería en Belén (Mateo 2:6; Juan 7:42; Miqueas 5:2).
Que pasaría un tiempo en Egipto (Mateo 2:15; Oseas 11:1).
Que viviría en Galilea (Mateo 4:15; Isaías 9:1-2).
Que un profeta como Elías anunciaría su venida (Mateo 3:3; 11:10-14; Marcos 1:2-3; Lucas 3:4-6; 7:27; Juan 1:23; Isaías 40:3-5; Malaquías 3:1; 4:5).
Que su ministerio sería uno de sanidades (Mateo 8:17; Isaías 53:4-5).
Que un discípulo lo traicionaría por 30 piezas de plata (Mateo 27:9-10; Juan 13:18; Zacarías 11:12-13; Salmos 41:9).
Que le traspasarían el costado (Juan 19:37; Zacarías 12:10; Salmos 22:16) [1965, págs. 421-422).
Estas son algunas de las muchas profecías cumplidas que se refieren a Jesús como el Mesías. Otra profecía muy importante se relaciona con el momento de su venida. Los judíos en tiempos de Jesús conocían la importante profecía de Daniel sobre la aparición del Mesías: “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos” (Daniel 9:24).
¡Notemos que esta figura profetizada haría reconciliación por la iniquidad! Muchos pasajes mostraron que Jesús moriría por los pecados del mundo, para que nosotros pudiéramos recibir perdón y reconciliarnos con Dios. Juan el Bautista testificó así sobre Jesús: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Y el apóstol Pablo escribió: “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7).
La profecía de Daniel nos recuerda que el principal motivo de la venida del Mesías sería efectuar esta reconciliación por la iniquidad. Cada uno de nosotros puede recibir perdón de los pecados por la sangre de Cristo, si hacemos lo que nos indicó: “Arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15). Más adelante, el apóstol Pedro predicó ante una multitud en el día de Pentecostés: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). ¿Nos habremos arrepentido? ¿Creemos en el verdadero evangelio del Reino de Dios?
Pero la profecía de Daniel encierra mucho más. A menudo en la terminología profética, una “día” corresponde a un año de cumplimiento (ver Números 14:34; Isaías 63:4; Ezequiel 4:6). La profecía de Daniel dice que hay 69 semanas previas a la venida del Mesías, y cada una consta de siete días: 483 años proféticos. “Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas” (Daniel 9:25).
Si sabemos cuándo empezó la cronología de esta profecía, ¡podemos saber cuándo empezó Jesucristo su obra de reconciliación! Es interesante señalar que, para muchos estudiosos de la Biblia, “la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén”, se refiere al decreto de Artajerjes (Esdras 7:11), que los historiadores sitúan en el año 457 a.C. ¿Qué año viene a ser 483 años después? Como enseguida del año 1 a.C. sigue el año 1 d.C., vemos que, según la profecía de Daniel, el ministerio del Mesías debía comenzar en el año 27 d.C.
El Evangelio de Lucas dice que cuando Juan hubo bautizado a Jesús en el río Jordán, “Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años” (Lucas 3:23). Entonces, ¿cuándo nació? Si restamos 30 años (su edad) del año 27 d.C., llegamos al 4 a.C., fecha del nacimiento de Jesús, según cree la mayor parte de los estudiosos de la Biblia. Jesucristo cumplió la profecía de Daniel en el año preciso, comenzando su ministerio de reconciliación por la iniquidad en el año 27 d.C.
Hay, por supuesto, otros aspectos de la profecía de Daniel que Jesucristo cumplirá cuando regrese. El profeta habla de otras tres misiones que todavía están en el futuro. Cuando regrese, el Mesías cumplirá las profecías de “traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos” (Daniel 9:24).
Notemos que el “Santo de los santos” se refiere al templo en Jerusalén, que se establecerá y será activo durante el milenio venidero (ver Ezequiel 40-43). Otras traducciones de la Biblia en español dicen “lugar santísimo” en vez de el “Santo de los santos”, como la Nueva Traducción Viviente.
No debe sorprendernos que el Dios Todopoderoso pueda enviar profecías con siglos y aun milenios de anticipación. Por medio de Isaías declara: “Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Isaías 46:9-10).
Un ejemplo fascinante, aunque menos conocido, es de una profecía cumplida con la caída de la antigua Babilonia. Cuando Dios reveló esta profecía, Babilonia era el imperio más grande del mundo. Su caída nunca se habría previsto por lógica humana. Pero, una profecía bíblica, predijo que esta gran potencia castigaría a otras naciones como instrumento del juicio divino… y que a su tiempo sería juzgada por su propio pecado.
Imaginemos que durante la Primera Guerra Mundial, alguien declarara que Tony Blair o Rishi Sunak serían primeros ministros del Reino Unido. ¿Imposible? Más de cien años antes del derrocamiento del gran Imperio Babilónico, el profeta Isaías predijo el nombre de quien sería el responsable de la derrota: Dios “Dice de Ciro: Es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero, al decir a Jerusalén: Serás edificada; y al templo: Serás fundado” (Isaías 44:28). Ciro fue rey de los persas desde aproximadamente el año 558 a.C., hasta el 529 a.C. Por lo tanto, Isaías profetizó en el siglo octavo a.C., acerca de un rey que ni siquiera habría nacido hasta el siglo sexto a.C.
Mediante un decreto Ciro concedió a los judíos el permiso para regresar a Jerusalén, y construir el segundo templo. Isaías no solo citó el nombre de Ciro en su profecía, sino que explicó exactamente cómo entraría en Babilonia para conquistarla. Mucho antes de que eso ocurriera, proclamó que Dios se valdría de Ciro de un modo especial: “Así dice el Eterno a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha, para sujetar naciones delante de él y desatar lomos de reyes; para abrir delante de él puertas, y las puertas no se cerrarán: Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos; y te daré los tesoros escondidos, y los secretos muy guardados, para que sepas que yo soy el Eterno, el Dios de Israel, que te pongo nombre” (Isaías 45:1-3).
La referencia a las “puertas” indica cómo permitió Dios que el ejército de Ciro capturara la ciudad. Con sus defensas y sus macizas murallas, Babilonia parecía una ciudad inexpugnable. Además, tenía provisiones para un sitio de 20 años. A los babilonios les dio risa cuando llegó Ciro con su ejército a atacar la ciudad.
El río Éufrates pasaba por en medio de Babilonia, entraba por debajo de las enormes puertas en la muralla y suplía de agua a la ciudad. Ciro se valió de un método ingenioso para penetrar en la ciudad: Sus soldados cavaron acequias río arriba para desviar el caudal.
Más de 100 años antes de su nacimiento, la Biblia citó por su nombre propio a Ciro el Grande, y predijo que conquistaría la formidable fortaleza que era Babilonia. Heródoto, historiador secular griego, también escribió sobre este acontecimiento:
“[Ciro y sus tropas no combatientes lograron] de este modo, desviar la corriente del río y hacer vadeable la madre. Cuando los persas, apostados a la orilla del Éufrates, le vieron menguado de manera que el agua no les llegaba más que a la mitad del muslo, se fueron entrando en Babilonia… y según dicen los habitantes de la ciudad, estaban ya prisioneros quienes moraban en los extremos de ella, y los que vivían en el centro ignoraban absolutamente lo que pasaba. Con motivo de la gran extensión de la ciudad, y porque siendo además un día de fiesta, se hallaban bailando y divirtiendo en sus convites y festines, en los cuales continuaron hasta que del todo se vieron en poder del enemigo. De este modo fue tomada Babilonia la primera vez (Los nueve libros de la historia, traducido del griego al español por el P. Bartolomé Pou, tomo 1, capítulo 191).
El historiador griego Heródoto confirma, y lo hacen otras fuentes como la Ciropedia de Jenofonte, ¡que la profecía bíblica se cumplió de modo exacto y dramático! El profeta Daniel se encontraba en la ciudad de Babilonia la noche cuando el ejército persa de Ciro la conquistó, y estos hechos se encuentran en el libro de Daniel.
Por medio de este profeta, Dios hizo saber al rey Belsasar lo que les pasaría a él y al Imperio. Este es el famoso relato de la escritura en la pared. El rey Belsasar había preparado un banquete, una gran fiesta a mil de sus nobles. Bebieron vino en las copas de oro que habían sacado del templo en Jerusalén. “En aquella misma hora aparecieron los dedos de una mano de hombre, que escribía delante del candelero sobre lo encalado de la pared del palacio real, y el Rey veía la mano que escribía. Entonces el Rey palideció, y sus pensamientos lo turbaron, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una contra la otra” (Daniel 5:5-6).
Llamaron a Daniel para que interpretara la inscripción. “La escritura que trazó es: MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN” (Daniel 5:25). Daniel le dijo al rey Belsasar: “Esta es la interpretación del asunto: MENE: Contó Dios tu Reino, y le ha puesto fin. TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. PERES: Tu Reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas” (vs. 26-28). “La misma noche fue muerto Belsasar rey de los caldeos. Y Darío de Media tomó el Reino, siendo de sesenta y dos años” (vs. 30-31). El Reino de los medos y los persas reemplazó el Reino de Babilonia, tal como Dios lo había profetizado.
La Palabra de Dios, la Biblia, ha demostrado ser verdad. Continúa siéndolo y así continuará hasta el fin profetizado de la era actual ¡y más allá!
Muchos que se declaran cristianos expresan su oposición a lo que enseñamos en El Mundo de Mañana. Dicen que en estos tiempos predicar sobre la profecía bíblica carece de importancia … o, incluso, que es contrario a la predicación del mensaje del evangelio. Argumentan que si bien la profecía bíblica puede ser un tema interesante, no es importante para nuestra salvación. ¿Acaso tienen razón? En su pensamiento creen que el evangelio trata únicamente de la persona de Cristo, y no consideran lo que predicó. ¿Realmente qué fue lo que predicó? ¿Habrá sido un mensaje opuesto a la profecía bíblica? ¿O más bien que el evangelio en sí es profético?
Las Escrituras nos presentan a Jesucristo predicando en Galilea: “Recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del Reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mateo 4:23). Vemos que más adelante continuó predicando el evangelio del Reino: “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del Reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (9:35).
Hemos visto la constancia histórica de lo que predicaba Jesús: el evangelio del Reino. Las Escrituras explican más: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del Reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el Reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:14-15).
¿Qué significa el evangelio del Reino de Dios? Muchas referencias y profecías bíblicas indican que Jesucristo volverá nuevamente a establecer el Reino de Dios en la Tierra. También dijo: “Si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3). El Mesías, Jesús de Nazaret, volverá a la Tierra para gobernar sobre todas las naciones como Príncipe de Paz, y como Rey de reyes y Señor de señores (ver Apocalipsis 11:15).
El evangelio del Reino es la buena noticia del venidero Reino de Dios, y predice el hecho de que sus discípulos podemos tener parte en él. Es claro entonces que evangelio que Jesús predicó ¡es profético! Su mensaje es la buena noticia del futuro. Por lo tanto, resulta falso el argumento de que la predicación de la profecía bíblica es contraria o ajena al evangelio.
La salvación de la muerte es un don o regalo que los hijos de Dios recibirán en la resurrección (vea 1 Corintios 15; 1 Tesalonicenses 4). El libro del Apocalipsis habla de nuestro destino final en el Reino, y en la Familia de Dios por toda la eternidad. La Jerusalén celestial, la Nueva Jerusalén, bajará a una Tierra renovada (Apocalipsis 21). ¡Y podemos ser parte de ese futuro glorioso! El gran Dios Creador nos dice: “El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo” (v. 7).
Podemos estar agradecidos, porque el Cristo viviente ha estado guiando a sus siervos en la predicación del verdadero evangelio. Como también afirmó: “Será predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). Demos gracias a Dios por el verdadero evangelio de salvación, ¡y por el venidero Reino de Dios que profetizó!
Hay quienes no admiten que habrá un futuro Reino de Dios. Pasan por alto la importancia de las palabras del apóstol Pablo que nos recuerdan: “La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” (1 Corintios 15:50). Si realmente somos cristianos de carne y sangre, nos estamos preparando para recibir el Reino ¡pero aún no lo hemos heredado! Esa herencia completa la recibiremos en la resurrección (Juan 3:5-6).
Jesús recalcó que esa herencia se hará efectiva al final de esta era: “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34).
Muchos nos preguntamos: ¿Qué ocurrirá en los años venideros? ¿Algún meteoro destruirá la Tierra? ¿Habrá una tercera guerra mundial que causará el fin del mundo? La Biblia tiene las respuestas. Hemos mostrado que muchas antiguas profecías se han cumplido como la Escritura predijo. ¿Podemos, en la misma forma, saber lo que predice para el tiempo que se avecina? ¡Desde luego que podemos!
La profecía bíblica también advierte, a los pueblos y naciones, que se arrepientan para evitar el castigo anunciado. Juan el Bautista bautizaba a las grandes multitudes que se sentían conmovidas por su predicación. El Evangelio de Mateo lo describe así: “En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el Reino de los Cielos se ha acercado.” (Mateo 3:1-2). Jesucristo, por supuesto, predicó este mismo mensaje (Marcos 1:14-15). ¿Cómo respondía la gente a la predicación de Juan? “Salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados” (Mateo 3:5-6).
¿Estamos preparándonos para el regreso de Jesucristo? Comprender la realidad de la profecía bíblica nos ayudará. En el día de Pentecostés del año 31 d.C., el apóstol Pedro exhortó a miles de oyentes a que se arrepintieran y se bautizaran (Hechos 2:38). Motivó a los presentes a transformar su vida, diciendo: “Sed salvos de esta perversa generación. Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hechos 2:40-41).
La Biblia expone con claridad el juicio que vendrá sobre las naciones de Occidente, si persisten en su conducta de vida inmoral y contraria a los caminos de Dios. Pero si comprendemos la profecía bíblica, y procedemos conforme a lo que llegamos a entender, podremos evitarnos grandes sufrimientos y recibir las bendiciones de Dios como personas, aunque nuestro país caiga bajo el juicio divino. La profecía revela graves sucesos para el tiempo que se nos avecina, pero también revela la buena noticia del Reino de Dios venidero. ¡Que venga pronto ese maravilloso día!
Jesús nos dio la señal de que tocaba a su fin la era de los intentos humanos, fallidos por generar paz en el mundo: “Será predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). El Mesías, Jesús de Nazaret, será Rey sobre todas las naciones. También leemos que “el Eterno será Rey sobre toda la Tierra” (Zacarías 14:9). El actual mundo de conflictos, opresión y guerra será reemplazado por el Reino de Dios, el gobierno de Dios. El folleto que usted está leyendo predica ese mismo mensaje.
Las Escrituras proclaman la buena nueva del Reino de Dios venidero: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el Cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15).
En el momento de sonar esa “final trompeta”, se producirá la gran resurrección de los discípulos auténticos: “Porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria’” (1 Corintios 15:52-54).
Los verdaderos y fieles cristianos serán transformados de mortales a inmortales, de humanos a seres espirituales divinos en la resurrección, cuando regrese Jesucristo (1 Corintios 15:50-54). En este momento, los fieles discípulos se están preparando para ser reyes y sacerdotes, y acompañar al Rey de reyes en el gobierno del planeta Tierra. “Cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque Tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la Tierra” (Apocalipsis 5:9-10).
¿Cuáles serán las funciones de los reyes y sacerdotes? En la parábola de las minas, Jesús afirmó que sus siervos fieles gobernarían ciudades. Dijo: “Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades” (Lucas 19:17).
La Biblia revela un futuro impresionante: el Reino de Dios que vendrá a la Tierra. Presenta un gobierno y gobernantes que traerán paz a todas las naciones: “El Eterno será Rey sobre toda la Tierra” (Zacarías 14:9).
El mundo actual vive pruebas muy difíciles. Únicamente el gobierno mundial de Dios podrá resolver tantos conflictos, guerras y enfermedades; así como la pobreza y los desastres naturales. La Biblia revela el nuevo mundo por venir, el mundo de mañana, regido por seres espirituales llenos de amor, miembros del Reino de Dios. El Rey de reyes, el Mesías, gobernará al mundo desde Jerusalén. Una profecía en el libro de Isaías muestra cómo responderán los seres humanos al nuevo gobierno divino:
“Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa del Eterno como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:2-4).
Dios el Padre está llamando a gente de todas las naciones a venir a Jesucristo, y a formar parte de su Reino. Ese gobierno mundial vendrá pronto, y debemos estar preparándonos. Estudiemos la Biblia. Visualicemos el mundo transformado bajo el Rey de reyes. En ese Reino, el mundo será regido por seres espirituales, y cada uno de nosotros podrá ser uno de ellos si buscamos ese Reino, (Mateo 6:33), y si entregamos la vida a Jesucristo, el Salvador del mundo.
Dios ha bendecido la Tierra dotándola de montañas espléndidas, fértiles valles y llanuras productivas. Nos sentimos maravillados al mirar sus lagos prístinos y sus mares tormentosos. Apreciamos la variedad de flores y de plantas, las aves y las formas de vida en la tierra y el mar. El glorioso Reino de Dios va a generar hermosura y productividad, como nunca las ha conocido el mundo. Hasta la naturaleza de los animales cambiará. Isaías nos presenta esta inspiradora profecía sobre el milenio:
“Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la Tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:6-9).
¡El evangelio que Jesucristo predicó realmente es profético! Predice la venida de una gloriosa era de paz y prosperidad para toda la Tierra, y para todos los pueblos, una era que pronto llegará y la esperamos con gran ansiedad. Debemos estar orando: “Venga tu Reino” (Mateo 6:10), y observando el cumplimiento de las profecías y las señales que anuncian el regreso de Jesucristo.
La gente siempre ha querido saber el futuro, y suele buscarlo en todas las fuentes de información posibles menos en la Biblia. Muchos diarios publican el horóscopo, con la idea de que el momento en que nacimos determinó de algún modo nuestras características, y lo que nos va a suceder en ciertos momentos del año, información que supuestamente se revela por la posición de las constelaciones en el Cielo.
Otros pagan para que un médium les lea la bola de cristal, o procuran comunicarse con los muertos, o leen el tarot en busca de interpretaciones del porvenir. Millones de personas asisten a sesiones de espiritismo o acuden a la astrología como fuente del poder y conocimiento. O bien recurren al ocultismo, con la esperanza de hallar respuestas en los adivinos y místicos. Llegan al colmo de tener comunión con brujas, médiums y hechiceros. ¿Habrá alguno entre estos recursos que nos revele la voluntad de Dios? ¡Por supuesto que no! Dios dice que estas prácticas son abominación (Deuteronomio 18), y que Satanás ha engañado al mundo entero (Apocalipsis 12:9). Obviamente, podríamos estar entre los embaucados… pero Dios nos ayuda a reconocer las argucias y engaños del diablo si guardamos sus mandamientos.
La profecía bíblica revela la serie de hechos que ocurrirán en los tiempos peligrosos que se avecinan. Nos muestran la tercera guerra mundial y el Armagedón en el horizonte. El mundo verá terrorismo, hambrunas, epidemias y desastres naturales; como terremotos, sunamis, huracanes y erupciones volcánicas. Muchos pueblos rodeados de guerras, enfermedades, sufrimiento y dolor; se inclinan a perder toda esperanza. Pero ¿nos habremos enterado de que la profecía bíblica trae muchas verdades vitales relacionadas con el futuro del mundo… y nuestro destino? Más allá del tiempo de la gran tribulación que vendrá, hay un tiempo futuro de paz mundial bajo el Reino de Dios. La Biblia revela que Jesucristo, el Príncipe de Paz, regresará y enseñará el camino de la paz a todas las naciones. Bajo su reinado de amor en el período profetizado que llamamos el milenio, el mundo prosperará, con aire limpio, agua limpia y agricultura sostenible.
Vivimos en el período profético que la Biblia identifica como el tiempo del fin. Si comprendemos las profecías de la Biblia, veremos que son tiempos impresionantes, ¡que culminarán con el regreso de Jesucristo y el establecimiento de su Reino en la Tierra!
Las profecías bíblicas para muchos son fascinantes, pero suelen ser difíciles de entender. Los libros de Daniel y el Apocalipsis presentan diversas imágenes y símbolos. Cuando el rey Nabucodonosor de Babilonia soñó con una estatua misteriosa, hecha de varios metales y de barro cocido, el profeta Daniel interpretó el significado (Daniel 2:1-45). Los famosos cuatro jinetes del Apocalipsis simbolizan engaño y asolamiento (Apocalipsis 6:1-8). La bestia de Apocalipsis 13, que se levanta del mar, tiene siete cabezas y diez cuernos. La bestia de Apocalipsis 17, que sale de un abismo, también tiene siete cabezas y diez cuernos, pero sobre ella cabalga una ramera. El apóstol Juan escribió lo que vio en visiones: “En su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA” (Apocalipsis 17:5).
¿Cómo entender el significado de estos símbolos, y las muchas complejidades de la profecía bíblica? En este capítulo repasaremos cuatro principios para entender las profecías de la Biblia.
¿Dónde podemos buscar la verdad? En la víspera de su crucifixión, Jesús oró de todo corazón por sus discípulos, rogando: “Santifícalos en tu verdad; tu Palabra es verdad” (Juan 17:17). La Palabra de Dios, la Biblia, es verdad. Es la Palabra de Dios por escrito. Si queremos dilucidar el futuro que Dios tiene planeado para nosotros y para toda la humanidad, no vamos a acudir a médiums ni adivinos, sino a la Biblia.
El libro del Apocalipsis contiene lenguaje simbólico que describe al Mesías glorificado: “Vi en medio de siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre… Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el Sol cuando resplandece en su fuerza” (Apocalipsis 1:13, 16). ¿Qué representan esas estrellas y candeleros?
No es necesario tratar de adivinar. ¡La Biblia nos da el significado!: “El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias” (v. 20). Los dos capítulos siguientes del Apocalipsis presentan el mensaje y amonestación de Dios a las siete iglesias que en aquella época estaban en Asia Menor, actualmente parte de Turquía. Se trata de un mensaje profético que se prolonga desde aquel entonces hasta nuestros días. El apóstol Juan escribió este libro hacia finales del primer siglo de nuestra era.
Recordemos el relato del sueño del rey Nabucodonosor. El profeta Daniel fue llamado ante el rey Nabucodonosor, donde procedió a describir la gran imagen del sueño del Rey:
“Tú, oh Rey, veías, y he aquí una gran imagen. Esta imagen, que era muy grande, y cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era terrible. La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce; sus piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido. Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó (Daniel 2:31-34).
¿Qué simbolizaba la estatua? Daniel le dijo al Rey: “Tú eres aquella cabeza de oro” (v. 38). La historia confirma la interpretación dada por Daniel de la serie de imperios allí simbolizados, y que surgirían uno tras otro. El Imperio Babilónico, el de Nabucodonosor, fue reemplazado más tarde por el Imperio Medopersa (558-330 a.C.), representado por el pecho y los brazos de plata. El vientre y los muslos de bronce eran el Imperio Grecomacedonio, de Alejandro Magno (333-31 a.C.). Las dos piernas de hierro representan al Imperio Romano (31 a.C.-476 d.C.). Por último, los diez dedos de los pies de hierro mezclado con barro cocido, simbolizan una restauración futura del Imperio Romano. La historia ha confirmado que la profecía de Daniel, sobre cuatro imperios mundiales, se hizo realidad.
El Evangelio de Lucas relata algo que ocurrió cuando Jesús visitaba su pueblo, Nazaret. Al entrar el sábado en la sinagoga lo invitaron a leer un pasaje de las Escrituras:
“Se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en Él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4:17-21).
Jesús cerró el libro en la mitad de un versículo. Estaba leyendo Isaías 61:1-2, pero omitió la segunda parte del versículo 2, que se refiere al día de la venganza de Dios; y no continuó leyendo. ¿Por qué no siguió? Porque el resto de la profecía de Isaías se aplica a la segunda venida de Jesucristo, cuando llegue el día de la ira y la venganza de Dios. Hay un lapso de unos 2.000 años, entre el cumplimiento de la primera parte del versículo, y el cumplimiento de la segunda.
Otro aspecto de las lagunas de tiempo profético es el principio de dualidad. Es frecuente que en la Biblia encontremos el primer cumplimiento de una profecía, y más tarde otro cumplimiento tal vez más decisivo, de la misma profecía. El principio de dualidad aparece en toda la Biblia, por ejemplo: “Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante” (1 Corintios 15:45). ¿Quién es el postrer Adán? Las Escrituras tienen la respuesta: “El primer hombre es de la Tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del Cielo” (v. 47). El segundo Adán es Jesucristo.
Muchas profecías tienen este elemento de dualidad… y nos conviene aprender las lecciones de la historia. La destrucción de Jerusalén por los ejércitos romanos en el año 70 d.C., fue apenas un anticipo de la gran tribulación que está por venir.
¿Dónde se menciona en la Biblia Estados Unidos? ¿Bajo qué nombre podemos localizarlo? ¿Dónde en la Biblia encontramos a Gran Bretaña? Los nombres modernos no figuran en la Biblia, por supuesto, pero sí destaca los nombres de los antepasados de esas naciones. Si usted no ha leído nuestro folleto informativo titulado: Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía, le invitamos a hacerlo; puede solicitarlo gratuitamente, enviando un correo a: [email protected], o puede leerlo en línea ingresando a nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org, para enterarse sobre la conexión histórica entre las antiguas tribus israelitas y estas naciones modernas.
La Biblia sí menciona naciones como Egipto, Libia y Etiopía… y quizá nos sorprenda saber que Asiria acabará por ser una de las naciones preeminentes en el milenio, junto con Egipto e Israel (Isaías 19:23-25). ¿A cuál nación actual corresponde Asiria? Quizá resulte sorprendente saber que la historia y la profecía bíblica apuntan a la actual nación de Alemania, como descendiente profética de aquella antigua nación. Para saber más, le invitamos a leer nuestro revelador folleto: Alemania en profecía.
Respecto a la profecía bíblica la gente tiene ideas e imágenes variadas. Algunos han oído hablar de posmilenialismo, teoría según la cual, Jesucristo regresaría después del profetizado milenio, o de amilenialismo, otra teoría según la cual sencillamente no regresará. La verdadera situación indicada en la Biblia es lo que llaman los eruditos: premilenialismo: que Jesucristo regresará a fundar un Reino en la Tierra por un período de mil años.
El libro del Apocalipsis describe un periodo de gran angustia anterior a su regreso. Los primeros cuatro sellos del capítulo 6 del Apocalipsis desatan en rápida sucesión el destructivo galope de los cuatro jinetes. Después de esto se abre el quinto sello que da inicio al trágico periodo que Jesucristo llamó la Gran Tribulación.
Después de dos año y medio el mundo entero se estremecerá por lo que se conoce como las señales celestes. El apóstol Juan escribe: “Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el Sol se puso negro como tela de cilicio, y la Luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del Cielo cayeron sobre la Tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. Y el Cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar” (Apocalipsis 6:12-14).
¡Entonces el mundo comprenderá que la hora del juicio de Dios ha llegado! Las señales celestiales dan comienzo a un período de un año conocido como el día del Eterno, que se menciona en unas 30 profecías. El día del Eterno en las profecías del tiempo del fin, ocurrirá justo antes del regreso de Jesucristo, y es un período de un año (Isaías 34:8; 63:4); que viene después de la tribulación y las señales celestes. Estos acontecimientos tendrán una duración de tres años y medio.
Es el año del castigo divino de las naciones, y culmina con el anuncio del regreso de Jesucristo, y el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra. ¡Esa es la vibrante noticia que nos da la profecía! “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el Cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15).
Debemos esperar con anhelo el regreso de Jesucristo, y estar preparándonos espiritualmente para ese acontecimiento no muy lejano. Como se ve, la Biblia nos da un marco general de los hechos proféticos. Conociendo ese marco, podemos evitar especulaciones inútiles, y profundizar nuestra comprensión y gratitud por lo que Dios ha hecho y continúa haciendo.
La profecía bíblica revela que, de todas las ciudades del mundo, hay una que se destaca por su papel especial. Veamos esta profecía sobre el futuro de Jerusalén: “Lo que vio Isaías hijo de Amós acerca de Judá y de Jerusalén. Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa del Eterno como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones” (Isaías 2:1-2).
Monte en la Biblia, es símbolo de un reino o gobierno. Isaías dice claramente que el Reino de Dios se establecería en Jerusalén. ¡Jerusalén será la capital del mundo! Observemos que “correrán a él todas las naciones”. Todas las naciones se someterán al nuevo gobierno.
Comprendamos que este no será un gobierno en manos de seres humanos llenos de egoísmo. El nuevo gobierno será el Reino de Dios, un Reino divino que regirá sobre todo el mundo. A su cabeza estará el Príncipe de Paz y Rey de reyes, Jesucristo. Esa es la buena noticia que todos esperamos. Nuestro deseo es que nos encontremos a la espera de ese tiempo de paz mundial, anhelando la llegada del Reino y rogando: “Venga tu Reino”, como se enseña en Mateo 6:10.
Cuando regrese el Príncipe de Paz, Jerusalén se convertirá en la capital y centro del gobierno mundial, así como de la religión y la educación. El nombre en sí: Jerusalén, significa “ciudad de paz”, pero ese nombre no refleja la realidad de esa perturbada ciudad. La mayor parte de las naciones actuales ni siquiera reconocen a Jerusalén como la capital de Israel, a causa de las disputas incesantes entre ese país y los palestinos, que igualmente la reclaman como su capital. En diciembre del 2017 se despertó una polémica mundial, cuando el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que su país reconocería a Jerusalén como la ciudad capital de Israel. Australia hizo lo mismo por un tiempo, pero en octubre del 2022 revocó su decisión, regresando al estado anterior, que reconoce a Tel Aviv como capital.
Como ciudad de gran importancia para tres de las principales religiones del mundo, Jerusalén y su administración han sido tema de controversia internacional desde hace años. Israel ha controlado las partes Oriental y Occidental de Jerusalén desde 1967, pero muchos gobiernos quieren que esta ciudad esté bajo una administración internacional. El Plan de Partición de Palestina, acordado por las Naciones Unidas en 1947 (Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU), propuso dar a Jerusalén el tratamiento de cuerpo separado, una zona administrada internacionalmente, y aunque esto nunca se puso en práctica, muchos siguen esperando que se logre algo así.
La Biblia revela que un impresionante giro en el curso de los acontecimientos pondrá a Jerusalén bajo el control, no de Israel, sino de otro gobierno. El apóstol Juan escribió: “Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él. Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses” (Apocalipsis 11:1-2).
¡Jerusalén, la ciudad santa, será controlada por gentiles durante 42 meses antes del regreso de Jesucristo! Una gran potencia mundial, señalada como una “bestia” en el libro del Apocalipsis, invadirá el Oriente Medio, y asumirá el control de Jerusalén por tres años y medio. Durante ese tiempo, dos profetas de Dios darán testimonio con gran poder, y contenderán contra la fuerza gentil que prevalecerá en el Oriente Medio (Apocalipsis 11:3-14).
En los años desde la Guerra de los Seis Días en 1967, Israel ha librado guerras y negociado tratados de paz con varios estados árabes, pero nunca ha podido negociar un convenio de paz permanente con los palestinos. Si ambas partes asumen una posición innegociable, el resultado es un punto muerto. La posición israelí sigue sin cambio: insisten en que Jerusalén continuará unida bajo la soberanía única de Israel. Podemos estar seguros de que el estatus de Jerusalén continuará siendo un tema candente en el ámbito geopolítico. Debemos observar lo que ocurre en el Oriente Medio, y las tendencias que señalan grandes cambios en el control político y religioso de la ciudad.
Jesús habló de un tiempo cuando ejércitos hostiles invadirán la Tierra Santa, y rodearán la ciudad de Jerusalén. “Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación” (Lucas 21:20 Biblia de Jerusalén). Vemos por lo menos dos señales a las cuales debemos estar atentos: la “abominación desoladora” y “Jerusalén rodeada de ejércitos”. Estos no serán unos pequeños ejércitos del Oriente Medio, sino los ejércitos de gentiles que controlarán a Jerusalén durante tres años y medio, como leemos en Apocalipsis 11:2.
Ahora continuemos: “Estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la Tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan” (Lucas 21:22-24). Leyendo el libro del Apocalipsis, se ve que este período de tres años y medio es inmediatamente anterior al regreso de Jesucristo.
Daniel tuvo una visión revelada por un ángel. Cuando preguntó el significado del mensaje, el ángel respondió: “Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin” (Daniel 12:9). Ahora, más de 2.500 años después, podemos comprender esas profecías: ¡Este es el tiempo del fin!
En las profecías sobre el tiempo del fin hay un detalle vital que muchos pasan por alto: “Desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días” (Daniel 12:11). Dios revela que en el tiempo del fin, poco antes del regreso de Jesucristo, el sacrificio diario se suspenderá, o “será quitado”. Es evidente que antes de suspenderse los sacrificios, ¡tienen que haber comenzado! Los ejércitos romanos destruyeron Jerusalén y el segundo templo en el año 70 d.C., y desde entonces los judíos no han ofrecido sacrificios en el templo.
Pero anteriormente, cuando los judíos regresaron a Jerusalén después del cautiverio, comenzaron a ofrecer sacrificios aun antes de echar los cimientos del templo. También guardaron la Fiesta de los Tabernáculos, ofreciendo sacrificios diarios (Esdras 3:4): “Desde el primer día del mes séptimo comenzaron a ofrecer holocaustos al Eterno; pero los cimientos del templo del Eterno no se habían echado todavía” (v. 6). Esdras se refirió al emplazamiento del lugar santo como la “casa del Eterno”, pese a que el templo aún no se había construido (Esdras 3:8). Esto ocurrió alrededor del año 536 a.C., y todavía no se había reconstruido el templo. Los versículos siguientes de Esdras 3 describen las labores de echar los cimientos.
El punto es que los sacrificios deben ofrecerse en un lugar santo, pero este ejemplo en Esdras muestra que se ofrecían diariamente sin que hubiera una construcción física, llamada el templo. Los judíos que regresaron del cautiverio llamaban “casa del Eterno” al lugar santo, aunque allí no hubiera ningún templo. En años recientes, los judíos han presionado por tener una presencia religiosa en el monte del Templo. El lugar más santo actualmente bajo el control de las autoridades religiosas judías es el Muro Occidental, conocido también como el Muro de los Lamentos. Este constituye el muro de contención en el costado occidental del monte del Templo. No está permitido que los judíos adoren públicamente en el Monte del Templo, permiso reservado a los musulmanes.
El gran Educador y Maestro, el Señor Jesucristo, descenderá del Cielo con todos los santos que fueron resucitados como diez días antes para regir al mundo durante mil años de paz y prosperidad. Jerusalén será su capital y capital del mundo. Y será no solamente la capital del gobierno mundial, sino su capital educativa: Jesucristo impartirá el conocimiento real, basado en la Palabra de Dios:
“Así dice el Eterno: Yo he restaurado a Sion, y moraré en medio de Jerusalén; y Jerusalén se llamará Ciudad de la Verdad, y el monte del Eterno de los ejércitos, Monte de Santidad. Así ha dicho el Eterno de los ejércitos: Aún han de morar ancianos y ancianas en las calles de Jerusalén, cada cual con bordón en su mano por la multitud de los días. Y las calles de la ciudad estarán llenas de muchachos y muchachas que jugarán en ellas” (Zacarías 8:3-5).
Durante el milenio, los mil años que seguirán al regreso de Jesucristo como Rey de reyes, todas las naciones de la Tierra volverán los ojos a Jerusalén como la capital del mundo, y enviarán representantes para adorarlo: “Todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, al Eterno de los ejércitos, y a celebrar la Fiesta de los Tabernáculos” (Zacarías 14:16).
Las naciones aprenderán por fin el camino de la paz, no de la guerra. Aprenderán el verdadero camino del amor a Dios y el amor al prójimo. No ansiarán el poderío militar, ni recurrirán a la guerra para resolver sus problemas, sino que desearán la verdad que se les enseñará desde la ciudad capital del mundo, Jerusalén.
Vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la Palabra del Eterno. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra (Isaías 2:3-4).
Para entonces la ciudad de Jerusalén sí será fiel a su nombre: “Ciudad de Paz”, porque Jesucristo, el Eterno, residirá allí en persona, como dijo: “Yo he restaurado a Sion, y moraré en medio de Jerusalén” (Zacarías 8:3). Entonces empezaremos a conocer la auténtica paz mundial. Como dijo Isaías, la gente irá a la Tierra Santa y dirá: “Nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la Palabra del Eterno” (Isaías 2:3).
El futuro de Jerusalén también es la buena noticia de nuestro futuro… y del mundo. Al final, la Nueva Jerusalén bajará del Cielo a la Tierra como capital del Universo, más gloriosa que cualquier capital diseñada por seres humanos. Leemos sobre ese tiempo espléndido en Apocalipsis 21 y 22. Mientras tanto, esperamos la pronta llegada del centro del gobierno, la educación y la religión del mundo: la ciudad capital llamada la nueva Jerusalén.
La “Ciudad de Paz” ha vivido guerras cruentas y derramamiento de sangre por muchos siglos, pero pronto conocerá la paz. Así nos lo asegura la profecía bíblica.
Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores, también se llama el “Príncipe de Paz” (Isaías 9:6). Nuestro mundo necesita desesperadamente paz, que solo el Mesías puede traer. ¿Estaremos listos para recibirlo cuando regrese? ¿Cómo sabremos cuándo irá a venir? ¿Cuáles son las señales proféticas a las que debemos atender? Quienes hayan estudiado nuestro folleto: Catorce señales que anuncian el retorno de Cristo, sabrán sobre algunas.
El poderío combinado de las armas nucleares que hay en el mundo, es capaz de destruir toda vida en la Tierra, no una, sino infinidad de veces. ¿Sobreviviremos al gran peligro de destruirnos a nosotros mismos? El libro del Apocalipsis predice una catástrofe mundial de proporciones históricas:
“El número de los ejércitos de los jinetes era doscientos millones. Yo oí su número. Así vi en visión los caballos y a sus jinetes, los cuales tenían corazas de fuego, de zafiro y de azufre. Y las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones; y de su boca salían fuego, humo y azufre. Por estas tres plagas fue muerta la tercera parte de los hombres; por el fuego, el humo y el azufre que salían de su boca” (Apocalipsis 9:16-18).
Por increíble que parezca, ¡la tercera parte de la humanidad morirá en una guerra mundial, poco antes del regreso de Jesucristo!
La Biblia explica cómo Dios se vale de catástrofes naturales para sacudir y advertir a la humanidad. El evangelista Gerald E. Weston escribió lo siguiente en su revelador folleto titulado: Actos de Dios: ¿Por qué las catástrofes naturales? (Págs. 12-13):
“Hay terremotos que hacen levantar montes, y volcanes que también lo hacen. Hawái es un destino turístico muy popular, como lo son las islas del Pacífico Sur. Estas hermosas islas volcánicas son temas de canciones y de obras de teatro musicales, pero como sabemos, los volcanes representan un peligro para quienes viven muy cerca. Cuando el volcán Vesubio estalló en el año 79 d.C., en Pompeya y la zona circundante murieron miles de personas. El 18 de mayo de 1980, la erupción del monte Santa Helena cobró 57 vidas… Hubo señales que advertían de una catástrofe a punto de ocurrir, lo mismo que las hubo antes de la erupción del Vesubio. El costado norte del Santa Helena presentó un abultamiento de 90 metros, que crecía entre metro y medio y dos metros cada día. Se alertó a la población avisando que era necesario evacuar el área, pero, como suele ocurrir, muchos no hicieron caso: ‘El avisado ve el mal y se esconde; mas los simples pasan y llevan el daño’ (Proverbios 27:12)”.
El libro del Apocalipsis revela que está por venir un desastre natural aun peor: “Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la Tierra” (16:18).
La profecía habla de varias catástrofes que servirán como aviso antes del regreso de Jesucristo; como ejemplos podemos ver: Isaías 24:19-20; Jeremías 4:23-27; Deuteronomio 28:23-24; Ezequiel 5:16-17). ¿Estaremos preparados en lo material para las catástrofes naturales que vendrán? ¿Hemos guardado agua potable para una semana, en caso de que haya escasez de alimentos?
Estemos atentos a los desastres que vendrán, ¡y tomemos las medidas del caso!
Europa afronta dificultades por la llegada masiva de refugiados, violencia religiosa, crisis económicas; y el estatus incierto del Reino Unido, tras su salida de la Unión. Para recobrar la grandeza y poderío del antiguo Imperio Romano, conforme a la profecía, necesitará de un líder fuerte y carismático.
Esta futura potencia se menciona simbólicamente como una bestia con siete cabezas y diez cuernos: “Los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia. Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia” (Apocalipsis 17:12-13). Diez reyes o reinos darán su apoyo a este líder carismático, estableciendo así una poderosa fuerza unificada.
Pero ¡atención! Hay otro personaje mundial que también se describe como una bestia, pero esta tiene dos cuernos como de cordero:
“Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón. Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la Tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada. También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del Cielo a la Tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la Tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia” (Apocalipsis 13:11-14).
Jesucristo es el Cordero de Dios. El impostor religioso se hará pasar por Cristo, pero hablará como dragón. Con sus milagros y falsas señales engañará a miles de millones. Tenemos que estar atentos a una respetada figura religiosa, que tendrá gran influencia en la superpotencia político militar de Europa.
¿Será posible que nos dejemos engañar por una figura religiosa que hace milagros? Sus engaños serán tales, que miles de millones le seguirán, y a su falsa religión. Veamos 2 Tesalonicenses 2:9: “Inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos”. El falso profeta llegará al extremo de hacer bajar fuego del Cielo, como vimos en Apocalipsis 13:13.
El apóstol Pablo explica que este profeta no es un siervo de Dios, sino de Satanás, y que Dios juzgará su iniquidad al regreso de Jesucristo: “Entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida” (2 Tesalonicenses 2:8).
Debemos observar las tendencias religiosas en Europa, donde un gran reavivamiento religioso convencerá a las mayorías, y las llevará a practicar una religión inicua y falsa.
Como ya se ha mencionado, el libro del Apocalipsis habla de un ejército formidable del Oriente, que causará la muerte a miles de millones de personas. El apóstol Juan lo menciona como la plaga de la sexta trompeta. Veamos adónde se reunirán estas fuerzas impresionantes: “El sexto ángel tocó la trompeta, y oí una voz de entre los cuatro cuernos del altar de oro que estaba delante de Dios, diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta: Desata a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Éufrates” (Apocalipsis 9:13-14). Juan prosigue:
“Y fueron desatados los cuatro ángeles que estaban preparados para la hora, día, mes y año, a fin de matar a la tercera parte de los hombres. Y el número de los ejércitos de los jinetes era doscientos millones. Yo oí su número. Así vi en visión los caballos y a sus jinetes, los cuales tenían corazas de fuego, de zafiro y de azufre. Y las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones; y de su boca salían fuego, humo y azufre. Por estas tres plagas fue muerta la tercera parte de los hombres; por el fuego, el humo y el azufre que salían de su boca” (Apocalipsis 9:15-18).
Aquí se está describiendo un mundo donde morirán miles de millones de personas, cuando un ejército de 200 millones lanzará un ataque nuclear que matará a una tercera parte de la población mundial, y luego se abrirá paso hacia el Occidente, cruzando el río Éufrates. Por eso dijo Jesucristo que “si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:22).
¿Cuáles potencias mundiales quedan al noreste del Éufrates? Consultando un mapa, vemos naciones como Irán, China y Rusia. Debemos estar atentos a las operaciones militares de esas naciones y a sus alianzas internacionales.
La historia ha mostrado que, si bien continúan los conflictos entre los países árabes, las naciones enfrentadas en el Oriente Medio no vacilarán en unir sus fuerzas para pelear contra Israel. Los pasos tentativos hacia la paz han dado paso invariablemente a las antiguas tensiones.
Irán, nación no árabe, sigue siendo una amenaza para Israel, ya que en las masivas concentraciones celebradas por todo el país, se ha instado a los palestinos de Gaza y de otros lugares a luchar contra Israel hasta el final. Irán también continúa su avance hacia el desarrollo de armas nucleares. Aunque algunos observadores señalan a Irán como el principal enemigo de Israel, y el gran desestabilizador de la región, la Biblia revela que un “Rey del Sur” unirá a varias naciones árabes, formando un bloque de poder tan formidable que contenderá con el profetizado “Rey del Norte”, provocando una invasión del occidente medio por parte de un poderoso ejército europeo (Daniel 11:40-45). Pero los estudiosos de la Biblia podrán reconocer que esto también es señal de que Jesucristo volverá pronto, conforme a lo profetizado.
Jesús dio esta señal del fin, ante los fallidos intentos humanos por traer paz al mundo: “Será predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). Este es el evangelio que presentamos en este folleto, que anuncia el mundo de mañana y el Reino de Dios.
El Reino de Dios en el mundo traerá paz y prosperidad a todas las naciones de la Tierra. El gobernante será el Rey de reyes y Señor de señores, Jesucristo. Este es el verdadero evangelio o buena nueva que predicó Jesús cuando estuvo en la Tierra: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del Reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el Reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:14-15).
El profeta Isaías revela una promesa inspiradora del Reino de paz del Mesías que gobernará el mundo:
“Un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su Imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su Reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo del Eterno de los ejércitos hará esto” (Isaías 9:6-7).
El mundo actual de conflictos, opresión y guerras; será reemplazado por el Reino, o gobierno de Dios: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el Cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15).
Al acercarse la gran tribulación, los verdaderos discípulos sufrirán más y más persecución, pero Jesús nos enseña cómo reaccionar, bajo esta intensificación del acoso religioso: “Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas. Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado” (Lucas 21:19-20).
En este momento nos encontramos en el período profético conocido como el tiempo del fin. Debemos estar preparándonos para el regreso de nuestro Salvador, Jesucristo, quien será Rey sobre toda la Tierra, y gobernará desde la nueva capital del mundo: Jerusalén: “Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalén aguas vivas, la mitad de ellas hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental, en verano y en invierno. Y el Eterno será Rey sobre toda la Tierra. En aquel día el Eterno será uno, y uno su nombre” (Zacarías 14:8-9).
Demos gracias a Dios por este maravilloso gobierno mundial que vendrá pronto bajo Jesucristo. Y sigamos orando de todo corazón: “¡Venga tu Reino!”
Nuestro Salvador Jesucristo nos dio la instrucción de velar a la espera de su regreso: “Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor” (Mateo 24:42). No será hasta el final, en los últimos tres años y medio profetizados que llamamos la gran tribulación y el día del Señor, cuando sabremos con toda certeza que su regreso es inminente. Y el mandato de velar encierra otro aspecto: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:36).
¿Seremos realmente “dignos de escapar” de las calamidades profetizadas para el tiempo del fin? Si deseamos estar en el Reino de Dios, sabemos que necesitamos la gracia y el perdón de Dios, y que necesitamos también el Espíritu Santo, a fin de desarrollar en nosotros el mismo carácter justo y divino de Dios. Quienes no estén bautizados conforme a la instrucción bíblica, les conviene leer nuestro folleto de estudio gratuito: ¿Es necesario el bautismo? Recordemos la extraordinaria promesa hecha por el apóstol Pedro el día de Pentecostés: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). A quienes deseen hablar sobre el bautismo bíblico, les rogamos que se comuniquen con nuestras oficinas, enviando un correo a: [email protected].
Como vimos antes, una finalidad de vital importancia de la profecía es confirmar nuestra fe. Reconociendo las muchas profecías que se han cumplido en el pasado, y al ver otras cumpliéndose en este tiempo, podemos ahondar nuestra fe en las profecías que aún están por cumplirse. Y podremos comprender la forma como nosotros también llegaremos a formar parte del glorioso futuro que Dios ha profetizado para sus siervos fieles en esta era, cuando resucitemos como sus primicias al regreso de Jesucristo, para servir bajo su gobierno en el Reino de Dios.
La profecía bíblica revela que el acontecimiento más grande de la historia vendrá pronto, quizás incluso todavía en nuestra vida. Es importante que nos estemos preparando para la segunda venida de Jesucristo, como Rey de reyes y Señor de señores. Nuestro Creador nos amonestó para que estuviéramos listos para ese acontecimiento.
A medida que comprendamos los principios de la profecía, adquiriremos una comprensión más profunda del propósito de la vida y del glorioso futuro del mundo. Jesús predicó el evangelio del Reino de Dios e instruyó a cuantos le oyeran: “Arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15). El apóstol Pablo llevó el mismo mensaje hasta Atenas, donde dijo a sus oyentes: “Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30).
Podemos prepararnos para el futuro creyendo el verdadero evangelio del Reino de Dios (Mateo 6:33), arrepintiéndonos de nuestros pecados, aceptando el sacrificio de Jesucristo, y recibiendo el Espíritu Santo de Dios. Que Dios los bendiga a usted, a su familia, a sus amistades y a sus seres queridos; a medida que busquemos primero el Reino de Dios y su justicia, ¡y observemos el cumplimiento que se avecina de las profecías bíblicas!