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¿Alguna vez le ha levantado de la cama el ruido de alguien tocando con urgencia e inesperadamente a la puerta? El corazón se acelera y usted reacciona rápidamente. Si esto le ha ocurrido, espero que haya sido algún incidente menor que pudo manejar sin dificultad. En esta época de crímenes rampantes, e incluso de invasión de domicilios, el negocio de alarmas de seguridad prospera; ya que la gente busca proteger su persona y su propiedad. Hay sistemas avanzados que avisan quién está a la puerta aunque usted no esté en casa.
En la Biblia encontramos referencias a este tema. Por ejemplo, Jesús lo expresó así: “Mientras el hombre fuerte y armado guarda su palacio, en paz está lo que posee” (Lucas 11:21, RV 1995). Y Salomón dio este sabio consejo: “El prudente ve el mal y se esconde” (Proverbios 27:12, RV 1995).
La mayor parte de las personas tienen en cuenta el riesgo de sufrir una pérdida material, y procuran evitar los daños o lesiones o bien adquirir una cobertura. Para lograr esto último se ofrece gran variedad de garantías y planes de seguros.
Si bien valoramos la seguridad física y financiera, conviene preguntarnos si prestamos igual atención a los asuntos espirituales: nuestros valores, nuestra moral y nuestra relación con Dios. En el ajetreo de una vida llena de actividades y presiones, solemos pasar por alto esta vital dimensión o bien le concedemos un lugar secundario entre nuestras prioridades. Tal fenómeno no es nada nuevo, y Jesús pregunta en Mateo 16:26: “¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” Advierte, además que “la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lucas 12:15).
En el mercado, en los salones del gobierno y nuestras instituciones académicas, parece que el conocimiento y las discusiones sobre el Dios de la Biblia y sobre Jesucristo como el Mesías se consideran fuera de lugar. En los medios de difusión, el mundo del entretenimiento y los negocios muchos desdeñan toda mención del Creador.
Hay excepciones, desde luego, pero son pocas y débiles. Buena parte de la cristiandad tradicional ha empezado a aceptar el matrimonio entre personas del mismo sexo, la identificación ambigua del sexo y otros conceptos análogos como moralmente aceptables; rechazando las prohibiciones bíblicas directas. Muchos grupos religiosos conocidos se ven envueltos en escándalos de acoso sexual y otras acciones indebidas.
Estamos presenciando una oleada de preocupación ahora que la gente ve su vida y cultura afectadas por actividades depravadas y corrompidas en todas partes. ¿Qué hacer? Es una pregunta que viene muy al caso en este momento de la historia. Las respuestas se encuentran en un libro que probablemente está en alguna repisa de su casa. El profeta Isaías lo dijo muy claramente: “Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Eterno, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:6-7).
Refiriéndose a la organización religiosa de su época, Jesús citó un pasaje fuerte de Isaías: “De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane” (Mateo 13:14-15).
El Mundo de Mañana dice y explica las verdades eternas de la Biblia por la radio, la internet y las publicaciones impresas. Si usted está leyendo y entendiendo estos temas importantes, es posible que Dios le esté abriendo la mente, como solo Él puede hacerlo. Y el oír y entender estas verdades conlleva una responsabilidad de parte del oyente.
Las palabras de Jesús en el libro del Apocalipsis resaltan claramente esta realidad: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 3:20-22).
¿Toca alguien a su puerta?